Como grupo, como leyenda y como icono, poco hay que decir para presentar a Los Beatles. La banda que revolucionó la música y la industria discográfica y que hizo enloquecer a toda una generación saltó a la fama en 1963, con el lanzamiento de su primer álbum, Please Please Me. A partir de ahí, vivieron una más que intensa carrera que terminó en 1970 con el disco Let it Be y la disolución del grupo, con los cuatro de Liverpool tomando caminos diferentes. Y, si bien ya habían hecho historia y su huella en el imaginario colectivo era imborrable, en 1980 el asesinato de John Lennon terminó de convertir al cuarteto en una de las más poderosas leyendas del siglo XX.
A lo largo de la década que John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr estuvieron juntos, Los Beatles ofrecieron cerca de cuatrocientos conciertos (en su mayoría, además, concentrados entre 1962 y 1964), grabaron cuatro películas y publicaron veintiún álbumes (además de 13 EPs y 61 sencillos), a los que debe sumarse la bulliciosa actividad promocional. Una parte muy importante de toda esta actividad (la gran mayoría de sus conciertos –todos salvo una treintena–, trece álbumes y dos películas) tuvo lugar en los primeros años, entre 1963 y 1965, ofreciendo un panorama frenético a los cuatro jóvenes artistas, de modo que en 1965 la idea de abandonar las actuaciones en directo resultaba más que tentadora. Sin embargo, a lo largo de 1966 ofrecieron todavía 28 conciertos: uno en Londres, una mini-gira en Alemania, una mini-gira en Asia y una gira en Estados Unidos (que concluiría con el último concierto oficial de la banda, el 29 de agosto en el Candlestick Park de San Francisco).[1]
Esta mini-gira asiática fue una experiencia particularmente agridulce para los Beatles, puesto que, aunque consiguieron algunos de los hitos que les convirtieron en una banda única en la historia de la música contemporánea, fueron mucho mayores los problemas y los malos momentos que vivieron en su brevísimo periplo oriental, al que dedicaremos las próximas líneas.
En verano de 1966, los Beatles emprendieron sus últimas giras: el 24, 25 y 26 de junio estuvieron en Alemania,[2] y a continuación cruzaron el globo para actuar en Japón y Filipinas. A mediados de agosto, concluyeron sus compromisos con una gira por Estados Unidos.[3]
En Japón actuaron los días 30 de junio y 1 y 2 de julio, ofreciendo en tres días cinco conciertos en un entorno tan privilegiado como polémico: el Nippon Budokan. Este estadio de artes marciales, levantado con motivo de las Olimpiadas de 1964, acogió por primera vez un concierto en esta ocasión, lo cual generó numerosas protestas de sectores conservadores que consideraban que con este evento se pervertía o vulneraba la sacralidad de un lugar destinado a las artes marciales como parte idiosincrática de la tradición nipona. Estas protestas, no obstante, no lograron impedir que la banda realizase las actuaciones que tenía concertadas, aunque sí causaron que la visita de los Beatles a Japón estuviera rodeada de la máxima seguridad: la proporción entre policía y asistentes en los conciertos era de aproximadamente un agente por cada tres espectadores, y los protocolos fuera del escenario no quedaban atrás: en el hotel Tokyo Hilton se preparó su alojamiento en la planta superior, cerrándose el paso a los ascensores en una planta anterior, de modo que las suites que ocupaban los Beatles y su equipo quedaban completamente incomunicadas con el resto del hotel; igualmente, todos sus movimientos estaban estrictamente controlados y fuertemente escoltados. Con cierta (y lógica) sensación opresiva, los cuatro jóvenes intentaron burlar esta seguridad y huir de fiesta, sin embargo el intento fue frustrado. John Lennon consiguió salir del hotel, aunque la respuesta de la policía fue amenazar con retirar todo el dispositivo de seguridad, amenaza que, de manera muy efectiva, convenció a la banda de que debían mantener buen comportamiento.
Pero todo esto no quedaría sino en algo anecdótico en comparación con lo que ocurrió en Filipinas. Los conciertos en Manila tendrían lugar el día 4 de julio, en sesión de tarde y noche, pero los problemas comenzaron prácticamente desde el momento en el que aterrizaron. Su primera obligación fue atender a los medios en una rueda de prensa, algo que hicieron a desgana, en parte por el cansancio y en parte porque estaban cansados de que se les planteasen constantemente las mismas (y absurdas) preguntas.[4] También evidenciaron un desconocimiento del país en el que se encontraban, algo que se había vuelto habitual, dado el frenético ritmo que llevaban, que les impedía además disfrutar en sus estancias de los diferentes países que visitaban: únicamente conocían los hoteles en los que se alojaban, los estadios en los que tocaban y las fuertes medidas de seguridad alejando a las multitudes enfervorecidas. Todo lo que sucedió en aquella rueda de prensa fue visto por los medios como un desdoro, creando ya desde la llegada de los Beatles un cierto malestar y transmitiendo una imagen negativa del grupo y de su visita.
Esta imagen negativa se vería acrecentada por parte de la propia prensa, cuando el periódico local Manila Sunday Times anunció que los Beatles iban a honrar a Imelda Marcos, por aquel entonces Primera Dama de Filipinas, y a tres jóvenes de la familia Marcos con pases especiales para sus conciertos, así como con una visita al Palacio de Malacañán (residencia oficial de la presidencia filipina) en la mañana del día 4. Sin embargo, nada de esto estaba en la agenda de los Beatles, quienes solo habían conocido, de manos del promotor local, Ramón Ramos, una breve visita al Palacio una hora antes del primer concierto (programado a las 4 de la tarde), cita que habían rechazado desde el primer momento, puesto que deseaban llegar al estadio con antelación suficiente para poder realizar los ensayos y pruebas de sonido pertinentes.
Así las cosas, y para evitar mayores tensiones, fue al parecer el promotor local quien dejó las cosas estar durante aquel domingo. La mañana del lunes, el día señalado para la supuesta cita en palacio y los dos conciertos, fue Brian Epstein, manager de los Beatles, quien se negó a que el cuarteto acudiese a aquella recepción oficial, y se centraron en las actuaciones que darían esa tarde y noche. Ambos conciertos fueron un rotundo éxito, congregando un aforo de treinta mil personas el primero y cincuenta mil el segundo (convirtiéndose así en el segundo concierto más multitudinario de la historia de los Beatles, solo superado por el celebrado en el Shea Stadium de Nueva York en 1965).
Sin embargo, lo que parecía haber sido una jornada para el recuerdo en la carrera de los cuatro de Liverpool pronto se tornaría en pesadilla: la prensa, con el Manila Times a la cabeza, comenzó a hacerse eco del desplante que los Beatles habían hecho a la Primera Dama,[5] exagerando la historia en su beneficio. Si el día 3 publicaron que la cita en el Palacio reuniría a los músicos con Imelda Marcos y tres jóvenes fans de su familia, el día 5 las noticias que veían la luz hacían referencia a una multitud de niños invitados a Palacio para conocer al grupo que esperaron durante horas para terminar yéndose, desilusionados y entre lágrimas, sin haber podido saludar a sus ídolos. Esta noticia causó gran agitación social, llegando a recibirse amenazas de bomba y de muerte tanto en el hotel en el que se alojaban los Beatles como en la embajada británica.
En cuanto fue consciente de la magnitud del asunto, Brian Epstein trató de ponerle remedio y lavar la imagen pública de los Beatles en Filipinas a través de un comunicado televisado en el que la banda aclarase el malentendido y se disculpase con sus fans. Pero tampoco funcionó: un fallo en la emisión provocó que se emitiese únicamente una señal de vídeo, sin audio, de manera que no se pudo escuchar lo que los Beatles tenían que decir, y, con los ánimos caldeados por las noticias recientes, se interpretó más como una nueva burla de la banda que como un desafortunado error.
La salida del país tampoco fue fácil. Se les exigió el pago de una serie de tasas e impuestos de las que, en teoría, debía hacerse cargo el promotor local, pero que fueron demandadas al grupo. El dispositivo de seguridad fue anulado, de modo que el desplazamiento al aeropuerto fue una carrera de obstáculos, cuya última etapa fue la más complicada y surrealista: con la connivencia del jefe del aeropuerto, las escaleras mecánicas fueron desactivadas, y finalmente los Beatles fueron alcanzados por una tumultuosa multitud que, según publicaría el Manila Times con el mismo sentido de la realidad que ya había demostrado previamente, propinaron respectivas palizas a los miembros del grupo y a sus acompañantes; aunque en realidad, y tal como declararon ellos mismos, solo recibieron algún que otro empujón.
En cualquier caso, subir al avión no fue el alivio definitivo. Una vez embarcados y antes de despegar, el piloto recibió la orden de que Mal Evans[6] y Tony Barrow[7] debían descender del avión. En declaraciones posteriores, Barrow comentaría que temió ser detenido o incluso algo peor, llegando a exclamar, antes de abandonar la cabina de pasajeros: “Decid a mi esposa que la quiero”.
Una vez en tierra, Evans y Barrow descubrieron que se les había hecho bajar a ellos dos como representantes de todo el grupo, para explicarles que, en un muy oportuno fallo burocrático, se habían perdido los papeles de entrada al país, de modo que los Beatles y todos sus asistentes constaban como inmigrantes ilegales, y por tanto no podían abandonar el país hasta que no regularizasen su situación. Tres cuartos de hora más tarde, con el papeleo resuelto, el avión despegaba, para alivio de sus pasajeros.
Quién sabe si por el riesgo a un conflicto diplomático o si motivado por alguna otra razón, poco después de que los Beatles abandonasen Filipinas para nunca más volver, el Presidente Marcos publicó un comunicado oficial, en el que se reconocía que no había habido por parte de los Beatles ninguna intención de faltar al respeto o causar ofensa ni a la Primera Dama, ni al Gobierno, ni a la República de Filipinas. Este mensaje, publicado tardíamente y que no pretendía apaciguar los ánimos durante la visita de los músicos sino cerrar un episodio de tensión social, puso punto y final a una aventura asiática en la que los Beatles hicieron historia una vez más: tanto en Japón, estrenando el Budokan como recinto de conciertos,[8] como en Manila, logrando el segundo concierto con mayor asistencia de su carrera.
Como comentábamos al principio, en 1965 la idea de abandonar los directos y dedicarse únicamente a la grabación de discos resultaba más que tentadora para los Beatles. Después de la negra experiencia que vivieron en Manila, abandonar las giras no era sino la única opción viable. Los Beatles habían llegado a ser un fenómeno incontrolable incluso por ellos mismos, cuya magnitud no conocía límites, y su popularidad, la imagen pública que ofrecían y la influencia que ejercían en un amplio sector de la sociedad les convertían en algo más que músicos (precisamente, tras la minigira asiática, los Beatles se vieron inmersos en una nueva polémica por las declaraciones de Lennon de ser “más populares que Jesús”), una posición cada vez más difícil de manejar.
Para saber más:
Notas:
[1] Después vendría el Concierto en la Azotea, el 30 de enero de 1969, pero aquella fue otra historia.
[2] El mini-tour alemán recorrió Munich, Essen y Hamburgo, en este orden.
[3] La gira veraniega norteamericana tuvo lugar entre el 12 y el 29 de agosto, y en ella visitaron Chicago, Detroit (dando en ambas dos conciertos el mismo día), Cleveland, Washington, Filadelfia, Toronto (también con dos actuaciones), Boston, Menfis (de nuevo con sesión doble), Cincinnati, San Luis, Nueva York, Seattle (última ciudad en la que repitieron actuación), Los Ángeles y San Francisco.
[4] El experto Mark Lewisohn cita algunas de ellas, como “¿Cuándo vas a casarte, Paul?” o “¿Cuándo fue la última vez que te cortaste el pelo, George?”, en su libro The Complete Beatles Chronicle, Nueva York, Harmony Books, 1992.
[5] Una figura, Imelda Marcos, tremendamente influyente, para la que el cargo de Primera Dama no se limitaba al rol de esposa del presidente, sino que ocupó un papel activo en la política filipina, desempeñando varios cargos y llegando a recibir el apodo de Mariposa de Hierro.
[6] Roadie de la banda, encargado de los aspectos técnicos del directo.
[7] Jefe de prensa de los Beatles, a quien se atribuye la denominación de Fab Four para el cuarteto.
[8] Por el que posteriormente pasarían bandas y artistas consagrados internacionalmente como Bob Dylan, KISS, Oasis, Depeche Mode, Eric Clapton o Deep Purple, quienes además realizaron una grabación del concierto (junto a otros dos ofrecidos en Osaka), comercializando una selección de los mejores temas en el disco titulado Made in Japan, que revolucionó los discos de directo.