Muchos son los libros que llegan cada mes a las estanterías, creando un ciclo de ritmo endiablado en el que una novedad editorial se superpone a la siguiente sin apenas tiempo de reacción, siempre a la búsqueda del nuevo bestseller. Por ello, resulta extraño que encontremos un volumen cuyas páginas nos invitan a parar el tiempo, a deleitarnos en su contemplación, a contener el frenesí de la vida diaria. Esta rara avis a la que nos referimos es El funcionario del emperador, de Amador García-Carrasco, que se publicó en julio de 2020 y se ambienta en la antigua China.
Tratar de definir el argumento de este libro es un reto titánico, casi tan imposible como el de quien aspira a contener un torrente de agua entre sus manos. Y es que la historia de El funcionario del emperador fluye entre las páginas, de forma a veces inconexa en apariencia, configurando un mosaico de ficción que envuelve al lector. Los múltiples saltos temporales se unen a los cambios de narrador que, si bien enriquecen la perspectiva de la obra, también pueden crear cierta confusión en el lector distraído. De esta forma, como pinceladas de un cuadro impresionista, cada capítulo –de una brevedad casi puntillística– nos traslada una impresión, un detalle más hasta que el cuerpo de esta novela adquiere sentido. A través de estos retazos, descubrimos la historia de Li Tao, envuelta en un halo de misticismo que llega a alcanzar cotas de leyenda, un calígrafo cuya excepcional habilidad con el pincel y su encomiable sensibilidad poética le harán merecedor de un puesto de funcionario en la corte del poderoso emperador U Tang. Sin embargo, la vida entre los muros del palacio imperial puede estar llena de aventuras y secretos, de amor y de guerra pero, sobre todo, de poesía.
A pesar de estar ambientada en la China antigua, las referencias históricas y culturales resultan vagas e imprecisas, y es que el objetivo de su autor no es el de construir una ficción histórica al uso, sino más bien el de emplear todo su vasto conocimiento en la iconografía y la mitología China para transmitir al lector una impresión, una idea de aquello que supone la esencia de lo oriental. Evitando una ambientación precisa que encorsete el relato, el escritor se permite la licencia de tomar libremente elementos para configurar una atmósfera que transmita ese couleur locale tan eficaz como sugestivo.
Esta decisión creativa, que condiciona el tono de la obra, es fruto de la elección consciente de su autor, Amador García-Carrasco, quien cuenta a sus espaldas con una amplia carrera profesional en el ámbito de la abogacía, así como una igualmente impresionante labor literaria. Dejando al margen sus publicaciones de difusión jurídica y sus ensayos, Amador García-Carrasco ha coqueteado con todos los géneros literarios imaginables, desde la poesía (Velada de octubre, 2015) o el teatro (El banco, 2017) hasta la ficción. Incluso en este último ámbito, su producción es una miscelánea que incluye, entre otros, la sátira (Fábulas del reino de Xipanya, 2014) o la novela juvenil (El otro lado, 2020).
En El funcionario del emperador trasciende los límites de la novela hasta configurar un arte nuevo, complejo y atractivo. Por un lado, el libro cuenta con numerosas ilustraciones (realizadas por Marina Rivera Campos) inspiradas por los pasajes de la novela, que guían al lector a través de la azarosa ficción. Pero, además, la narración se encuentra aderezada con pasajes en verso, unos poemas que jalonan la novela dotándola de un tono casi trascendental. Por todo ello, podríamos decir que El funcionario del emperador supone un nuevo género literario, un concepto multimedia que aglutina diversas manifestaciones artísticas de forma única. Si Unamuno tuvo que inventar la “nivola”, tal vez Amador García-Carrasco debiera acuñar su propio término que trate de contener bajo unos nuevos límites algo que a priori parece inclasificable.
La complejidad narrativa antes expuesta, la sensibilidad casi lírica de su prosa y la mezcla de géneros hacen que este relato tal vez no sea apto para cualquier lector pero, si se le da la oportunidad, si le dedicamos el tiempo pausado que en esta sociedad moderna nadie parece tener, tal vez descubramos una inspiración sin límites que nos transporte a un universo imaginario lleno de espíritu creativo y sensibilidad, al más puro estilo oriental.
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