Revista Ecos de Asia

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This article was written on 28 Mar 2016, and is filled under Historia y Pensamiento.

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Amanecer y ocaso de los samurái

Pocas figuras inspiran mayor interés en la cultura popular como es la figura del samurái, valiente y honorable guerrero del pasado de Japón que aún hoy en día está presente en numerosas adaptaciones, sea a través del cine, la literatura o incluso los videojuegos, tan habituales en las casas actuales.

Este gran interés surgió en relación a diversos aspectos relacionados con estos guerreros, como son sus hermosas armaduras, sus excepcionales artes guerreras como el manejo de la fabulosa katana, arma que ha trascendido a los samuráis en su uso, y hoy en día es usada por diversos personajes de ficción(véase Kill Bill o The Walking Dead), o algunas de sus prácticas, como el seppuku o suicidio ritual (más conocido como harakiri).

En este artículo trataremos de explicar de manera breve quienes fueron estos guerreros, de dónde surgieron y el por qué de su desaparición.Para poder situarnos en su aparición debemos retroceder al Japón medieval.

Japón fue un país que durante su historia tuvo fluidos contactos con potencias extranjeras (incluso con algunas bastante alejadas como fueron holandeses, españoles y portugueses). Este contacto se tradujo en importantes relaciones comerciales: a cambio de artículos extranjeros los japoneses exportaban una gran cantidad de monedas de oro, plata y cobre, además de artículos de arte como biombos o abanicos.

Sin embargo esta relación de Japón con el mundo exterior se reduciría a niveles mínimos en la Era Edo, por una política adoptada durante dos siglos por la fuerte aristocracia guerrera que controlaba el país, al margen de los designios del emperador,para minimizar el impacto del contacto con Occidente que comenzaba a resultar amenazador, llegando incluso a prohibir el uso de armas modernas.

Existía un emperador, sin embargo éste no se trataba mas que de una figura que casi podría describirse como simbólica relacionada con lo espiritual (lo religioso), mientras que lo terrenal (lo militar y lo político) no estuvo siempre en sus manos ya que Japón, desde el siglo XII hasta 1867 estuvo gobernado y administrado por una nobleza guerrera, agrupada en clanes, a la cabeza de la cual se encontraba un clan concreto, y dentro de éste una figura: el shogun, algo así como un dictador militar.

El shogun era la punta de este sistema y estaba asentado junto a su clan en una ciudad concreta desde donde gobernaba. Existieron tres shogunatos, cada uno de los cuales se caracterizó entre otras cosas por establecer una nueva capital:[1]

Shogunato Kamakura: asentado en la ciudad de Kamakura y con el título en manos del clan Minamoto. Los Minamoto iniciaron el régimen del shogunato en 1185 y fueron depuestos en 1333.[2]

Minamoto-no-Yoritomo, iniciador del shogunato. Copia de un original de 1179.

Minamoto-no-Yoritomo, iniciador del shogunato. Copia de un original de 1179.

Shogunato Ashikaga:[3] segundo régimen militar desde 1336 hasta 1573, asentado en la ciudad de Kioto. El clan gobernante era el Ashikaga. Debido a su debilidad fueron depuestos y hubo un tiempo en no hubo la figura de shogun como tal, hasta 1603.

Shogunato Tokugawa: tercero y último duró desde 1603 hasta 1867. Estuvo asentado en la ciudad de Edo (actual Tokio). En 1868 el último shogun cedió frente al Emperador Meiji y devolvió a éste el poder militar y político, iniciándose así la transición de poder (Restauración Meiji) que culminaría con el período conocido como la Era Meiji.

Los shogunes gobernaban el país. Pero por debajo de ellos existían toda una serie de clanes adscritos a un territorio que estaba gobernado, desde un castillo por un daimio (señor feudal) y todos ellos debían lealtad al shogun (quien en realidad no era otro que un daimio superior a los otros por ese título). Siguiendo con esta línea vertical de poder llegamos a las fuerzas que conformaban como tal los clanes guerreros: los samuráis. Éstos eran los vasallos guerreros, y pertenecían al último escalón de la clase dominante, mientras que campesinos, artesanos y comerciantes formaban la clase dominada.[4]

No está muy claro el origen de estas figuras o cuando podemos considerar exactamente el momento en que unos guerreros se convirtieron en la figura de samurái que hoy en día tenemos en mente. Sin embargo las teorías mas aceptadas son las que sitúan su presencia ya mas o menos consolidada en torno al siglo VIII.

A finales de este siglo dio inicio el período conocido como la Era Heian (794 – 1185), en la cual el emperador Kanmu trasladó la capital del imperio desde Nara a una nueva ciudad, levantada para tal finalidad, y que llamó Heian (actual Kioto) cuyo significado venía a ser “tranquila y pacífica”.[5] Este traslado se produjo cuando las guerras del norte contra el llamado pueblo emishi tocaban a su fin. Japón había vivido desde hacía varias décadas un período de tensión por la posible invasión del cercano Imperio Chino. Esta tensión se había traducido en una total militarización de las poblaciones para poder defender los territorios: construcción de fuertes y almenaras en el oeste, llamada a levas a la población (es decir: armar a los hombres) o que los propios cortesanos en la capital fuesen de un lado a otro armados.

Según lo sabido por la documentación existente la invasión china nunca se produjo, pero su sombra inició algo nuevo en Japón. Las guerras del norte probaron la pericia de estos guerreros que se encontraban en las zonas fronterizas. De sus enemigos emishi los japoneses acabaron adoptando, entre otras cosas, distintas técnicas guerreras, así como la costumbre de arqueros montados o la utilización de espadas curvas.[6]

Durante la era Heian se vivió un brillante período de prosperidad caracterizado por la existencia de una aristocracia cortesana en la capital que se entregó al cultivo de las artes y los modales. La guerra y el conflicto quedaron relegados de sus intereses. Es cierto que los cortesanos participaban en competiciones de tiro con arco y portaban armas, pero en general no aparece la preocupación por cuestiones militares. A los ojos de esta corte, la civilización estaba solo en la capital. Los guerreros que mantenían el orden en las regiones de la periferia eran considerados unos campesinos incultos, gente de provincia sin educación.Aún así, a pesar de que en la capital se desentendían de los problemas provinciales de la guerra, el interés por el poder no les era desconocido. La corte era un hervidero de conspiraciones y muertes de emperadores y regentes, perpetradas por diversas facciones de la nobleza civil, que no queriendo preocuparse por problemas periféricos preferían escalar puestos en el gobierno.

Debido a ese gusto de los cortesanos/guerreros de la capital de afirmar ser distintos comenzó a distinguirse en el lenguaje local a los “guerreros de las tierras orientales” de los “guerreros de la capital”, siendo este ultimo más culto y refinado que los dirigentes provinciales. Los cortesanos de la capital no los trataban en absoluto como a guerreros, sino que comenzaron a designarlos como saburai (servidores), que en Occidente varió como samurái.[7] Ello supuso la creación de una sociedad propia de guerreros (los saburai = samurái, que vivían en las regiones periféricas) que evolucionaron como “defensores” de una capital imperial que muchos nunca pisaron y de un emperador que les era lejano.

Samuráis.

Samuráis.

En el siglo X esta clase social estaba ya considerablemente asentada y basada en un fuerte apego a sus tierras y a las relaciones entre los miembros de un mismo clan. En la lejana capital imperial se preocupaban por sus actividades cortesanas, lo que permitió a los samuráis dedicarse a sus asuntos militares y acrecentar su reputación guerrera. Con el ascenso de estos clanes, que iban ganando cada vez más presencia,el poder del emperador se iba debilitando.

Los dos clanes más fuertes del momento, los Taira y los Minamoto, serían los protagonistas de los acontecimientos que acaeciesen en este período. Con la muerte del ex emperador Toba en 1156 se produjo la conocida como guerra Hogen, corta pero violenta, entre las distintas facciones de la nobleza civil, que se sirvieron de la fuerza de los distintos clanes para su lucha por el poder. Con la victoria de uno de uno de los bandos se acabó la guerra, pero por poco tiempo, ya que en 1160 se produjo la rebelión Heiji, otro cruento conflicto por el control del trono imperial. Ambas guerras revelaban la debilidad de la nobleza cortesana frente a los clanes samuráis, a quienes debían acudir siempre para defenderse. Este último conflicto supuso el ascenso al poder del clan Taira frente a sus antiguos rivales los Minamoto.

 El clan Taira aprendió los métodos de la familia imperial para obtener el poder, y con Taira-no-Kiyomori (el héroe vencedor de la rebelión Heiji) a la cabeza fueron asentándose en la corte y acercándose cada vez más al emperador a través de diversos matrimonios. Se hicieron con tierras, privilegios y relaciones importantes con el Imperio chino. Todo ello a expensas de la nobleza cortesana, que veía como el clan iba imponiéndose sobre ellos mismos.

El creciente poder de los Taira y sus abusos contra la nobleza provocaron que ésta buscase ayuda en otro clan samurái fuerte: el clan Minamoto, quienes habían sido derrotados en la anterior guerra, a la cabeza del cual estaba Minamoto-no-Yoritomo. Éste, junto con otros clanes guerreros y la ayuda de su hermanastro Yoshitune, acabarían derrotando a los Taira en las conocidas guerras Genpei (1180-1885).

Yoshitune fue el general de las tropas de los Minamoto y gracias a la inteligencia de sus estrategias consiguieron la victoria. Su figura hoy en día está a caballo entre la historia y la leyenda, pues era un niño cuando su clan fue derrotado por los Taira en la rebelión Heiji, y aunque se sabe que fue instruido por monjes guerreros en el monasterio lejano al que fue enviado, se dice también que por las noches se adiestraba en secreto con los tengu (pequeños duendes montaraces mitad pájaro mitad hombre) para vengarse.

Por tanto, con el fin de las guerras Genpei, el clan Minamoto salió victorioso, agrupando bajo su control el poder político y militar del país, estableciendo, como decíamos al inicio del artículo, el primer shogunato de la historia de Japón.[8]

Esos son, grosso modo, los inicios de estos guerreros y su gran presencia en el país. En los siglos que van desde 1185 hasta 1868 Japón estuvo gobernado por los samuráis, bajo el dominio del shogun.

No fueron siglos pacíficos. El primer gran desafío al que se enfrentaron los samuráis tras las guerras Genpei fueron las invasiones mongolas de 1274 y 1281 bajo el gobierno del quinto gran Khan del Imperio mongol: KublaiKhan, nieto del famoso Gengis Kan. En ambas, sobre todo en la segunda, los samuráis debieron hacer frente a un enemigo superior en número y con una forma de hacer la guerra a la que no estaban acostumbrados.[9]

A pesar de que consiguieron rechazar al enemigo común, en los siglos venideros el país permaneció dividido por las guerras civiles, una de las cuales enfrentó a los Hôjô (shogunato Kamakura) y a los Ashikaga. En este enfrentamiento se luchaba tanto en lo militar como en lo político llegando incluso a existir dos emperadores, con dos cortes imperiales diferentes, cada uno como “figura simbólica” de cada uno de los clanes. Finalmente en 1333 el shogunato Kamakura fue depuesto y los Ashikaga consiguieron el ansiado título de shogun en 1336.

Estas guerras llegaron a ser tan numerosas que el periodo que va de 1467 a 1568 es conocido como la Edad de la Guerra, fruto de un Japón compuesto por muchos pequeños estados, a la cabeza de la cual estaban esos señores feudales antes vistos, los daimio, que constantemente estaban en conflicto unos con otros, a través de alianzas y facciones.

A mediados del siglo XVI Japón se encontraba mas separado que nunca: el emperador no tenía poder para ser una figura fuerte, el shogun había perdido su función primitiva de ser la cabeza de todos estos clanes, y no había ningún otro daimio que fuese capaz de tomar el control.

Sería en estos momentos cuando la naturaleza de la guerra entre los samurái sufrió un cambio notable. Al sur de Japón llegaron comerciantes portugueses que introdujeron las armas de fuego con llave de mecha, que no tardaron en extenderse. La pólvora era sobradamente conocida en Japón (mongoles y chinos la usaban con asiduidad), pero el concepto de un arcabuz portátil y ligero si resultaba novedoso. Esta arma se hizo un hueco en los modernos ejércitos de samurái que, aunque aún contaban con jinetes entre la clase de los oficiales, comenzaban a depender de un numero cada vez mayor de infantería a pie (conocidos como ashigaru) que sustituían el arco por los arcabuces.

El valor de estas armas para la guerra sería reconocido por Oda Nobunga, un samurái que habiendo comenzado su carrera como jefe menor, moriría, en 1583, controlando la mayor parte de Japón. Fue sustituido por uno de sus generales, Toyotomi Hideyoshi, quien en solo diez años logró unir todo el país. A su muerte en 1598 su único hijo, Hideyori, solo tenía cinco años, por lo que sus seguidores acabaron divididos entre el pequeño heredero y el general más respetado de Hideyoshi: Tokugawa Ieyasu.

En 1600 Tokugawa derrotó a los seguidores de Hideyori en la Batalla de Sekighara, uno de los mayores conflictos en la historia de los samuráis. En 1603 se otorgó el título de shogun.[10]

Castillo de Edo (sede del shogunato Tokugawa) en una pintura del siglo XVII.

Castillo de Edo (sede del shogunato Tokugawa) en una pintura del siglo XVII.

El shogunato Tokugawa duró 250 años y fue el último de la historia de Japón. Fue un período de relativa paz en la cual los clanes de samuráis tuvieron el deber de mantener el orden y vigilar los territorios. El emperador y los nobles civiles estaban instalados en la ciudad de Kioto, alejados de la política. Solo desempeñaban la función de guardianes de la cultura y de las costumbres tradicionales.

El gobierno Tokugawa en sus inicios estaba muy bien organizado y sus normas eran rígidas: se suspendió la fabricación de armas de fuego y se volvió a la espada como la única arma honorable, se controló de manera severa el comercio exterior, llegando incluso a vetarse la entrada a los extranjeros en Japón, el cual se aisló del mundo exterior. Se enfatizó a la clase samurái como dominante con privilegios y pensiones, redactando incluso normas sobre cómo debía vestir cada clase social y cual debía ser su comportamiento. El Bushido (camino del guerrero) era la base del estilo de vida de los samurái.

Durante un siglo los herederos directos de Tokugawa Ieyasu fueron gobernando, hasta que debido a la minoría de edad de uno de los herederos se declaró extinta la rama directa de la familia, y se buscó en una secundaria. En 1716 Tokugawa Yoshimune heredó el shogunato. Se trataba de un hombre inteligente y práctico que había heredado un Estado casi en bancarrota, el cual sostenía con sus impuestos a una élite gobernante de guerreros samuráis tras casi cien años de paz. Por primera vez en siglos la clase samuráis se expandía sin guerras que la pudieran reducir de nuevo, en las provincias su numero se disparaba, lo que suponía una carga muy pesada para la tesorería de sus señores. Yoshimune limitó la herencia de rangos, pero no redujo sus privilegios ni pensiones, por lo que apenas alivió las arcas estatales.

Además, conforme pasaron los años fueron revelándose otros problemas, agravados por el aislamiento de Japón, que obligó al país a resolver sin ayuda externa los desastres que sufría, como las hambrunas de la década de 1720, recrudecidas por las plagas de 1732, que supusieron que muchos de los samuráis no tuviesen su paga de arroz, o la viesen muy mermada, provocando que sus vidas cambiasen, estando cada vez más empobrecidos.

No hubo otro shogun como Yoshimune, tras su muerte los nuevos shogunes fueron delegando cada vez más el gobierno a sus chambelanes y ya en el siglo XVIII se atisbaban indicios de descontento con el clan Tokugawa. Aunque los controles existentes impidieron que se fraguara una revolución entre la clase guerrera, que podía ver perdidos sus privilegios, sin poderlo evitar, iban reduciéndose sus privilegios debido a la falta de arroz y la mala calidad de las tierras para cultivar que sufría el país. Sin embargo entre el campesinado, sin nada que perder, comenzaba a crecer una cierta oposición al shogun.Hubo protestas y movilizaciones, que fueron sofocadas con violencia.

A medida que avanzaba la Era Tokugawa fueron mas evidentes las presiones que sufría la clase samurái. En todo este tiempo Japón había continuado con el aislamiento que se había impuesto a si mismo, pero las potencias extranjeras continuaban intentando establecer lazos comerciales, sabedoras del valor del país. Los barcos extranjeros entraban constantemente en aguas japonesas, con un pretexto u otro, a pesar del rechazo que imponía el gobierno. La aparición mas famosa es la del comodoro de la Marina estadounidense Matthew Calbraith Perry (1794-1858) que había recibido instrucciones claras de acabar con el aislamiento de Japón, y con ese fin se adentró en la propia bahía de Edo en contra de la voluntad del shogun,con cuatro grandes fragatas que “semejaban auténticos castillos que se mueven libremente por el agua”. A pesar de que accedieron a marcharse, la imposibilidad de enfrentarse con esas fuerzas les daba a entender a los samuráis la nueva posición de fuerza que ocupaban en el ámbito internacional.[11]

Tokugawa Yoshinobu (1837 – 1913), último shogun de la historia de Japón.

Tokugawa Yoshinobu (1837 – 1913), último shogun de la historia de Japón.

El shogun iba perdiendo poco a poco fuerza frente al emperador, quien reclamaba cada vez más una posición de control político del país, utilizándolo a él como su brazo armado. Había constantes enfrentamientos entre distintas facciones formadas por diversos clanes samuráis, todos afirmando luchar por el emperador. Sin embargo se ponía ya de manifiesto que su sistema feudal era un residuo medieval en un Japón que ya se modernizaba.

Finalmente en 1868 el shogun cedió su poder frente al emperador Meiji. La clase samurái fue abolida (que no prohibida)en torno a 1870, y cuando en 1873 el gobierno Meiji estableció un ejército moderno que eliminaba la necesidad de estos guerreros, perdieron su derecho a ir armados, algo muy duro para ellos siendo su espada el alma de su condición de guerreros. En 1877 perdieron además el derecho al salario de arroz con el que se les había pagado durante siglos, como clase dominante que eran.

Hubo unos últimos coletazos de su presencia, con la proclamación de la República samurái de Ezo, que se presentaba como leal al emperador pero independiente de su gobierno. Acabó desapareciendo poco después. Otro caso fue la rebelión de Satsuma, en la que el samurái Saigô dirigió a unos veinte mil simpatizantes contra las fuerzas del gobierno. Tras el fracaso, Saigô se suicidó en una montaña.

El ahora conocido como último samurái había muerto.[12]

Para saber más:

  • Clements, Jonathan., Los samuráis: historia y leyenda de una casta guerrera. Barcelona, Crítica, 2010.
  • Gaskin, Carol y Hawkins, Vince., Breve historia de los Samuráis. De Ronnins a Ninjas: La auténtica historia de los más implacables guerreros de la antigüedad. Madrid, Ediciones Nowtilus, S.L, 2005.
  • Yukio, Kaibara., La historia del Japón. México, Fondo de cultura económica, 2000.

Notas:

[1] Kaibara, Yukio., La Historia del Japón. México. Fondo de cultura económica. 2000. Páginas 90-114, 121-137, 163-214.

[2] Matizar el hecho de que, a pesar de que el clan Minamoto era el “depositario” del título de shogun, en la práctica fue el clan Hôjô quien, a partir de 1203, asumiría el verdadero gobierno, convirtiéndose el shogunMinamoto en un mero títere.

[3] También conocido como Período o Era Muromachi.

[4] El símbolo más importante de la diferencia entre los dominantes y dominados era la espada: los samuráis podían portar dos (una larga: katana, y otra corta: wakizashi); el pueblo no estaba autorizado. En casos especiales podían portar una espada, pero nunca dos. La espada corta tenía una naturaleza más ritual, muy relacionada con el acuchillamiento o la decapitación durante el seppuku.

[5] Yukio, Kaibara., La historia del Japón. México, Fondo de cultura económica, 2000. Página 62.

[6] Clements, Jonathan. Los samuráis: historia y leyenda de una casta guerrera., Barcelona, Crítica, 2010. Páginas 50-51.

[7] Clements, Jonathan. Los samuráis: historia y leyenda de una casta guerrera., Barcelona, Crítica, 2010. Página 58.

[8] Gaskin, Carol y Hawkins, Vince., Breve historia de los Samuráis. De Ronnins a Ninjas: La auténtica historia de los más implacables guerreros de la antigüedad. Madrid, Ediciones Nowtilus, S.L, 2005. Páginas 13-14.

[9] Es interesante mencionar en este pasaje que durante la segunda invasión mongola (1281), se produjo una tormenta de una magnitud tal que destruyó la flota enemiga. Esta tormenta fue llamada Kamikaze o “Viento Divino”, según las leyendas fue enviada por la diosa solar en ayuda a su gente.

[10] Gaskin, Carol y Hawkins, Vince., Breve historia de los Samuráis. De Ronnins a Ninjas: La auténtica historia de los más implacables guerreros de la antigüedad. Madrid, Ediciones Nowtilus, S.L, 2005. Páginas 24-27.

[11] Clements, Jonathan., Los samuráis: historia y leyenda de una casta guerrera. Barcelona, Crítica, 2010. Página 311.

[12] Clements, Jonathan., Los samuráis: historia y leyenda de una casta guerrera. Barcelona, Crítica, 2010. Páginas 329.

avatar Pablo Martínez (2 Posts)

Valencia (España). Graduado en Historia por la Universitat de València. Actual estudiante del Máster en Gestión del Patrimonio Artístico y Arquitectónico, Museos y Mercado del Arte en la Universidad de Santiago de Compostela. -> Especialidad: Conservación, Didáctica y Exposiciones en Museos.


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