Tras pasar sin pena ni gloria por las taquillas internacionales, Reina y patria (2014)[1] llega ahora a los espectadores en formato VoD y DVD, y su visionado merece, sin duda, un somero análisis. John Boorman, guionista y director de la cinta, continúa aquí con el relato semi-autobiográfico que inició décadas atrás con la aclamada Esperanza y gloria (1987), que en su momento cosechó cinco nominaciones a los premios Oscar (incluyendo mejor película y mejor director). El filme original narraba la vida de Bill Rohan, un niño que vive en los suburbios de Londres con su familia durante la Segunda Guerra Mundial; este enfrentamiento bélico supondrá una ruptura de la monotonía y un interesante divertimento para los niños del barrio, los cuales juegan entre los escombros de las casas bombardeadas y coleccionan todo tipo de armas e insignias, aparentemente ajenos al horror de la guerra. Así, a través de los inocentes ojos del pequeño Billy, asistimos al drama del racionamiento, el esfuerzo bélico, los bombardeos del Blitz y situaciones familiares de lo más variopinto (la infidelidad de su madre, el embarazo no deseado de su hermana adolescente, etc.).
Por su parte, Reina y patria se inicia recuperando los últimos fotogramas de su predecesora, en los que vemos a Billy regresar al colegio para ver, con enorme alborozo, que este ha sido destruido por las bombas nazis. Seguidamente, tras este nexo de unión con la acción del filme anterior, nos trasladamos con un flashforward hasta el año 1952, con Bill convertido en un joven muchacho de 18 años deseoso de ser reclutado por el ejército británico para cumplir con el servicio militar obligatorio. En esta ocasión, la acción se centra en los avatares del reclutamiento y la vida militar, aderezados con el despertar de la sexualidad y la búsqueda del amor. A través de una trama aparentemente inocua, sencilla e incluso cómica (con un humor negro que roza el absurdo), presenciamos algunas temáticas profundas, como puede ser la situación de Inglaterra durante la posguerra (reflejada por cambios significativos como la llegada al trono de Isabel II o la difusión de la televisión), o la participación británica en la Guerra de Corea.
Este último aspecto es el que nos otorga una conexión con Asia que merece ser desgranada cuidadosamente. Corea, a lo largo del filme, no es sino una amenaza latente, un peligro lejano y poco definido que pende, cual espada de Damocles, sobre los jóvenes reclutas. En el fondo, la propia Guerra de Corea fue una consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, como esta película lo es de su predecesora, lo que ayuda a conectar más aún ambas ficciones.[2] Las únicas referencias que se hacen a la contienda se refieren a la necesidad de protegerse contra enfermedades venéreas y las frías temperaturas que se encontrarán allí. Empleando un mapa de la región, Billy explicará a sus subalternos que se trata de un combate entre comunismo y capitalismo, puesto que el norte era apoyado por China y la URSS, mientras que el sur contaba con Estados Unidos y “nosotros”, esto es, Gran Bretaña (como parte integrante de la ONU).
Ante la deserción de un soldado, el comité de guerra y el MI5 investigarán si fue motivado por las palabras de Billy, debatiendo si la contienda es un asunto moral o inmoral. La opinión del protagonista a este respecto se hará evidente cuando, al final de la cinta, visite a varios de sus compañeros en el hospital y pueda apreciar los estragos de la Guerra de Corea de forma directa, ya sean estos físicos (como mutilaciones) o psicológicos (síndrome postraumático).
Un aspecto sumamente interesante de la película son las constantes referencias cinematográficas que contiene, a modo de citas intertextuales. De esta forma, aparecen filmes como Casablanca (1942), El crepúsculo de los dioses (1950), Extraños en un tren (1951) o la cinta japonesa Rashômon (1950). Billy llevará a una chica a ver la cinta de Akira Kurosawa y, mientras él alaba la novedad técnica que supone contar tres versiones de la misma historia sin saber cuál de ellas es verdad, la muchacha se muestra terriblemente disgustada porque, al fin y al cabo, en todas ellas la mujer es violada. Esta dualidad y los diferentes análisis que hacen ambos del filme nipón, nos deja una interesante reflexión metacinematográfica, así como un punto más de unión con Oriente.
Formalmente impecable, de factura clásica y con una fotografía sumamente cuidada, el filme de Boorman nos ofrece un divertimento ligero que, sin llegar a las cotas alcanzadas por el filme precedente, supone una digna secuela y nos introduce de nuevo en un universo que bascula con elegancia entre lo dramático y lo irrisorio.
Para saber más:
Notas:
[1] Reina y patria / Queen and Country (2014). País: Reino Unido. Director: John Boorman. Guión: John Boorman. Música: Stephen McKeon. Fotografía: Seamus Deasy. Reparto: Callum Turner, Caleb Landry Jones, David Thewlis, Richard E. Grant, Tamsin Egerton, Vanessa Kirby, Sinéad Cusack, David Hayman, Brían F. O’Byrne, Gerran Howell. Productora: Merlin Films
[2] Con la rendición de Japón en 1945, los territorios ocupados por el imperio nipón en la península de Corea fueron divididos entre rusos y estadounidenses, protagonistas de la subsiguiente Guerra Fría. Esta división entre Corea del Norte y Corea del Sur continúa hasta nuestros días.