En el mundo japonés hay una gran cantidad de artes diferentes, y el ikebana es una de ellas. El término ikebana se puede traducir como “arreglo floral”, ya que esta palabra se compone de ikeru, “dar vida y arreglar”, y bana, que en realidad es hana, “flor”; también se le puede denominar como kado, “camino de las flores”. Esto no quiere decir que sólo use flores, sino que también utiliza elementos como enredaderas, ramas recién cortadas, bayas, hierbas, frutas, etc. Es decir, a pesar de que el ikebana hace una referencia directa a las flores, no sólo las engloba a ellas, sino a muchas otras sustancias de la naturaleza.
Este arte tiene una gran relación con la meditación. Esto es debido a la importancia que el ikebana tuvo dentro de la filosofía Zen, ya que practicando este arte se podía fortalecer y desarrollar la espiritualidad.
Hay una antigua tradición japonesa en la cual aparecen diez virtudes que todo hombre dedicado a las artes, como el haiku, la caligrafía o el ikebana, debe de conocer. Aquella que tiene un vínculo directo con el arreglo floral es la primera: “el arreglo floral allega lo alto y lo bajo en la relación espiritual”. [1]
Esta primera virtud es el hana-no-kokoro, “corazón de la flor”. La persona que trata una flor debe de poner en armonía su corazón con el de la flor, tratándola como a un igual, lo que crea una atmósfera sagrada donde se trabaja. De este modo, se trabaja en silencio, desarrollando la tranquilidad, la paciencia y la constancia, y cuando se han desarrollado y aprendido, se conseguirá la armonía entre la planta y la persona, siendo entonces cuando pueda trasladar estos elementos a la vida diaria.
Siglos más tarde, en 1668, se publicó un texto clásico sobre el ikebana, Rikka-Imayo-Sugasta, en el cual aparecen diez virtudes que debe de conocer un maestro del ikebana. Estas virtudes comparten similitudes con la antigua tradición, pero también hay diferencias. Éstas son: [2]
Estas virtudes, igual que las anteriores, ayudarían a desarrollar la espiritualidad, convirtiendo al ikebana en un medio por el cual se puede llegar a alcanzar la paz interior con la cual se consigue una mejor compresión espiritual del mundo.
Como se puede ver, es muy grande la importancia que el budismo y la filosofía tienen dentro del ikebana, y la razón de ello se aclarará en el apartado siguiente.
Historia y evolución del ikebana:
El ikebana proviene de una antigua tradición de los sacerdotes budistas chinos, ya que éstos practicaban el kuge, las ofrendas de flores a Buda y a los difuntos. Estas composiciones florales, al principio, eran sencillas, estando formadas por composiciones geométricas de tres tallos con las puntas hacia arriba; esto es algo que también se practicaba en la India, pero en menor medida. Esta tradición llegó a Japón con la introducción del budismo en el siglo VI.
Una vez llegado el budismo a Japón, una de las primeras tradiciones del ikebana que aparece es la Saga Goryu, una tradición que nace a partir de la fundación del Daikaku-ji en Kyoto por el Emperador Saga a principios del siglo IX. Esta tradición, la cual existe hoy en día, consistía en tranquilizar a las flores mediante la recitación del Sutra budista Hannya Shingyo; de esta manera, se unía la flor, la naturaleza, y la religión.
Con el paso de tiempo el ikebana se fue popularizando en Japón. Durante el período Muromachi (1336-1573) los arreglos florales eran muy apreciados por la aristocracia. Desde entonces se han escrito varios textos, siendo el más antiguo el Sendensho, una recopilación que abarca textos escritos desde 1443 hasta 1536.[3]
En este período surgieron los primeros tokonomas; éstos eran unos cubículos pequeños donde se encontraba el altar privado de los monjes. Consistían en un tatami con una mesa baja, una vela, un incienso, un kakemono (rollo de pintura despegable en el que suele aparecer caligrafía japonesa), una ofrenda y un ikebana. Con el paso de los años cambió la concepción de este espacio, apareciendo en las casas como el lugar sagrado de éstas.
En este período también se establecieron las bases del shoin-zukuri,[4] un estilo arquitectónico influenciado por el budismo Zen, en cuyo interior aparecen, muchas veces, decoraciones de ikebana, ya sea en sentido estricto o mediante su representación pictórica.
Durante la era Muromachi el ikebana se desligó de su carácter religioso inicial, convirtiéndose en un arte decorativo llamado tatebana (significa algo así como “flor en posición vertical”. Este arte decorativo fue muy utilizado por la aristocracia en los tokonomas de los palacios de estilo sukiya-zukuri.
En el siglo XV, Ikenobo Senkei se convirtió en un maestro muy popular en este arte, fundando la Escuela Ikenobo en el Templo Rokkakudo de Kyoto. Ikenobo Senkei era un sacerdote experto en la decoración floral de los altares. En esta escuela surgió el rikka, “flores de pie”, un estilo del ikebana que fue usado principalmente en ceremonias; las reglas del rikka no se formularon definitivamente hasta 1545. Este estilo se basaba en crear un microcosmos con muchas ramas con significados diferentes sobre un florero de bronce. De entre todas las ramas, destaca la principal, una rama vertical, asimétrica, la cual se doblaba hacia un lado antes de volver a su eje vertical. Se trataba de un arreglo floral que representaba todo el universo como si fuese un paisaje.
Esta escuela, además de formular los principios del rikka, completó un manuscrito que trata sobre las técnicas del ikebana; el manuscrito tiene el nombre de Sennokuden y fue escrito por Senno Ikenobo. Fue este manuscrito el que denominó al ikebana como kado.
Durante el período Azuchi-Momoyama (1568-1603) aparece el estilo chabana, “flores de té”, un estilo contrario al rikka. Este estilo es el que se usó para la Chanoyu, ceremonia japonesa del té, y se dice que fue un estilo desarrollado por Sen no Rikyū, aunque otras fuentes afirman que fue su esposa quien lo desarrolló. Chabana es un simple arreglo de flores de temporada colocado, normalmente, en un recipiente alto y estrecho; en ocasiones se trata de una única flor arreglada.
Este estilo se convirtió en la base del nageire, “tirarlo dentro”. Se trata de un estilo muy sencillo, surgido en el período Edo (1603-1868), en el que una serie de flores o ramas se ponen dentro de un florero, siendo una evocación poética. El nageire tiene tres formas de expresión: vertical, inclinado, y colgante, Muchas veces se trata de una única rama sobre un recipiente, el cual puede ser de bronce, en caso de ser una rama pesada, o de porcelana, si la rama es frágil y ligera; también se pueden situar en la pared sí se trata de una planta trepadora.
El nageire es el contrapunto del rikka. El rikka se centra en lo grandioso, lo elaborado, lo fijo y lo simbólico, mientras que el nagiere trata lo pequeño, la espontaneidad, la sugestividad y el respeto hacia la naturaleza.
Ya en el período Edo surgió una escuela que hay que destacar, la Escuela Enshu, fundada por Lord Kobori Enshu. Esta escuela se caracteriza por la línea curva, trabajando la rama de tal manera que se producen cortes a lo largo de ella, insertándose las cuñas en ellos, obteniendo así la forma deseada. Esta escuela fue muy popular entre los nobles, los samurái y la gente del pueblo, apareciendo representado muchas veces en las pinturas ukiyo-e, en las estampas y en los grabados.
A finales del siglo XVIII, Senjo Ikenobo refina el estilo rikka, y se desarrolla el seika o shoka, “flores vivas”. Este estilo se caracteriza por tener tres ramas básicas que se disponían como un triángulo asimétrico; estas ramas simbolizan el “Principio de Tres”, es decir, el hombre, el cielo y la tierra. El hombre (so) se encuentra en el centro, estando en medio del cielo (shin) y de la tierra (gyo).[5] Cada una de estas ramas se trabaja de manera diferente, el cielo (shin-seika) se representa como el arco de un arquero, es decir, se representa de manera vertical con una curva, siendo moldeada la rama hacia lo alto en una parábola; el hombre (so-seika) aparece representado de una manera más imaginativa, extendiéndose lateralmente, como si fuese una curva, contrastando con las otras dos ramas; y la tierra (gyo-seika) se suele representar de manera simple y compacta.
Además, dentro del shoka hay tres tipos diferentes: el formal, el semiformal y el informal. El primero de ellos se utiliza en los templos y se basa en un aspecto severo y solemne: tres ramas verticales mirando hacia el cielo, es decir, la tradición del kuge. El segundo se usa en un ambiente más hogareño, apareciendo en el tokonoma, donde las flores y las ramas se extienden libremente a ambos lados. El último es libre e imaginativo, pudiendo aparecer tanto en el tokonoma como en soportes colgantes.
Entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX surgen algunas nuevas escuelas de ikebana debido a que el shoka rompió con la tradición de la Escuela Ikenobo de Kyoto. Entre las nuevas escuelas se encuentra la de Misho-ryu, [6] fundada por Mishosai Ippo; esta escuela presenta el kakubana, un estilo basado en el diagrama: el círculo es el cielo, y representa el dinamismo y lo ilimitado, y la parte interior es la tierra, representando las estaciones. Este círculo se divide en dos triángulos: Yin (lo negativo) y Yang (lo positivo), y dentro de cada triángulo se disponen tres ramas que simbolizan: la más alta al cielo, la del medio al hombre y la menor a la tierra. Es decir, se aplica el “Principio de Tres”.
En estos momentos también cobra importancia el bunjin-bana, unos arreglos intelectuales que derivan de los pensadores y los pintores chinos; el hecho de que cobrasen relevancia en esta época fue debido a la publicación de un libro de China titulado Heishi. Este estilo se practicó de forma personal, presentándose de manera libre, siendo muy diferentes los arreglos a los que se podían ver en las casas de té.
Cuando comenzó la era Meiji (1868-1912), Japón se abrió al mundo y le llegó la influencia de Occidente; en este momento el ikebana empezó a ser practicado por muchas más personas, entre ellas las mujeres.
Durante esta era surgió el moribana, “flores apiladas”, un estilo creado por Ohara Unshin, quien fundó la Escuela Ohara. Este estilo emplea recipientes anchos y poco profundos, denominados suiban, “cuencos de agua”, lo que permitió que el artista pudiese crear paisajes, shakei, que representasen a la naturaleza. Es un estilo en el que se dio una gran libertad en la elección y combinación de flores. En este tipo de “arreglo” a veces se utilizan piedras y cuando se utilizan tres, se denomina Yang (masculino) a la que está de manera vertical a la derecha, y Ying (femenino) a una de las dos más pequeñas. El moribana, al ser un estilo tan libre, dio lugar al jiyu-bana, “libre disposición”, en el período Showa (1926-1989).
Desde aquí hubo muchas innovaciones que dieron lugar a escuelas modernas, que se fundaron en el siglo XX. Entre ellas hay dos que destacan: la Escuela de Koryu, fundada en 1900 por Tsunoda Mansaku, la cual hace mucha incidencia en las reglas matemáticas y geométricas, y la Escuela Sogetsu, fundada por Teshigara Sofu, que rompió con las tradiciones del ikebana, dando lugar a la individualidad y al desarrollo de la imaginación.[7]
Durante la posguerra aparecieron trabajos vanguardistas, zen’eibana, que introdujeron al ikebana ideas surrealistas y abstractas; de este modo, se ampliaron los trabajos y los materiales. En esta línea nace la Escuela Ichiyo (1937), que rompería una vez más con las tradiciones del ikebana e introduciría nuevos materiales.
Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) aparecieron muchos institutos, organizaciones, asociaciones, departamentos, museos, etc., que fomentaron y desarrollaron el ikebana. Destaca la fundación Ikebana International, fundada en 1956, con el acuerdo y el apoyo de las principales escuelas de ikebana, y que continúa siendo una fundación muy importante, hoy en día, a nivel mundial. También hay que destacar el Museo de Ikebana de Kyoto, fundado en 1976, el cual exhibe una gran cantidad de ikebana.
Hoy en día, las tres escuelas más importantes son la Escuela Ikenobo, la Escuela Ohara y la Escuela Sogetsu, y los estilos más practicados son el nagiere y el moribana. Además, hay muchos japoneses que no están afiliados a ninguna escuela, pero practican el ikebana, siendo este arte un elemento muy importante dentro de la vida, de la filosofía y del patrimonio del país nipón.
Para saber más:
Para saber más acerca del ikebana, aparte de la página de la fundación Ikebana International, son recomendables dos libros:
Notas:
[1] HERRIGEL, Gusty L., El camino de las flores. Introducción al espíritu del Ikebana, Buenos Aires, La Mandrágora, 1959, p. 65. Se puede encontrar en él, el listado de las diez virtudes y la explicación de las mismas.
[2] Para saber más sobre estas virtudes: http://www.japep.com.au/Ikebana_Zen.pdf
[3] http://www.ikebanahq.org/history.php [29-IX-2014].
[4] Para saber más sobre el shoin-zukuri: Elements of a Traditional Japanese Interior: http://www.yoshinoantiques.com/newsletters/Interiors.pdf [30-IX-2014].
[5] Dependiendo de la escuela, el cielo, el hombre y la tierra presentan terminologías diferentes.
[6] http://www.misho-ryu.com/english-index.htm
[7] http://www.britishmuseum.org/whats_on/past_exhibitions/2007/archive_ikebana.aspx [30-IX-2014].
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