En entregas anteriores hemos tratados diferentes aspectos del mundo de las ningyô o muñecas tradicionales japonesas. Desde el uso de materiales como la madera y la cerámica que auspician buenos deseos y suerte, a formas más complejas vestidas con ricos atuendos para el disfrute de los sentidos. Hasta el texto presente, dedicado a las Hina-ningyô, muñecas que se exhiben durante una festividad fechada el 3 de marzo: El Hinamatsuri o Día de las niñas.
Cabe destacar que en sus orígenes esta festividad nada tenía que ver con los infantes, puesto que consistía en una ceremonia para la purificación del emperador, celebrada un día concreto (Estas festividades fijadas un día determinado se denominan sekku[1]), en la que estaban presentes las muñecas sirviendo como talismán. Fabricadas de papel y muy sencillas, estas muñecas se frotaban por todo el cuerpo para que absorbieran los malos espíritus, después se arrojaban al río para que se las llevara la corriente. Posteriormente esta tradición cambió y las muñecas pasaron a convertirse en un objeto para la exhibición, pero únicamente se incluía a la pareja imperial (dairi-bina) como recipiente para albergar temporalmente la presencia de divinidades a las que se ofrecían exvotos. Con el paso del tiempo, la pareja imperial se verá acompañada de más personajes.
Durante el Período Edo (1603-1868) se conforma el Hinamatsuri como lo conocemos a día de hoy: sobre un estrado de 5 ó 7 escalones, llamado hina-dan, cubierto con una tela roja donde se dispone la pareja imperial acompañada de toda la corte ordenada jerárquicamente junto con una serie de objetos ceremoniales.
En el escalón superior los emperadores, seguidos de dos dignatarios llamados Udaijin y Sadajin. Dos ministros que se van a incluir a finales del siglo XVIII y principios del XIX. El de la izquierda es más joven, vestido de rojo y con la boca cerrada. El otro se viste de negro y tiene la boca abierta. Portan armas como arcos y flechas. Las damas de compañía de la emperatriz, denominadas Kanjo, se encuentran debajo o junto a los ministros. Su atuendo ha ido variando a lo largo de las épocas, siendo más complejo durante el Período Heian (794-1185). Se distribuyen engrupos de tres, dos de ellas están de pie y portan pequeñas jarras o teteras para servir el sake mientras que la tercera está sentada ante una mesa donde se coloca más sake.
A continuación aparece un conjunto de cinco músicos que se incluyen entre 1780-90 para entretener al kami durante su estancia durante el festival. Son un total de cinco (tres tambores, una flauta y un cantante), son hombres aunque su apariencia es andrógina.
Y en el último escalón se sitúan los criados de más baja condición denominados Shichô: representaciones de hombres descalzos que se empiezan a incluir hacia 1850. Son los únicos personajes no nobles.
El cuerpo de estas ningyô suele ser de materiales baratos tales como la paja; mientras que la cabeza, las manos y los pies serían de madera cubiertos con gofun.[2] Entre los objetos que sirven como acompañamiento destacan diferentes platos sobre muebles de madera cuidadosamente trabajados, un cerezo y un naranjo de juguete y flores de melocotón, dado que en marzo (cuando sucede el día del Hinamatsuri) es cuando se produce la floración de estos árboles.
Actualmente el Hinamatsuri se celebra el 3 de marzo en Japón, momento en el que se exhiben las preciosas colecciones de Hina-ningyô por parte de las familias con hijas. Igualmente, están presentes otras tradiciones como beber sake blanco llamado shirozake o comer los llamados hina arare, bolitas de arroz multicolores de dulce sabor.
El fin último de las Hina-ningyô supone dar a conocer las pautas de comportamiento propias del género femenino: Mujeres tranquilas, quietas, sonrientes y satisfechas
A continuación, vamos a trazar la evolución de estas muñecas, ya que inicialmente tanto su apariencia como sus funciones distaban bastante de lo que conocemos a día de hoy:
Para trazar esta evolución hemos de partir de las Amagatsu-ningyô y las Hôko-ningyô, ambas ya presentes durante el Período Heian.
En el caso de las primeras, Amagatsu-ningyô, estarían formadas por un total de tres piezas: el cuerpo que se construye mediante tallos de madera o bambú, unido a este unos brazos que se sirven del mismo material y la cabeza, de madera o papel maché. Las piezas se cubren de tela blanca como si de su piel se tratara y sobre esta se pintan los rasgos del rostro de forma muy esquemática. En teoría, se representa a una mujer vestida de blanco, el mismo color que las telas en las que se envuelve al recién nacido.
Las Amagatsu-ningyô cumplen una función como talismán que protege tanto al bebé como a la madre contra todo mal. Cuando se regalaba a una mujer embarazada se mantenía desnuda, dejando la estructura visible, únicamente se vestía cuando se producía el alumbramiento; por otro lado, se podían colocar las prendas del infante sobre esta muñeca para que absorbiera los malos espíritus. Aunque se suelen asociar con los niños, algunas mujeres tuvieron este tipo de ningyô durante su niñez conservándola una vez adultas a modo de amuleto protector.
Por otro lado, las Hôko-ningyô estarían asociadas con las niñas y vendrían a cumplir las mismas funciones protectoras. En este caso su cuerpo es de seda blanca siguiendo un patrón que le da su forma característica con brazos y piernas que acaban en punta, la cabeza es de madera y estaría cubierta con la misma seda sobre la que se pintan los rasgos del rostro en tono rojo y negro. A diferencia de las anteriores, las Hôko-ningyô tienen pelo, normalmente hebras de seda o cabellos humanos que se peina en dos trenzas.
Estas dos muñecas han sido consideradas como los orígenes de la dairi-bina o pareja imperial, siendo la primera el emperador y la segunda la emperatriz. En la siguiente tipología que trataremos se pueden apreciar algunos vestigios de las Amagatsu-ningyô en la configuración de la figura masculina.
Las Tachi-bina suponen el siguiente estadio en la evolución de las Hina-ningyô. En este caso, se pueden relacionar con un ritual de purificación del emperador llamado Jôshi, presente durante el Período Nara (710-794). Aparte de la ceremonia propiamente dicha, se llevaban a cabo otras actividades como la composición de poesía.
Las Tachi-bina son una pareja de ningyô de papel que sirven como alojamiento temporal de los dioses, atraídos por las ofrendas dispuestas para que estos participen en la purificación del emperador. En este caso, la figura masculina presenta una forma de T mayúscula y es más alta. La figura femenina es un cilindro más ancho en la parte inferior. Los rasgos y prendas se pintan sobre el papel con un mayor cuidado y detallismo, sobre los supuesto tejidos se introducen símbolos de buena suerte.
Las Kan’ei-bina que situaremos en la era Kan’ei (1624-1644) van a suponer un mayor detallismo a la hora de realizar las muñecas, además de que se van a disponer sentadas sobre las rodillas. Destaca el uso de diversas telas a la hora de confeccionar los atuendos además de la inclusión de accesorios, como una espada en el caso de la figura masculina. En este caso, la exposición de estas muñecas sigue relacionándose con rituales de purificación del emperador puesto que no será hasta el Período Edo cuando la celebración gire en torno a las muñecas y su exposición.
Las Kyohô-bina, presentes en la era Kyohô (1716-1736) surgen dada la expansión del ya mencionado Jôshi. Son unas muñecas mucho más detallistas en las que destaca el uso de ricos tejidos hilados con oro y plata que mantienen la postura sentada. Otras novedades considerables son la inclusión de una corona para la figura femenina, realizada en materiales ricos y de un gran detallismo; y los pies de la figura masculina, que ahora serán visibles y se colocan planta con planta.
Durante el Período Edo, sin embargo, se van a dar una serie de restricciones a la hora de realizar estas muñecas, imponiendo unas medidas respecto a su tamaño y unos materiales concretos que van a dejar de lado los más costosos. El precio de las muñecas también se va a elevar, de tal forma que únicamente las clases más elevadas podían permitirse este tipo de muñecas, convirtiéndose estas en un símbolo de estatus social.
Para terminar esta evolución, cabe destacar a las Yûsoku-bina, que sobresalen tanto por el realismo a la hora de configurar sus atuendos y peinados como por el tratamiento del rostro y sus rasgos. Tal denominación está relacionada con la publicación de un manual para indicar a los nobles las pautas de comportamiento en diferentes situaciones, una especie de protocolo que recibe la misma denominación que la tipología presente. Estas muñecas destacan por ser una representación fidedigna de la corte, sus atuendos, la forma de llevarlos, los complementos… Los rostros son mucho más refinados mostrando aquellos rasgos que se consideraban bellos en el momento, como puede ser el caso de los dientes teñidos de negro.
A día de hoy, cuando se acerca el día para el Hinamatsuri las tiendas se llenan de Hina-ningyô dejando de lado los modelos más tradicionales para dar lugar a versiones que beben de la estética kawaii[3] o de personajes populares como puede ser el caso de Hello Kitty. Algunos ejemplos mantienen la calidad y detallismo que conlleva un elevado coste, sin embargo, han pasado a ser un producto mucho más asequible.
Para saber más:
Notas:
[1]Yamada Tokubei, Japanese Dolls [Tourist Library vol. 17], Tokyo, Japan Travel Bureau, 1955.
[2] Una pasta formada por conchas marinas trituradas y un aglutinante. Se aplican varias capas para conseguir un color totalmente blanco en el rostro.
[3] Término japonés que traducido al castellano vendría a significar “mono”, “bonito” o “adorable”.