En artículos anteriores hemos realizado un breve recorrido por una serie de hornos en los que en la actualidad se siguen desarrollando distintos ejemplos de la tradicional cerámica japonesa. Tras poder contemplar algunos de los ejemplos de cerámicas de la prefectura de Kumamoto, en la isla japonesa de Kyûshû en el presente artículo nos centraremos en las cerámicas de Isshôchi, piezas que se vienen produciendo en las montañas al sur de la ciudad de Kumamoto, en la zona de Isshôchi, desde el periodo Edo (1603-1868). El samurái Migita Dempachi, al servicio del clan Saga, conjugaba las labores de vigilancia de las fronteras del territorios del clan junto con la realización de piezas de cerámica en un horno propiedad del señor feudal o goyôgama, labor mantenida y continuada por sus herederos durante siete generaciones hasta el final del periodo feudal. Con la llegada de la era Meji (1868-1912),el horno se vio abocado a cerrar, siendo reabierto en el año 1937, aunque la cerámica de Isshôchi cobraría un nuevo impulso a partir de 1957, momento en que el ceramista Narita Katsuto comenzó a desarrollar toda una serie de piezas destinadas a la ceremonia del té, vasos para el consumo de sake, así como cuencos y jarrones. Este tipo de piezas de cerámica de Isshôchi producidas por Narita Katsuto se caracterizan por presentar un cuerpo de paredes finas, compuesto por una pasta en cuya composición se mezclaban a partes iguales arcilla y toseki, la piedra que se lleva empleando en Japón para la realización de porcelana. La mezcla resultante de la cerámica de Isshôchi adquiere un característico tono rojizo, presentando una gran dureza debido a la adición del toseki. Gracias a la ayuda y colaboración con otros ceramistas de hornos cercanos de Kyûshû, como los de Hizen, Ryûmonji y Satsuma, se desarrolló toda una serie de vidriados de barnices de color negro hierro, verde cobre y otros obtenidos a través de cenizas de madera local. Las decoraciones que presentan las cerámicas de Isshôchi se consiguen a través de la técnica hakeme, consistente en pinceladas realizadas con barbotina, o mediante el procedimiento denominado de goteo o nagashigake, con el que se consiguen una serie de efectos característicos de esta cerámica, que posibilitan la aparición de una serie de puntos o marcas blanco-azuladas del barniz de paja de arroz sobre un fondo de vidriado más oscuro.
Desplazándonos hacia el oeste de Kumamoto y cruzando las aguas del mar de Ariake se encuentra la península y ciudad de Shimabara, en la actual prefectura de Nagasaki. Muy cerca de Shimabara se alza imponente el monte Unzen, uno de los volcanes con mayor actividad del archipiélago y que ha entrado en erupción en distintas ocasiones a lo largo de las últimas décadas, causando cuantiosos daños en las localidades vecinas. Pese a la inestabilidad de la zona volcánica, la belleza y espectacularidad del entorno hizo que fuera reconocido como uno de los primeros parques nacionales japoneses, declarándose en 1934 el Parque Nacional de Unzen Amakusa.
En el terreno de la producción de piezas de cerámica, el monte Unzen también ha venido desarrollando un papel destacado. Ya en época medieval se trataba de un importante centro cultural y de producción de cerámicas, especialmente de piezas relacionadas con el culto budista, aunque con el paso del tiempo se iría ampliando el catálogo para cubrir las necesidades del día a día de los habitantes de la zona.
La cerámica de Unzen vivió un periodo de revitalización en el siglo XX, durante el periodo Taishô (1912-1926) momento en que comenzarían a realizarse tejas de cerámica por parte de Honda Shinki, pero no sería hasta la instalación en la zona del ceramista proveniente de Tokio, Shigeta Hyakkansai, entre los años 1926-1953, cuando se harían famosos los cuencos para el té y jarrones de flores de cerámica de Unzen. No podíamos dejar de mencionar el papel destacado del que es considerado como el fundador de la cerámica de Unzen actual, también conocido como Seihô, un fotógrafo de profesión que construyó su horno en Unzen en el año 1960, actividad que ha continuado tras su muerte en 1993, ya que su hija Hami y el marido de ésta, Akira han mantenido la producción en la zona. Las piezas realizadas por la familia Ishikawa se destinan especialmente a la práctica de la ceremonia del té, aunque también son frecuentes piezas de celadón, denominadas yakishime, realizadas en gres y que se cuecen a alta temperatura sin vidriar, así como cuencos con decoración tenmoku.
En la actualidad la zona de la península de Shimabara se trata de una importante zona turística,ya que el terreno volcánico ha propiciado la presencia de numerosos onsen que atraen cada año a multitud de visitantes, lo que sumado a la importancia de los acontecimientos históricos[1] desarrollados en los alrededores de Shimabara, ha posibilitado que se trate de un destino muy popular tanto entre el público japonés como entre los coleccionistas de cerámicas, donde se pueden encontrar piezas en la actualidad que conservan cualidades y características profundamente arraigadas con los procesos tradicionales.
Para saber más:
Notas:
[1] En el año 1637 se produjo la que es conocida como Rebelión de Shimabara. A comienzos del periodo Edo, campesinos de la zona, entre los que se encontraban numerosos cristianos, se levantaron en armas contra las autoridades acuciados por los elevados impuestos a los que se veían sometidos. Los rebeldes, a los que se unieron numerosos samurái sin señor o ronin, se encontraban al mando de Amakusa Shirô, y fueron sometidos con extrema dureza por las autoridades del shogun, que contaron con la ayuda de naves holandesas estacionadas en la vecina isla de Deshima. Muchos de los rebeldes fueron violentamente ejecutados y como consecuencia de los enfrentamientos se prohibió el comercio de ultramar con los portugueses, conllevando progresivamente al aislamiento del país y la persecución total del cristianismo.