Las películas de Mamoru Oshii o Hayao Miyazaki, dos de los grandes referentes de la animación japonesa, plantean profundas reflexiones sobre la naturaleza o la condición humana acompañadas de escenas épicas. El comienzo de Ghost in the Shell 2: Innocence(en el que Oshii compara la creación de una máquina con un alumbramiento humano) o el final frenético de La princesa Mononoke (canto de denuncia de Miyazaki a la destrucción de la naturaleza),constituyen una buena muestra de lo que podemos encontrar en sus filmografías, y de la distancia que los separa de directores del corte de Makoto Shinkai, al que la etiqueta de “nuevo Miyazaki”, lanzada por algunos medios, no acaba de encajarle.
En general, porque no hay peor forma de minusvalorar la obra de un autor que poniéndola bajo el paraguas de otro (aunque sea con una finalidad positiva); en particular, porque es cierto que en sus películas parece vibrar un aire artesanal (tanto en la forma de trabajo como en la construcción de las emociones de los personajes) y que uno de sus films de referencia es precisamente El castillo en el cielo. Pero el prisma es radicalmente distinto al que podemos encontrar en las propuestas del director de El viaje de Chihiro: Makoto Shinkai tiene un toque verdaderamente personal que gravita por varios géneros, desde la fantasía más identificable con el director de Studio Ghibli (en Children Who Chase Lost Voices, recomendada desde aquí al lector, encontramos un buen ejemplo) con toques de ciencia ficción, hasta el drama romántico de la película que reseñamos.
5 centímetros por segundo, estrenada en el año 2007 y editada recientemente en España en DVD, es un retrato del paso del tiempo y de la evolución del amor a partir de las vidas de dos adolescentes que se ven obligados a vivir sus sentimientos mutuos a kilómetros de distancia. Shinkai plantea una narración de silencios y pausas, con un avance lento en el que se pueden descubrir los hilos de un guión magnífico, intuitivo más que lógico, atado en base a las emociones de los personajes y con verdaderos momentos de clímax emocional. Los protagonistas reflexionan e interiorizan sus emociones, invitando al espectador a unirse a ellos. Las metáforas visuales priman y sirven a veces como sustitutas del diálogo, concediendo una importancia destacada al carácter simbólico de los trenes y las estaciones, como metáfora de viaje y paso del tiempo.Se acompañan por una banda sonora de tono melancólico bastante acorde al mensaje general.
Estéticamente Makoto Shinkai logra un resultado con bastante fuerza visual. Los films del director se caracterizan por incorporar los beneficios del diseño gráfico por ordenador a los fondos. Se aprecian multitud de detalles, contrastes y brillos que parecen configurar en cada fotograma una postal única.
Dos posturas son perfectamente factibles ante esta película: el aburrimiento por la falta de dinamismo físico en beneficio del emocional, sumado a veces a una cierta indiferencia ante un film que podemos tachar de “sensiblero”, o el impulso rápido al kleenex por parte de algunos espectadores ante los golpes emocionales que pueden encontrar. Mantengamos una postura u otra ante la película, no podemos negarle la construcción sosegada de los personajes y las cuestiones de fondo que propone, en especial el paso de la adolescencia a la madurez y la fuerza del destino, deslizadas a través de una historia cotidiana, sin los héroes de Miyazaki ni sus entornos fantásticos, en la cruda realidad del día a día.
Notas:
El concepto de “reisei”, presente en el título del post, es aproximadamente, “calma” o “tranquilidad” en japonés.