Los años 60 supusieron tanto para España como para Japón toda una época de cambios en la sociedad. Todos ellos quedaron sin duda plasmados en la gran pantalla, y prueba de ello son las dos corrientes cinematográficas que, de forma paralela, se desarrollaron en ambos países.
En el caso de España se produce una apertura del cine, plasmada sobre todo en el nacimiento del Nuevo Cine Español(1962-1967). En la misma fue clave la figura de José María García Escudero, primer Director General de Cinematografía (septiembre 1951-marzo 1952).[1] La revista Nuestro cine será por otro lado su principal vehículo publicitario.En ella habrá distintos números monográficos que potenciarán el Nuevo Cine Español.
Dentro de este movimiento se engloba un numeroso grupo de películas desarrolladas por una serie de cineastas que debutaron en el cine español entre 1962 y 1967. Este cine se caracterizaba por tener una voluntad separatista, ya que quería distanciarse de todo el cine hecho con anterioridad. Deseo de abordar viejos temas pero desde una nueva perspectiva.
A su vez, y a pesar de que a todos ellos les une un realismo crítico desde el punto de vista estético, encontramos una gran diversidad de cineastas. Todos ellos eran artistas jóvenes con una actitud pesimista ante la vida, poco renovadores pero que abordaron los mismos temas desde diferentes perspectivas. Su juventud hace a su vez que no vivieran la Guerra Civil, pero sí la esfera represiva de la España de posguerra.
El hecho de que este tipo de películas realizaran una representación fidedigna de la realidad choca con la idea del régimen de formar profesionales bajo los criterios estéticos de moda en Europa para que pudieran competir en festivales internacionales. Resulta difícil asumir al Estado la idea de que estas películas, que plantean una crítica social, sean las más premiadas en los festivales internacionales.[2]
Algunos de los cineastas que participaron en este Nuevo Cine Español fueron Manuel Summers (Del rosa al amarillo, 1963), José Luis Borau (Brandy, 1964), Mario Camus (Con el viento solano, 1965), Basilio Martín Patino (Nueve cartas a Berta, 1965) o Angelino Fons (La busca, 1967).Carlos Saura supone el eje de unión entre la generación de los 50 y estos nuevos cineastas, puesto que su película La caza (1965) reúne las características del Nuevo Cine Español (visión pesimista, realista, crítica). Es difícil precisar el final de este movimiento.
Por otro lado durante los años 60 en Japón se produce un retroceso del consumo de cine japonés. Éste se debió principalmente a la llegada de la televisión, tal y como sucedió en el resto de países (entre ellos España). Crisis del sistema de estudios.
Precisamente es en 1960 cuando, tras la firma del Tratado de Mutua Cooperación y Seguridad entre los Estados Unidos y Japón y las consiguientes manifestaciones derivadas del mismo, Nagisa Oshima estrena su propia trilogía formada por las películas Seishun zankoku monogatari (Relatos crueles de juventud), Taiyō no hakaba (El cementerio del sol) y Nihon no yoru to kiri (Noche y niebla en Japón). Todavía están ligadas a los temas del cine taiyözoku.[3] Hay que tener en cuenta que el público juvenil estaba en auge en estos momentos, y que intentaba de un modo u otro encontrar su hueco en la sociedad japonesa. Surge en estos momentos la organización nacional estudiantil Zengakuren. Próxima en un principio al Partido Comunista, termina distanciándose de éste. Por su parte el extremismo de Oshima, tal y como ha señalado Donald Richie, derivó hacia un estilo “enteramente presentacional”.[4]
El desarrollo del nuevo cine japonés estará respaldado a su vez por el nacimiento en 1961 de la productora Art Theatre Guild. Aunque al principio está pensada con el fin de distribuir películas de calidad, en pocos años pasa a la producción de películas de presupuesto moderado. El director que más ayuda recibe por parte de ésta es Oshima. El cierre de la Art Theatre Guild en 1985 puede considerarse el final del nuevo cine japonés.
En este caso se desarrolla una corriente cinematográfica denominada Nūberu Bāgu o Nueva Ola Japonesa. Ésta guarda semejanza con otros movimientos desarrollados en este mismo periodo, como la Nouvelle Vague francesa[5] o incluso el Nuevo Cine Español. Precisamente respecto a la primera hay que subrayar que sus miembros eran reputados francófilos, admirados del cine galo, por lo que no es extraño encontrar en su cine distintas influencias de la Nouvelle Vague. En el caso español la influencia de este movimiento quedó patente principalmente en la Escuela de Barcelona (1965-1970).[6] Igual que los franceses, los cineastas de la Nueva Ola Japonesa lanzaron publicaciones (recordemos que el Nuevo Cine Español publica también la revista Nuestro cine) y promovieron un circuito de cinéfilos. Su trabajo era además semejante, adoptando estilos muy personales y revolucionarios, alejándose del modelo cinematográfico tradicional.
Se puede observar cómo tanto en España como Japón emergen dos corrientes de similares características, ambas dispuestas a romper con todo lo anterior.
De nuevo encontramos un cine de contenido crítico, casi deprimente. Son los primeros autores que, igual que los españoles, se atreven a hablar de los problemas de la posguerra, así como de la sociedad occidentalizada. Estéticamente estos directores van a ser muy distintos.
Dentro de los mismos encontramos nombres como Nagisa Oshima (Seishun zankoku monogatari, 1960), Kaneto Shindō (Onibaba, 1964), Susumu Hani (Kanojo to kare, 1963) o Shōhei Imamura (Nippon konchûki, 1963). No obstante se puede considerar entre todos a Nagisa Oshima como máximo exponente de esta corriente. Se mostraba muy crítico en relación con la sociedad japonesa, tal y como demuestra en la película Nihon shunka-kô (Canciones libertinas del Japón, 1967). Sin embargo su película más trascendente y controvertida llegó en 1976: El imperio de los sentidos. En ella el sexo adquiere su máxima expresión, eso sí, desde un punto de vista frío y violento.
En estos instantes las películas españolas tienenuna presencia muy escasa en los cines (apenas el 15% del total). En general la gente prefiere ver cine extranjero, normalmente norteamericano, pues parece que tiene más credibilidad como espectáculo. En general la recaudación cinematográfica es más alta cada año, pero esa subida representa la del cine en general y no la del nacional.
Se puede afirmar por ello que, a principios de los años 70, el cine español estaba atravesando la mayor crisis de su historia, llegando prácticamente a desaparecer. Algo semejante ocurre a su vez con el cine japonés. Desaparecen los grandes productos, así como los que habían apoyado el cine independiente. Final de la experimentación, de forma semejante a España se da una crisis artística del cine a partir de estos momentos.
Notas:
[1] Tras su vuelta a la dirección de la misma en julio de 1962 una de sus primeras medidas fue la reorganización de la censura, buscando que ésta fuera más inteligente y responsable. En ese mismo mes varía la posición oficial respecto a lo que antes se llamaba “Cine de interés” y que ahora empieza a llamarse “Nuevo cine”. Además modificó los sistemas de producción con una serie de medidas legales que bautizó como la Carta Magna de la Cinematografía (agosto de 1964). Va a ser la primera legislación coherente que va a tener el cine español. Entre otras medidas, como la obtención por parte de cada película del 15% de los ingresos brutos que ésta obtenga en taquilla, se encuentra la creación de una nueva categoría, denominada de “Interés especial”.
[2] Aragüez Rubio, Carlos, “La política cinematográfica española en los años sesenta: la propaganda del régimen a través del Nuevo Cine Español (1962-1967)”, Sociedad y utopía: Revista de ciencias sociales, nº27, Alicante, Universidad de Alicante, 2006, pp. 77-92.
[3] “Cine de la tribu del sol”. Hace referencia a tres películas basadas en sendas novelas de Ishihara Shintaro, todas ellas de 1956: Taiyō no kisetsu (La estación del sol, TakumiFurukawa), Shokei no heya (La habitación del castigo, KonIchikawa) y Kurutta kajitsu (Fruto loco, KöNakahira). Representación fría y distante de una realidad juvenil interesada únicamente en satisfacer sus propios deseos.
[4] Galbraith, Stuart, Cine japonés, Hong Kong, Taschen, 2009, p.72.
[5] La Nouvelle Vague o Nueva Ola fue una corriente cinematográfica francesa desarrollada a finales de los años 50 (1958-1959) que apostaba por un cine cuya máxima aspiración fuese la libertad, tanto de expresión como técnica. Uno de sus representantes más destacados fue Jean-Luc Godard.
[6] Formada por un grupo muy contestatario de artistas, llevan a cabo una renovación tanto temática como estética. Es un grupo variado, que se caracteriza por un cine muy experimental, innovador. Algunos de estos cineastas son Joaquim Jordà, Carlos Durán, Jacinto Esteva o Pere Portabella. Muchas de sus películas ni siquiera se estrenaron, siendo el paradigma de la corriente el largometraje Dante no es únicamente severo (1967) de Esteva y Jordà. El fenómeno tuvo una vida efímera.