Como ya abordamos en una entrada anterior, la atracción It’s a Small World, presente en varios parques de Disney, es una de sus más longevas y exitosas atracciones. A bordo de una barca, y al ritmo de una pegadiza canción, podemos visitar diferentes países del mundo, representados por muñecos -tanto estáticos como animados- vestidos a la manera típica de cada región, los monumentos de cada lugar, así como la fauna y la flora característica.[1] En el presente artículo abordaremos la representación de Asia en los diferentes parques, dando en primer lugar unas nociones generales.
A pesar de las similitudes generales, los motivos elegidos varían sensiblemente en cada edición de la atracción. Por ejemplo, es la edición de Hong Kong la que más espacio se dedica a Asia, que cuenta también con una mayor variedad en su representación étnica; lo mismo sucede con Oceanía en el caso francés -abordaremos la representación oceánica en un próximo artículo-, seguramente en un intento de dar mayor visibilidad a los territorios franceses de ultramar. No obstante, existen toda una serie de nociones generales que pueden aplicarse a todas ellas:
Todas las ediciones cuentan con un área de bienvenida, una sala de bienvenida y otra de despedida -aunque a veces son excesivamente breves- y un área final:
Dicho esto, centrémonos en la representación de los pueblos y elementos culturales asiáticos, que lógicamente siempre forman parte del mencionado recorrido alrededor del mundo.
En la primera edición de la atracción, inaugurada en 1966 en el Disneyland de Anaheim (California), tal como atestigua su recorrido inaugural, la presencia de Asia era muy limitada. Se llegaba en primer lugar a Oriente Medio, en donde aparecían un par de bailarinas de danza del vientre, veladas y vestidas a la manera otomana, aunque con velos más propios del golfo pérsico; lo hacían acompañadas de un flautista y de un tamborilero. Junto a ellas, otras muñecas, vestidas también a la manera otomana o, quizás, persa, y ataviadas con turbantes y velos, hacen sonar las panderetas. Se pasaba entonces a la India, precedida por un encantador de serpientes y sobrevolada por un conjunto de alfombras mágicas. El emblemático Taj Mahal hacía su aparición, flanqueado por un grupo de bailarinas ataviadas con sari. A su derecha, un pequeño grupo de músicos, femeninos y masculinos, tocaba instrumentos de la India, como el sitar.
A continuación, quedaba una versión simplificada del sudeste asiático, en la que una pequeña orquesta de gamelán (tradicional de Java, Bali y otras islas de Indonesia) toca para un grupo de bailarines de apariencia camboyana o tailandesa. La escena sucedía delante de un templo en apariencia hinduista, en la que se contonea la sombra de una diosa de seis brazos, con una iconografía que recuerda al arte jemer clásico. Concluía esta sección una representación de un arrozal en terrazas -cuyos brotes se abrían al son de la música- surcada por un agricultor de sombrero cónico a bordo de un carabao, todo ello coronado por un feroz sol.
A mano derecha llegaba entonces la representación de Japón, en delicados tonos pastel y surcadas de flores de cerezos. Diferentes figuras femeninas, ataviadas con kimono y abanico, se levantaban sobre un puente, mientras que un par de figuras masculinas propinaban profundas reverencias desde lo alto de un castillo-puente que daba entrada a la próxima sala.
Esta edición ha sufrido reformas recientes, siendo la más relevante -para el caso que estudiamos- la aparición de China, con pandas, acróbatas y el Mushu (de la película Mulán), y la reducción del espacio concedido a Japón, pero el espacio dedicado a Asia continúa siendo muy pequeño.
En Magic Kindgom (uno de los cuatro parques de Disney en Orlando, Florida, cuya edición de la atracción se inauguró en 1971), la atracción es menos espectacular, con menor número de personajes y escenarios más pequeños y bidimensionales. Oriente Medio queda limitado a una boda judía y a las mencionadas bailarinas veladas, en este caso junto a palanquines y a un elefante balanceándose que en otros lugares se incluyó dentro de India; además, es enfrentado a las representaciones de Grecia, los Balcanes y Rusia, apenas visibles. A esta le sigue una limitadísima representación de China, con fondos con la Gran Muralla, bambúes de los que come un panda y un par de equilibristas estáticos, que es sobrevolaba por una cometa con la representación del Rey Mono, en la iconografía que presentó en la película Uproar in Heaven.[3]
Un pequeño puente con tres personajes completa la escena, e inmediatamente después, a su derecha, aparece la representación de Japón, con un escenario de abanicos, que termina con un puente-castillo y dos personajes reverenciantes. Sobrevuelan la escena un conjunto de alfombras voladoras y cometas. Frente a todo esto, viene el ya repetido conglomerado de músicos, bailarines y diosas móviles pertenecientes al sudeste asiático (en este caso, con dos bailarines más con tocados diferentes, que recuerdan a los que se utilizan en Bali y Sumatra), al que sigue la representación de la India, con su encantador de serpientes, su Taj Mahal y sus bailarinas y sus músicos.
La edición tokiota de la atracción (abierta en 1983), cuyo diseño general se corresponde con el de Magic Kingdom, presenta algunas variedades. Oriente Medio, India y el Sudeste Asiático fueron representados de la misma manera, pero cambió lo relativo a Extremo Oriente. Una pequeña puerta china con dos personajes completa la escena, e inmediatamente después, a su derecha, aparece una pagoda y un puente rojos sobre los que alzan dos coreanos ataviados a la manera tradicional, con hanbok (y gat, en el caso masculino). Sobrevuelan la escena un conjunto de alfombras voladoras y cometas.
Japón tiene, lógicamente, más representación. Precedido de un torii, se despliega todo un escenario de abanicos -motivo recurrente tanto en el arte japonés como en su asimilación externa- de motivos variados. Entre ellos, se disponen figuras de campesinos, muñecas ataviadas con kimono, y figuras estáticas, a manera de kokeshis, que imitan a las del hinadan: encontramos a la familia imperial, pero también a un samurái. Sobre un escenario con el Monte Fuji al fondo, un par de darumas y un grupo de koinoboris (cursiva) completan la representación de Japón. Como era de esperar, a lo largo de la atracción y en la sala final, suena parte de la canción en japonés.
En la edición de Disneyland París (inaugurada en 1992), entramos en la parte asiática tras cruzar Rusia, a través de un puente. A la izquierda, queda Japón, surcado de elementos como abanicos, montes nevados y un gran torii: su “población” está compuesta tanto de animatrónics -que hacen profundas reverencias- como las mencionadas muñecas estáticas, todos ellos vestidos con kimono.
A la derecha aparece la representación de China, no demasiado detallada, incluyéndose a los animatrónics representantes de las minorías nacionales sobre un puente. Voladores de cometas (un niño japonés y un panda chino) completan la pequeña sala.
En el centro, y sirviendo de transición a la siguiente sala, encontramos una pagoda que se alza sobre un puente, desde el que saludan una pareja de coreanos, vestidos con hanbok. Todo ello se representa en color blanco, uno de los colores tradicionales de Corea y por el cual esta era identificada hasta mediados del siglo XX.
Pasando este arco se llega al sur de Asia, donde vuelve a aparecer el mencionado grupo híbrido de músicos y bailarines, en esta ocasión acompañados por un fondo de enormes rostros tallados en piedra, a la manera de los de Angkor Wat -el monumento del sudeste asiático más conocido en Francia- y otros grandes templos jemeres, completan la escena. El conjunto de observado, desde la derecha, por los taimados gatos siameses de La Dama y el Vagabundo, cuya raza, como su propio nombre indica, fue en un principio oriunda de la región.
Después encontramos la India, que cuenta con una representación mayor de la habitual, y a sus músicos y bailarines se unen animales como tigres y vacas sagradas. Por último, el mundo árabe aparece representado de manera muy ambigua: bazares, nómadas, bailarinas y lámparas con genio se mezclan con dromedarios y otros elementos magrebíes, terminándose así esta breve representación de Asia.
En el caso hongkonés, inaugurado en 2008, la representación de Asia es algo más rica, y para ella la canción emblemática fue grabada por primera vez en tagalo, coreano, mandarín y cantonés (ya había sido grabada previamente en japonés y árabe). En este caso, se entra a Asia tras la representación rusa, llegado directamente a Oriente Medio. En primer lugar, a la derecha, encontramos la boda judía, en esta ocasión sobre un decorado rocoso en el que aparece el edificio del Tesoro de Petra, en clara simplificación de Oriente Próximo. A continuación, pasamos a una no menos básica representación del mundo árabe, surcado de cúpulas y arcos de herradura. En primer lugar, unas veladas y modestamente cubiertas bailarinas, vestidas a la manera otomana, acompañan a un flautista. En segundo término, Aladdin y Jasmín (Aladdin) sobrevuelan en alfombra la fílmica ciudad de Agrabbah, mientras que Abú y la famosa lámpara del genio se encuentran en pleno bazar.
A continuación, se pasa directamente a la zona de Egipto y el Magreb; Asia no volverá a aparecer, un poco más inexplicablemente, hasta atravesar el Golden Gate californiano. La sección dedicada a Asia cuenta en esta ocasión con representaciones de más países: aparece de nuevo la India (en este caso junto a Mowgli y Balú de El libro de la Selva), Japón, China y el mencionado conglomerado dedicado al sudeste asiático. Sin embargo, aparece por primera y única vez Filipinas, representado a partir de dos mujeres tagalas o mestizas, ataviadas a la manera tradicional, con el pelo recogido, coloridos vestidos María Clara y sombrillas que hacen girar para nosotros desde la veranda de una casa tradicional o bahay-kubo.[4]
Los coreanos vuelven a aparecer, esta vez a bordo de un emblemático barco tortuga,[5] mientras que también se retoma brevemente la idea de un Vietnam o un sur de China ricícola que ya apareció en la primera edición, con un campo de terrazas de arroz surcado por un agricultor de sombrero cónico a bordo de un carabao.
Como era de esperar, China cuenta con una mayor representación, apareciendo pagodas, acróbatas, voladores de cometas e incluso varios dragones, uno de ellos un shishi animado. Además de las preceptivas figuras con vestimenta de alguna de las diferentes minorías étnicas, la escena se completa con un gran paisaje bidimensional: se trata nada menos que el skyline principal de Hong Kong: con la orografía de la isla al fondo, edificios en primera línea (se reconocen el Bank of China, el Two IFC y The Centre, entre otros), y un mar surcado tanto por juncos tradicionales como por modernos barcos. Esta imagen, aunque sin la actualización de algunos edificios, fue una de las más repetidas en libros y reportajes de viajeros a China. Después, se pasa al área dedicada a los océanos.
Finalmente, y tras recorrer muchos más países, en la sala final -mucho más colorida que en otras ediciones- el tema principal se canta en mandarín, cantonés e inglés. Otro elemento que diferencia a esta edición es el constante motivo de cometas, elemento de fuerte implantación asiática, que surca toda la atracción, tanto en dos como en tres dimensiones.
En definitiva, hemos podido ver cómo algunos países siempre figuran a la hora de representar, aunque sea esquemáticamente y para un público infantil, a Asia: nunca faltan China, Japón o la India, que se representan profusamente y de manera variada a partir de símbolos culturales sobreexplotados y arquetípicos, pero no por ello menos correctos. Otros países, como los del mundo árabe y los del sudeste asiático, son representados de forma entremezclada, presentando como un continuum de tradiciones culturales propias de diferentes regiones y religiones (Indonesia, Tailandia y Camboya en un caso, y Egipto y Turquía en el otro), a pesar de lo cual se presta igualmente una extraordinaria atención a los detalles reales de trajes, bailes y escenarios. Otros países, como Corea, Vietnam -apenas insinuado-, o Filipinas, aparecen únicamente en alguna ocasión, y aunque arquitecturas y trajes regionales están presentados con corrección y detalle, sus elementos aparecen a menudo descontextualizados y sin espacio suficiente como para ser percibidos y/o asimilados. Por último, hay regiones que todavía no han aparecido en ninguna edición, como pueden ser el centro de Asia, los países del Himalaya, el sur de la India o alguna referencia explícita al corredor pasto-iraní (Azerbaiyán, Irán, Afganistán, Pakistán) o de la Península Arábiga, algo incomprensible, pues también generaron estereotipos habituales en el mundo infantil y del cine.
No obstante, quizás algunos de los elementos aquí mencionados cambien en la próxima edición de la atracción, que será inaugurada próximamente en el nuevo parque Disney de Shanghái, cuya inauguración está programa para el 16 de junio de este 2016.
En una próxima entrega analizaremos la representación de Oceanía y daremos algunas conclusiones generales sobre la extensión y la intención de las representaciones culturales en It’s a Small World.
Notas:
[1] Además de los países de Asia que detallaremos a continuación, y de los de Oceanía de los que nos ocuparemos en un próximo artículo, en la atracción aparecen representaciones de países de África (Egipto y el Magreb, representaciones tópicas del África Negra…), Europa (Inglaterra, Irlanda, Escocia, Hungría, Grecia, Francia, España, Italia, los Países Bajos, Rusia, representaciones genéricas de países escandinavos y balcánicos…) y América (Estados Unidos, Canadá, México, Brasil, representaciones genéricas del altiplano peruano…)
[2] Con la salvedad de Ariel de La Sirenita y de Woody y Jessie de la saga Toy Story, que se han incluido en un área submarina de Oceanía y en el salvaje oeste americano.
[3] Este detalle nos parece especialmente relevante ya que es la única referencia directa a una producción de la competencia que se encuentra en una atracción Disney.
[4] La casa filipina pre-colonial típica se levanta del suelo sobre pilares y suele contar con amplias terrazas o verandas. Sobre un marco de bambú o madera, se entretejen hojas de palma para generar paredes, puertas y ventanas; el tejado, a dos aguas, también es de este material.
[5] Los barcos tortuga, o kobukson, son un tipo de galera acorazada desarrollada en Corea a finales del siglo XVI, en el contexto de las guerras contra Japón, y que fueron conocidas por sus relevantes victorias. Además de la propulsión típica con velas y remeros, contaban como característica principal una armadura formada por planchas de madera que cubría el techo de la nave, mientras que en su frente se disponía una cabeza de tortuga o de dragón, por la que se echaba humo para ayudar a ocultar el barco al enemigo.