Revista Ecos de Asia

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This article was written on 30 Sep 2015, and is filled under Cine y TV.

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Tirano (2014-…): familia, poder, oriente y televisión II

Parece increíble que todavía no hayan aparecido análisis profundos de la explosiva –literalmente- segunda temporada de la serie Tirano (2014-…), pues si bien en buena parte de sus primeros episodios se abusó de un planteamiento un tanto maniqueo, durante los últimos capítulos se ha convertido en la única ficción televisiva en novelar asuntos tan relevantes como la emergencia del Estado Islámico o la Guerra Civil Siria –de la que, cada vez más, parece una transposición directa–.

Por ese motivo, desde Ecos de Asia nos gustaría resaltar algunos de los puntos principales de una serie que, si todavía no está causando estruendo, es porque para mucha gente se trata únicamente de la historia de dos hermanos que luchan por el poder en una ficticia dictadura de Oriente Próximo. Y es que en efecto, Tirano es – como muchas otras producciones audiovisuales- una historia de la lucha por el poder, pero esta segunda temporada tiene el sincero y loable honor de desdibujar el maniqueísmo de su propuesta inicial –deliciosamente destrozado gracias a los acontecimientos que ponían fin a la primera temporada-, para plantear una serie de cuestiones que atañen a la familia, la religión, la política y, por supuesto, la violencia. Y, no menos importante, de ser una de las formas más evidentes en las que el mundo del espectáculo estadounidense –e israelí-se está pronunciando públicamente sobre los últimos acontecimientos de Oriente Medio, y sobre unas posibles soluciones.

Pero para poder comentar los principales puntos de la serie no podemos sino revelar al lector numerosos y constantes spoilers, por lo que advertimos que, a partir de este momento, el artículo desvelará los principales acontecimientos de la primera y segunda temporada de la serie.

Si bien la geopolítica del ficticio Abuddin –país en el que se desarrolla la trama–,[1] en la primera temporada parecía estar más ligada al ámbito de la Guerra de Iraq, en esta segunda el conflicto presenta numerosas similitudes con el de los últimos años de la Guerra Civil Siria, salpicados por las intervenciones y la lucha contra el Estado Islámico. Aunque todavía desconocemos mucho sobre la Historia reciente de Abuddin como para poder trazar un hipotético ensayo sobre democracia y gobierno en la región, quedan claras las opiniones de los realizadores y guionistas sobre las mismas. Los primeros episodios de la primera temporada fueron duramente criticados por presentar una visión peyorativa de los árabes, encarnados por la despótica figura de Jamal frente al comedido, democrático –¡y educado en América!– además de físicamente caucásico Barry/Bassam. Sin embargo, las posturas intervencionistas de los Estados Unidos quedan más que claras cuando el santificado Barry Al-Fayeed decide, con cuestionable pesar, y con pleno apoyo de la embajada, dar un golpe de Estado, siempre en “aras de la democracia”, para el que no duda en sacrificar las vidas de numerosos militares y poner en juego las de muchos otros; en este contexto, alentar la creciente insurgencia popular manifestada en las calles de la capital, en una suerte de “Primavera árabe”, no parecía bastar. Pero retomaremos esta idea del deber y del “mal necesario” más adelante.

Tirano una historia de la lucha poder

Tirano una historia de la lucha poder.

Recordemos, en primer lugar, las líneas generales de la primera temporada. A nuestro juicio, tal y como ya expusimos, esta se centró en la idea de la confrontación. Por una parte, existía la confrontación fraternal ente los protagonistas Bassam y Jamal Al-Fayeed, que encarnaban dos formas de asumir el control político (la democracia frente a la tiranía, e implícitamente, Occidente frente al resto del planeta). Por otra parte, se presentaba la lucha dialéctica y física entre las dos familias más importantes del ficticio Abuddin, los Al-Fayeed (en el gobierno tras la victoria en una guerra civil, erigidos ya en dinastía) y los Rashid, en el momento presente mucho más vinculados a posiciones religiosas tradicionales. A lo largo de esta segunda temporada, estas confrontaciones democracia-dictadura, Occidente-Oriente, y en definitiva, secularismo –sin, acertadamente, asumir que este implicase modernidad- contra religión, desaparecerán casi definitivamente del panorama, viéndose muchos de sus agentes principales completamente redibujados.

Si la primera temporada se centró en la confrontación, en esta segunda pasaremos directamente a la idea de la destrucción, que sacudirá, física y moralmente, buena parte de lo que se nos presentó de Abuddin. Antes de analizar estos hechos, recapitulemos sobre los intensos acontecimientos que tienen lugar en esta temporada.

Las vidas de prácticamente todos los personajes correrán serio peligro esta temporada.

Las vidas de prácticamente todos los personajes correrán serio peligro esta temporada.

La segunda da comienzo poco después del final de la primera, en el que el golpe de estado de Bassam era frustrado, ejecutados sus cómplices, y él mismo era enviado a prisión en espera de su sentencia de muerte. En el episodio 2×01, comenzamos a observar ya a un Jamal más humano, sumamente reticente de enviar a su hermano al patíbulo, pero estas mismas dudas ponen en cuestionamiento el poder real de su figura –para la oposición, la figura de Bassam se está convirtiendo en un mártir de la democracia-, y su autoridad frente a los inversores chinos, que gracias a un contrato para la explotación de una planta petrolífera junto a la ciudad de Ma’an situarán finalmente a Abuddin en el panorama internacional, con sus consecuentes beneficios económicos.

El presidente Jamal  Al-Fayeed y su esposa en la ejecución de Bassam.

El presidente Jamal Al-Fayeed y su esposa en la ejecución de Bassam.

Bassam será abandonado a su suerte en el desierto.

Bassam será abandonado a su suerte en el desierto.

Finalmente se programa la ejecución pública, pero Jamal no se atreve a ser el asesino de su hermano, por lo que sustituye su cuerpo por otro y lo abandona a su suerte en el desierto, augurándole una muerte próxima. Bassam tiene la suerte de acabar en un poblado beduino, bajo la protección de un buen hombre llamado Ahmos, quien le acoge debido al sentimiento mutuo de descontento con el gobierno de Jamal Al-Fayeed. Paralelamente, la muerte de Bassam reaviva la insurgencia por parte de Ihab Rashid y sus seguidores –entre ellos, Samira, quien decide no exiliarse en los Países Bajos y quedarse para lograr un cambio político-, ahora concentrados en Ma’an, ciudad que es gaseada por el ejército –aunque sin el consentimiento– de Jamal, falleciendo no solo los insurgentes sino una gran cantidad de civiles inocentes. Esta y otras actuaciones despóticas –como el nombrar a su incompetente hijo Ahmed ministro-, junto a la ejecución de Bassam, no hacen sino avivar el ya imponente odio popular hacia el Presidente.

Cansados de la persecución continua, Ihab y –sobre todo- Samira, no vacilan demasiado en aceptar la propuesta de su viejo conocido Abu Omar (claro calco de Abu Omar Al-Baghdadi), e intentar instaurar el Califato Islámico de Abuddin. Su primer golpe de efecto será junto a la aldea beduina de Tal Giza –en la que justamente está escondido Bassam, ahora renombrado Khalil-, secuestrando y ejecutando a un convoy de la embajada alemana que llevaba a Daliah, la segunda esposa de Ahmos, a formarse como ingeniera solar. Tras la toma de la aldea, el secuestro de Daliah como concubina del líder del Califato, y el reclutamiento obligatorio de todos los hombres en edad de combatir, Bassam-Khalil intenta huir del país hacia Líbano, pero finalmente se queda frontera adentro con la intención de intentar defender su tierra de esta nueva amenaza.

Algunas escenas de Bassam-Khalil en Tal Jiza, junto a la familia beduina que le acoge.

Algunas escenas de Bassam-Khalil en Tal Jiza, junto a la familia beduina que le acoge.

Paralelamente, en Asima –la capital de Abuddin, de la que por primera vez conocemos el nombre-, la irrupción del Califato sorprende a la Presidencia, y pone en peligro no solo el gobierno de Jamal, sino la inversión china, ya que el ejército de Abu Omar e Ihab Rashid se dirige imparable hacia Ma’an, principal ciudad de la oposición, y sede del petróleo abuddiniano. Varios océanos más allá,  el joven Sammy Al-Fayeed conoce que es el único heredero del patrimonio paterno, pero que para tomar posesión de él, tiene que participar en un proceso judicial en Abuddin y renegar de los actos de su padre. A pesar de la oposición materna, la familia Al-Fayeed (y su abogado, quien iniciará un oportuno romance con la “viuda” Molly) viajará hasta Abuddin en el momento más peligroso.

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Liderado por Abu Omar e Ihab Rashid, comenzarán las conquistas del Califato Islámico de Abuddin.

El ejército del Califato captura rápidamente buena parte del país

El ejército del Califato captura rápidamente buena parte del país

Bassam-Khalil se unirá a un grupo de supervivientes combatientes en contra del Estado Islámico, que acabará siendo conocido como la Mano Roja, y que iniciará una contraofensiva contra Abu Omar, tan hábil y efectiva que comenzará a ser el último recurso de supervivencia para el inefectivo ejército de Jamal, dirigido por Tariq Al-Fayeed, que parece ser el verdadero villano de la historia. La defensa del régimen de Jamal frente al Califato estará organizada, a partir de cierto momento, por el General Rami Said, un hijo ilegítimo de Jamal que aparece oportunamente y que cuenta con gran experiencia en asuntos militares por su intervención en diferentes conflictos en África. Aunque traerá consigo a un ejército de mercenarios, la paranoia y la culpa de un Jamal cada vez más demenciado, le harán intentar atentar contra su propio hijo –mediante un atentado en el que acaba matando a Amira Al-Fayeed, su madre-. Encarcelado Rami Said –que parece sentir cierto apego por la desgraciada y ahora estéril, y casi repudiada, Nusrat-, los mercenarios se niegan a trabajar para el enloquecido Jamal, dejando Abuddin a su suerte.

En esta temporada contemplaremos el auge y caída de Rami Said.

En esta temporada contemplaremos el auge y caída de Rami Said.

Paralelamente, Sammy Al-Fayeed, ya en Abuddin, intenta contactar con su antiguo amante Abdul, que junto a muchos otros homosexuales ha sido ejecutado por el Califato. Tras asistir a una vigilia en una discoteca gay de Asima, comprende lo que la victoria del Estado Islámico supondría para buena parte de la población de Abuddin –país que hasta aquel momento no había sentido como suyo- y decide invertir su herencia en ayudar a la resistencia, aunque para ello pide entrevistarse en persona con Khalil, el líder de la Mano Roja, que por supuesto desconoce que es su padre. La única posibilidad de victoria de Bassam-Khalil, Jamal, y en el fondo, de buena parte de Abuddin, parece ser el grupo de mercenarios africanos que se niegan a combatir fuera de las órdenes del General Said.

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En esos momentos, Leila comienza a percibir el peligro creciente que representa su marido en el poder –y de paso, a darse cuenta de los monstruos en los que la pareja se han convertido – e, incapaz de acabar físicamente con Jamal, comienza a orquestar un nuevo golpe de Estado para deponerle. Convencida por Molly Al-Fayeed – que finalmente conoce, gracias a Sammy, que Bassam está vivo pero en peligro de muerte-, Leila liberará al General Said, cuyos mercenarios serán pagados con la herencia de Sammy, y avisará a la Liga Árabe de que Jamal ha cometido varios crímenes contra la Humanidad –como el ataque de gas a Ma’an-. La ofensiva combinada de los ejércitos de Said y Bassam lograrán hacer que el Califato se dé por vencido –no sin notables bajas–, y un Bassam aclamado la multitud –que le pide que sea el nuevo Presidente– llegará a Asima justo a tiempo para ver la renuncia televisada de Jamal, a quien la Liga Árabe obliga a dejar su puesto con la promesa de obtener inmunidad política. Pero cuando esta misma inmunidad le es negada al Coronel Mahmoud Al-Ghazi, la única persona fiel a Jamal hasta el último momento, el Presidente sorprende a todos acusando a –el ya fallecido– Tariq como único responsable de la masacre de Ma’an y se niega a dejar el puesto. Ante las cámaras internacionales, una enfurecida Nusrat dispara a matar a Jamal, dando fin a la temporada y dejando en suspense a la audiencia.

La Liga Árabe juzga a Jamal culpable del único crimen que no cometió.

La Liga Árabe juzga a Jamal culpable del único crimen que no cometió.

Este acto pone punto y seguido –estamos más que seguros de que no será el punto final- a una temporada de, como ya hemos dicho, destrucción física y moral. La destrucción física de Abuddin es más que palpable, en un país devastado por los combates y ejecuciones masivas, y hasta las desapariciones son más que destacables en el elenco principal, tanto de viejos conocidos como de nuevos personajes.

Sin embargo, la más importante de esta temporada ha sido la destrucción moral, que ha afectado severamente a casi todos los personajes. En primer lugar, encontramos a un Bassam renacido y, aparentemente, carente de esos claroscuros que tan interesante le habían hecho a finales de la primera temporada; la piedad de Ahmos y un fiero sentido del deber le harán actuar a sangre fría, no dudando en asesinar a miembros del Califato (incluso a la hija del que fuera su mejor amigo), en aras del siempre polémico bien común. Por otra parte, la supuesta ejecución de Bassam por parte de Jamal imprime en el Presidente una especie de “marca de Caín”, de tal manera que el sentimiento de culpa por la muerte de su hermano atormenta a Jamal hasta el punto de hacerle sentir responsable de todas las desgracias que suceden tanto a la familia Al-Fayeed como a la misma nación de Abuddin. A partir del primer capítulo, que parecía mostrar un Jamal más humano -adoptando la prudencia de Bassam en elementos como la oposición al gaseo de Ma’an-, veremos como Jamal se refugia en la religión (islámica), y de la paranoia de sus propias interpretaciones surgen muchas otras desgracias, como la muerte de su madre o el dejar al país a su suerte tras el encarcelamiento de Said.

Jamal enloquecerá cada vez más como consecuencia de sus poco acertadas decisiones.

Jamal enloquecerá cada vez más como consecuencia de sus poco acertadas decisiones.

Por otra parte, personajes fuertes como Ihab Rashid también sufren una completa destrucción moral, consumido –literalmente– por las acciones de Samira, por culpa de la cual refuta sus principios religiosos anti-violentos y se decide a unirse al Califato Islámico; de la misma manera, la destrucción moral de Samira queda plenamente explicada en algunos de los diálogos más lúcidos de la temporada.[2] En el otro extremo, vemos como personajes tradicionalmente presentados como débiles adquieren importancia y poder. Tal es el caso de Sammy o Ahmed – excesivamente accesorios en la primera temporada, pero que ahora adquieren profundidad en una trama que cada vez se demuestra más coral–, pero excesivamente de Nusrat, para quien el constante acoso y derribo sufrido a lo largo de las dos temporadas[3] culminará en el acto valiente que cierra el último episodio. La destrucción moral de otros personajes como Leila, seguramente el más poderoso y confiado de todos lo que se nos presentan, plantea también muchas futuras e interesantes líneas de desarrollo.

Decíamos en las primeras líneas como Tirano parece ser una suerte de interpretación norteamericana –y, por tanto, con su consiguiente aportación de soluciones- sobre la actualidad medio-oriental (inclusive sobre la cómoda posición de la Liga Árabe). A diferencia de la primera temporada, esta segunda presenta un tono religioso mucho más perceptible y, por lo general, mucho más anti-islámico.[4] No obstante, debemos romper una lanza a favor de los guionistas de la serie que, a través de una serie de personajes (muy interesantemente, casi exclusivamente femeninos) han sido capaces de incluir y justificar diferentes posiciones ideológicas en torno a la religión y los límites de la misma. [5]

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Igual que muchos espectadores señalaron, en la primera temporada, las más que evidentes similitudes entre el personaje de Jamal Al-Fayeed y el errático y tiránico Uday Hussein, otros tantos apuntaron los parecidos entre el no menos polémico Bashar Al-Asad y el aparentemente inmaculado Bassam. Y ahora que ya conocemos los claroscuros de este último, y que los del presidente sirio adquieren un cada vez mayor conocimiento popular, no podemos evitar recordar cómo Al-Asad, también médico y de ojos azules, se convirtió en el heredero de la dinastía fundada por su padre luego de la muerte de su hermano mayor. Visto el último episodio, ¿se convertirá Bassam en presidente? ¿Se convertirá Bassam en Bashar? ¿Se convertirá Abuddin en Siria? ¿Qué sucederá con Siria en los próximos meses?  Sobre ello, tanto en la realidad como en la ficción, no podemos sino meramente especular, pero tengan por seguro que hacerlo viendo Tirano es, desde luego, una forma polifónica y más que interesante.Tal y como sucede en la primera temporada, y en cierto modo, tal y como está sucediendo en Siria, el gobierno de los Estados Unidos no parece querer inmiscuirse de manera visible en la política de la región, dejando en manos de las facciones aparentemente locales un conflicto que desde luego tiene mucho de internacional.

Los Estados Unidos, las masas de Asima reclaman a Bassam. ¿ Pero qué pasará en Abuddin?

Los Estados Unidos, las masas de Asima reclaman a Bassam. ¿ Pero qué pasará en Abuddin?

Para saber más:

 

Notas:

[1] En un artículo anterior, sintetizamos algunos de los datos conocidos sobre la nación, e intentamos encontrarle una hipotética localización. Así pues, suponíamos que Abuddin se trataba de una nación de Próximo Oriente (que nosotros situábamos en el golfo de Aqaba), lingüística y étnicamente –al menos de manera general- árabe, que al menos desde la década de los 70 estaba gobernada por la dinastía militar de los Al-Fayeed. El presidente Khaled Al-Fayeed se habría hecho con el poder tras derrocar al bando del jeque Rashid –contra el que combatía en una guerra civil- a partir de un ataque de gas a la ciudad de Ma’an. El gobierno de Al-Fayeed habría estado caracterizado por una política autoritaria, en la que Abuddin se definiría como un estado secular, aunque de tradición y mayoría musulmana. Poco sabemos del pasado de la nación, aunque sus ciudades principales parecen tener una larga historia. Si bien nuestra suposición geográfica queda invalidada por nuevas aportaciones (el país tiene frontera terrestre con Líbano y, definitivamente, una gran reserva petrolífera), estás son igualmente incoherentes (Bassam le dice a Ghani que eras tierras fueron Mesopotamia, cuando ningún territorio controlado por Saladino ha quedado entre el Tigris y el Éufrates), y sirven para profundizar en la idea de un país ficticio que, sin embargo, cada vez guarda mayor similitud con Siria.

[2] No podemos evitar reproducir parte de la conversación que Samira mantiene con Bassam y Daliah en el séptimo episodio de la segunda temporada: “Tuve muchos años de escuela, casi veinte años de escuela. Para ser abogada. (…) Es algo muy optimista pasarse tantos años en la escuela, preparándose para el futuro. (,…) Cuando tenía doce años, nos eligieron a doce de nosotras, chicas, todas de Ma’an, para estar en una especie de equipo de debate. Nos lo enseñaron todo, nos llevaron a todas partes, incluso al Líbano. Ganábamos a todos. Mi amiga Karima y yo éramos las mejores. (…) Éramos invencibles…. hace diez años. Pregúntame dónde estamos todas ahora. Karima está muerta. Gaseada junto a toda su familia. Jadwah también, muerta. Dos más se han ido a algún lugar….a algún campo de refugiados, donde pueden ver a sus hijos y morirse de hambre. Y luego estoy yo. Así que ahí está, mi generación…” (…) “Mira, tú y yo somos de aquí. Pero tú ya no eres Bassam. Y yo no soy Samira. Esas personas están muertas. Y el país en el que vivíamos ha desaparecido .Y esto, esto es lo que ha quedado.”

[3] Nusrat es uno de los primeros personajes en ser introducidos en la primera temporada, a la cual conocemos luego de ser violada por su suegro (bajo el pretexto de comprobar su pureza), justo antes de la boda con un patoso Ahmed, que ni siquiera llega a imaginar los motivos por el que su esposa le rechaza. Más adelante, Jamal asesinará al padre de Nusrat –un importante empresario- por su colaboración en el intento de golpe de estado de Bassam, quedando Nusrat por entero sometida e indefensa ante cualquier posible vía de escape. Más adelante conoceremos como, ya estando convertida en devota esposa de Ahmed, ese hijo que espera es el concebido en su violación. El aborto espontáneo que sufre y la consecuente histerectomía la dejan estéril y por tanto, incapaz de continuar con la saga familiar de los Al-Fayeed, por lo que Leila hace que Nusrat pida a Ahmed la anulación, con la promesa de pagarle un futuro en el destino de su elección.

[4] Esto no solo se aprecia en el evidente y gráfico antagonismo del Califato Islámico de Abuddin, sino en la manera en la que se muestra a Jamal actuando como un loco como consecuencia de explicar sus desgracias mediante la fe –aunque nunca se culpa al imán de sus palabras-. Únicamente Bassam, imbuido de una repentina religiosidad, parece representar los elementos positivos de la Fe, aunque en gran medida parece dejarse ver que, al menos en un principio, Bassam la practica como una forma de integración y de respeto hacia sus salvadores.

[5] En primer lugar, entre los partidarios del Califato encontramos a Samira, quien como ya hemos mencionado apoya el grupo de Abu Omar a pesar de su barbarie porque lo considera la única manera de llegar al poder y reclamar venganza; otras mujeres, como aquella musulmana norteamericana a la que Bassam ayuda a escapar, están por el contrario horrorizadas de sus acciones, lamentando haberse unido a ella –quizás, en busca de esa integración que tan negada les es a muchos musulmanes en la América post-11-S-. Por otra parte, vemos como, junto a Khalil (Bassam), los personajes más relevantes de la Mano Roja son mujeres: desde la documentalista que en el primer episodio arroja sangre a una paternalista Leila Al-Fayeed, al a guerrillera del hiyab que parece sentir una repentina atracción por Sammy Al-Fayeed. En última instancia, no podemos sino mencionar la ambigua relación de Leila con la cubrición religiosa, quien se coloca o quita el velo en función del carácter y visibilidad política de la ocasión.

avatar Marisa Peiró Márquez (145 Posts)

Marisa Peiró Márquez (marisapeiro@ecosdeasia.com) es Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza. En esta misma universidad se licenció en Historia del Arte y realizó el Máster en Estudios Avanzados de Historia del Arte, así como el Diploma de Especialización en Estudios Japoneses. Se especializa en el Arte y la Cultura Audiovisual de la primera mitad del s. XX, y en las relaciones artísticas interculturales, especialmente entre Asia y América Latina (fue becaria del Gobierno de México), con especial interés en el Sudeste Asiático y en Oceanía.


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2 Comments

  1. Jade
    11/04/2017
    avatar

    Hola, me gusto mucho el resumen de la serie, estoy terminando de ver la 2 temporada, me llamo mucho la atencion Rami Said, saben su nombre real, ya que no encuentro, gracias

    • Staff ECOSdeAsia
      22/04/2017
      avatar

      Hola Jade!
      El actor que encarna a Rami Said es Keon Alexander

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