I am a Hero. Kengo Hanazawa.
Editado en España por Norma Editorial.
Estar inmerso en una sociedad corrompida por una epidemia, sin ser excesivamente consciente de ello -hasta que parece ser muy tarde-, es un cliché presente en buena parte del género de zombis. Si además sumamos a una chica medio infectada y a un protagonista un tanto tonto pero dotado de un fuerte instinto de supervivencia, el cóctel no puede ser ya más típico. Pero I am a Hero, manga de Kengo Hanazawa, no sólo retoma estos elementos insertándose a la perfección en la moda o tendencia zombi de los últimos años (que en cómic ha dejado como obra más sobresaliente a Walking Dead o, en el terreno del manga y entre otras, a Highschool of the dead, todo un homenaje a la serie B), sino que incluye alguna cuña que forma un argumento original.
El protagonista es un mangaka (palabra que denomina a los autores de cómic) en la treintena, un tanto mediocre y en continua pugna contra los editores, con problemas sentimentales y personales: teme profundamente perder a su novia y sufre repetidas alucinaciones y temores nocturnos que lo mantienen en un estado de trance nervioso. Su aspecto descuidado y la tendencia al fracaso no son nuevos en los arquetipos que suele presentar Hanazawa, por regla general personajes de vida aburrida y sumida en la rutina obligados por las circunstancias a ir más allá. Fue el caso de Boys on the run, donde el protagonista da un paso de gigante para cambiar su estilo de vida persiguiendo una nueva carrera como boxeador.
Ahora los cambios vienen potenciados por la presencia de zombis, pero el resultado es el mismo:son personajes que buscan desesperadamente ser los héroes de sus propias vidas (si es que la frase no constituye ya de por sí otro cliché). En el caso de Hideo Suzuki en I am a Hero, la epidemia mundial lo acaba convirtiendo en uno. O, más bien, en un antihéroe, enfrentado además a una nueva sociedad corrupta y llena de maldades, otro tópico del género que Hanazawa sabe construir a la perfección. Las escenas de calma tensa ante la persecución o la emergencia de los zombis se tratan de una forma cuidada –muy en la línea de las líneas maestras del terror japonés-, manteniendo la atención del lector. Además, los problemas psicológicos del protagonista (otro toque muy japonés), se utilizan como arma por parte del mangaka para reforzar las inquietudes del lector: ¿aquello que vemos es real, forma parte del apocalipsis, o es sólo una visión del protagonista? ¿Son zombis o deformidades producidas en su mente? ¿La muerte que acabamos de presenciar es real o no?
El dibujo colabora con el tono general:se encuentra francamente bien cuidado y sirve para que el autor se recree en un sinfín de horrores, maldades y malformaciones del nuevo infierno de Dante en que se ha tornado Japón (o que sólo existe en la imaginación del protagonista). En general, se configura un universo tremendamente retorcido, con toques ácidos e inquietantes, tremendamente recomendable tanto para fans del género como para aquellos que sientan una cierta animadversión. La parte más interesante es la plasmada a través de esos personajes temerosos, alejados de los héroes occidentales (los “Rambo” que matan zombis al peso), que sobreviven con miedo, superponiéndose día a día pero orinándose en los pantalones. Dan a conocer su humanidad en cuanto pueden, demostrando que los héroes no existen en la realidad. Sólo se pintan cuando convienen.