Articulo en colaboración con David Lacasta
Durante las últimas semanas hemos dedicado una serie de artículos a las relaciones artísticas y comerciales que entre México y Asia oriental se han venido produciendo durante los últimos siglos. Lo cierto es que muchos de los tipos de piezas a los que hemos dedicado nuestras páginas pueden observarse, sin ir más lejos, en el propio Distrito Federal, aunque también en muchos otros museos de México se conservan muestras de arte asiático.[1] A través de una serie de artículos vamos a dedicarnos a explorar las colecciones de algunos de estos museos, y a dar unas breves pinceladas de los objetos que exhiben para que el público pueda disfrutar de unos delicados objetos que muchas veces pasan desapercibidos entre las imponentes colecciones y las hiperdecoradas salas.[2]
Aunque todos los museos que nombraremos son de creación reciente, los lugares que los acogen fueron creados en diferentes épocas, tal y como sucede tanto con las piezas como con las colecciones que conservan y exhiben. Los periodos del coleccionismo de arte asiático en México que se representan en dichos museos son tres: el que presenta los resultados de los intercambios del Galeón de Manila, el de el del fenómeno del japonismo durante el siglo XIX, y uno de época más contemporánea, en el que el gusto anticuario y exotista tradicional se alterna con las creaciones de vanguardia.
Los más conocidos de estos museos, más por sus contenidos generales que por albergar objetos asiáticos -del corte más tradicional- dentro de su mar de colecciones son, sin duda, el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec y el Museo Franz Mayer de Artes Decorativas, pero no menos importante resulta el Centro Cultural Isidro Fabela, que alberga el Museo Casa del Risco.
El Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec[3]
Dentro del Museo Nacional de Historia se exhiben objetos de diferentes periodos y tipologías, que se encuentran repartidos en diferentes puntos del museo. Posiblemente, a tal efecto, las colecciones asiáticas más relevantes del museo, que apenas se encuentran reflejadas en sus salas, sean las de marfiles y las de muebles, que afortunadamente han recibido buenos estudios.[4]
Por una parte, en la sección de Historia encontramos una sala dedicada al crisol de culturas y productos que conformaron la nueva sociedad novohispana en la que destaca una vitrina con algunos de los muy diferentes productos que se transportaban en el galeón de Manila -de los cuales ya hablamos con detalle en un artículo anterior– entre ellos destaca un abanico, así como varias cerámicas y tallas en marfil. En la sala anexa -que se ocupa de la vida religiosa- encontramos una crucifixión de Cristo realizada en marfil y de origen chino que data del siglo XVIII, excelente muestra de un género habitual en México.[5]
Mucho más impresionante resulta, no obstante, una de las muchas salas del piso superior recreadas a la manera de las habitaciones de la época del Segundo Imperio y del Porfiriato, ya en pleno siglo XIX. En un espacio acondicionado como fumador (y que sirvió como tal en los últimos años del siglo XIX) podemos contemplar, según una disposición habitual entre las habitaciones nobiliarias y de la alta burguesía, toda una serie de delicados objetos de procedencia oriental, entre los que sobresalen las cerámicas. En primer término, podemos contemplar una pareja de tibores japoneses de finales del siglo XIX, procedentes seguramente de los hornos de Satsuma o Kutani; ambas piezas presentan la característica y colorida decoración floral (en este caso, con motivos de peonías y crisantemos), que tan atractiva resultaba a los compradores occidentales. Junto a ellos, encontramos un jarrón de porcelana de forma ovoide, cuyo cuerpo alberga distintas representaciones de samuráis y escenas del Japón tradicional. La decoración de la sala se complementa con toda un serie de cerámicas de origen chino (porcelanas de la variedad de azul y blanco), japonés (del tipo de exportación que se realizaba durante el periodo Meiji) y mexicano (talaveras con temas y motivos inspirados en decoraciones chinas). La muestra de cerámicas y porcelanas se complementa con diferentes cajas de origen oriental, así como de muebles con incrustaciones de nácar.
Por último, en la sala dedicada a las artes decorativas, destaca la presencia de pequeños objetos que adquirieron también gran popularidad durante el japonismo, como tabaqueras y pequeñas cajitas (lacadas o en marfil), mientras que en las salas dedicadas a la indumentaria aparecen numerosos abanicos chinos.
Museo Franz Mayer de Artes Decorativas[6]
Entre las piezas que exhibe el Museo Franz Mayer también se encuentra una nutrida selección de piezas de origen oriental (o inspiradas en éstas), que datan especial, pero no únicamente, del periodo virreinal.[7] Entre ellas, encontramos toda una serie de cerámicas, marfiles de carácter religioso de procedencia asiática (similares a los mencionados en el apartado anterior, así como un abundante grupo de cerámicas (tanto orientales como talaveras), bronces y objetos lacados y esmaltados. Es particularmente importante la impresionante colección de piezas de porcelana china de la dinastía Qing, que en su mayoría datan del siglo XIX, aunque existen piezas que se remontan a los siglos XVII y XVIII; ésta se presenta en el apartado dedicado a la cerámica y en contraposición a las piezas mexicanas.
Aunque las obras se encuentran por todo el museo, algunas de ellas están concentradas en vitrinas temáticas.[8] Por ejemplo, en una de ellas podemos encontrar varias piezas chinas, junto a un plato de factura holandesa; se trata de un tazón de porcelana con representaciones de un dragón en azul sobre fondo blanco, acompañado de una tapa de madera calada y pomo de jade tallado, un jarrón de porcelana Qing decorado con representaciones humanas y caligráficas y varios pomos de te metálicos y esmaltados del siglo XIX (tipología de la cual encontramos una colección de mayor calidad y cantidad en otra vitrina cercana).
Otras vitrinas acogen piezas de origen chino, en una de ellas se exhibe un conjunto de piezas de cobre esmaltado que datan de los siglos XVII y XVIII y entre las que se encuentran platos, botellas y conchas, además de varias piezas en bronce esmaltado, entre las que sobresale un incensario con forma de león. La segunda de estas vitrinas muestra dos espectaculares jarrones chinos de grandes dimensiones, realizados en madera tallada y lacada durante el siglo XVIII y decorados con escenas en las que se observa a mujeres y niños jugando en plena naturaleza.
Por último, y más adelante en el recorrido, también sobresalen los marfiles hispanofilipinos del siglo XVII; además de la monumental crucifixión, se encuentran una pareja de tallas doradas y policromadas de San José y la Virgen con el Niño.
Centro Cultural Isidro Fabela / Museo Casa del Risco
Dentro de este recorrido por el arte asiático en la Ciudad de México no podemos dejar de mencionar una de las manifestaciones más curiosas y sobresalientes de época virreinal, la denominada Fuente del Risco, situada en el Museo Casa del Risco, albergado en el Centro Cultural Isidro Fabela, que resguarda además las colecciones del célebre diplomático mexicano.[9]
Tal y como hemos mencionado, durante el periodo virreinal fue habitual la presencia de piezas cerámicas orientales en suelo novohispano. No obstante, el largo y azaroso recorrido que realizaban las piezas ocasionaba que muchas se quebraran durante las etapas de transporte marítimo o terrestre, ocasionando unos fragmentos que se denominaban “risco” y que posteriormente eran reutilizados en decoración arquitectónica, adosándose a toda una serie de edificaciones y estructuras, aprovechando así estas piezas y fragmentos que de otra forma dejarían de tener utilidad. A pesar de ello, aunque la función de estas piezas se transformaba, al mismo tiempo mantenían en cierto modo su valor, ya que seguían siendo productos provenientes del lejano Oriente.[10]
En la Cuidad de México se encuentra uno de los más sobresalientes ejemplos arquitectónico que hace uso de estos riscos, y que todavía se puede apreciar casi bajo su apariencia original: la Fuente del Risco. Ésta se situaba en un inmueble de San Ángel, que durante el periodo virreinal fue propiedad de dos funcionarios de la Real Casa de la Moneda de México y que anteriormente formaba parte de un terreno de la orden de los dominicos; este emplazamiento arroja alguna pista sobre el porqué de su construcción.
Por una parte, durante esta época la zona de San Ángel concentraba tanto buena parte de la población asiática de México (mucha de la cual se dedicaban al comercio de objetos provenientes de Oriente), como a los frailes dominicos de la colindante iglesia de San Jacinto, muchos de los cuales habían estado destinados previamente en Filipinas, lugar del que procedían buena parte de estas piezas. Por otro lado, tal y como hemos señalado, la casa perteneció a dos importantes funcionarios, cuya capacidad adquisitiva y su bagaje cultural los hacía propensos al consumo de las piezas de porcelana.
Debido a las sucesivas restauraciones y pequeños añadidos al diseño original, resulta difícil establecer una cronología exacta de la realización de la fuente, aunque se estima que ésta debe datar de finales del siglo XVII o los primeros años del XVIII, de acuerdo a las piezas que la decoran, que provienen esencialmente de los hornos chinos de Fujian y de los japoneses de Hizen.
La colocación de las piezas sobre la superficie de la fuente, aunque en un primer momento pudiera parecer casual, fue extremadamente planeada, apreciándose una intención simbólica más allá de la efectiva función decorativa, lo que sugiere la participación de conocedores en la materia. El lugar destacado que ocupan ciertas piezas, la forma en que se disponen los motivos o se entremezclan, resalta la jerarquización de los riscos, como se aprecia en los distintos nichos, en los cuales se combinan piezas de talavera mexicana con otras de origen japonés y chino. Además, formalmente la fuente se encuentra dividida verticalmente en dos mitades iguales, pero se observa una tendencia a la ubicación de la porcelana japonesa en el lado izquierdo, que establece una especie de diálogo con la mitad derecha, en la que se dispone la mayoría de las piezas chinas, sugiriendo que su artífice tuviera conocimientos sobre la materia y que quizás buscara enfrentar en la obra los dos estilos distintos.
A modo de detalle curioso que nos sirva de salto hasta la época contemporánea, no podemos evitar mencionar que en la sala que recrea las dependencias personales de Fabela se encuentra un desnudo del pintor japonés Leonardo Tsuguharu Foujita.[11]
A partir de este breve recorrido por alguno de los museos más destacados de la capital mexicana, podemos comprobar como la presencia de piezas y manifestaciones provenientes de Extremo Oriente conforman un valioso testimonio con el que ilustrar las relaciones que a lo largo de la historia se han mantenido entre ambos extremos del océano Pacífico. Estas obras, gracias al buen hacer de las instituciones responsables, resultan fácilmente accesibles al público, por lo que no podemos más que recomendar encarecidamente al lector la visita de las distintas colecciones.
Notas:
[1] Además del Museo Nacional del Virreinato, a cuya sección asiática ya dedicamos un artículo, muchos otros museos presentan importantes piezas de origen asiático. Entre ellos destacan el Museo Histórico de Acapulco “Fuerte de San Diego”, el Museo Pedro Coronel de Zacatecas, el Museo Naval de Veracruz o los museos José Bello y González y José Bello y Zetina de Puebla de Zaragoza.
[2] Este breve recorrido está realizado de acuerdo a los recorridos expositivos que se encontraban vigentes a mediados del año 2015; la riqueza de los fondos patrimoniales de las diferentes instituciones, así como la realización de exposiciones temporales, el eventual préstamo de piezas, la política de adquisiciones y restauraciones y, en definitiva, la agradable costumbre de renovación de los recorridos museográficos pueden hacer que las piezas descritas y aquí mostradas difieran de las que se exhiban en los próximos meses.
[3] El Museo Nacional de Historia de México se encuentra situado en el Castillo de Chapultepec. El edificio fue construido entre los años 1785 y 1787, diseñado como sitio de descanso por orden del virrey Bernardo de Gálvez. A lo largo de la Historia sus instalaciones se destinaron a sede del Colegio Militar, escenario de batallas durante la invasión estadounidense, residencia imperial de Maximiliano I de México y la emperatriz Carlota, y residencia presidencial. Convertido en museo en 1944, sus salas albergan piezas pertenecientes a un periodo histórico que va de la Conquista hasta la Revolución de 1910; entre ellas destacan objetos pertenecientes al emperador Maximiliano y su esposa Carlota, y al general Porfirio Díaz y su esposa Carmen Romero Rubio. Sus instalaciones comprenden más de cuarenta áreas que sintetizan la historia de México, incluyendo obras pictóricas y escultóricas, indumentaria, tecnología, numismática, instrumentos musicales, enseres de plata y cerámica, banderas, carruajes y documentos.
[4] Sobre las mismas, véase Obregón, Gonzalo. “La colección de marfiles del Museo nacional de Historia”, en Anales del instituto Nacional de Antropología e Historia, n. 7. México, Museo Nacional de México, 1955. Disponible aquí y Obregón, Gonzalo. “La colección de muebles del Museo Nacional de Historia”, en Anales del Instituto Nacional de Antropología e Historia, n. VI. México, 1954. pp. 151-156. Muy pocos de sus maravillosos objetos se exhiben actualmente; además de numerosos marfiles de temática cristiana destaca la sillería de la sala capitular del convento de San Agustín.
[5] Gerardo Obregón señaló que la abundancia de piezas de marfil orientales de carácter religioso en México se debía no solo al comercio del Galeón de Manila, sino también a un chino de artesanos chinos que se establecieron tempranamente en la Ciudad de México y que se especializaron en el trabajo de mobiliario y de marfil. Éstas suelen estar realizadas con materiales y técnicas de origen asiático, pero utilizaban iconografías occidentales de temática cristiana, que en muchas ocasiones -especialmente en China- se reinterpretaban de acuerdo a la tradición local.
[6] El Museo Franz Mayer, situado en un antiguo edificio hospitalario, alberga la principal colección de artes decorativas y diseño de México, además de ser sede de diversas exposiciones temporales de arte, diseño contemporáneo y fotografía. Su creación es el resultado de la vocación y la mentalidad filantrópica de Franz Mayer, afamado coleccionista alemán nacionalizado mexicano. Mayer inició su colección en 1919, enfocada en el arte decorativo, considerado todavía un arte menor, por lo que ha de verse al coleccionista como un precursor de la revalorización de este tipo de manifestaciones a nivel internacional. Su carrera como coleccionista se prolongó a lo largo de más de cincuenta años, llegando a atesorar más de 9500 objetos, datados la mayoría entre los siglos XVI y XIX, tratándose principalmente de objetos origen novohispano, entre los que destacan las piezas de platería, cerámica, mobiliario, textiles y pinturas, así como azulejos. Destacan también los 10.000 libros relacionados con las artes decorativas y la Historia de México. Franz Mayer legó su colección al pueblo mexicano mediante un fideicomiso cultural del que es fiduciario el banco de México, el cual incluía los recursos económicos para instituir el museo.
[7] En este último ámbito, destacan tanto las piezas en las que se aplica la técnica del maque, como los enconchados o las cerámicas de Talavera.
[8] Entre las que quedan fuera, destacan una maceta y un frasco de porcelana china de la dinastía Qing, así como varios muebles de fabricación cantonesa e indoportuguesa y que datan de finales del siglo XIX.
[9] Isidro Fabela (1882-1964) fue un abogado, escritor, historiador, lingüista, filólogo y diplomático mexicano, que a lo largo de su vida ocupó diversos cargos políticos y diplomáticos, como el de juez de la Corte Internacional de Justicia de La Haya entre los años 1946 y 1952. En año 1958 realizó la donación de su archivo documental personal, consistente en más de un millón y medio de documentos y más 1.500 fotografías, así como de su colección artística. En 1963 se inauguró el Centro Cultural Isidro Fabela, ubicado en la histórica casa del Risco, popular inmueble de la zona de San Ángel y que además de alojar la ya mencionada Fuente del Risco, fue observatorio y escenario de escaramuzas bélicas más que notables a lo largo del siglo XIX.
[10] Castro Rodríguez, Fátima. Porcelana japonesa en el México Virreinal. Ciudad de México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2012, pp. 61-64.
[11] Tsuguharu Foujita (1886-1968), fue un pintor de origen japonés nacionalizado francés. En su madurez, se convirtió al catolicismo, tomando en su bautismo en nombre de Léonard Fuijita. Su trayectoria se vio influenciada por la obra de impresionistas y simbolistas, caracterizándose sus realizaciones por tratar temáticas occidentales mediante el empleo de técnicas de la tradición pictórica japonesa.