Uno de los hechos más importantes del siglo XVI, y a la vez desconocido, fue la llegada de los europeos al archipiélago nipón. Cuando estos llegaron, en 1543, aparte de propagar la fe cristiana, comenzaron a realizar intercambios comerciales con los japoneses, siendo la laca urushi uno de los productos más apreciados por los extranjeros. La laca en esos momentos –período de los Reinos Combatientes (1480-1573), una etapa de guerras civiles, que corresponde a la segunda mitad del Período Muromachi (1336-1573)– ya era un arte muy desarrollado en el país nipón, atrayendo a los europeos mediante los dorados que los objetos lacados tenían gracias a la técnica makie. Este interés que tuvieron los europeos por los objetos lacados dio lugar a nuevas producciones y a nuevos talleres, siendo Kioto el centro de producción de estos nuevos objetos, donde se crearon rápidamente para satisfacer las altas demandas.
Los primeros europeos que llegaron a Japón fueron portugueses naufragados en 1543, seguidos por san Francisco Javier (1506-1552), Cosme de Torres (1510-1570) y Anjirô (1511-1550), que arrivaron en 1549, iniciándose un período de intercambio cultural y comercial que concluyó en 1639 con la persecución y expulsión de los europeos del país, prohibiéndose el cristianismo y cerrándose las fronteras de Japón, excepto para los holandeses, hasta el Período Meiji.
Los portugueses llegaron al final del shôgunato Ashikaga (1336–1573), una época conflictiva para el país en la que estallaron diversas guerras civiles. Estas fueron pacificadas por Oda Nobunaga (1534-1582), Toyotomi Hideyoshi (1537-1598) y Tokugawa Ieyasu (1543-1616), unificando Japón bajo un nuevo gobierno, el shôgunato Tokugawa (1603-1868). Fueron los portugueses quienes más ayudaron a la unificación de Japón, pues, además del cristianismo, los lusitanos introdujeron el mosquete de ánima lisa[1] en el país, el cual fue usado por Nobunaga. Sería también este general quien ofrecería los portugueses la opción de quedarse en Japón, llegando así lor primeros misiones jesuitas (lusitanos y españoles) en 1549, con Francisco Javier a la cabeza. Rápidamente, se instalaron la orden jesuita y la orden franciscana en el país, ya que contaban con el apoyo del nuevo shôgun. Poco después de los íberos, llegaron al país nipón los holandeses, en 1582, y los ingleses, en 1613, quienes se tuvieron que aliar para poder competir contra el comercio hispanoportugués y contra el chino, país que llevaba varios siglos de desarrollando un intercambio comercial y cultural con Japón.
Los primeros problemas con los europeos llegaron en 1596, cuando el galeón San Felipe llegó a Japón diciendo que el rey de España había conquistado Portugal; esto suponía un peligro para el país nipón, debido a que lo que les ocurrió a los lusitanos, podría sucederle también a los nipones. A partir de entonces, empezaron algunas persecuciones y asesinatos, pero fueron frenadas por Tokugawa Ieyasu. Con la llegada al poder de Tokugawa Hidetada (1579-1632), se limitaron las actividades de los europeos, siendo perseguidos y asesinados desde 1614. Los ingleses fueron los primeros en marcharse del país, en 1623, seguidos al año siguiente por los españoles. De este modo, el comerció quedó en manos de los portugueses y holandeses, pero los primeros fueron definitivamente expulsados en 1639. Ya en 1640, los únicos extranjeros que quedaban en el país eran los holandeses, quienes, junto con los chinos, monopolizaron el comercio hacia el resto del mundo, bajo el estricto régimen impuesto por los Tokugawa, hasta la llegada del Período Meiji.
Los holandeses fueron confinados en 1641 en una isla artificial, Deshima o Dejima, que se encontraba en la bahía de Nagasaki, y fueron los principales exportadores de objetos japoneses a Europa. Este intercambio comercial fue realizado mediante la compañía Verenigde Oostindische Compagnie (Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales o Compañía de las Indias Orientales Unidas), VOC, fundada en 1602 por burgueses holandeses y zelandeses. VOC se encargó de suministrar a Europa, principalmente, objetos de oro, plata y cobre, seguidos por porcelana, laca, soja de sauce, papel y alcanfor; es decir, objetos más lujosos.
La Compañía de las Indias Orientales sería finalmente disuelta en el año 1799. A partir de entonces, y especialmente desde 1816, fue el propio gobierno del Reino de los Países Bajos quien tomaría las riendas del comercio con Japón. En 1824 el propio rey Guillermo I (1772-1843) fundó la Compañía Holandesa de Comercio en 1824 para hacerse cargo del comercio en el Pacífico, principalmente en Deshima y en las Indias Orientales Holandesas (Indonesia). Esta tendría el monopolio nipón hasta la apertura forzosa del archipiélago a Occidente entre 1854 y 1858, tras la presión de Estados Unidos por comerciar con el país. Sería a partir de entonces cuando países como Francia, Reino Unido o España empezasen a interesarse por los objetos japoneses, desatando en Europa el conocido como Japonismo.
Lacas de exportación: desde el siglo XVI hasta el siglo XIX:
Uno de los objetos más vendidos fueron los lacados, debido a que los aristócratas y miembros de la realeza europea querían objetos exóticos y lujosos para acrecentar sus Cámaras de Maravillas (como fue el caso de los Austria en España). A pesar de ello, los primeros utensilios lacados serían utilizados por los propios jesuitas, firmes admiradores de la técnica del urushi. Esa es la razón por la que en Europa se hallan tantas cruces, ataudes, altares y baúles lacados.
Sería en los años sesenta del siglo XVI cuando esta clase de objetos se empezarían a exportar fuera de Japón, destacando especialmente los arcones, sagrarios, atralies y armarios. El urushi vendido a los extranjeros era de estilo namban (“bárbaros del sur”), término que se usó para designar a todos los europeos y a los utensilios que vendían. La laca de este tipo se caracteriza, en primer lugar, por ser de inferior calidad, es decir, la laca namban tenía menos capas que la laca creada para el mercado nacional,[2] presentando entonces una calidad que un japonés no permitiría. Sabiendo que los europeos no sabían nada acerca de la laca urushi, los makie-ya,[3] principales fabricantes y exportadores de laca de la época, realizaron objetos de peor calidad, usando malos materiales, empleando un menor número de capas y poniendo muchos motivos decorativos, que era lo que más llamaba la atención a los europeos. Este descenso de calidad en los objetos permitió hacer frente a la creciente demanda de objetos lacados por parte de los europeos, sin sobreexplotar las plantaciones de árboles urushi.
La técnica utilizada, normalmente, era la del makie. Hay que tener en cuenta que en el Período Momoyama, el estilo reinante es el kôdaji-makie, es decir, la combinación del makie y del nashiji-e, dando como resultado una laca de poco relieve a la que luego se le añadía una capa aceitosa para enlucir el objeto.
Estos objetos, se pueden dividir en dos grupos. El primero de ellos está formado por los usados en Japón que eran exportados a Occidente (cajas, monturas, etc.). El cambio que se produce respecto a los motivos tradicionales es que ahora aparecen representados los europeos junto a los objetos que llevaron consigo al país nipón (vestimenta, armas, pipas, animales, etc.). Por otro lado, en el segundo grupo se encuentran los objetos que los japoneses nunca habían visto y que, ahora, tenían que lacar (arcas, atriles, altares, etc.). Los motivos representados eran elementos vegetales,[4] acompañados de leones chinos y de aves, aunque también pueden aparecer monos y ardillas. En los pies de estos animales se ve la única alusión al espacio, pues pisan una especie de tierra ondulada (doba). Junto a estos motivos, se incrustaba nácar[5] en las capas de laca para satisfacer los gustos de los europeos, dando como resultado una obra muy recargada.
El arte de laca namban también se caracteriza por presentar elementos geométricos, rombos, triángulos, cuadrados y círculos, en los bordes de las principales escenas, algo que no existía en el mundo japonés. También aparece otro detalle en los bordes, motivos curvilíneos, ondas, que podrían ser los roleos europeos, roleos namban, representados por los nipones.
En cuanto a la evolución del arte namban, no es clara, pues los objetos no solían estar fechados. De este modo, los investigadores han tenido que idear otro método para poder estudiar su evolución. La aparición de los pinos hace referencia a la tradición, y se encuentran en aquellos objetos más antiguos. Después, poco a poco se va abandonando el horror vacui del gusto europeo y los motivos decorativos se vuelven a aproximar a la estética japonesa. Algo más tardíamente, en el siglo XVII, la aparición de los cartuchos en cuyos interiores se encuentran motivos decorativos, propició que se llevase a cabo una limpieza ornamental y se eliminasen poco a poco los elementos geométricos y los roleos. Ya en 1640, con la expulsión de los portugueses, españoles e ingleses, se dejó de lado el uso del nácar y las flores, incluyéndose escenas costumbristas de la literatura tradicional japonesa y paisajes, algo más del gusto de los holandeses, aunque hay algunos elementos de la laca namban que siguen presentes en las obras, como los roleos.
Estos objetos, además de la laca, solían presentar elementos de plata o de bronce, es decir, cerraduras, llaves y asas, algo típico de Europa pero no de Japón. De este modo, para satisfacer el mercado exterior, se empezaron a añadir estos elementos, decorándolos con motivos de la naturaleza. También se aprecian a veces piedras semipreciosas, filigranas y plata repujada en las lacas namban, trabajos realizados fuera de Japón, posiblemente en los virreinatos americanos.
Ya a finales del siglo XVIII y durante el XIX cambian los motivos decorativos de la laca que se exporta, aunque se sigue manteniendo el makie. Este nuevo estilo fue introducido, posiblemente, cuando los estadounidenses intentaron comerciar con Japón a finales del siglo XVIII. En este momento son comunes las representaciones de paisajes, flores esparcidas ypájaros volando de largas colas, las cuales presentan laca dorada o incrustaciones de nácar. Estas decoraciones se combinaron a veces con bandas diagonales negras, plateadas o doradas (nashiji-e), acercándose al Neoclasicismo. De este estilo fueron realizados muebles (mesas, armarios, escritorios, mesas de coser, cómodas…), bandejas y cajas, elementos muy consumidos por los estadounidenses.
Laca namban en España:
Durante el tiempo en el que los españoles y los portugueses estuvieron en el archipiélago nipón, se exportaron muchas obras de laca a la Península. Estas tenían dos métodos de llegada, por Occidente y por Oriente. Una vez que la obra lacada llegaba al barco, éste iba a Macao, y allí podía seguir dos rutas: la ruta portuguesa, que llevaba la obra al puerto de Lisboa pasando antes por Malaca y Goa, o la ruta española, que consistía en viajar a Manila desde Macao y, desde allí, trasladarse a Acapulco, luego a Veracruz y, finalmente, al puerto de Sevilla. De las dos rutas, fue la lusitana aquella que más objetos exportó a la Península, debido a la estrecha relación que había entre los jesuitas y el reino de Portugal.
Dos de las primeras coleccionistas fueron la emperatriz Isabel de Portugal (1503-1539) y la reina consorte de Portugal Catalina de Austria (1507-1578), en cuyos inventarios figuran obras lacadas procedentes de India[6]. Otro de los grandes coleccionistas de urushi fue el rey Felipe II (1527-1598), quien en 1584 recibió a tres jóvenes cristianos venidos de Japón, la Embajada Tenshô, quienes le dieron tres regalos lacados: una fuente, un conjunto de cajas agrupados en una cesta y una caja para guardar cartas. Lo curioso es que estos tres objetos no eran de estilo namban, sino que habían sido realizados para los japoneses, pero finalmente acabaron en las manos del monarca español. Tras la muerte del rey, se realizó un inventario en donde aparecieron sesenta y dos utensilios procedentes de las Indias, y dos de Japón, aunque dentro de los objetos de las Indias también había objetos lacados japoneses.
No fue solo el monarca Felipe II quien coleccionó laca. Su hermana, la emperatriz María (1528-1603), también tenía objetos lacados, igual que la reina Isabel de Valois (1546-1568), la princesa Juana de Austria (1535-1573) y la reina Margarita de Austria (1548-1611), entre otros. Esto quiere decir que la familia de los Austria fue una de las mayores dinastías en tener objetos lacados entre sus colecciones, tanto en España y en Portugal como en Alemania, destacando el archiduque Fernando II del Tirol (1529-1595) y el emperador Rudolfo II (1552-1612). Este afán por el coleccionismo de laca se extendió poco a poco a la nobleza española, encontrando a nobles como Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor (1550-1615), duque de Medina Sidonia, o Manuel de Fonseca y Zúñiga (1582-1633), conde de Monterrey, con objetos lacados entre sus posesiones.
En el mundo eclesiástico se encuentran varios objetos lacados que han llegado a parar allí bien por donaciones o bien por los objetos que los misioneros trajeron de Japón. Cuando estos llegaban a las iglesias, monasterios y conventos, se convertían en objetos litúrgicos. Por ejemplo, gran cantidad de arcas, arcones y arquetas se transformaron en relicarios, como pueden ser las que se encuentran en el monasterio de las Descalzas Reales o en el de la Encarnación, los dos de Madrid.
Otros lugares sacros donde se encuentran arcas de estilo namban cuya función es la de ser relicario, son: la capilla del relicario del monasterio de Guadalupe, una capilla de la catedral Primada de Toledo, la Capilla Real de Granada, la sala capitular del monasterio de Agustinas Recoletas de Pamplona, en la parroquia de Lourenzá de Lugo, el Museo de las Ferias de Medina del Campo de Valladolid (procedentes de la capilla de Morejón), el monasterio de Santa Paula de Sevilla, el convento de la Purísima Concepción de Toro de Zamora y el convento de Corpus Christi de Murcia.
Otra función de las arcas namban fueron las de ser arcas eucarísticas del Jueves Santo, como pueden ser las arcas que se encuentran en la parroquia de Santa Eulalia de Segovia, en la parroquia de Pedroso de La Rioja o en Miranda de Arga (Navarra). Pero no son solo arcas y arquetas las que se conservan en el mundo religioso, sino que también hay escritorios, como el que se encuentra en la abadía del Sacramonte de Granada o el del monasterio del Espíritu Santo de Sevilla.
Además de estos objetos, se encuentran los objetos religiosos, es decir, las cruces, como la que se encuentra en el convento de San Esteban de Salamanca, los oratorios portátiles, como el del convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid, o el atril misal[7], como el del monasterio de las Descalzas Reales de Madrid.
Estado de la laca namban española:
En la actualidad, en España, gran parte de los objetos lacados se encuentran en museos, pero también es cierto que hay muchos que se encuentran en colecciones privadas o pertenecen a la Iglesia, como acabamos de mencionar. Entre 1970 y 1990, muchas de las piezas que pertenecían a colecciones privadas fueron vendidas en subastas, siendo muchas de ellas compradas por museos; pero aún hay piezas en manos privadas desconocidas.
Entre las grandes colecciones artísticas, se puede encontrar un arca lacada en el ducado de Alba, y otra en el marquesado de Santa Cruz. Entre las familias que vendieron sus posesiones artísticas se encuentran, por ejemplo, el condado de Villagonzalo o el marquesado de la Real Defensa. Estos objetos que salieron al mercado fueron comprados, en su mayor parte, por las instituciones públicas, como pueden ser el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid o el Museo de Zaragoza.
Además de instituciones públicas, hay objetos lacados que se conservan en instituciones privadas, como pueden ser el Museo de Arte Oriental de Valladolid, el Museo de Arte Oriental de Ávila o el Museo Diocesano de Pamplona; además de, por supuesto, las dependencias de la Iglesia ya citadas, como pueden ser el monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, la Catedral de Tudela, la parroquia de San Miguel de Olcoz o el convento de la Purísima Concepción de Toro.
Para saber más:
[1] “Ánima lisa” se refiere al interior del cañón de un arma de fuego que no tiene estrías.
[2] Los primeros objetos que los lacadores realizaron para los extranjeros, es decir, para los primeros portugueses y españoles que llegaron al país, eran de alta calidad, pero debido a la extensa demanda que se generó, tuvieron que emplear menos capas para satisfacer la demanda.
[3] Talleres de laca surgidos en el siglo XVI. Se componían de un jefe, el cual organizaba el taller, elaboraba el makie y buscaba clientes, y artesanos, unos molían el oro, otros ponían las capas, etc. Estos talleres fueron desapareciendo a lo largo del siglo XVII, del mismo modo que se dejó de producir el kōdaji-makie, estilo imperante durante el período Muromachi y el período Momoyoma.
[4] Entre los motivos decorativos se encuentran las camelias, los naranjo mandarines, los bambúes enanos, los pinos, los cerezos, las paulonias, las campánulas, los arces, los tréboles japoneses, los crisantemos, los eupatorios, las glicinas, las peonías, las plantas trepadoras, las calabazas, las vides y las clemátides.
[5] El gusto por el nácar es debido a las obras de India que los portugueses llevaron a Europa.
[6] Todos los objetos traídos de Oriente figuran en los registros como que son traídos de India, aunque éstos pueden ser chinos, japoneses, indios…
[7] Estos atriles suelen llevar el símbolo de la Compañía de Jesús (IHS).