La línea manga de Panini está pasando por un gran momento en lo que a nuevas publicaciones se refiere. Recientemente han publicado obras clásicas que permanecían inéditas en castellano, como Devilman de Go Nagai, han recuperado títulos descatalogados de gran importancia, como Hokusai de Shotarô Ishinomori, y han planteado un nuevo formato recopilatorio para reducir el número de tomos de grandes series como Bleach, Gantz o Lupin III. Dentro de este panorama parece haber pasado ligeramente desapercibida una historia autoconclusiva, Gigantomaquia, de Kentarô Miura.
El nombre de Kentarô Miura va asociado indefectiblemente con Berserk, el clásico de fantasía que lleva publicándose en Japón desde 1989, primero en la revista Animal House y, tras el cierre de esta, en Young Animal. Panini, que desde 2017 ha retomado la publicación de la serie, reeditándola desde el comienzo en el formato Maximum, ha reforzado su apuesta por el consagrado mangaka con la licencia de Gigantomaquia, una historia autoconclusiva del año 2013, una de las obras más recientes del autor.
En ella se narra el viaje de una extraña pareja, formada por Delos, un fornido y amigable luchador, y Prome, una chica de aspecto frágil. Ambos están atravesando el desierto cuando entran en contacto con los scarabe, un pueblo de hombres insecto que viven en aislamiento intentando protegerse de la amenaza del Imperio. Las referencias a la mitología y a la cultura grecorromana son esenciales en la construcción de este mundo, como puede verse ya desde el propio título, que alude a un episodio de la mitología griega. Estas referencias actúan a medio camino entre la metáfora, el paralelismo y la simple cita, estableciendo elementos familiares como apoyos para que el lector pueda sumergirse más rápidamente en este entorno desconocido.
En Gigantomaquia, Kentarô Miura hace gala de una gran capacidad narrativa, midiendo los tiempos con precisión y haciendo que la historia fluya por sí misma. Dosificando la información con igual habilidad, es capaz de presentar un mundo complejo con solidez y coherencia, permitiendo que el universo crezca al tiempo que la trama avanza, hasta que al final al lector le resulta completamente familiar incluso aquello que no conoce.
A ello contribuye enormemente el apartado visual, en el que Miura despliega todo su talento para lograr unos diseños, una expresividad y unas composiciones tremendamente elocuentes y de aspecto muy limpio, pese al abundante uso de tramas de líneas para matizar las áreas grises. Sin embargo, esto le permite dotar a las formas de una acusada volumetría y de un aspecto contundente.
Las reflexiones que plantea Gigantomaquia son profundas, pero se presentan con una sencillez abrumadora, emanando con naturalidad de la historia. Aquello que comienza como una aventura en un universo postapocalíptico se transforma progresivamente en una reflexión sobre la propia naturaleza humana de carácter casi antropológico, todo ello sin abandonar el tono distendido y dinámico del manga de aventuras y peleas.
En conjunto, Gigantomaquia satisface un amplio espectro de expectativas con una mezcla de fantasía y ciencia ficción muy consistente. Este tomo único se convierte, además, en una utilísima puerta de entrada al trabajo de Kentarô Miura, ya que presenta en un solo volumen algunos de los principales rasgos del autor, tanto a nivel estilístico como narrativo. Miura se mueve cómodamente en el terreno de la fantasía, y su trabajo en la consagrada Berserk no ha fagocitado su capacidad para presentar nuevas historias y nuevos universos. Gigantomaquia es una prueba de ello, un título que no puede faltar en ninguna biblioteca de manga que se precie.