Las relaciones comerciales y artísticas entre España y China se remontan, como mínimo, a la Edad Media; pero fue, sin duda, con el inicio de la Edad Moderna y la apertura de nuevas rutas marítimas cuando comenzó a llegar un mayor número de piezas a nuestro país, especialmente porcelanas, que engrosaron los fondos de las colecciones reales y los gabinetes de curiosidades. Ya en el siglo XIX, aventureros, colonos, religiosos y burgueses comerciantes atesoraron magníficas colecciones de piezas orientales que han llegado, de un modo u otro, hasta nuestros días.
Este reportaje pretende dar una visión general sobre las ciento veintitrés piezas chinas de la colección oriental del Museo Cerralbo, fruto de la pasión artística de Enrique de Aguilera, XVII Marqués de Cerralbo.
La sección china de esta colección oriental, compuesta por objetos de Japón, de la India portuguesa y por chinerías, constituye una prueba evidente del gusto por el exotismo que vivieron en esta época los miembros de la aristocracia y la burguesía adinerada que engalanaron sus salones con las mejores manufacturas de Asia, la mayoría compradas, como en el caso del marqués, en París. Se trata del fruto de adquisiciones en viajes de recreo o de negocios durante la época colonial y posee piezas exquisitas tanto por su belleza estética como por su excelente factura: cerámicas de gres y porcelanas, metalistería, numismática, lacas, objetos en madera, marfiles, jade y otras piedras duras, abanicos, un paño textil y una serie de pinturas sobre papel de arroz destinada a la exportación. La muestra se haya depositada, junto con el resto de los objetos adquiridos durante la vida del marqués, en la que fuese su casa-palacio en Madrid, que legó al Estado español a su muerte en 1922, configurándose como museo desde 1944.
EL MARQUÉS DE CERRALBO Y SU COLECCIÓN DE ARTE CHINO
Enrique de Aguilera vivió la corriente de japonismo, y en general de orientalismo, que recorría Europa desde mediados del siglo XIX, época en la que se desarrolló un comercio artístico con Asia a una escala nunca antes vista. Fue entonces cuando la pujante burguesía y la aristocracia ilustrada europea comenzaron a imitar los gustos que la realeza venía cultivando desde el siglo XVII, por lo que aumentó la demanda de objetos orientales con el fin de dotar a sus estancias de un elegante y llamativo aire de exotismo. De acuerdo con esto, el marqués de Cerralbo atesoró un importante número de piezas de calidad, procedentes de China, del País del Sol Naciente y de otros rincones asiáticos que ornaron su palacio. Aunque en el caso que nos ocupa no se recreó un “salón chino” o un “salón japonés” exclusivamente, estas piezas se repartieron por las distintas salas y hoy que se encuentran ubicadas en el emplazamiento original que les otorgó.
La colección china del museo está constituida por ciento veintitrés piezas: cerámicas y porcelanas, mobiliario y trabajos en madera, bronces y esmaltes, marfiles, jade y trabajos en piedra, textiles y pinturas, así como monedas, que fueron catalogadas por Fernando Tabar para la exposición Lujo Asiático. Artes de Extremo Oriente y Chinerías en el Museo Cerralbo (celebrada entre el 22 de octubre de 2004 y el 16 de enero de 2005), cuyo libro será la principal fuente de este artículo.
Esta colección fue adquirida en numerosos viajes a lo largo de su vida, bien por compra directa en mercados europeos, especialmente en París y otras capitales europeas bien por herencias u obsequios recibidos. No existe constancia de que viajara a Asia, aunque sí pudo acudir a establecimientos españoles en Barcelona, donde había tiendas de arte japonés y chino como la casa de Hong Kong, Kwong Chong On, que se abrió en la calle Ferran de la ciudad condal en 1890.
A continuación realizaremos un recorrido general por algunas de las piezas más destacadas de esta interesante colección que puede visitarse todo el año en la Calle Ventura Rodríguez, nº 17, en Madrid.
Cerámica, gres y porcelana
La sección más relevante de la colección, tanto por su número como por la calidad de sus materiales, técnicas y estilos decorativos, la constituyen las cerámicas de China.
En el museo encontramos ejemplares tempranos de la dinastía Ming (1368-1644) concretamente dos teteras de gres pardo rojizo y grano muy fino. De forma globular una y cúbica la otra, proceden de los hornos provinciales de Yixing y presentan relieves florales aplicados y calados respectivamente.
Mucho más abundantes son las porcelanas de la dinastía Qing (1644-1912), con los subtipos más representativos de este periodo. A parte de las variantes ya generadas en la China de épocas anteriores (porcelanas monocromas y blanco y azul), la introducción de nuevas técnicas y materiales permitió el surgimiento de otros tipos policromos que por su número y complejidad tuvieron mucho éxito en el mercado europeo del siglo XIX, que sistematizó estas piezas atendiendo a los tonos predominantes en la decoración de sus esmaltes. Se conocen bajo la denominación de familias verde, rosa, amarilla y negra. Esta terminología occidental, ignorada en China, se debe a Albert Jacquemart, quien los definió por primera vez en su obra Historie artistique, industrielle et commerciale de la porcelaine en 1962. A ella hemos de añadir el Imari chino, de influencia japonesa.
Dentro de los monocromos fueron muy populares las piezas denominadas Blanc de Chine, de los hornos de Dehua. Eran porcelanas de color blanco puro, de uso litúrgico, sobre todo esculturas búdicas como un león de Fo, única muestra en el Museo de Blanc de Chine. También encontramos dos jarrones en miniatura blancos con craquelado muy elegantes. Entre otras variedades de la porcelana monocroma, destaca una pareja de jarrones excepcionales por su tamaño, con cubierta azul turquesa y fino craquelado, de comienzos de la dinastía Qing.
En el apartado de porcelanas polícromas, encontramos una única pieza del tipo blanco y azul, el más famoso y popular fuera de China. Se trata de un pequeño cuenco de la primera mitad del siglo XVIII. Asimismo, pertenece a la colección un tibor del primer tercio del XVIII de la modalidad decorativa sang et lait, llamado así por consistir en diseños en rojo de hierro de dos tonos (grisalla y dorado) sobre porcelana blanca.
Muchas de las piezas destinadas al mercado europeo (china de commande), fueron encargos de las Compañías de Indias Orientales. Algunas, por expreso deseo de sus demandantes, presentaban motivos decorativos occidentales que reproducían los artesanos chinos siguiendo grabados y dibujos que les eran enviados, como blasones, símbolos cristianos, paisajes o escenas figurativas. Dentro de este grupo encontramos un conjunto de excepcionales porcelanas polícromas traídas por la Compañía de Indias francesa en estilo Imari chino: cuatro jarrones con el blasón de Felipe de Borbón (1674-1723), Duque de Orléans y Regente de Francia a la muerte de Luis XIV, que debieron adornar algún salón de sus palacios.
Otra parte de la colección Cerralbo se compone de dieciséis piezas de dicha porcelana para el mercado exterior elaborada en Cantón, de estilo famille rose, el más importante de los siglos XVIII y XIX. Entre ellas encontramos jarrones, juegos de té, cuencos, tibores, fuentes, candelabros y figuras. Entre los objetos destacados de sus fondos, un cuenco-pecera de superficie granulada de piel de naranja de la era Yonzheng (1723-1735) y dos fuentes de vajilla con blasones, en la modalidad de Compañía de Indias, destinada al mercado europeo. La variante decimonónica de estos primeros cuencos fueron los grandes cuencos decorados con medallones de escenas cortesanas con mandarines o de la naturaleza. Van montados sobre soportes trípodes de madera dorada al estilo europeo, y debieron decorarse en Cantón, donde se concentraban los talleres especializados en producir todo tipo de objetos artísticos y decorativos destinados al comercio con Europa. Ello conforma un conjunto muy homogéneo cronológica y estilísticamente, que es representativo de toda una época y llegó a España en grandes cantidades por diferentes vías. También hay piezas Qing de otras pastas cerámicas como el gres.
Los bronces chinos se encuentran igualmente representados, aunque en un número muy reducido. El bronce ha sido siempre la materia prima más utilizada en la fabricación de recipientes de carácter ritual y religioso en China, añadiendo al cobre y estaño una cierta cantidad de plomo. Aunque los de la colección Cerralbo (un total de cuatro) son relativamente recientes y desempeñan dichas funciones, destaca un pebetero de la dinastía Ming (1368-1644), que es una de las piezas más antiguas. Candiles y jarrones con pátina oscura y decoración de mille fleures de la época Qing vienen a completar su exigua presencia.
Más abundantes son las piezas de cobre con esmaltes pintados o tabicados (un total de ocho) de las que hay dos notables muestras de cloisonné: una preciosa caja para el té con aplicaciones pintadas, y una campana que se exhibe en el centro del salón chaflán. Ésta es de forma occidental, ya que las chinas se golpean con un mazo desde el exterior, y está totalmente recubierta por esmaltes que reproducen flores de ciruelo (invierno), peonía (primavera) y crisantemo (otoño). Obras exquisitas de metalistería y orfebrería son dos maceteros con aplicaciones de jade, granates, esmaltes y trabajo de filigrana de plata.
Trabajos en madera
El mobiliario de origen chino está escasamente representado y únicamente encontramos un juego de butaca y dos sillas lacadas con incrustaciones de nácar, cuya adquisición debió estar motivada más por sus valores decorativos que artísticos. Completan los trabajos en madera algunos accesorios con cierto valor etnográfico, como son un alfiletero cantonés de forma cilíndrica decorado con escenas de personajes entre pinos y sauces con quince agujas de madera en su interior, un hueso de fruto tallado, muestra de virtuosismo miniaturista, un par de jarrones tallados en madera negra, y un juego de fumador de opio con boquillas bulbosas de barro cocido. También existen otros objetos chinos de valor etnográfico en el Museo que quedan al margen de este trabajo, como instrumentos musicales, algunas muestras de calzado o sombreros de paja.
El marfil
Los marfiles chinos son escasos en las colecciones españolas, que destacan más por los objetos cerámicos. Aunque algunos de los más bellos y notables ejemplares de cuernos tallados se encuentran en el Museo de Santo Tomás de Ávila y el Museo Oriental de Valladolid, el Cerralbo posee dos exquisitos bitongs o pinceleros calados, con tallas abigarradas de monjes budistas entre nubes y pabellones abiertos, así como una delicada cajita troncocónica con detalles de libélulas y ramas de ciruelo. El marfil llegaba a China a través del comercio de la Ruta de la Seda y, como en Europa, era un bien suntuario de lujo altamente codiciado. También son muy interesantes los abanicos (un total de ocho) realizados en tela y marfil o en carey y seda.
El jade y otras piedras
En cuanto al trabajo de talla de piedras de diversa dureza y semipreciosas, destaca una jaula de grillos de esteatita o piedra jabón, de color verdoso y forma de prisma octogonal con los lados calados en retícula de rombos.
También de esteatita, la colección cuenta con varios elementos de mesa de calígrafo, como un bitong o pincelero que representa un dragón de la lluvia asomando entre nubes vertiendo agua por sus fauces, e imágenes religiosas o devocionales, como la figura de Zhongli Quan, jefe de los Ocho Inmortales del taoísmo, con su característico abanico con el que reavivaba las almas de los muertos. De jade existen una cruz tallada y una pulsera circular lisa, símbolo de buena suerte, ya que en China al jade se le atribuyó siempre un valor sobrenatural y mágico y se le dotó de un profundo simbolismo que giraba alrededor de los conceptos de poder, pureza e inmortalidad.
Los textiles
La importancia de la seda en China se remonta a sus orígenes durante el tercer milenio a.C. En España, la mayor parte de los tejidos conservados provenientes de China son mantones de Manila, como los del Museo del Traje de Madrid y el Museo Nacional de Artes Decorativas, así llamados porque venían a través de Filipinas. En el Museo no se custodian este tipo de mantones, pero es destacable una pieza textil en forma de tapete de seda amarilla seguramente destinada en origen a vestir un altar ancestral, y la única de este material que atesoró el marqués.
Las aguadas
En cuanto a las pinturas orientales de la colección son un conjunto de aguadas chinas del s. XIX sobre papel de arroz (un total de veintiuno) en las que se muestran varios tipos de embarcaciones tradicionales, así como la figura de un niño con frutas y un pájaro, elementos todos ellos recurrentes en el imaginario decorativo del país asiático. Se trata de pintura realizada especialmente para la exportación de exportación, de temática china pero de composición y estética adaptada al gusto occidental, realizada para ser vendida a los comerciantes que llegaban atraídos por el comercio del té, la seda o la porcelana. En España, las colecciones de este tipo de pinturas no son escasas, ni entre particulares ni en las colecciones de Museos y otras instituciones. Es importante destacar que conjuntos de pintura similares se conservan también en el Museo Nacional de Artes Decorativas, que tiene origen en la colección que recibe el Museo Arqueológico Nacional de la viuda del diplomático Tomás Asensi, donde se muestran escenas agrarias, de la vida social, o un amplio muestrario de torturas y tormentos. En el Palacio Real de Aranjuez se conservan unas doscientas pinturas similares que se enmarcan en las paredes de uno de los salones. Asimismo hay piezas semejantes en el Museo Oriental de Valladolid, propiedad de los misioneros agustinos que las trajeron a su regreso a España así como en el Museo de Antropología, y el Museo Balaguer de Vilanova. Éste último destaca por la rareza de su muestra, con paisajes de costa, de la flora y la fauna chinas, y por sus escenas del mundo teatral. Todas estas pinturas, incluidas las del Museo Cerralbo, con su serie dedicada al mundo de la navegación fluvial, son consecuencia de la gran demanda de información que Occidente reclamaba sobre la vida y costumbres de la lejana China, y son una de las principales fuentes de documentación con que la España decimonónica de Cerralbo contará en su momento, fomentando la idea romántica de un país misterioso, exótico y lleno de sorpresas.
Las monedas chinas
Las monedas de Extremo Oriente están, por lo general, muy poco representadas en los museos y colecciones españolas, por lo que las piezas del marqués (un total de veinticinco) son todavía más valiosas si cabe. Como todas las monedas chinas desde la reunificación monetaria de Qin Shin Huang Di, primer emperador de la China unificada desde 221-210 a.C., son piezas redondas en bronce con un agujero cuadrado central, que remiten con sus formas al simbolismo del Cielo y la Tierra. Esta colección viene a completar, por su calidad y cantidad, a la de la Biblioteca-Museo Balaguer, en Vilanova i la Geltrú, considerado el mejor conjunto de moneda china en España, que fue legado por Juan Mencarini, agregado del Consulado español en Shanghai en 1912. Otras colecciones de la misma naturaleza son las preservadas en el Museo Arqueológico Nacional, procedentes de la colección particular de Eduardo Toda, y la de la Casa de la Moneda, ambas en Madrid.
LA DIFUSIÓN DE LOS FONDOS: UN ESFUERZO TODAVÍA PENDIENTE
A pesar de la riqueza de los fondos de arte oriental de algunos de los museos estatales y del creciente interés actual por China, el grado de conocimiento de sus manifestaciones artísticas en España por parte del público no especializado es todavía escaso. Además, el estudio de estas piezas ha sido muy puntual y se ha centrado, fundamentalmente, en las forjadas en la Edad Moderna, mucho más numerosas, y no así en las colecciones decimonónicas públicas o privadas.
La historia del coleccionismo decimonónico de arte chino en nuestro país no puede relatarse sin la aportación de Enrique de Aguilera, cuyas adquisiciones constituyen un rico legado al pueblo español que contempla, a través de ellas, relaciones y nexos a veces desconocidos. Por último, se debe mencionar el esfuerzo que todavía queda por realizar en la difusión de los fondos orientales de los museos españoles para comprender que las relaciones entre España y China no son nada nuevo; de hecho, cuentan con siglos de existencia, más de 500 años de mayor o menor cercanía, y de una curiosidad y respeto mutuos que merecen ser retomados.
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