Mientras que la presencia de la China continental es cada vez mayor en los medios de comunicación, la existencia de Taiwán va cayendo progresivamente en el olvido. Primero lo hizo en el plano político, cuando a partir de la década de los 70 diferentes países (entre ellos, Estados Unidos o la misma España) dejaron de reconocer a Taiwán (oficialmente, la República de China) como la “verdadera China”, rompiendo vínculos diplomáticos con ella y estableciéndolos con el que ahora conocemos como el Gigante Asiático, y después vendría el olvido económico: el “Made in Taiwan” que aparecía en buena parte de los productos importación europeos fue dejando paso a los bienes venidos de la República Popular de China.
Por todo ello, la exposición de la taiwanesa Hou I-Ting (mujer, asiática, de una minoría étnica y artista conceptual) en el Centro de Historias de Zaragoza parecía algo completamente imposible e incomprensible, pero ha recibido una acogida calurosa entre el público aragonés. Organizada por PhotoEspaña, y comisariada por Alejandro Castellote, la exposición “Hou I-Ting: tejiendo identidades” ha estado durante dos meses en la “cripta” del zaragozano Centro de Historias.
La muestra, organizada en cuatro ámbitos temáticos, presentaba de forma monográfica la obra de la artista taiwanesa Hou I-Ting. Nacida en Taiwán en 1979 y formada en el ámbito de las Bellas Artes, la de Zaragoza constituye su primera exposición monográfica en solitario fuera de Taiwán, aunque ya ha participado en diversas muestras colectivas en Francia, Indonesia, México, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Turquía, Japón, Canadá, Alemania, Corea del sur, Italia, China, Reino Unido y Suiza.
Por su complejidad tanto temática como procesual, pues la obra de la artista está profundamente ligada al conocimiento de la Historia de Taiwán, a lo largo de una serie de artículos iremos desgranando y profundizando en la obra de la artista, de la que la muestra que ha tenido lugar en Zaragoza es un estupendo punto de partida.
Con una amplia trayectoria a sus espaldas a pesar de su juventud, la obra de Hou I-Ting reflexiona, esencialmente, sobre las complejidades post-coloniales de un país multiétnico, pluricolonizado y que, prácticamente desde sus inicios, ha estado en una compleja encrucijada política y cultural entre Oriente y Occidente. Poblada originalmente por toda una serie de pueblos de hablas malayo-polinesias que hoy tienen consideración de “pueblos aborígenes de Taiwán”, a partir de finales del siglo XVI fue disputada entre diferentes potencias por su estratégica situación. Primero vendrían los portugueses (que llamarían a la isla “Formosa” –hermosa-, nombre por el que hasta hace poco se la conocía) pero serían los holandeses (a pesar de una intentona española) quienes lograrían un primer control real sobre la isla. Atraídos por el boyante comercio que los holandeses llevaban a cabo en Formosa, durante este periodo fueron estableciéndose en la isla varios millares de chinos (en su mayoría, de la etnia han) que rápidamente superaron a la población local y la relegaron a las montañas, “hanizando” a aquellos que quedaban en las ciudades. Uno de ellos fue el célebre militar Koxinga –a veces considerado corsario-, que intentando restaurar la Dinastía Ming, se estableció con su gran ejército en el sur de la isla y logró expulsar a los europeos, dando lugar a la formación de un reino independiente que duraría veintiún años antes de que la isla fuera ocupada por la China Qing.
Durante el dominio administrativo del Celeste Imperio, cuando llegó todavía más población del continente, y no solo de las zonas colindantes, la situación de la población aborigen, conocida genéricamente como gaoshan (“gente de las montañas”), se fue agravando progresivamente, tanto para los grupos que fueron mezclándose y aculturizándose con la población china (tanto mediante vínculo matrimonial como por supervivencia económica) como para los que se alejaron isla adentro. Considerados como bárbaros e incivilizados tanto por chinos como por europeos y japoneses, su situación fue empeorando progresivamente hasta época muy reciente. Hoy, el gobierno de Taiwán, reconoce como población originaria a un total de dieciséis grupos étnicos formados por, aproximadamente, medio millón de personas, pero otras trescientas mil están a la espera de conseguir el mismo estatus.
Precisamente, uno de los ámbitos de la exposición –el más escondido y complejo- se ocupa de la reivindicación de la identidad taiwanesa “original” ante su invisibilidad cotidiana. En una serie de fotografías de mujeres de diferentes etnias, Hou borda diferentes motivos tradicionales propios de grupos étnicos taiwaneses, gran parte de ellos, de pueblos considerados como “aborígenes”. Para complicar la lectura, algunos de los motivos elegidos son, en realidad, de origen hakka, otra de las etnias chinas no Han que llegó del sur de China durante la época Ming, y que hoy constituye el 6% de la población de Taiwán (más de dos millones y medio de personas), poniendo de relieve la complejidad de la realidad cultural y etnográfica del pequeño país.
Esta serie recibe el título de Bopiliao. Bopi-Therapy Transforming Show (“Bopiliao. Show de transformación de bopi-terapia”, 2009-2010), que explica algo más sobre el carácter de la obra. Literalmente “Bopiliao” significa algo como “cáscara de piel” (un concepto muy relacionado con el tema del vestido como forma de expresión etnográfica), pero, asimismo, es el nombre de un lugar muy conocido de Taipei, de gran importancia en el pasado y que fue desposeído de su recuperación durante la ocupación japonesa.[1] Sustituyendo el ideograma que suena como “liao” (“cabaña”) por otro homófono con el significado de “tratamiento”, Hou aporta un nuevo significado a las fotos tomadas en el lugar, de la misma manera que su acción de destacar la etnicidad de las mujeres mediante el bordado adopta un tono reivindicativo en contra de la sociedad “hanizada” y occidentalizada de Taiwán.
En el próximo artículo continuaremos avanzando en la Historia de Taiwán gracias a la obra de Hou-I Ting, analizando sus reflexiones sobre el periodo de ocupación japonesa, así como sobre los conflictos entre Oriente y Occidente que, a su parecer, dominan y condicionan el periodo actual.
Para saber más:
Notas:
[1] La calle Bopiliao (Hoy, Lane 173 de Kanding Road), cuyos orígenes se remontan al s. VII, fue durante siglos una de las zonas más activas y prósperas de Taipei. Su aspecto actual data de finales del siglo XIX, cuando bajo dominio Qing se edificaron los inmuebles actuales en ladrillo, con sus característicos arcos y porche. En esta época, la mayoría de locales estaban dedicados al comercio de telas y de carbón. Las intervenciones urbanísticas de época japonesa dejaron esta calle fuera del entramado comercial principal (trasladándose la actividad a la cercana Guangzhou Street), y muchos de los edificios y calles tradicionales se perdieron, pero algunos de ellos han sido recientemente recuperados y restaurados por el gobierno taiwanés.