A lo largo de una serie de artículos hemos ido viendo cómo el historietista Jiro Taniguchi y el guionista Natsuo Sekikawa concibieron esa obra magna –para muchos, el trabajo de sus vidas–, intensa, trascendental y profundamente documentada que es La época de Botchan.[1] En un primer momento abordamos las características generales y la génesis de su obra, y después nos detuvimos en ver cómo Taniguchi integró uno de los aspectos más singulares de la tradición japonesa –la arquitectura vernácula y la organización del espacio doméstico– dentro de su particular visión del periodo Meiji; en esta ocasión, estudiaremos la vertiente más moderna y occidentalizante de la arquitectura de este periodo y el tratamiento que recibe en la obra.
Como ya se ha comentado, La época de Botchan es un manga de siete tomos ambientado a finales del periodo Meiji y protagonizado por Natsume Soseki, que funciona, en realidad, como una especie de gran mural en el que se entrelazan las historias no solo del célebre escritor sino también las de muchos otros personajes reales con los que mantuvo relación. E igual que sucede con el caso de la arquitectura doméstica tradicional, a lo largo de sus centenares de páginas se entrelazan numerosas referencias a la arquitectura moderna del periodo Meiji –aquella realizada a la manera de la occidental, de la que ya hablamos en una ocasión–, seguramente uno de los mejores elementos –a la vez, causa y consecuencia–para entender los profundos cambios culturales y sociológicos que supuso la, primera forzada y luego voluntariosa, apertura de Japón al exterior durante las décadas finales del siglo XIX.
La restauración Meiji conllevó una serie de profundos cambios que afectaron a casi todos los ámbitos de la vida cotidiana japonesa. Con la idea de que ello les colocaría –no solo culturalmente, sino técnica y militarmente– a la altura de las principales potencias mundiales, el gobierno japonés emprendió una serie de reformas que afectaron a la Política, el Derecho, el Ejército, la Educación y, por supuesto, a aspectos más culturales como la vestimenta o las artes. Como norma general, lo occidental –procedente, según el ámbito de especialidad, de países tan diferentes como Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Prusia o Italia– se asimiló a lo moderno, y, por tanto, era considerado como deseable y a la moda, tanto desde un punto de vista oficial como cotidiano.
Uno de los campos que mayores cambios sufrió fue el de la arquitectura. Omitiendo el caso de la arquitectura tradicional –que sufrió también cambios, y que ya se han comentado–, los edificios más afectados fueron los de carácter oficial, puesto que debían impregnarse de un renovado y solemne aire cosmopolita que hiciera palidecer a la arquitectura europea y americana del momento; así, se “modernizaron” palacios, ministerios, bancos y puentes –entre muchos otros lugares–. En otros casos, la arquitectura moderna se empleaba porque los antiguos –aunque nobles– estilos arquitectónicos japoneses no podían acomodarse a las nuevas necesidades, como recibir trenes, alojar a turistas occidentales o albergar ascensores que les permitieran crecer en vertical, por lo que un primer impulso fue emular directamente los estilos de la arquitectura occidental más reciente. Para todo esto, como sucedió en muchos de los otros campos que los japoneses consideraron que debían modernizar, se contrató en un primer lugar a arquitectos extranjeros, entre los que destacaron los alemanes Hermann Ende y Wilhelm Bröckman, autores del Ministerio de Justicia, pero, sobre todo, el británico Josiah Conder, junto a sus discípulos Tatsuno Kingo y Katayama Tôkuma, autores de varios de los edificios que mencionaremos.
Algunos de estos edificios todavía continúan en pie, ya sea in situ o en el célebre Meiji Mura, pero la mayoría quedaron obsoletos o dañados en diferentes catástrofes –especialmente, el Gran Terremoto de Kanto de 1923–, pero son muy bien conocidos a partir de fotografías, grabados y todo tipo de materiales gráficos y escritos. Como se ha comentado, La época de Botchan se trata de una obra ambientada con gran detalle y profundamente documentada, en la que sus personajes se desenvuelven con soltura por los diferentes escenarios del Japón Meiji, espacios en donde suceden las actividades modernas, como tomar un tren, ir al cine,[2] estudiar literatura inglesa, hacerse un retrato fotográfico, tomar un café, comer platos extranjeros o, incluso, ¡practicar el Cristianismo!, produciéndose así una especie de “desfile de modernidades” a lo largo de sus páginas.
Como ya hemos mencionado, en un primer momento este sentimiento de emulación de lo occidental afectó principalmente a las arquitecturas de carácter oficial, ya fueran adaptadas a los modernos medios de transporte (como la estación de tren de Shimbasi, que aparece constantemente a lo largo de la historia,[3] o la sala de espera del muelle de Yokohama)[4] o a edificios de carácter administrativo, como la Universidad Imperial de Tokio –en la que durante un tiempo trabajó Soseki como docente–[5] o tribunales[6] y comisarías.[7] A lo largo de la obra, tienen singular importancia dos edificios de esta categoría,[8] que aparecen intermitentemente –de manera casi obsesiva–como telón de fondo y símbolo inequívoco del espíritu occidentalizante de la época: el Rokumeikan y el Ryoûnaku.
El Rokumeikan, que únicamente aparece de manera breve en la obra Taniguchi,[9] es considerado como uno de los símbolos del aperturista comienzo del Periodo Meiji y todavía hoy se considera como un símbolo controvertido de este deseo de emular y epatar a los occidentales. Construido por Josiah Conder en 1883 en un estilo ecléctico que combinaba la arquitectura renacentista francesa con la decoración sarracena, este palacete fue un proyecto del Ministro de Exteriores, Inuoe Kaoru, para poder acoger a los visitantes extranjeros en el que se realizaban múltiples actividades “a la occidental”,[10] lo que en realidad era una forma de intentar impresionar a los empresarios y diplomáticos extranjeros con la esperanza de que el ambiente sofisticado hiciera que contemplasen a los japoneses como iguales y civilizados y poder así renegociar los Tratados Desiguales. Tras la dimisión de Inoue y, con la apertura en 1890 del Hotel Imperial de Tokio –que cumpliría unas funciones similares–, el edificio rápidamente quedó obsoleto, por lo que cayó en el olvido durante las décadas siguientes hasta que finalmente fue demolido en 1941.
Por su parte, el Ryoûnkaku, que aparece de manera mucho más obsesiva en la obra de Taniguchi,[11] despareció por causas mucho más naturales. Obra de K. Burton, es considerado como el primer rascacielos de Japón y la silueta de sus doce pisos pronto destacó en el paisaje urbano de Asakusa. Inaugurado en 1890, con sus casi setenta metros fue considerado como el epítome de la modernidad por las actividades que en él se realizaban. Además de albergar el primer rascacielos de Tokio, los ocho primeros pisos de la torre acogían diferentes comercios de bienes de importación, mientras que en el noveno piso se encontraba una sala en la que se realizaban exposiciones de arte, fotografía, conciertos de música occidental e incluso concursos de belleza; en los tres pisos superiores se encontraba un observatorio desde el que en los días despejados podía contemplarse el Monte Fuji. En 1923, el Gran Terremoto de Kanto dañó seriamente la estructura y se optó por demolerlo por motivos de seguridad.
Otro elemento que fue adaptado de los modelos occidentales y que tiene una singular importancia en la obra es el periódico,[12] ya que durante largo tiempo Natsume Soseki y muchos de los co-protagonistas del manga trabajaron en el famoso diario Asahi Shinbum, por lo que el edificio y su redacción aparecen constantemente a lo largo de los siete tomos de la historia.[13] Para adaptarse tanto a los nuevos formatos como a los modernos géneros y autores, también las librerías tuvieron que adaptarse y reconducirse: un ejemplo de ello es la librería Shunyodô en Nihonbashi, que se nos muestra en la obra.[14]
No obstante, hubo otros edificios que tuvieron que construirse ex profeso para dar solución a algunas necesidades occidentales, como el alojamiento o incluso, la espiritualidad. Dentro del primer caso, en la obra de Taniguchi encontramos el hotel de estilo occidental Tsukiji-Seiyokên, en el que se aloja la bailarina alemana enamorada de Mori Ogai.[15] En el segundo de los casos, aparece brevemente[16] perfilada la Catedral de San Nicolás –llamada en realidad Catedral de la Sagrada Resurrección–, construida en 1891 como sede de la Iglesia Ortodoxa Rusa en Tokio, y realizada en un estilo bizantino auspiciado por el metropolitano Iván Kasatkin –luego conocido como San Nicolás de Japón–, como manera de mejorar –con poco éxito– las relaciones ruso-japonesas durante el periodo Meiji. La occidentalización conllevó también nuevos usos y significados para técnicas que ya existían, como la verdadera aparición de la escultura monumental de carácter público, de la que uno de los primeros y mejores ejemplos es la estatura de Saigô Takamori –el conocido como “último samurái’’– en el parque de Ueno, que también aparece en la obra.[17]
No podríamos concluir este artículo sin mencionar cómo este gusto por lo occidental implicó no solo cambios en las arquitecturas oficiales sino también en las de uso cotidiano, viéndose profundamente afectadas las que tenían que ver con los cambios en la alimentación y en las formas de ocio. Así, para separar la comida tradicional japonesa (whasoku) de las adaptaciones de los platos extranjeros (yoshoku) que poco a poco se fueron imponiendo en la dieta básica, como el tonkatsu, la omuraisu o los diversos currys, surgieron muchos restaurantes a la manera occidental, en los que no solo abundaba la carne roja y los lácteos, sino que poseían mesas y sillas a la manera europea, y que se convirtieron rápidamente en lugares a la moda. En la obra de Taniguchi aparecen varias veces estos restaurantes,[18] que en ocasiones pueden confundirse con cafeterías y milk halls,[19] otra tipología que llegó de Europa –en un momento en el que los cafés causaban el mismo fervor en Viena o París que lo germánico y francés en Japón–, y que proliferó especialmente durante aquel periodo; en La época de Botchan aparecen representados varios de estos establecimientos, como Ginza Printemps –de la que se nos dice que fue la primera cafetería de Japón–,[20] el Milk Hall Kikuzawa,[21] o la cafetería Milk Hall Popular.[22]
Pero, sin duda, unos de los grandes protagonistas, no solo de las veladas de los personajes de la obra, sino, en general, de toda la moderna sociedad Meiji, fueron los beer halls,[23] lugares en los que, además de comer, se vendía ese nuevo producto de moda que constituyó la cerveza y que enseguida encontró su sitio en el nuevo Japón. Taniguchi y Sekikawa relatan el proceso en los siguientes términos:
Desde poco antes de que empezara la guerra contra Rusia, la cerveza estaba de moda entre los ciudadanos y se abrieron muchos beer halls. Nihon, Sapporo, Osaka… estas tres compañías tenían sus propios beer halls y se hacían la competencia entre sí.[24]
Así, una parte importante de la obra tiene lugar en el Masamume Beer Hall, del que se nos dice que estaba ubicado en Owarichô, Ginza.[25]
De hecho, en la obra se concede bastante importancia al tema de la cerveza como ejemplo de modernidad autoimpuesta, con la que algunos personajes, como el propio Soseki, no acaban de encajar. No debemos olvidar, al fin y al cabo, que La época de Botchan se centra en los últimos años del periodo Meiji, en el que los efluvios de modernidad y occidentalización de la apertura habían dejado paso a un clima interbélico y militarista mucho más amargo, en el que fenómenos como el socialismo y el anarquismo surgían de manera natural, y en el que muchos de los iniciales entusiastas de la cultura occidental habían aborrecido ya todo este tipo de novedades y preferían volver a un modo de vida “más japonés”, como le sucedió al propio Soseki o, años más tarde, a Junichiro Tanizaki. No obstante, la cerveza fue una de las modas occidentales que más caló en la sociedad japonesa –y que continúa fuertemente afianzada–, símbolo inequívoco del impacto de un periodo convulso de asimilación y cambio, como fue la época Meiji.
En definitiva, todos los asuntos aquí comentados nos permiten comprobar cómo, en el caso japonés, que durante mucho tiempo encontró en Europa y Estados Unidos el sinónimo de modernidad, los cambios arquitectónicos anticiparon sobremanera los profundos cambios sociológicos de la población japonesa; algunas de estas importaciones, como los trajes de camisa o la cerveza, permanecerán en el día a día de los japoneses hasta la época actual, mientras que otros, como las afectadas mazurcas del Rokumeikan fueron, sin duda, producto de una época y unas intenciones determinadas. De todos estos asuntos, sobre Occidente y las complejidades del moderno “sentir japonés”, habla en definitiva La época de Botchan, seguramente la obra más completa de Taniguchi, retrato exhaustivo no solo del casi deificado Natsume Soseki, sino de toda una sociedad cuya memoria era necesario recuperar.
Notas:
[1] Taniguchi, Jiro, y Sekikawa, Natsuo. La época de Botchan. Rasquera, Ponent Mon, 2005-…. 7 vol.
[2] Uno de los protagonistas de la obra contempla una película sobre aviación en el Asakusa nocturno en Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 5, pp. 48-57.
[3] Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 2, pp. 25, 28 y 104, vol. 5, p. 32, vol. 6, p. 76, vol. 7, p. 48.
[4]Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 6, pp. 164-165.
[5] Aparece en Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 1, pp. 81, 85, vol. 7, pp. 197-198.
[6] El Tribunal de Tokio aparece en Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 6, pp. 208-209.
[7] La comisaría de Tsukui aparece en Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 1, p. 30-31.
[8] El Palacio Imperial de Asakasa, diseñado a la manera de Versalles por Katayama Tôkuma, y destinado a acoger a los grandes mandatarios extranjeros, aparece únicamente en una ocasión. Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 6, p. 69.
[9] El Rokumeikan aparece en Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 3, pp. 37-38, vol. 6, pp. 40-43.
[10] Ubicado en las cercanías del Palacio Imperial, el Rokumeikan se hizo famoso por sus reuniones de la alta sociedad, que se traducían en fiestas y bailes, en los que sonaban y se bailaban ritmos occidentales (valses, polkas, mazurcas…) tocados por bandas militares y con instrumentos occidentales, y en el que japoneses y extranjeros vestían a la última moda europea y comían elaborados menús de cocina francesa. Además de por las implicaciones colonialistas que el proyecto entrañaba, también fue muy polémico por el alto coste de su construcción y el estilo de decoración sarraceno; mientras que muchos occidentales alabaron los esfuerzos de los japoneses, otros –como Pierre Loti-, lo consideraron un deplorable pastiche; también muchos conservadores japoneses se sintieron ultrajados por este tipo de actividades. Para más información sobre el Rokumeikan y su significación política y social, véase Rubio Pérez, Daniel. “ROKUMEIKAN 鹿鳴館. JAPÓN Y LAS SOMBRAS DE UNA REPRESENTACIÓN ANTE EL MUNDO”, actas del II FEIAP, Valencia, 2008, capítulo 18, disponible aquí.
[11] Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 5, pp. 16, 63, 95, 206 y 268.
[12] Se considera que el primer periódico moderno de Japón fue el Nagasaki Shipping List and Advertiser –después convertido en el Japan Herald, fundado por un inglés en 1861 y destinado a un público extranjero; el primer periódico japonés destinado al público nipón con cobertura nacional de noticias sería el Yokohama Mainichi Shinbun, que comenzó su andadura en 1871.
[13] Tanto el edificio como el interior de la redacción aparecen en Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 5, pp. 15, 40 y 88, vol. 7, pp. 271, 226 y 108-110.
[14] Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 5, p. 91.
[15] Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 2, pp. 62-64, vol. 4, pp. 112-117.
[16] Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol.
[17] Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 1, p. 71.
[18] Por ejemplo, aparece explícitamente mencionado un restaurante a la occidental de Kudan Sakaue (Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 1, p. 123-127); otros no especificados aparecen en Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 1, p. 82 y vol. 5, p. 76.
[19] Taniguchi y Sekikawa describen este tipo de lugar como “establecimiento en el que se servía leche, pan, bollería y comidas sencillas”, Taniguchi, y Sekikawa. La Época De Botchan, op. cit., vol. 5, p. 250.
[20] Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 5, pp. 170-174.
[21] Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 5, pp. 250-251.
[22] Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 6, p. 239.
[23] Se considera que el primer beer hall de Japón fue el Asahi-kan de la Cerveza Osaka, abierto en 1897 y que hoy pertenece a la Cerveza Asahi. No obstante, el primero que llevó el nombre de Beer Hall propiamente dicho fue el Ebisu Beer Hall, abierto en el verano de 1899 y perteneciente a la Cerveza Nihon Biiru Jouzou, antecesora de la Cerveza Sapporo. Ubicado en Ginza, fue enormemente popular, y surgieron muchos establecimientos a imitación de este; estuvo en esta ubicación hasta que se movió a una nueva sede en 1934 y se convirtió en el Lion Beer Hall, una imponente arquitectura que combina el estilo neogótico con el Art Decó y que todavía sigue en pie.
[24] Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 1, p. 19. Más delante, se hace referencia a la fusión de las cervezas Nippon, Sapporo y Osaka. Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 2, p. 46.
[25] Taniguchi, y Sekikawa. La época de Botchan, op. cit., vol. 1, pp. 19-21.