Hoy nos aproximamos a la pequeña pantalla española para hablar de un programa revolucionario, que pese a obtener unas audiencias moderadas, se ha ido convirtiendo en una de las apuestas más representativas de la parrilla y ha dado a conocer a uno de los personajes televisivos más queridos de los últimos años: hablamos de Frank de la jungla y de su presentador, Frank Cuesta.
Pero para llegar a ello, primero tenemos que hacer un poquito de historia reciente de la televisión. En 2005, una polémica concesión de licencias televisivas por parte del gobierno favoreció que en el dial hasta entonces ocupado por Canal +, que emitía parcialmente en abierto, naciese un nuevo canal de televisión, Cuatro. Esta cadena, que en origen pertenecía al Grupo PRISA, junto a otra recién nacida, La Sexta, vinieron a aportar una bocanada de aire fresco a la programación española en abierto. Su reciente creación y sus perspectivas modestas respecto a audiencias (resultados que en las grandes cadenas consolidadas hubieran supuesto fracasos absolutos, para estas dos jóvenes resultaban éxitos abrumadores y la confirmación de un trabajo en la buena dirección) permitieron una libertad de contenidos y la posibilidad de correr mayores riesgos respecto al estreno de nuevos formatos.
En este contexto puede entenderse el programa Callejeros, una producción de Molinos de Papel[1] que se emitió en Cuatro casi desde el primer día.[2] La mecánica de Callejeros consistía (consiste, de hecho, puesto que sigue emitiéndose) en reportajes de la vida real, un cámara y un reportero enfrentándose a la realidad, en unas ocasiones amable y en otras (las más exitosas y que han quedado en la memoria de la generación de Youtube) más marginal. La clave de su éxito era la naturalidad. En apariencia (y solo en apariencia) nada estaba preparado, los periodistas salían a la calle con una cámara a cuestas y lo que se emitía era la realidad sin adulterar. Aunque no fue el primero de su formato, puesto que ya existían programas similares en cadenas autonómicas, Callejeros se convirtió pronto en uno de los programas estrella de Cuatro.
Tanto es así que España se les quedó pequeña, así que extrapolaron el concepto al extranjero, creando un programa de viajes diferente, como su predecesor. En cada episodio de Callejeros Viajeros alguno de los reporteros de Callejeros o de las nuevas incorporaciones se desplazaban a algún lugar del mundo para mostrarnos, de la mano de españoles afincados en el lugar, todos los secretos de la ciudad visitada.
Fue en la segunda temporada (concretamente, en el programa 19) cuando Callejeros Viajeros visitó Bangkok, la capital de Tailandia. Este episodio, aparentemente uno más, no parecía presagiar que daría tanto a Cuatro como a Molinos de Papel una de sus mayores alegrías. Entre los anfitriones entrevistados, un segmento del programa acompañaba al director de una escuela de tenis Francisco Cuesta, que al margen de su actividad principal, colaboraba con una asociación para capturar aquellos animales peligrosos que se cuelan en las casas y llevarlos a lugares seguros. En los escasos minutos que le corresponden dentro del episodio, acompañamos a Francisco a una salida en la que tiene que hacerse cargo de una cobra, y a continuación nos muestra algunos de los animales que tiene en su casa.
Ese segmento fue el germen de Frank de la jungla. En Molinos de Papel vieron el potencial y supieron aprovecharlo, ofreciéndole un programa propio en el que diese a conocer la fauna tailandesa y del sudeste asiático (aunque el éxito le llevaría a ampliar sus fronteras, desplazándose a otros lugares como Mongolia o Costa Rica).
No se trata de un documental al uso, en el que una impostada voz en off narra con ritmo pausado unas imágenes de la vida natural obtenidas después de horas y horas de observación y espera. Más bien al contrario, Frank de la jungla bebe mucho de la forma de concebir los reportajes de su productora, desarrollando un formato fresco e innovador (al menos, en su momento, a día de hoy quizás más habitual en la pequeña pantalla), que en cierto modo resultaba una transposición lógica del concepto de sus programas “madre”. En este caso, el conductor del documental participa activamente en su desarrollo: hace de guía, realiza explicaciones absolutamente prácticas y atrapa los animales más interesantes para mostrarlos con detalle a cámara. Además, el programa refleja una convivencia entre los miembros que lo llevan a cabo, de forma que termina cruzando esa frontera de géneros televisivos en lo que se ha dado a llamar docureality.
Pero, ¿quién era ese desconocido que de golpe y porrazo, casi por accidente, se había hecho con un programa propio? Francisco Javier Cuesta nació en León. De joven, comenzó una prometedora carrera como tenista que se vio truncada por un accidente de moto, dedicándose entonces a la labor de entrenador. Dio clases en Florida, en una prestigiosa academia de tenis,[3] y como profesor de tenis llegó a Tailandia, hace aproximadamente una década, para fundar una escuela deportiva. Allí, el esplendor exótico del mundo natural tailandés cautivó a este amante de los animales, que se sumergió en estudios de herpetología[4] y en la propia selva. Sus expediciones en campo abierto terminaron de forjarle como aventurero a nivel práctico.
Esta formación y su experiencia son parte del personaje de Frank Cuesta. Pero no son sus únicos rasgos distintivos. Y es que Frank Cuesta es, ante todo, un personaje televisivo, empapado de realidad, pero un personaje al fin y al cabo. Y no en el mal sentido: inevitablemente, la presencia de la cámara condiciona la creación de un personaje, que puede tener más o menos que ver con la persona que lo interpreta. En el caso de Frank, se puede percibir que la frontera entre ambos es difusa, y se busca disimular lo más posible ese inevitable personaje para centrarse en la persona, dentro de esta idea de docureality que exponíamos anteriormente. Todo ello se refuerza en los segmentos del programa que se dedican a la familia de Frank: no solo es un aventurero, no está actuando en mitad de la selva, es un padre de familia normal y corriente que se ocupa de su familia y el programa solo está mostrando su día a día.
Sin embargo, que exista un personaje no quiere decir que Frank Cuesta se ponga ante la cámara e interprete un papel que se ha guionizado para él. Al contrario, y ese es parte de su acierto, Frank mantiene en todo momento una espontaneidad y una naturalidad en sus reacciones que tan solo es (ligeramente) manipulada en el montaje del programa. Esta naturalidad, que permite a Frank expresarse con absoluta franqueza, rompiendo las fronteras de lo políticamente (y de lo televisivamente) correcto, le convierten en alguien cercano, facilitan la identificación con la persona que está enseñándole algo al espectador, y favorece la construcción de un puente comunicativo entre el programa y el público.
Precisamente por ese carácter de docureality que hemos ido citando, en Frank de la jungla Frank Cuesta es tan protagonista como la naturaleza por la que guía al espectador. Ahí radica, en parte, el secreto de su éxito. El programa se articula en torno a esta personalidad carismática, que no se atiene a las convenciones televisivas habituales, que no actúa para la cámara ni se comporta como se espera que se comporte un presentador, sino que se desenvuelve con la naturalidad de un aventurero que, más allá de estar siendo grabado, sabe que existen riesgos en sus aventuras y que, por encima de todo, disfruta como un niño en sus expediciones. Esta actitud condiciona enormemente el lenguaje y la identidad del programa.
Redondean la fórmula sus dos acompañantes: el cámara y el director del programa. Durante las dos primeras temporadas, estos fueron Santiago Trancho y Nacho Medina, y en la tercera Armando Rey y Jorge Luque, respectivamente. A diferencia de otros programas de reportajes, en los que estas figuras son completamente pasivas (dentro de los estándares habituales, cuanto menos se note su presencia, mejor ha sido realizada su labor), en Frank de la jungla ejercen un papel muy activo. En primer lugar, porque en muchas ocasiones adoptan la función de público para recibir el discurso de Frank, quien les explica a ellos y no a los espectadores qué deben tener en cuenta en cada momento. Más allá de eso, en su condición de acompañantes se convierten también ellos mismos en aventureros con más o menos habilidad y éxito, algo que, aunque se pretendiera, es imposible esconder a la cámara. Finalmente, son personajes secundarios en el sentido más cinematográfico del término: están presentes para servir de contrapunto a Frank como protagonista, en ocasiones para aligerar situaciones tensas o dramáticas como elemento humorístico, en otras para mantener la serenidad ante las pérdidas de nervios de Frank.
Esta arriesgada combinación de factores funcionó. El programa se popularizó muy rápidamente, cosechando unas audiencias por encima de la media del canal y encumbrando a Frank dentro del imaginario popular. Dentro del propio programa pueden encontrarse a modo de prueba ocasiones en las que Frank se encuentra con turistas españoles que lo reconocen, saludan y le piden fotografías o autógrafos.
El éxito de Frank de la Jungla le llevó a la grabación de otro programa, La selva en casa, una suerte de “spin-off” del programa original en el que esta vez Frank Cuesta recorría y daba a conocer, en este caso, la fauna salvaje de la Península Ibérica, así como algunos casos de animales criados o mantenidos en cautividad, tanto autóctonos como especies exóticas que han ido a parar a manos de coleccionistas o criadores españoles. Este programa era, de nuevo, una producción de Molinos de Papel para la cadena Cuatro.
Sin embargo, en la cresta de la ola, en 2012 Frank decidió poner fin al programa y a su carrera televisiva. Presintiendo el riesgo de ser devorado por el personaje, y anteponiendo sus valores personales a la fama y al dinero fácil procedente de la televisión, a través de un mensaje en la red social Twitter hizo público que no seguiría en televisión, y que los episodios grabados de Frank de la jungla que quedaban por emitirse serían los últimos del programa. Como declararía posteriormente, comenzó el programa por diversión, y había dejado de divertirle, así que no veía sentido a seguir.
De todas formas, a Frank todavía le quedaba un mundo por enseñar y mucha pasión por compartir. Sin presiones, sin obligaciones, a su aire, abrió un canal de Youtube en el que a través de vídeos cortos daba a conocer la sorprendente fauna tailandesa, alcanzando cifras de visionado muy elevadas.
En el mundo de la televisión nada es definitivo, y Frank volvió a la pantalla en 2013. De nuevo a Cuatro, de nuevo con Molinos de Papel, de nuevo con un formato sorprendente y arriesgado. En esta ocasión, además, no existía la posibilidad de que Frank lo sintiese como un trabajo y no como un entretenimiento ni de que se agotase, y le daba una libertad absoluta en los contenidos y en la forma de exponerlos. El proyecto que Cuatro y Molinos de Papel había puesto sobre la mesa no era otra cosa que hacerse con el material de los vídeos de Youtube, reorganizarlos, remontarlos y emitirlos diariamente, con una duración de 15-20 minutos por programa. En realidad, la vuelta de Frank a la pantalla solamente era una ampliación de su actividad en internet a otra plataforma diferente. Natural Frank, que así se tituló el espacio, obtuvo un resultado de audiencia muy bajo, debido en parte a la peculiaridad del formato y en parte a la franja horaria de emisión, ya de por sí complicada.
A pesar de todo, Frank Cuesta sigue siendo una apuesta atractiva. En 2014, ha cambiado de cadena y protagoniza Wild Frank, un formato similar ambientado en la selva amazónica, para Discovery Max. Por su parte, el grupo Mediaset mantiene reposiciones de Frank de la jungla y La selva en casa como valor seguro para una de sus cadenas menores, Energy.
Un programa de las características de Frank de la jungla, en el que gran parte de los episodios se desarrollan en mitad de la selva, obviamente no refleja el día a día de la sociedad tailandesa. Sin embargo, incluso un programa tan blanco, dedicado al mundo natural, ha caído puntualmente en el tópico que reduce Tailandia a un país de prostitución: hasta Frank ha paseado por uno de los barrios rojos de Bangkok, bajo el pretexto de visitar un puesto de comida callejera en el que ofrecen gusanos, saltamontes y otros bichos cocinados a modo de tentempié. Una excusa algo endeble que evidencia que, desde el punto de vista occidental, la imagen de Tailandia y de su capital no puede estar completa si no se muestra un barrio rojo. Algo similar ocurre con la transexualidad, aunque pueda resultar anecdótico, parece obligado mencionar en un momento u otro que esta chica ante la cámara antes era un chico.
Pero más allá de la lacra del estereotipo, Frank de la jungla ha profundizado con gran claridad en un problema extendido pero bastante alejado, en general, del conocimiento público. Mafias que trafican y explotan animales más allá de los términos de la legalidad han sido mostradas en el programa y denunciadas a las autoridades por el propio Frank, utilizando en ocasiones las cintas grabadas por el programa como prueba. Más allá de tratar diariamente con animales letales, los miembros del programa, con Frank a la cabeza, han arriesgado sus vidas adentrándose en los bajos fondos para exhibir el lado más oscuro de la exótica Indochina.
Los episodios centrados en estos temas (por ejemplo, Osos o Elefantes) resultan demoledores e invitan a la reflexión. Nos abren los ojos ante unas realidades desconocidas, muy alejadas para los occidentales, situaciones algunas que no dejan de tener su complejidad (invitamos al lector a ver el episodio sobre los elefantes anteriormente mencionado y plantearse cuál sería la solución viable al problema que se muestra) y otras que son simples negocios, algunas detenidas por la policía en cuanto tiene conocimiento del caso y otras que, a pesar de la ilegalidad teórica, parecen ser más bien alegales, ya que consiguen que las autoridades hagan la vista a un lado. Y esto es algo que, lamentablemente, no debe sorprendernos, ya que, como bien se nos ha explicado en el programa, estamos observando una zona con un alto nivel de criminalidad y de corrupción policial. En palabras del propio Frank: “esto es Asia, aquí las pistolas salen como chupachups”.[5]
En los últimos meses, Frank Cuesta ha estado de actualidad, y no precisamente por un nuevo programa televisivo o por el lanzamiento de otro libro (ya tiene uno [link]), sino por la encarcelación de su exesposa, la modelo Yuyee Alissa Intusmith, acusada de tráfico de drogas, en un caso que ha estado rodeado de polémica. La encarcelación se produjo tras un juicio en el que se atribuía el tráfico de una cantidad de droga muy superior a la que figuraba en el atestado de los hechos (acaecidos varios años antes), y posteriormente el juez ha sido despedido. Frank ha protagonizado una campaña mediática para pedir su liberación, movilizándose en redes sociales con el hashtag #FreeYuyee y consiguiendo el apoyo de algunas personalidades mediáticas.
Más allá de todo esto, y tras una primera temporada de Wild Frank ambientada en el Amazonas, esperamos que en el futuro podamos ver en nuestras pantallas una vuelta a los orígenes, en el que Frank Cuesta siga descubriéndonos un lado muy desconocido de esa Asia que tanto nos fascina.
Para saber más:
Notas:
[1] Las primeras temporadas del programa fueron realizadas por la productora Mediapro, pero diferencias entre ésta y Cuatro hicieron que Callejeros pasase a Molinos de Papel, una productora creada y comandada por la directora del programa, Carolina Cubillo.
[2] La cadena Cuatro comenzó oficialmente sus emisiones el 7 de noviembre de 2005, y Callejeros se emitió por primera vez el 11 de noviembre de 2005.
[3] Dirigida por Nick Bollettieri, es el centro de entrenamiento de algunas de las grandes estrellas del tenis moderno, como puede constatarse en la galería de ilustres alumnos de la web oficial.
[4] La herpetología es la rama de la zoología centrada en el estudio de reptiles y anfibios.
[5] En el capítulo Osos, a 7 minutos del final.