Baskin (Can Evrenol, 2015) fue una de las películas más esperadas el año pasado en el Festival de Sitges, y no era para menos, ya que se trata de la ópera prima del director turco Can Evrenol y está basada en un cortometraje de 2013 del mismo título, que tuvo muy buenas críticas y un éxito notable en los festivales en los que se proyectó. Además, el cine de terror turco de bajo presupuesto no es precisamente un desconocido (véase si no la saga Dabbe), así que era lógico que el filme se recibiera con cierta expectación; de hecho, formó parte de la Sección oficial de largometrajes.
La película cuenta la noche en la que un grupo de policías turcos atienden una llamada de socorro en un edificio abandonado, donde una extraña secta está celebrando una misa negra y, aunque la parte concerniente en este escenario es la más destacable, hay que decir que Baskin peca de irregular. El problema de transformar un corto de unos diez minutos en una película de mayor formato es el de abusar de metraje, y eso es lo que le pasa al filme de Evrenol, que parece que no tenía más que contar. Toda la primera parte resulta irrelevante en realidad, hasta inconexa, en la que se pretende presentar a unos personajes con los que el espectador no consigue empatizar (son abusones y groseros), que están vagamente construidos (incluso el policía joven, Arda —Gorkem Kasal—, el protagonista) y donde los homenajes cinéfilos son evidentes, aunque interesantes (esa conversación del principio a lo Reservoir Dogs, 1992, de Tarantino, por ejemplo).
En cualquier caso, aparte de la influencia notable de Hellraiser (libro y película) y de su creador Clive Barker —autor de obligada mención cuando se habla de obras en las que se junta placer, dolor, carne torturada, aversión y atracción, sangre que significa vida y muerte al mismo tiempo…, todo protagonizado por seres y criaturas monstruosas de pesadilla que han corrompido su alma por la búsqueda del hedonismo—, cabría mencionar también a David Lynch y su Mulholland Drive (2001) en la secuencia en la que Arda le cuenta al otro policía una pesadilla recurrente y un recuerdo inquietante de su infancia, así como a Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984), por esas reflexiones sobre los sueños y la realidad, aunque salvando las distancias. Como vemos, no hay referencias al folclore turco en Baskin, sino que es más bien una película que mira a Occidente en su concepción.
Si dejamos de lado la primera parte, que se prolonga innecesariamente para desesperación del espectador, a pesar del intento de amenizarla con buenas dosis de humor negro, la última media hora es la que nos ofrece lo que queríamos ver de Baskin: una misa negra que podría formar parte de un relato de Clive Barker donde no falta de nada; carne, muerte, sangre, vísceras, sexo depravado o canibalismo, son algunos de los elementos que se dan cita en el edificio abandonado en el que van a parar nuestros desgraciados protagonistas. De todos los engendros monstruosos que componen la secta, hay que destacar la presencia del líder, interpretado magistralmente por Mehmet Cerrahoglu, que nos regala momentos impagables de gore sin contemplaciones.
Por esta última media hora, Baskin podría merecer la pena para los amantes del cine de terror menos comercial y el gore, por algunas escenas perturbadoras y una buena puesta en escena, además de esa fotografía sucia y oscura que resulta inquietante. Aún así, la verdad es que la película en conjunto no está bien concebida por este exceso de metraje que comentábamos, sin mencionar el argumento tan pobre que tiene, resumible a dos líneas si eliminamos todas las escenas sobrantes y diálogos que no tienen importancia para el transcurso de los hechos; lo cual es una lástima, porque uno se queda con las ganas de descubrir qué conexión existe entre el jefe de policía, Arda, los del restaurante y las ranas —motivo recurrente a lo largo de Baskin, que hasta en el tráiler parecía simbólico en un principio— con la secta, y si todas las conversaciones entre los policías tienen una importancia argumental real o no. El final, que no desvelamos para no chafar el filme a quien quisiera verlo, resulta bastante decepcionante y confuso, no tan novedoso y sorprendente como pudiera parecer en un principio (ya dice el policía que es un cruce de caminos, a fin de cuentas). Así, pese a haber despertado expectación, las críticas en Sitges fueron muy diversas, pero las negativas estaban motivadas precisamente por los fans del corto, y no es para menos, a pesar de lo cual recomendamos su visionado a un público especializado, es decir, a los verdaderos amantes del cine de terror y el gore menos comercial y de bajo presupuesto, para que juzguen por sí mismos.
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