Revista Ecos de Asia

Momotaro se fue a la guerra: infancia, propaganda y animación I

Portada de uno de los primeros tomos del manga Norakuro.

Portada de uno de los primeros tomos del manga Norakuro.

Durante las primeras décadas del siglo XX, el Imperio japonés se vio envuelto en un toda una serie de contiendas bélicas[1] que conllevaron un ambiente militarista que trascendió fronteras, géneros y edades. Para salvar esta última brecha, y para preparar psicológica y anímicamente al público infantil, se realizó y utilizó -tal y como sucedió en otros países-[2] un tipo de propaganda adaptada, en la que personajes infantiles populares se trasladaban al momento presente para protagonizar todo tipo de batallas; en ocasiones, se hacía que los nuevos personajes de los nacientes mercados del manga y el anime participasen en historias de temática militar, mientras que en otros casos se recurría a actualizaciones de personajes populares de épocas pasadas, que viajaban hasta el momento presente para responder a nuevas necesidades.

Imagen de un corto de Sankichi.

Imagen de un corto de Sankichi.

Entre los ejemplos de la primera categoría, encontramos personajes como el mono Sankichi, protagonista de varios cortos animados -obra de Mitsuyo Seo, uno de los pioneros de la animación japonesa de quien hablaremos más adelante- o el perro Norakuro, uno de los más longevos personajes del manga y anime japonés, que apareció en estos años ligado al tema militar.

Kamishibai de guerra con la historia de Kintaro.

Kamishibai de guerra con la historia de Kintaro.

Sin embargo, los ejemplos más ricos y complejos pertenecen al segundo tipo. Historias tradicionales, como la de Kintaro, el niño de oro, o Momotaro, el niño melocotón, se adaptaron en numerosas ocasiones a los nuevos medios, entre los que destacaban las cada vez más importantes tiras cómicas[3] o el cine de animación, además de otros medios tradicionales como el kamishibai, cuya temática y alcance fueron completamente modificados durante el periodo de entreguerras.[4]

Figura tradicional que representa a Momotaro.

Figura tradicional que representa a Momotaro.

Uno de los personajes más populares del folclore tradicional japonés -aparecido en el periodo Edo-, y cuyas adaptaciones ofrecen una lectura más interesante, es el mencionado Momotaro. Según el relato tradicional, una mujer anciana y sin hijos encuentra un melocotón gigante flotando en el río, que recoge para compartir con su marido; dentro del melocotón aparece un pequeño Momotaro, que proclama haber sido enviado por los dioses para ser su hijo. El pequeño Momotaro crece y vive tranquilamente en la aldea junto a la pareja, hasta que un conjunto de ogros (oni), o demonios, comienzan a asolar la región. Dotado de un insólito sentido del coraje y de la justicia, Momotaro decide viajar hasta la isla de los ogros (Onigashima) para acabar con las fuerzas del mal; durante su viaje encontrará a un perro, un mono y un faisán que se unirán a la lucha.

Aunque existen numerosas versiones de la historia, no es difícil adivinar la manera en que la misma fue reutilizada de manera propagandística: Momotaro será identificado con el valeroso y honorable Estado Japonés (cuyas órdenes derivaban, igual que el propio Momotaro, de la misma inspiración celestial), mientras que los ogros serán identificados como el enemigo estadounidense. Siguiendo este simple pero efectivo argumento, aparecerán toda una serie de versiones de la historia de Momotaro de evidente y manifiesto tono propandístico.

Varios personajes del folclore japonés acudirán al rescate.

Varios personajes del folclore japonés acudirán al rescate.

Por ejemplo, en Kuroneko Banzai (Takao Nakano, 1934), un corto animado todavía bastante burdo en términos técnicos -especialmente si lo comparamos con ejemplos contemporáneos japoneses-, encontraremos una idílica isla poblada por juguetes y simpáticos animales -claro símil de Japón-, capitaneados por un gato negro (kuroneko) de aspecto similar a Félix el gato, es invadida por un ejército aéreo extranjero -también animal-, capitaneado por un personaje similar al ratón Mickey, aunque mucho menos afable. No será esta la primera ni la última vez en la que encontremos a Occidente representado mediante el que estaba convirtiéndose en uno de sus personajes más populares. Continuando con el corto, los habitantes de la isla pedirán ayuda a una serie de personajes literarios populares, como Kintaro y Momotaro, que emergerán de un libro para combatir, con éxito, a las fuerzas extranjeras.

Imágenes de Kuroneko Bazani.

Imágenes de Kuroneko Banzai.

Imagen de Momotaro ordenando atacar Onigashima

Imagen de Momotaro ordenando atacar Onigashima

Sin embargo, la reutilización de Momotaro en esta primera historia es todavía algo naíf y mucho menos elaborada que la que se dio en los años más duros de la Guerra: el ataque a Pearl Harbor, uno de sus puntos de inflexión, dotaría de una nueva racha de optimismo a la nación japonesa. A partir del mismo, surgieron numerosos ejemplos conmemorativos, siendo uno de los más peculiares el mediometraje Momotaro y las águilas marinas (1943),[5] encargado por la Armada Japonesa al ya mencionado Mitsuyo Seo, en el que se utilizaron los últimos avances técnicos de la industria animada. En este sentido, la película constituye un doble hito: por una parte, supone una notable mejora técnica con respecto a la animación anterior, tanto en la realización de escenas de acción como en la duración del filme (de treinta y siete minutos); por otra parte, se trata del primer encargo propagandístico animado de relieve en Japón.

La flota de pilotos, antes de embarcar.

La flota de pilotos, antes de embarcar.

La película nos presenta a  un Momotaro comandante de una operación de bombardeo aéreo, y da comienzo a bordo de un portaaviones en el cual los soldados preparan la flota aérea para un próximo despegue. Momotaro, el único humano a bordo de la tripulación -simbolizando el poder imperial y el propio Estado Japonés-, dirige a un conjunto de diferentes animales antropomorfos que componen la Armada: conejos, perros, monos y un faisán, que, a juzgar por su uniforme, ocupa la posición de Teniente. Los tres animales que acompañaban a Momotaro en el folclore tradicional (el mono, el perro y el faisán) serán también los protagonistas de esta historia, en la que se comienza directamente con la acción, sin presentar a los personajes o al contexto, que se asume conocido por el público japonés del momento.

A pesar del tono bélico, el film tiene muchos elementos que lo convierten en kawaii.

A pesar del tono bélico, el film tiene muchos elementos que lo convierten en kawaii.

Las escenas iniciales relatan la preparación de la flota aérea para la invasión a una supuesta Onigashima, que en el mapa guarda un sospechoso parecido con la isla hawaiana de Oahu, en la que se encuentra Pearl Harbor. Tras recibir un koinobori[6] -símbolo de la masculinidad y de la fuerza que se entregaba a los niños- y colocarse el hachimaki con el sol naciente -tal y como hacían los kamikaze, o como hizo Mitsuo Fuchida, comandante del verdadero ataque a Pearl Harbor-[7], el grupo protagonista sube al bombardero, quedando Momotaro en el portaaviones y dirigiendo la operación desde ahí. A bordo del avión, el grupo sufrirá simpáticas e infantiles peripecias, como cuando ayudan a un polluelo de pigargo gigante -un tipo de águila marina que habita en esta zona del Pacífico y que da nombre a la película-, llegando pronto a su objetivo.

Por si todavía quedaba alguna duda de la Onigashima que el ejército de Momotaro estaba a punto de bombardear, un primer vistazo lo deja más que claro: en un ambiente tropical, se aprecia una bahía en la que fondean grandes barcos, al tiempo que comienzan a escucharse los compases principales de la canción Aloha Oè -uno de los emblemas de Hawai, compuesto por Liliuokalani, la última de sus soberanas-. Será entonces cuando comienza el polémico bombardeo -con muchos de sus planos rotoscopiados de metraje real del ataque- y cuando contemplemos por primera vez a los habitantes de esta isla de los ogros: los mismos -metáfora del ejército estadounidense- no son representados mediante la iconografía tradicional, sino que son aparecen vistiendo el uniforme de marine y con forma humanoide. Los mismos, parecen estar capitaneados por un personaje rudo y barbado, diseñado a imitación de Brutus, conocido personaje de Popeye el Marino.

Los americanos no son precisamente bien retratados en la película.

Los americanos no son precisamente bien retratados en la película.

Según se produce el bombardeo, los soldados huyen despavoridos, llegando a caer al mar y a ahogarse por su torpeza; desde el portaaviones japonés, Momotaro contempla orgulloso el desarrollo de la acción. A pesar de los intentos de defensa, la batalla parece desarrollarse a favor de los japoneses, quienes, entonando una canción patriótica, descienden de sus aviones para quemar el material enemigo. También se observan otras de las prácticas de los soldados japoneses, como cuando un piloto  se queda vigilando en el mar vigilando un torpedo que flota -antiguos soldados relatan que a veces permanerían durante días flotando junto a los torpedos, para poder redirigirlos en el momento necesario. Finalmente, el líder de los ogros, proclamará su rendición, en una simbólica toma en la que esta especie de Brutus sacude su bandera -de clara inspiración estadounidense- hasta hacer caer las barras y estrella de la misma y convertirla en la universal bandera blanca. Pero no todo está ganado: de vuelta al portaaviones japonés, el bombardero del grupo protagonista comenzará a incendiarse; únicamente podrán llegar a su destino gracias a las águilas marinas -que dan nombre a la película-, a las que habían ayudado en una secuencia anterior.

Diferentes imágenes de la película, vía.

Diferentes imágenes de la película, vía.

Aunque la película incorpora algunos de los últimos avances técnicos -solo siendo superados por las grandes compañías de la industria animada estadounidense-, lo cierto es que abusa de la utilización de la fotografía y del rotoscopiado como base para muchas de sus secuencias; sin embargo, es esto mismo -la adaptación del metraje real del ataque a Pearl Harbor- lo que la ha convertido en un documento único.  En cuanto al sonido, resulta todavía un ejemplo temprano -Mitsuyo Seo fue precisamente uno de los pioneros de la animación sonora japonesa- y supone un ejemplo híbrido entre el cine mudo y el sonoro: presenta todavía una sonorización pobre, en la que los diálogos son prácticamente inexistentes y la banda sonora se concentra en los sonidos de los diferentes efectos (oleaje, bombardeos, explosiones) y unas pocas composiciones instrumentales -a la manera de las utilizadas en las Silly symphonies de Disney-  que apoyan los momentos clave de la película.

Muchos de estos defectos serían superados en la secuela del filme, Momotaro, dios de las olas (1945),[8] también dirigida por Mitsuyo Seo, que se convertiría en el primer largometraje animado de la historia del cine japonés y que puede considerarse como el canto de cisne de la industrial propagandística japonesa; por su complejidad, dejamos su análisis para una próxima entrega.

Para saber más:

Debido al claro simbolismo de las películas, animamos al lector a verlas y obtener sus propias conclusiones: en YouTube pueden encontrarse muchos de los cortos de inspiración bélica, como algunos de las series de Sankichi o Norakuro, además de Kuroneko Banzai como Las águilas marinas de Momotaro.


Notas:

[1] Desde los años finales del siglo XIX y hasta la derrota definitiva que puso punto final a la Segunda Guerra Mundial en 1945, Japón se vio envuelto en toda una serie de contiendas bélicas que confirmarían su poder como potencia y que le servirían para edificar un gran imperio colonial en el Extremo Oriente y las islas del Pacífico.

[2] Aunque merecen un análisis aparte, son muy conocidos los numerosos cortometrajes realizados por las principales compañías de animación norteamericanas, en los que numerosos personajes populares, como el ratón Mickey, el pato Donald, Bugs Bunny, Popeye el marino o Superman, luchaban contra japoneses y alemanes.

[3] Para más información sobre los inicios del manga, véase este artículo.

[4] El kamishibai es una forma narrativa tradicional de Japón, en la que un narrador va contando una historia al público- generalmente infantil- ayudado de un teatrillo en el que van pasando diferentes ilustraciones que ayudan a seguir la historia. Aunque existe desde la Edad Media, se hizo especialmente popular durante los periodos Edo y Meiji, y proliferó durante el periodo de entreguerras, ya que coincidió con una época de crisis y desempleo, lo que conllevó que muchas personas ajenas al mundo del entretenimiento se sirviesen del formato para lograr alguna propina. Muchos artistas y dibujantes emergentes, que luego se dedicarían al mundo del manga, realizarían ilustraciones para kamishibai durante esta época.

[5] Momotaro no umiwashi (1943). País: Japón. Dir: Mitsuyo Seo. Blanco y negro. 37 mins.  Sonido. Animación.

[6] El koinobori es un tipo de bandera de tela tradicional japonés, con forma de manga de viento, y cuya decoración y estructura imita a la de una carpa (koi), que está ligada al Tango no sekku o Festival de los niños (para más información sobre éste, véase este artículo). En China y Japón, la carpa se considera ligada simbólicamente al género masculino, debido a la fuerza y empeño que emplean en nadar a contracorriente.

[7] El hachimaki es una cinta de tela que se coloca anudada en la cabeza, como símbolo o para momentos de gran esfuerzo, y que en el Japón tradicional tenía tanto una función práctica (recoger el sudor) como profiláctica y espiritual, pues en su parte central se colocaban eslóganes o elementos simbólicos, como el sol naciente. En la memoria colectiva occidental, ha quedado ligada a la imagen de los pilotos japoneses –kamizakes y no- de la Segunda Guerra Mundial, que se la colocaban para verse protegidos de espíritus malignos. Sin embargo, también se utiliza y utilizaba fuera de un contexto bélico en otras actividades que implican esfuerzo, como en las tareas de gran esfuerzo físico, en el estudio, el parto, la práctica de deportes como el Aikido o incluso la asistencia a festivales (matsuris).

[8] Momotaro, Umi no Shinpei (1945). País: Japón. Dir: Mitsuyo Seo. Blanco y negro. 74 mins. Sonido. Animación.

avatar Marisa Peiró Márquez (145 Posts)

Marisa Peiró Márquez (marisapeiro@ecosdeasia.com) es Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza. En esta misma universidad se licenció en Historia del Arte y realizó el Máster en Estudios Avanzados de Historia del Arte, así como el Diploma de Especialización en Estudios Japoneses. Se especializa en el Arte y la Cultura Audiovisual de la primera mitad del s. XX, y en las relaciones artísticas interculturales, especialmente entre Asia y América Latina (fue becaria del Gobierno de México), con especial interés en el Sudeste Asiático y en Oceanía.


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