Hacía muchos años que la industria del manga y el anime no presenciaba un hito comercial de la magnitud de Kimetsu no Yaiba (Guardianes de la Noche en España y Demon Slayer en inglés, 2016-2020). Con unas ventas que actualmente rondan los más de 150 millones de ejemplares totales vendidos, Kimetsu no Yaiba se ha situado como el noveno manga más vendido de la historia a una velocidad de vértigo, superando a grandes clásicos como Slam Dunk, Attack on Titan o Jojo’s Bizarre Adventure en el proceso.[1] Se han propuesto numerosos motivos y factores detrás del impresionante “boom” de esta serie, como por ejemplo sus aportaciones al género nekketsu,[2] su particular tratamiento de temas como la familia y las fábulas tradicionales japonesas, su apartado estético o la gran calidad de sus adaptaciones animadas (de la mano del prestigioso estudio Ufotable), que claramente dispararon la popularidad de la serie entre un mayor rango de consumidores. Sin embargo, otro de los secretos detrás del éxito comercial de Kimetsu no Yaiba reside en su relativamente “escueta” y compacta duración, una nueva tendencia dentro de la publicación de manga semanal que contrasta con el paradigma utilizado en los grandes éxitos de décadas pasadas.
Como es bien sabido, una de las peculiaridades del manga al respecto de otros mercados de cómic reside en su publicación periódica. Que un manga venda bien y sea popular entre los lectores es crucial para la continuidad y supervivencia de las series, ya que de lo contrario son canceladas sin mucha dilación en sus desenlaces. Y es por ello que, por lo general, cuando estas series son exitosas sus editores incentivan la continuidad de las historias para exprimir lo máximo posible el rendimiento económico de las franquicias. Todo ello deriva en una gran longevidad y extensión de la mayoría de series de renombre haciendo que, generalmente, la vida de un manga medianamente exitoso alcance entre cinco y diez años (lo que se traduciría entre veinticinco y cincuenta volúmenes compilatorios), mientras que muchos de los grandes éxitos consiguen rebasar los diez o incluso los quince años de serialización. Series como Dragon Ball (1984-1995), Jojo’s Bizarre Adventure (1987), Hajime no Ippo (1989), One Piece (1997), Detective Conan (1994), Naruto (1999-2014), Kingdom (2006) o Bleach (2001-2016) son algunos ejemplos de varias revistas juveniles y editoriales que reflejan esta tendencia tradicional por querer extender lo máximo posible la vida útil de una serie con tal de seguir perpetuando su éxito comercial. En algunos casos como One Piece, Jojo’s o Kingdom sus extensiones se corresponden a la gran magnitud que abarcan sus historias pese a favorecer este modelo, mientras que en Naruto, Bleach o incluso Dragon Ball su elongación por momentos artificial acabó jugando en contra de la calidad de las obras y sus desenlaces.
Sin embargo, con Kimetsu no Yaiba nos encontramos ante un caso relativamente singular, que da visos de un cierto cambio de paradigma en estas dinámicas de la industria. Kimetsu no Yaiba estuvo publicándose en la revista Weekly Shonen Jump entre 2016 y 2020, unos cuatro años en los que la serie finalizó con 207 capítulos, o lo que es lo mismo, veintitrés volúmenes compilatorios. Una duración que entra dentro de la media de la mayoría de series de cierto recorrido en la revista, pero que contrasta con la extensión que tuvieron (y aún tienen en ciertos casos) algunos de los grandes éxitos generacionales de la editorial y entre los cuales se encontraba Kimetsu no Yaiba como “heredero espiritual” de todos ellos. Por este mismo motivo, se habría esperado que la serie siguiera publicándose más tiempo con tal de seguir exprimiendo su éxito, popularidad y ritmo de ventas. Y pese a durar tan solo veintitrés volúmenes, Kimetsu no Yaiba cosecha el impresionante número de más de 150 millones de ejemplares totales vendidos, una cifra superior a la de muchas otras series y franquicias populares de mayor longevidad, y todo ello en el tiempo récord de apenas dos años.
Entonces, ¿dónde reside la clave de este “nuevo” fenómeno? La respuesta es muy sencilla: cuanto más corta y compacta es la obra, mayor es el volumen y ritmo de ventas de sus ejemplares una vez concluida. La sociedad japonesa posee grandes hábitos de consumo cultural, pero no es lo mismo adquirir una serie de sesenta volúmenes aún en publicación que una de veintitrés que ya ha finalizado. Es por ello que, una vez el éxito de la serie eclosionó con la emisión de su anime, su película y correspondiente campaña de marketing, mucha gente compró todos los volúmenes de la serie del tirón, mientras que muchos otros la han comprado directamente completa una vez finalizada (de hecho, existe una Complete Box Set en venta). Este hecho ha disparado el número de ejemplares vendidos de cada uno de los tomos, marcando un ritmo de ventas de la serie al completo que, aunque descendiendo poco a poco del pico marcado en 2020, se sigue manteniendo constante en las listas de mangas más vendidos en Japón a lo largo de este 2021 (siendo el manga más vendido en la primera mitad del año con más de veintiséis millones de ejemplares).[3]
No sabemos cómo seguiría el ritmo de ventas de Kimetsu no Yaiba en caso de haber seguido publicándose. De hecho, pese a que Koyoharu Gotouge (autora de la obra) ha declarado que tuvo que finalizar la obra por problemas personales, la serie estaba claramente encauzada en su arco final sin muchos visos de una mayor continuidad. Sin embargo, resulta evidente que nos encontramos ante una estrategia de mercado claramente premeditada por el equipo editorial, que en conjunción con una evidente campaña de marketing y adaptaciones animadas de calidad, enfatiza la publicación de series más cortas en duración y extensión pero que puedan incentivar un mayor ritmo de ventas cuasi compulsivas, en detrimento de seguir estirando y “eternizando” la publicación de las series de éxito que en muchas ocasiones acaban desgastando la calidad de sus historias. Un modelo que puede ser también indicativo de un cambio de paradigma detrás de la serialización de manga, ya que Kimetsu no Yaiba no ha sido el único manga de “nueva generación” que ha experimentado unas prácticas similares en los últimos tiempos.
Tenemos por ejemplo el caso de Chainsaw Man (2018-2020), manga de Tatsuki Fujimoto publicado en la misma revista, que también finalizó el año pasado de manera inesperada a la vista de su creciente éxito como uno de los nuevos “pilares” de la revista. Si bien el trabajo de Fujimoto se aleja de la ortodoxia y se finalizó teniendo planeada una secuela en una revista seinen,[4] este mismo formato y su compacta extensión ha incrementado exponencialmente la popularidad de la serie una vez finalizada como también sus ventas totales a lo largo de 2021, haciendo que la serie sea incluso más exitosa y mediática que durante su publicación, a la espera del “boom” que pueda experimentar una vez se estrene su anime en un futuro remoto. Otro caso similar, pero de naturaleza un tanto diferente lo encontramos en Burn the Witch, el nuevo manga de Tite Kubo (autor de Bleach) que se empezó a publicar en 2020 bajo el formato de “temporadas”, o lo que es lo mismo, tandas de cuatro capítulos lo suficientemente largos como para constituir un tomo compilatorio por sí mismo. Si bien este formato no es del todo nuevo (ya que existen series como Jojo’s Bizarre Adventure o Kaiji que dividen su serialización en varias sagas), la brevedad de las tandas de Burn the Witch denotan un nuevo formato de publicación más friendly con la jornada de trabajo del artista y que se vuelve ideal para series más cortas o de popularidad más modesta (aunque en este caso es probable que dicho formato de serialización sea un “privilegio” otorgado a Kubo por su veteranía en la revista).
En esencia, todo apunta a que series más breves y adaptaciones animadas por estudios de renombre (como Ufotable, MAPPA o Bones, entre otros) pueden ser las dinámicas que marquen la serialización del manga en la presente década. Un cambio de paradigma que tampoco viene a sustituir el anterior, ya que por ejemplo series como My Hero Academia (2014) o Black Clover (2015), que ya superan los cinco años de publicación sin visos de finalizar próximamente, siguen un formato de serialización más tradicional. Sin embargo, estas nuevas propuestas ofrecen las contribuciones, beneficios y rendimiento económico suficientes como para que las editoriales incentiven cada vez más estos cambios en la industria y su modelo de serialización. Sólo el tiempo dirá si nos encontramos ante una serie de casos aislados, o si por el contrario estamos presenciando una transformación más profunda dentro del sector del manga.
Para saber más:
Notas:
[1] Para más información sobre datos de ventas de manga y anime véase el portal Oricon News, disponible en la sección “Para saber más”.
[2] Género de la demografía shonen (manga juvenil masculino) centrado en historias de acción, combates y aventuras con tonos de drama y comedia.
[3] Loo, Egan. “Top-Selling Manga in Japan by Series: 2021 (First Half)”, Animenewsnetwork. Disponible aquí.
[4] Demografía de manga adulto principalmente orientado a un público masculino.