Nocturna Ediciones, una editorial especializada en literatura juvenil, ofreció el pasado marzo un título de gran éxito internacional, inédito en castellano durante dos largas décadas. Se trata de Los amigos, ópera prima de la escritora Kazumi Yumoto, un lanzamiento que ha hecho correr ríos de tinta ensalzando sus valores de elogio a la vida.
Los amigos narra las cotidianas andanzas de Kiyama (un niño de doce años que hace las veces de narrador) y sus amigos, Kawabe y Yamashita. Muchachos cursando el último año de primaria cuyas vidas se ven sacudidas a raíz del fallecimiento de la abuela de Yamashita, lo que les conduce a reflexionar por primera vez sobre el concepto de la muerte. Con una fascinación genuina y carente de morbo, fruto de una inocencia un tanto descarnada, deciden volcar sus esfuerzos en vigilar a un anciano solitario del barrio, con la esperanza de resolver sus dudas cuando el hombre fallezca.
Con esta premisa inicial, podemos, a través de los ojos de Kiyama, vivir y experimentar el crecimiento físico y emocional del trío protagonista, que afronta el reto de espiar al anciano (y las consecuencias que devendrán de este empeño) con entusiasmo infantil y con una cierta ingenuidad, como si de un juego de detectives se tratase.
No obstante, aunque el propio Kiyama reconoce que esta actividad tenía una parte importante de juego, desde el primer momento se pone buen cuidado en recordar al lector adulto una cuestión que habitualmente pasa desapercibida, y es que la decisión que toman los tres niños posee detrás una motivación trascendente: lo hacen porque realmente consideran que es la forma (si no mejor, más a su alcance) de observar de cerca la muerte, y con esta observación, obtener respuestas y calmar sus miedos, pues ellos, aunque niños, también poseen, en su fuero interno, demonios como los adultos.
A lo largo de la novela, Kiyama, Yamashita y Kawabe tendrán ocasión de crearse una incertidumbre todavía mayor sobre la muerte, al tiempo que sus indagaciones se desarrollan. Además, durante el devenir de los días de vigilancia, los distintos problemas cotidianos de los niños irán aflorando, desde muy diferentes perspectivas y ámbitos, a modo de mosaico de tres vidas entrelazadas que están, lentamente, deslizándose en la vida adulta. Este entramado dibuja, con una franqueza marcada por la ingenuidad, un panorama de disfuncionalidades sociales y parentales, no tanto a modo de crítica sino más bien de muestrario de las situaciones del día a día, no tan idílicas como pueden parecer a ojos de la más tierna infancia.
Los amigos, por lo tanto, muestra un proceso de madurez. Nuria Barrios, de Babelia, comentaba al respecto que se trata de “una cálida novela de iniciación sobre la vida y la muerte”. El lector adulto encontrará entre sus páginas una lectura deliciosa y delicada, llena de ternura, sencilla pero no simple.
Pero Los amigos no es una lectura para adultos, aunque sea perfectamente disfrutable por estos, sino que se trata de una novela juvenil, muy distinta a la que estamos acostumbrados (incluso, a buena parte del catálogo de Nocturna Ediciones) pero dirigida a un momento muy concreto del desarrollo emocional de una persona. Es una obra dirigida a los compañeros de Kiyama, Kawabe y Yamashita, para que encuentren sus propias respuestas sin necesidad de hacerse las mismas preguntas o de pasar por los mismos procesos. Una lectura necesaria, terapéutica, que pese a todo este poso reflexivo no es, en absoluto, un libro denso o que, cegado por estos objetivos, pretenda por encima de todo vender una moraleja. Muy al contrario, es ágil y divertido, una historia amena que constituye un acierto tanto en el catálogo de Nocturna Ediciones como en cualquier estantería.