Es posible que el cotilleo sea, en cierto modo, una forma silenciosa de protesta social. En los salones de los hogares, al igual que en los bares y cafés, se gesta al fin y al cabo gran parte del intercambio de ideas. Y cuando una buena parte de la población (en este caso, la mitad femenina) tiene prohibido por ley hablar libremente en otros lugares, definitivamente puede tratarse de una pequeña revolución.
Bordados nos habla precisamente de esta revuelta silenciosa, protagonizada por un grupo de mujeres que se divierten y discuten ante el samovar tras la comida familiar semanal. Su conversación es la protagonista absoluta de la que fue la segunda obra de Marjane Satrapi, reconocida y premiada (y ocasionalmente censurada) novela (autobio)gráfica Persépolis.
En ella, Satrapi vuelve a remitirnos a su historia y a sus recuerdos personales del Irán de los Ayatolás para narrarnos, en un tono mucho menos ambicioso y distendido, las historias y opiniones de una serie de mujeres sobre temas como el sexo, el amor, la belleza y el matrimonio, que disfrazados mediante la cotidianidad del rumor y la anécdota reflejan algo mucho más trascendental: la opresión de la mujer en una sociedad –la del Irán islamista– que en el fondo no está tan alejada de la que vivimos en nuestro país hace unas décadas.
En este sentido, Bordados funciona como una especie de “expansión”, de complemento a Persépolis: hace falta conocer ese ambiente de resistencia que ejercieron muchas familias laicas en Irán durante la Revolución Cultural y los años que la siguieron, y hace falta conocer a la propia Marjane (Satrapi) y a su familia para descubrir que su abuela no era meramente una opiómana (anécdota que da inicio a esta historia).
En Bordados nueve mujeres adultas se dan cita ante numerosas tazas de té mientras mantienen “la conversación” – así es llamada en la obra. En ésta intervienen mujeres que, aunque de una extracción social parecida (la clase media-alta occidentalizante de Teherán, marco habitual y autobiográfico de Satrapi), pertenecen a varias generaciones diferentes. La más joven es Marjane, de entre y diecinueve y veintiún años, y la única del grupo que todavía no se ha casado; otras, como su abuela, lo han hecho tres veces; algunas, como su madre o una amiga que acaba de pasar por el quirófano para una liposucción, siguen felizmente casadas, mientras que otras han perdido toda su fe en las relaciones formales.
Y es que el matrimonio, en tanto que manifestación legal del amor y la sexualidad en un país súbitamente devenido tradicionalista, es uno de los temas principales de la obra. Bordados funciona en cierta medida como una especie de pequeño grupo familiar-personal (en la conversación se reúnen mujeres de una misma familia, así como amigas y vecinas) de terapia de autoayuda, en la que mientras los hombres duermen, las mujeres comparten opiniones y frustraciones (“airean los corazones”) sobre temas que incluso aquí y ahora nos resultan controvertidos: los matrimonios concertados (práctica habitual entre las familias adineradas tradicionales, como el que sufrió a los trece años una de sus protagonistas) y por interés, la pérdida de la virginidad (y su ocasional falseamiento, tan trascendental que acaba dando título al libro),[1] la cirugía estética y reconstructiva (y por ende, los estándares de belleza) o incluso el anhelo de visitar (y de conocer el sexo) otras culturas continúan siendo temas de actualidad, y en boca de sus protagonistas (que manifiestan más que diversas opiniones) permiten el debate sobre toda una serie de temas que afectan a la situación de la mujer y que nos hablan de las contradicciones de la sociedad contemporánea en un tono más feminista que girly, demostrando que es posible escapar a los estilemas tanto de la segunda ola feminista como del post-feminismo posterior.
Sin embargo, a pesar de la controversia y la discusión que suscitan algunos de los temas tratados, el tono de sus protagonistas es de mutuo respeto y jamás moralizante, como lo es en general la obra de la artista, capaz de ligar sin demasiado problema el amor, la familia y el patriotismo con las drogas, el sexo o el integrismo religioso.
En el apartado gráfico, Bordados carece de aquellas grandes escenografías e iconografías potentes que, aunque igualmente bicolores y bidimensionales, poblaban Persépolis. Mientras que esta última narraba la épica de una guerra y una represión que servían como marco a la odisea personal de la protagonista, las historias de Bordados son sencillas, libres, dispares y se superponen las unas a las otras, tal como lo hace la gráfica de Satrapi. La autora abandona las viñetas y deja que los personajes, y lo que es más importante, lo que estos tienen que decir, se extiendan por las páginas según convenga a la historia. Porque como ya demostró, y seguiría demostrando en Pollo con ciruelas, sus historias son más trascendentes que su representación gráfica.
Bordados se trata, en definitiva, de una obra íntima en su temática, trazo e incluso ambición, y quizás sea ésta su mayor baza. Sus brevísimas 136 páginas (muchas de las cuales se devoran en apenas unos segundos), que dejan entrever un lógico cariño particular, son una valiente oda a una lucha diaria. Si en Persépolis Satrapi nos contaba como algunos pequeños actos de rebeldía (maquillarse, colocarse mal el pañuelo o dar fiestas mixtas en las que se consumía alcohol), tremendamente penados por el régimen islámico, constituían la permanente revolución diaria de la clase disidente, Bordados es su cara más íntima, demostrando que quizás lo más importante sea, en ésta y en todas las revoluciones, la comunicación y el debate. Porque al fin y al cabo, si no se enriquecen y cambian las mentes de las personas, jamás podrá cambiarse la sociedad.
Para saber más:
Aunque hay numerosas mujeres iraníes que desde el exilio han relatado sus testimonios y sus revueltas, para profundizar en los aspectos aquí apenas subrayados recomendamos la lectura de la propia obra (Satrapi, Marjane, Bordados, Barcelona, Norma Editorial, 2004) o de Persépolis (sus cuatro volúmenes han sido publicados de forma conjunta como Satrapi, Marjane, Persépolis, Barcelona, Norma Editorial, 2009).
Notas:
[1] En la primera página, vemos como el título (el original, en francés, es Broderies) posee un triple significado: “1. Bordado. // Adorno de un tejido o una piel con cosidos hechos en relieve. 2. Cotilleo // Difusión o narración de chismes entre varias personas. 3. Reconstrucción quirúrgica del himen para simular la conservación de la virginidad.” Satrapi, Marjane, Bordados, Barcelona, Norma Editorial, 2004, p. 1.