Inside Out ha sido, sin duda, el estreno del verano. Precedida por unas excelentes críticas desde su proyección en el Festival de Cannes, la esperadísima nueva película de Pixar ha conquistado también al público desde su llegada a la gran pantalla, arrasando en taquilla. Y no es de extrañar, puesto que en torno a ella existía una enorme expectación, consecuencia del pequeño parón que había llevado a cabo la productora para reencontrar el rumbo después de unos años de “crisis”.[1]
Así pues, Inside Out ha venido a confirmar que Pixar está más viva que nunca, y que es capaz de jugar y dirigir los sentimientos de los espectadores de la manera magistral a la que nos tienen acostumbrados.[2] De la mano de las emociones de Riley, Pixar nos guía a través del viaje que supone la prepubertad: los primeros cambios, la dificultad de reconocerse a sí mismo en ellos, el abandono de la niñez y el primer contacto con la nostalgia… Y lo hace, de nuevo, de forma excepcional, a través de una historia de aventuras divertida y trepidante, con espacio para el llanto, el asombro y las carcajadas.
No obstante, Inside Out no va a ser nuestro protagonista, sino que queremos rescatar una producción a la que el éxito de la película ha dejado en segundo plano: el cortometraje que la precede en la proyección, Lava,[3] del que estudiaremos diversos aspectos a lo largo de una miniserie.[4]
Con una estética particular y música de ukelele, Lava nos conduce a la soledad de un volcán que, en mitad del Pacífico, contempla a delfines y tortugas nadar en parejas, anhelando la compañía. Canta a la naturaleza lanzando su deseo al viento a través de su canción, si bien no obtiene respuesta y en su soledad, el volcán se va apagando y hundiéndose en el mar. Cuando todo parece perdido, del mar emerge una volcán que, habiendo escuchado su canto, se había enamorado de él y había acudido en su busca. Desafortunadamente, ella surge de espaldas a lo poco que queda de él, y él no puede hacer nada por llamar su atención. A pesar de sus esfuerzos solo logra terminar de consumirse. Pero ella, ajena al destino de él e impulsada por el amor que le profesa, entona de nuevo su canción, haciéndole resurgir del fondo del mar y creando una isla en la que ambos permanecen abrazados.
Hasta aquí el argumento: una breve historia de amor simplona y sin complicaciones, desarrollada en el tiempo de un corto, y, muy en la línea a la que Pixar nos tiene acostumbrados, dotando de vida y sentimientos a elementos completamente originales para los que, en unas pinceladas, crea un universo coherente, en este caso inspirado en la estética hawaiana: música de ukelele que entronca con la música tradicional hawaiana,[5] colorido vivo, diseño de los volcanes evocando el aspecto de los pueblos nativos de Hawái. Sin embargo, precisamente por tratarse de Pixar, cabía esperar mucho más de este cortometraje, que se resuelve de una forma lineal y plana, incluso repetitiva en su premisa (la canción de él la hace surgir a ella, la canción de ella le hace renacer a él).
¿O no?
Quizás Lava sea todo eso si nos centramos en una lectura superficial, basada únicamente en los seis minutos que pasan ante los ojos del espectador mientras empieza la película. Pero, si nos fijamos con atención, los rasgos de estos dos volcanes no son originales, sino que están inspirados en una pareja real.
Se trata de Israel Kamakawiwoʻole, IZ, uno de los músicos más famosos y representativos de Hawái, y su esposa Marlene. IZ es internacionalmente conocido (aunque frecuentemente, no reconocido) por su mayor éxito, una combinación o medley de las famosísimas canciones Somewhere over the rainbow y What a wonderful world realizado con ukelele y presentando influencias de la tradición hawaiana. El carácter cercano a un himno de ambas canciones, unido a la calidez imprimida por IZ, convirtieron esta versión en una melodía de enorme popularidad que todavía hoy perdura (y que contribuyó a la expansión del ukelele como instrumento dentro de la música comercial, especialmente pop, por el sonido tan característico[6]).
No obstante, este tema fue una suerte de one-hit wonder, al menos en el panorama internacional, lo que hizo que IZ haya caído en el olvido colectivo. No así en Hawái, donde su memoria se mantiene viva por cuestiones que van mucho más allá de esta canción.
Y es que IZ fue, por encima de músico, un ferviente defensor de los derechos y la independencia de Hawái, que utilizó su música como herramienta para difundir y hacer valer esos derechos, lo cual le conllevó problemas. Su actitud abiertamente anti-haole[7] hizo que se resintiera su creciente popularidad, de modo que, en aras de la concordia, trató de suavizar su mensaje, explicando públicamente que él aludía al sentimiento hawaiano, no al ser; el sentirse parte de una comunidad (algo abierto por igual a polinesios y haole) era mucho más sencillo de explicar, más integrador y mucho menos agresivo que apelar a un nacionalismo hawaiano (una postura esencialmente política y que creaba una confrontación directa).[8]
De todas formas, y más allá de las diversas interpretaciones que puedan hacerse al respecto, lo cierto es que IZ fue una figura fundamental para el pueblo hawaiano. Cuando IZ falleció en 1997, a consecuencia de la obesidad mórbida que padecía, recibió los máximos reconocimientos estatales: las banderas ondearon a media asta en los edificios oficiales y su capilla ardiente se instaló en el Capitolio de Honolulú, siendo la tercera persona en recibir tal honor, y la primera sin cargo político.[9]
Entendido así, Lava se convierte en un profundo homenaje a la cultura hawaiana y, más allá de eso, a una identidad que lleva siglos en permanente peligro y en constante lucha por su supervivencia, y lo hace además a partir de los códigos culturales a los que se asocia la cultura hawaiana desde una perspectiva occidental, entroncando con el espíritu del hapa haole.
Por todo ello, entendemos que si bien Lava no se encuentra entre los mejores cortometrajes de Pixar (honor, por otro lado, muy disputado), tampoco merece una parte de las críticas que ha recibido, fruto en muchos casos de un análisis superficial, y ocasionalmente influido, también, por el buen sabor de boca de la película que se ha proyectado a continuación.
Notas
[1] Lo cierto es que, tras alcanzar un punto álgido en 2010 con Toy Story 3 (que culminaba una de las etapas más brillantes de la compañía), los siguientes estrenos de Pixar habían sido lo que puede considerarse obras menores (dentro de su notabilísima trayectoria): aunque Brave (2012) se alzó con el Oscar a Mejor Película de Animación, su recepción fue más fría de lo esperado y la historia de Mérida no caló en el público de la misma manera que lo habían hecho cintas previas; por otro lado Cars 2 (2011) y Monstruos University (2013) eran secuelas de grandes éxitos que no alcanzaban la brillantez de la franquicia Toy Story. Si bien esto no desmerece ninguna de estas producciones, la compañía percibió que estaba produciéndose una cierta desconexión entre sus películas y el público, por lo que decidió no presentar ningún estreno en 2014, y volver en 2015 a la primera fila con dos estrenos: Inside Out en temporada veraniega y The Good Dinosaur en Navidad.
[2] A propósito de este estreno, mucho se ha hablado en los distintos medios y en internet de la sensibilidad especial de Pixar para emocionar al espectador: desde recopilaciones de los momentos más emocionantes de las películas de la compañía (con ejemplos aquí, aquí, aquí y aquí) hasta un divertido meme que explicaba una posible clave del éxito y la empatía que logran prácticamente todas sus películas, a pesar de la disparidad de elementos protagonistas que se han ido escogiendo.
[3] Es habitual que las películas de Pixar vayan precedidas de un cortometraje, primer ámbito en el que destacó la productora. Si bien muchos de ellos constituyen una suerte de contenidos extra, siendo episodios que retoman tramas y personajes de largometrajes anteriores, otros son completamente originales, en los que han podido experimentar con mayor libertad, llegando a crear verdaderas joyas de la animación.
[4] A partir de aquí, se va a hablar del corto desvelando su final.
[5] La música ha sido compuesta por Kuana Torres Kahele, músico en el sentido más amplio de la palabra especializado en la música tradicional hawaiana, de la que también realiza una notable labor como difusor a través de una escuela en Japón.
[6] Aunque el ukelele ha estado presente durante buena parte de la historia de la música moderna, desde mediados del XX (qué mejor ejemplo que Elvis Presley en sus incursiones hawaianas: Blue Hawaii -1961-, Chicas, chicas y más chicas -1962- y Paraíso Hawaiano -1966-; pero también estuvo presente en la formación de grandes músicos como el virtuosísimo Jimmy Hendrix, los Beatles George Harrison y Paul McCartney, Brian May y otras figuras imprescindibles del rock), ha sido en las últimas décadas cuando ha sufrido un repunte de popularidad a nivel internacional, gracias en buena parte (aunque no exclusivamente) a esta versión de IZ, que ha aparecido en numerosas películas y series (¿Conoces a Joe Black?, Descubriendo a Forrester, Un toque de seducción, La máscara 2; Embrujadas, Scrubs, y un largo etcétera). Este incremento de la popularidad del instrumento puede verse, especialmente, dentro del género indie, que lo ha adoptado como suyo, desde grupos internacionales como She and Him (liderado por la musa indie Zooey Deschanel) hasta formaciones nacionales, como Izal o Manel, en un movimiento que ha generado además versiones amateur de grandes canciones de todo tipo de géneros, que pueden encontrarse en plataformas como YouTube.
[7] Haole es el término hawaiano para referirse a todos aquellos (desde turistas hasta habitantes de Hawái, incluso desde hace varias generaciones) que no poseen ascendencia hawaiana, es decir, que no provienen de etnias de origen polinesio. En general, este término se ha utilizado para definir cualquier cosa extranjera que ha llegado a las islas, y posee un matiz peyorativo.
[8] No obstante, esta postura conciliadora puede ser cuestionable e interpretada exclusivamente como una maniobra comercial, si bien es cierto que el ejercicio de su reivindicación a través de la música imprimió un sello tan personal en ambos aspectos que sigue existiendo a día de hoy una cierta diversidad de opiniones al respecto. Pueden verse algunas muestras aquí y aquí.
[9] Puede consultarse una nota periodística sobre su despedida aquí.