Prado de Fata nació en Madrid en 1967 y desde su juventud se ha sentido atraída por todo lo relacionado con Oriente, y, sobre todo, con Japón. Se formó como publicista, pero actualmente se dedica prácticamente por completo a su pasión: el arte. Esta artista multidisciplinar, formada en pintura, grabado y escultura, refleja en su obra un hermanamiento entre el arte oriental y el occidental, ya que combina técnicas y temas de ambas culturas. Sus mayores fuentes de inspiración son la naturaleza y algunas de las artes vinculadas al zen como son la poesía haiku, el arte floral o ikebana, los jardines secos, la ceremonia del té, etc. De hecho, fue el aprendizaje de una de las artes zen, concretamente la pintura a la tinta o sumi-e, lo que hizo que se interesara por el zen y que comenzara a meditar antes de empezar a trabajar, tal y como hacen los maestros de este arte. El objetivo de esta entrevista es ahondar en la obra de esta creadora, teniendo en cuenta cómo el zen ha dejado su impronta en ella.1
Beatriz: ¿Por qué Japón?
Prado de Fata: La atracción fue directa, como un flechazo, como un amor a primera vista. Me siento muy atraída por sus expresiones artísticas tradicionales desde jovencita, sin saber porqué.
B: ¿Conoces el país?
PF: Por desgracia nunca he ido a Japón, aunque espero ir algún día. Recorrer sus santuarios sintoístas y, sobre todo, poder alojarme en alguno de sus monasterios budistas zen. Sería muy emocionante poder recorrer alguno de los jardines que he pintado y sobre todo me gustaría poder pintar allí.
B: ¿Tienes conocimientos de japonés? ¿Te gustaría aprender la lengua para conocer mejor la cultura?
PF: No conozco la lengua, claro que me gustaría, sobre todo para poder leer su literatura y poder captar todos los matices, ya que, como sabes, los ideogramas suelen tener más de una lectura, pero esto requeriría mucho tiempo, y el poco del que dispongo me hace elegir.
B: ¿Hay alguna experiencia en tu vida que haya marcado tu obra?
PF: Sí, sin lugar a dudas el conocimiento y práctica de la pintura sumi-e cambió el rumbo de mi pintura y obra posterior. Al mismo tiempo que fui aprendiendo y practicando esta pintura fui ahondando en su filosofía y ante mí se abrió un mundo desconocido, con nuevos parámetros estéticos con los que yo me sentía plenamente identificada y que, sin embargo, no eran los usuales y, sobre todo, un trasfondo espiritual y/o filosófico que me atrajo intensamente. Esto hizo cambiar la temática de mis obras posteriores, así como encontrar un camino en mi expresión plástica.
B: ¿Por qué empezaste a pintar sumi-e?
PF: Yo no tenía un conocimiento previo de esta pintura ni de su significado, no hubo un porqué, simplemente apareció y supe que tenía que seguir ese camino. El tema sucedió así: en los años 90, en la sección de anuncios de un periódico muy conocido vi un pequeño anuncio, el de formato más pequeño, que simplemente decía “clases de sumi-e, pintura japonesa, teléfono x” y ya está, surgió el flechazo, sabía que tenía que tomar ese camino.
B: ¿Por qué empezaste a meditar?
PF: Era lo normal en el camino que tomé, todo fluyó de manera natural. Primero fue la pintura, seguidamente para conocer el porqué de esa pintura vino la lectura, para entender de dónde venía y quién la practicaba. Así, queriendo aprender sobre ese arte, conocí el zen, y al conocer el zen conoces la importancia de la meditación, y las ganas de experimentar eso que estaba conociendo me llevó a practicarlo.
B: ¿Cómo ha influido la meditación en tu obra?
PF: Los beneficios de la meditación una vez que los conoces y practicas, cambian todos los aspectos que tú desees. La relajación, aumentar tu energía interna, la concentración en el aquí y el ahora, en definitiva, autorregular tu mente para que no sea esclava de los pensamientos es tan positivo que querrás aplicarlo en muchos ámbitos de tu vida. Aunque no es fácil. Respecto a mi obra, me ha influido muy directamente y te voy a contar porqué: tuve la suerte de que mi maestra de sumi-e lo aprendió de un maestro japonés muy tradicional. Este le enseñó, y a su vez nos transmitió, la relajación antes de pintar. Nuestras clases comenzaban con unos minutos de silencio, donde vaciábamos nuestra mente de pensamientos y de los avatares del día, centrábamos nuestra atención en la respiración y relajábamos el cuerpo y la mente. El cambio que se produce en tu disposición al enfrentarte a la obra, es tan grande que aún hoy lo sigo practicando antes de ponerme a trabajar.
B: ¿Has participado en alguna ceremonia del té?
PF: Sí, en una fiesta en casa del embajador de Japón conocí a una mujer que la hacía para actos oficiales. Por desgracia no recuerdo su nombre; sintonizamos inmediatamente y charlamos largamente. Tuvo la deferencia de invitarme a su casa donde tenía una habitación preparada y decorada para la ceremonia del té, donde me la dedicó en exclusiva. Fue un bello regalo.
B: ¿Has practicado alguna de las otras artes vinculadas con el zen aparte del sumi-e?
PF: He practicado alguna vez el rakú, esta técnica de cerámica me atrae mucho por lo que tiene de tratamiento directo y sobre todo por ese resultado final tan primitivo, tan ligado al fuego y a la tierra. Tengo varias piezas que valoro mucho. Respecto al ikebana, me gustaría profundizar en él, por lo que tiene de respeto a la naturaleza y aunque no los he realizado directamente, sí los he pintado ya que trabajé hace bastantes años en colaboración con un magnífico decorador floral. Él tenía una floristería de marcada tendencia orientalista, hacía ikebana y componía con ellos preciosos escaparates, yo le pintaba cuadros acordes a esta estética y la verdad es que daban un resultado estupendo.
B: ¿Por qué aludes a unos elementos del zen como el haiku y a otros no?
PF: He tenido acercamiento a otras expresiones del zen en la medida que me los he podido llevar a mi campo de expresión que son las artes plásticas. Me he acercado al haiku, porque me interesaba la caligrafía, este arte tiene que ver mucho con el sumi-e. Los materiales necesarios para ambos (tipo de papel, de pincel y la tinta china) son los mismos, así como la pincelada. Me acerqué al ikebana para pintarlos, y me acerqué a los jardines zen para llevarlos a la pintura y al grabado.
B: ¿Por qué elegiste estos haikus en concreto, para tus piezas Haiku I y Haiku II? ¿Cómo los descubriste?
PF: Los descubrí leyendo libros de estas temáticas, yo casi todo lo referente a estos temas lo he aprendido en los libros. Primero empecé con un libro genérico que sirvió de introducción, pero me dejó con muchas dudas. Después leí uno perfecto para resolver dudas a los occidentales, pero ahí nombraba otros temas que desconocía, y los busqué y los leí, y lees sobre pintura, y te nombra a los poetas, y vas y te compras de poesía y así fue todo, uno me llevó al otro. Los haikus que he llevado a mis cuadros los he elegido por dos razones: porque me guste lo que dice y porque estéticamente me guste la caligrafía, sus trazos, sus formas.
B: ¿Te ha influido el ukiyo-e?
PF: Este tipo de grabado es delicioso, y siento predilección por las estampas que representan mujeres, pero solo como mera observadora. No me gusta representar la figura humana y solo en una ocasión pinté una típica dama japonesa con tinta china. Tampoco la técnica con la que suelen estar representados, la xilografía, es una técnica que yo suela utilizar. Podría decirse que no he sido muy influida por este arte aunque lo respete y admire.
B: ¿Hay algún artista japonés contemporáneo o tradicional que haya influido en tu obra?
PF: Artistas japoneses tradicionales que me hayan influido, Sesshu y Tohaku Hasegawa y contemporáneos no se podría decir que me hayan influido, pero si que me atraen artistas como Kyoko Kumai o Yoshioka Atsuko. Me interesa cómo trabajan los tejidos que convierten en esculturas o pinturas con su particular mirada y sensibilidad oriental.
B: Aunque en el óleo se pueden hacer correcciones, ¿visualizas mentalmente la obra que quieres crear antes de ejecutarla como hacen los maestros del sumi-e?
PF: Sí, visualizo mucho la obra antes de hacerla. Por la vida que llevamos en esta sociedad, disponemos de poco tiempo, pero a la vez, gastamos mucho de él en traslados y transportes y es aquí cuando trabajo mucho mentalmente. En vez de estar pensando en todo tipo de cosas que nos asaltan la mente, pongo esa energía e imaginación en bocetar con la mente, decido opciones y si puedo tomo alguna nota en un cuadernito que llevo siempre. Aparte de esto, antes de ponerme a pintar hago una relajación y visualizo la obra.
B: ¿Cómo es el estudio en el que trabajas? ¿Tiene algo particular influido por el zen o por Oriente? ¿Escuchas música mientras trabajas?
PF: Por un lado tiene las cosas necesarias para trabajar y por otro tiene algunos recuerdos y objetos que me hacen sentir bien como fotos, algunos carteles de exposiciones mías y pósteres de artistas a los que admiro como Mark Rothko, Kazimir Malévich, entre otros. De Oriente hay diversos objetos y con frecuencia pongo incienso porque me ayuda a relajarme. Con respecto a la música, aunque tengo un amplio espectro, para trabajar suelo hacerlo con músicas de ritmos muy tranquilos, como música tradicional japonesa con koto y shakuhachi, new age, minimalista y me gusta, y uso frecuentemente los mantras en versiones más o menos puristas porque me ayudan más que ninguna otra a la introspección y a la concentración.
B: ¿Cuáles son tus hábitos de trabajo a la hora de pintar?
PF: Cuando voy a empezar a trabajar tengo una serie de rituales que me ayudan: primero pongo música que suele ser normalmente música japonesa y mantras y enciendo incienso, seguidamente ordeno un poco el espacio en el que voy a trabajar. Todo esto me ayuda a ir vaciando la mente de pensamientos que no sean artísticos y me ayudan a relajarme. Cuando me encuentro en armonía hago una relajación y seguidamente comienzo a trabajar.
B: ¿Por qué empleas la caligrafía oriental en tu obra? ¿y por qué escoges un estilo u otro (reisho, tensho, kaisho, sōsho y gyōsho)?
PF: La belleza de sus formas me sedujo desde el primer momento que la conocí. El trazo y manejo del pincel es el mismo que en la pintura sumi-e. La caligrafía es un arte muy difícil pero cuando ya conoces el manejo del pincel por la pintura, es más fácil. Conocí los distintos estilos de la mano del artista japonés Yurihito Otsuki y, aunque son muy diferentes, cada uno tiene su belleza. Tengo preferencia por el estilo tensho, es el más antiguo y me atraen sus formas primitivas. De los estilos posteriores me siento identificada con el estilo sōsho (cursivo) porque es el menos contenido, el que tiene más libertad en el trazo.
B: ¿Usas el óleo con temáticas orientales como una forma de mostrar o reflejar un hermanamiento entre ambas culturas?
PF: Exactamente. Después de llevar varios años pintando sumi-e y expresándome con tinta china y en blanco y negro, sentí una fuerte necesidad de volver a expresarme con los materiales que siempre había manejado, con el óleo y con el color, pero sentía como si traicionase lo aprendido y a la pintura oriental. Tenía sentimientos contradictorios, me llamaban mis raíces pictóricas, pero no quería abandonar todo lo aprendido y no entendía por qué existía esa separación tan radical entre “pintura de Oriente” y “pintura de Occidente”, cuando yo me sentía identificada con las dos; por lo que di el paso y pinté Sentimiento de sumi-e. Esta es una obra emblemática, muy especial para mí ya que fue la primera tras el periodo sumi-e. Quise fusionar lo aprendido en esta técnica, con las de la pintura occidental, pero siguiendo las pautas de un sumi-e tradicional: un elemento de la naturaleza, un gran vacío, un elemento principal hecho de una sola pincelada siguiendo un trazo gestual sin retoques, utilicé un solo color buscando las máximas variaciones posibles dentro de él y la asimetría como eje de la composición.
B: ¿Por qué casi abandonaste el blanco y negro del sumi-e y lo sustituiste por el color?
PF: Fue una necesidad interior. Yo aprendí a pintar con color desde pequeñita, primero los lápices de colores, luego la témpera y por último el óleo y de repente apareció el sumi-e y todo lo cambió, me sumergí en él, no podía ni quería expresarme de otra manera, el blanco y negro eran los únicos colores para expresarme, pero todo cambia y volví a sentir la llamada del color. Al principio me resistí, me sentía como si lo traicionase, pero no es así, el error es poner tantas fronteras y tantas etiquetas a las diferentes expresiones. Así que, simplemente lo acepté y comencé a expresar y a fusionar lo aprendido.
B: ¿Cómo trabajas o creas los kakemono?
PF: Las creaciones de los kakemono surgen después de la experiencia de estar varios días en un zendo practicando la meditación zen. Este tipo de meditación se practica de rodillas, mirando a la pared, con los ojos levemente cerrados (porque si los cierras del todo es muy probable que te duermas) y dejando reposar la mirada en un punto de la pared. En ese estado, en esa posición, vacías la mente e intentas permanecer ahí, solo estar, solo ser. En su sencillez es una práctica difícil y como técnica de meditación, probablemente la más austera. La experiencia (que después he repetido), fue increíble y reveladora, única. Pero como artista, esta experiencia, aunque fue plenamente satisfactoria, tenía la necesidad de plasmarla plásticamente y como occidental sentí la necesidad de plasmarla con un lenguaje muy nuestro (la abstracción) y con nuestros materiales (lino y óleo). Sin embargo, respecto al montaje de la tela, me decanté por el kakemono por ser más fiel al estilo oriental y así unir las dos tendencias. Desarrollé entonces toda esta serie, que si la observas sigue un mismo patrón; formato vertical, fondos lisos que no distraen la atención (como la pared en la meditación) y todos tienen un punto que son la llamada de atención (donde reposas los ojos cuando meditas) en la mitad inferior: son pinturas para meditar, para relajarte en su contemplación y/o para favorecer una ambientación espiritual.
B: ¿Por qué elegiste el tema del jardín zen?
PF: Ha sido una de mis temáticas preferidas que he llevado muchas veces a la pintura y al grabado. Primero, el tema: la naturaleza y segundo el estilo de estos jardines, esos paisajes áridos expresan muy bien la austeridad zen y me siento enormemente atraída e identificada con esa estética. Lo que me resulta más interesante de la estética de estos jardines, es que los elementos no se distribuyen alegremente, sino que se seleccionan cuidadosamente. No se trata de un proceso de adición, sino de substracción.
B: ¿Qué representan para ti las linternas? ¿por qué las has elegido?
PF: Cuando empecé a ver los primeros libros de jardinería japonesa, ya me atrajeron enormemente sus formas tan amables y exóticas, después, cuando conocí para qué eran utilizadas (para iluminar el camino del jardín), me atrajeron aún más y las adopté como símbolo de “lo que ilumina el camino”. Las he llevado fundamentalmente al grabado y las he representado en diversas formas y en diversas técnicas. Las he regalado en varias ocasiones a algún recién nacido porque ese símbolo, el de iluminar el camino de esa nueva vida, me parece especialmente adecuado.
B: La obra Roji ¿se refiere a un rojiniwa o jardín para la ceremonia del té?
PF: De eso habla. Roji significa “senda” y este grabado representa esas preciosas sendas hechas con piedras de diferentes formas y tamaños, que te lleva a la cabaña donde se realiza la ceremonia del té. El título se lo puso el ministro de Embajada de Japón en España Kazuo Watanabe, quien asistió a mi exposición con motivo de las jornadas de cultura japonesa organizadas por la Universidad de Valladolid en Soria.
B: ¿Te planteas incluir arena por influencia de los jardines zen? ¿las piedras que colocas en tu obra tienen algo que ver con ellos?
PF: Sí, desde el primer momento que comencé a pintar jardines japoneses en óleo sentí la necesidad de dotarles de mayor verosimilitud, de ligarlos más a la naturaleza y no simplemente pintarlos, y por lo tanto para hablar de arenas y piedras lo que mejor me pareció fue representarlo con ellas mismas. En líneas generales para poner énfasis en la arena rastrillada, utilizo polvo de mármol Macael en diferentes grosores, su color blanco se asemeja muy bien al de los característicos jardines secos. Para representar las piedras utilizo, por su color y brillo, el carburo de silicio en diferentes grosores. Estos dos son los materiales principales, luego me ayudo con piedra pómez, arenas, serrín, cascarilla de hierro oxidado, etc.
B: Para finalizar, ¿consideras que en tu obra esté presente la estética wabi o sabi?
PF: De esta tendencia estética tuve conocimiento hace relativamente poco y me interesa mucho, porque, curiosamente con la edad y la experiencia he ido estando de acuerdo con ella sin saber de su existencia. Cuando conocí que existía como tal una corriente estética basada en la belleza de la imperfección, fue una gran alegría, máxime cuando supe que era una corriente japonesa identificada con el zen. En un principio yo me preocupaba por la perfección en lo que ejecutaba, y con la experiencia y el conocimiento, he ido comprendiendo que hay otros parámetros que añaden valor a la obra como las imperfecciones del tiempo, el desgaste, la simplicidad rústica, la frescura…en resumen: la aceptación del estado de imperfección.
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Notas: