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Del Protectorado Japonés al Porfiriato: la migración coreana a México en 1905. Parte I – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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Del Protectorado Japonés al Porfiriato: la migración coreana a México en 1905. Parte I

Desde la misma aparición del hombre, este ha tenido una continua movilidad abandonando el lugar en el que vive para establecerse en otro. La migración es un fenómeno que se suscita debido a la decisión de algún sector de la sociedad de abandonar su lugar de origen, producto de guerras, confrontaciones internas y externas y, fundamentalmente, por el incremento de la pobreza, que lleva a la búsqueda de mejores oportunidades para aumentar así el nivel de vida de sus familias y mejorar sus niveles de bienestar.

Aunque es bien sabido que en la búsqueda de un mejor futuro, dentro del flujo migratorio, un gran número encuentra la muerte en la travesía hacia lo desconocido, otros sobreviven en un espacio social adverso donde predominan problemáticas como inequidad, abuso e indiferencia.  A pesar de ello, la movilidad de personas de un lugar a otro ha prevalecido a lo largo de la Historia.

Este es el primero de tres artículos donde abordaremos el flujo migratorio  de coreanos que decidieron abandonar su país y llegaron a suelo mexicano para comenzar a forjar su historia de vida en esa Nación. A fin de entender el contexto en que se desenvuelve el fenómeno migratorio, debemos mencionar como antecedente directo el 16 de febrero de 1876, fecha en que Japón presionó a Corea para que firmara el Tratado de Kanghwa que concedió al Imperio derechos extraterritoriales y el uso de puertos coreanos para el comercio entre ambas naciones. Entre las causas de la invasión japonesa, deben citarse la inestabilidad económica, que provocó una gran inflación, así como las inundaciones, causantes de la crisis alimentaria y de la extensión del cólera entre la población.

Imagen que representa la asistencia del Sr. Embajador Coreano a la firma del tratado de Corea Japón en 1876, también conocido como Tratado de Pasillo o Tratado de Amistad Japón-Corea.

Ahora bien, ubicados ya en el año 1905, en Corea se vivía en los albores del llamado protectorado Japonés (1905-1910). Hasta esos momentos la península era conocida como el reino de Joseon debido a que ese era el nombre de la dinastía que gobernaba en el momento (1392-1910).  Japón se apropió de las instalaciones portuarias, además de una extensa red de ferrocarriles, incluyendo el nudo ferroviario de la ciudad portuaria meridional de Busán, el cual permitía los desplazamientos a través de la capital (Seúl) y, asimismo, se dirigía al norte hacia la frontera con China. Esto facilitaba una economía de tipo colonial, favoreciendo la extracción de materias primas (madera), alimentos (principalmente arroz y pescado) y recursos minerales (carbón y mineral de hierro), pero también era considerada como una necesidad estratégica por el ejército japonés, puesto que le permitía tomar el control de Corea. De esta forma, una segunda intención era la de mover grandes cantidades de tropas y materiales a la frontera con China en un plazo corto de tiempo.

Muchos colonos japoneses estaban interesados en la adquisición de tierras agrícolas en Corea, incluso antes de que el gobierno japonés fuese oficial en 1906. El sistema de la propiedad de la tierra coreano era complejo y se encontraba dividido entre los terratenientes, los parciales propietarios-inquilinos, y los cultivadores tradicionales pero sin necesidad de tener una prueba jurídica de la propiedad. La propiedad se le fue denegada a los que no podían proporcionar esa documentación escrita, en su mayoría la clase inferior y los propietarios parciales, que solo tenían acuerdos verbales llamados “derechos de cultivador”.

Aunque el plan acabó con éxito dando lugar a la reforma de la propiedad de la tierra y las estructuras de los impuestos, causó un amargo y hostil ambiente en la época, permitiendo que una gran cantidad de tierras coreanas fueran aprovechadas por el gobierno y otorgó tierras subvencionadas a los agricultores y pescadores japoneses dispuestos a establecerse en Corea como parte de un esfuerzo durante la colonización.

Por su parte, México vivía una etapa  no menos convulsa que la de la península coreana; se trataba de los últimos años del periodo presidencial de Porfirio Díaz (1876-1911). Teóricamente hablando, México era una República Democrática, Representativa y Federal, sin embargo, la dictadura porfirista se prolongó hasta 1911, año en que Díaz fue desterrado y enviado a Francia. Esta etapa de la historia mexicana se caracterizó porque se centralizó el poder en la figura de Porfirio Díaz, cuya voluntad suplantó las garantías establecidas en la Constitución de la época, convirtiéndose en el motor y el volante del país entero.

El entonces presidente reformó a su antojo al ejército y subordinó a este a la policía federal y a una policía rural con las cuales mantuvo el orden en todo el país. Esto no impidió que hubiera rebeliones, levantamientos, protestas y conflictos, pero ninguno logró hacer tambalear el gobierno.

Porfirio Díaz. Presidente de México de 1876 a 1911.

La continuidad del porfiriato se tradujo en un auge material, fruto de avances considerables en el terreno de lo económico, consecuencia de la apertura a la inversión extranjera y de la liquidación de los terrenos ociosos, vendidos al mejor postor, generalmente a quien menos los necesitaba. Los cultivos (café, azúcar, algodón) aumentaron considerablemente, aunque no tanto como la actividad minera (hierro, cobre, plomo) y la explotación petrolera. Al mismo tiempo, el gobierno insistió en la modernización del país, invirtiendo en obra pública y en la expansión de la red ferroviaria, por ejemplo, cuyas dimensiones alcanzaron los veintitrés mil kilómetros.

Es necesario mencionar que hacia el año 1883, en México se creó la Ley de Colonización que favorecía a los nacionales y extranjeros que quisieran asentarse en las regiones de desarrollo.[1] Uno de los principales objetivos del gobierno de Porfirio Díaz fue el fomento de la inmigración de extranjeros y las inversiones, que contribuyeran en el llamado proceso de modernización. Los coreanos, ansiosos de salir de su país debido a las condiciones arriba detalladas, no dudaron en aceptar un contrato en el que se especificaba que debían trabajar para terratenientes mexicanos, particularmente los hacendados henequeneros yucatecos[2] por un plazo de cuatro años.

Motivados por el deseo de darles a sus descendientes un mejor futuro y evitar que sufrieran los estragos de la invasión japonesa, estas personas llegaron a territorio yucateco y vivieron una rápida dispersión geográfica, lo que unido a la falta de mujeres coreanas y la ausencia de una cadena migratoria,  provocó una asimilación cultural, además de un rápido mestizaje con la población local.[3]

Bandera de Corea que llevaron los migrantes coreanos a México. Imagen compartida por Sr Irving Lee (Pdte. Alianza de Descendientes Coreanos México-Cuba).

En 1905, mil treinta y tres coreanos salieron de Chemulpo, hoy Incheon, con destino a México, entrando por Salina Cruz, Oaxaca, con la promesa de mejorar sus condiciones económicas, volverse ricos e inmigrar a Estados Unidos, donde mejorarían aún más su situación económica. Sin embargo, el viaje fue adverso pues aproximadamente veintiún coreanos migrantes murieron en la travesía, varios de ellos en el buque SS Ilford, de origen inglés y con  tripulación alemana que los llevo a tierras mexicanas.

Buque SS. Ilford.

Tuvieron entonces que enfrentarse a la realidad de la diferencia cultural, las costumbres alimentarias,[4] el lenguaje, el clima, e incluso la esclavitud, que fueron algunas de las vicisitudes que tuvieron que afrontar y superar. En general, este es el contexto histórico en el que se desenvuelve la migración coreana a México durante los primeros años del siglo XX.

En un segundo artículo analizaremos con mayor detenimiento la vida cotidiana de los coreanos, su proceso de adaptación a las costumbres del país al que llegaron y su trabajo, particularmente dentro de las haciendas henequeneras en el Estado de Yucatán.

Para saber más:

  • Dávila Valdés, Claudia, “La migración coreana en Yucatán. Procesos de integración y movilidad social y geográfica.”, Iberoamérica, nº2, vol. 17, 2015, pp. 203-234.
  • Reyna Bernal, Angélica Elizabeth, Políticas de migración y redistribución de población en México efectos de la política migratoria en la Ciudad de México. México, Centro de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano El Colegio de México, 1991.
  • Romero Castilla, Alfredo, “Los coreanos en México”, Revista Eslabones, nº9, 1995, pp. 57-68.
  • Romero Castilla, Alfredo, “Huellas del paso de los inmigrantes coreanos en tierras de Yucatán y su dispersión por el territorio mexicano”, Ota Mishima, María Elena (coord.), Destino México. Un estudio de las migraciones asiáticas a México siglo XIX, México, COLMEX, 1997, pp.123-166.

[1] Reyna Bernal, Angélica Elizabeth, Políticas de migración y redistribución de población en México efectos de la política migratoria en la Ciudad de México. México, Centro de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano El Colegio de México, 1991, p. 56.

[2] El henequén es una especie de agave que forma una roseta de hasta 2,5 m de diámetro y se emplea en la fabricación de fibras textiles y en la elaboración de pulque, mezcal y tequila. Es característico del Estado de Yucatán, México.

[3] Dávila Valdés, Claudia, “La migración coreana en Yucatán. Procesos de integración y movilidad social y geográfica.”, Iberoamérica, Vol.17 No.2, 2015, p. 204.

[4] Aquellos migrantes comían carne, arroz y pescado pero no maíz, ingrediente empleado para hacer tortillas, que era y sigue siendo el alimento por excelencia en la canasta básica mexicana.

avatar Andrea Elena Ríos (21 Posts)

Licenciada en historia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha escrito varios artículos para la revista Debates por la Historia de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH), México y la publicación de su tesis por el Centro de Documentacion de los Movimientos Armados (CeDeMa) en Valencia, España. Forma parte del seminario de Historia de Corea en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Su línea de investigación gira en torno a los movimientos sociales en Corea durante la ocupación japonesa (1910-1945).


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2 Comments

  1. Olguín Ramírez
    16/12/2019
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    Gracias por compartir. Conozco poco acerca de Corea pero me interesó por lo del porfiriato. Saludos

  2. Aneskis Garza
    17/12/2019
    avatar

    Buenas noches, Andrea. Muy interesante lo que vos escribió; quedamos en espera de vuestro siguiente artículo.

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