El madrileño Centro Centro, ubicado en la plaza de Cibeles (en un enclave privilegiado y muy turístico de la capital), ofrece un interesantísimo repertorio de exposiciones de arte y cultura contemporánea, mediante una cuidada selección de proyectos que buscan convertir este espacio en uno de los más punteros centros de arte contemporáneo de la capital.
Dentro de su nutrida programación (entre la que se anuncia, como plato fuerte de la próxima temporada, una retrospectiva sobre Kandinski que se prevé de visita obligada), destaca un ciclo expositivo titulado La ciudad en viñetas, en la que, con periodicidad bimensual, distintos artistas del Noveno Arte exhiben sus personales visiones sobre la ciudad de Madrid, empleando habitual y preferentemente material inédito realizado ex profeso para la muestra. Ya solo este hecho supone una característica diferencial y muy notable a favor de la defensa del cómic como arte, un posicionamiento que en pleno siglo XXI todavía resulta arriesgado en la mayoría de los círculos artísticos. Lamentablemente, incluso ahora, la tónica general cuando las viñetas toman los museos o salas de exhibición se limitan a la selección de bocetos y páginas originales de las principales obras de los principales autores. En La ciudad en viñetas, sin embargo, encontramos una concepción diametralmente opuesta: no recurren a lo más selecto de las trayectorias de los artistas invitados, sino que fomentan la nueva creación, en torno al tema que sirve de eje central. También cambia la nómina de autores que compone el ciclo, ya que se trata, en la mayoría de los casos, de nombres relevantes de la vanguardia, el underground y los círculos de creación alternativos, huyendo de los dibujantes más comerciales y conocidos.
Siguiendo esta misma tendencia se enmarca el mangaka que ha protagonizado los últimos meses del ciclo, Yuichi Yokoyama, cuya personal interpretación de Madrid podrá verse, todavía, hasta el próximo día 6 de septiembre.
Yokoyama es relativamente poco conocido en nuestro país (apenas se ha publicado una obra suya, Viaje, en 2010), sin embargo, además de numerosas publicaciones que han traspasado fronteras, también tiene experiencia en exposiciones comicológicas en su país natal: ha participado, por ejemplo, en la Trienal de Aichi de 2013, y en muestras en el Museo Artístico de la Prefectura de Hyogo (pueden verse ejemplos de ambas participaciones aquí). Tanto en blanco y negro como en color, logra construir con expresividad mundos tan personales como universales. Si bien es cierto que su particular estilo gráfico y narrativo puede dificultar el primer contacto con su obra, superadas las trabas iniciales, el espectador se sumerge en un universo a medio camino entre lo realista, lo onírico, lo fantástico y lo distópico, en el que prima por encima de todo una cotidianeidad asfixiante.
En la muestra de La ciudad en viñetas, Yokoyama presenta cuatro grandes láminas, estructuradas como páginas, que si bien presentan unas proporciones ligeramente más cuadradas de las habituales en una página (que, tanto en vertical como apaisado, suele ser un rectángulo moderadamente alargado), se articulan en viñetas concebidas a la manera japonesa, es decir, dispuestas de manera irregular, estableciendo divisiones entre espacios dispares y, en ocasiones, empleando líneas diagonales para otorgar al conjunto un mayor dinamismo y hacer que la estructura participe activamente de la narración (en contraposición con la rigidez que puede verse más frecuentemente en el cómic occidental, fruto de una división basada en una cuadrícula que actúa de guía).
El espacio expositivo dedicado a La ciudad en viñetas se completa con una mesa en la que quedan, a disposición de los visitantes, una serie de cómics, conformando una muestra variada del mundo editorial español, abarcando desde Blacksad, la obra de culto del género negro guionizada por Juan Díaz Canales y dibujada por Juanjo Guarnido; hasta R.I.P., la edición en papel del webcómic del todavía (por desgracia) poco conocido Aitor I. Eraña. Alrededor de este espacio, se recogen antiguas participaciones de otros artistas, como Mauro Entrialgo, Santiago Valenzuela o Puño.
Si bien se trata de una exposición humilde y reducida, debe alabarse la iniciativa de la introducción del cómic, arte popular y producto para el consumo de masas, en los espacios museísticos y expositivos, con una propuesta dinámica, que invita al visitante a la interacción a través de la lectura no sólo de las viñetas expuestas, en el sentido tradicional, colgadas de la pared; sino también de los cómics que se ofrecen en la mesa. Si a esto se le suma el espacio, tanto de la planta 4 como del resto de pisos, donde las distintas exposiciones se suceden sin compartimentar en salas, sino diseminadas a través del espacio diáfano e intercomunicado, podemos decir que estamos, en conjunto, ante una experiencia muy recomendable, a disposición del lector en pleno centro de Madrid, en la plaza de Cibeles, en el denominado Palacio de Comunicaciones.