La familia Zhou saltó a la fama en 2015, cuando Astiberri publicó Gazpacho agridulce, una historia que se había fraguado en unas viñetas que Quan Zhou llevaba publicando online desde 2013. En ellas, Quan explicaba su vida como andaluchina, andaluza hija de un matrimonio de inmigrantes chinos, con dos hermanas, un hermano y un restaurante. Dos años después, Astiberri ha publicado la segunda parte, Andaluchinas por el mundo, en la que recoge sus peripecias y las de sus hermanas.
Para esta continuación de la historia familiar, Quan Zhou ha optado por proseguir contando la historia de las tres hermanas Zhou: la mayor, Fu, la menor, Qing y, en menor medida, el benjamín de la familia, Encheng. De este modo, Quan continúa homenajeando a la familia en cuyo seno se ha criado, y ofrece una perspectiva diferente respecto al volumen anterior.
Así, mientras Gazpacho agridulce mostraba cómo era la vida de estos jóvenes hijos de inmigrantes nacidos en España y la convivencia de la cultura china y española en su formación, Andaluchinas por el mundo deja en segundo plano este tema (indivisible, por otra parte, de la historia de Quan y sus hermanas) para centrarse en los caminos que han tomado las tres hijas mayores al empezar la universidad, alejarse del pueblo y del restaurante y dejar el nido.
Para ello, Quan estructura la obra en tres partes: la primera dedicada a su propia experiencia, la segunda centrada en Fu y la tercera sobre Qing. Cada capítulo se inicia de la misma manera, con un sencillo árbol genealógico que nos destaca quién lo protagonizará, y se separan mediante páginas con anécdotas del hermano, Encheng, quien también ofrece su perspectiva en el epílogo que cierra el cómic.
El título, Andaluchinas por el mundo, hace referencia a la trayectoria de las tres hermanas, que han abandonado el hogar y el pueblo para buscarse la vida. Quan fue a estudiar a Madrid, hizo un año en Inglaterra y luego regresó a la capital. Fu había marchado a Estados Unidos y se instaló en Miami. Qing, al ser la más pequeña de las chicas, tuvo que quedarse y estudiar en Málaga, ya que el presupuesto familiar no permitía que la tercera hermana se trasladase lejos. Sin embargo, un trabajo de voluntariado le dio la posibilidad de pasar un año en Francia.
Resulta muy interesante comprobar cómo Quan ha colaborado con sus hermanas como guionistas, lo que da a sus capítulos correspondientes una voz propia, pese a que todos están uniformados por la mano artística de Quan. Las tres historias están entrelazadas, pero transmiten la personalidad de sus protagonistas: en el caso de Quan, un torbellino de energía, la firme determinación de Fu y la bondad y espiritualidad de Qing.
A su manera, las tres hermanas se enfrentan al reto de comenzar su propia vida. Las Andaluchinas por el mundo no hacen más que lo mismo que tantos y tantos jóvenes que, en condiciones más o menos favorables, se emancipan y deben aprender a gestionar uno de los cambios más importantes de sus vidas: el paso a la edad adulta. Ese momento en el que la casa en la que se han criado se convierte en la casa de sus padres, ese momento en el que las hermanas, que siempre habían estado juntas, dejan de estarlo y, aunque sigan en contacto, la relación no es igual.
Así, Andaluchinas por el mundo es una obra universal que, aunque viene de un bagaje muy concreto, se desarrolla por completo de manera autónoma y gestionando con habilidad las señas de identidad de su predecesora. Aunque es una reivindicación del colectivo de hijos de inmigrantes que, por heredar determinados rasgos, generan automáticamente rechazo o, al menos, cierta suspicacia, Andaluchinas por el mundo va más allá, reivindicando a una juventud que será muchas cosas, pero no es una generación perdida, como algunos quieren hacer creer.