MAKOTO SHINKAI: EXPONENTE DE LA NUEVA ESCUELA DE LA ANIMACIÓN JAPONESA
Hablar de Kimi no na wa es hacerlo del nuevo fenómeno cinematográfico de los últimos años. La película de animación, dirigida por Makoto Shinkai, no solo se ha coronado, ya casi a finales de año, como la que mejor resultado ha conseguido en taquilla en 2016, llegando a estar seis semanas primera en el ranking, sino que ha logrado convertirse en la quinta película japonesa más taquillera de la historia.
Basada en la novela que el propio Shinkai publicó en junio (un mes antes que la película) el filme recoge algunos de los aspectos tópicos en torno a los que el japonés lleva trabajando desde sus inicios. La ternura y calidez de las tramas, generosas en lo que a los tiempos lentos se refiere, son revestidas de un cierto aire melancólico potenciado por el fuerte preciosismo de las imágenes que el director frecuenta. Estas imágenes se caracterizan por el uso de unos colores cuya viveza y pulcritud solo han sido posibles gracias a las oportunidades que la animación por ordenador, impulsada durante los últimos años, ha favorecido. Imágenes que, llegado al punto álgido de algún acontecimiento importante durante la historia, se congelan, como si de una fotografía se tratase, para intentar un resumen gráfico de lo que hasta ahora está siendo el filme en cuestión.
Imágenes idílicas, fotogramas que enmarcar en los que el director se recrea llegando, en algunos casos, incluso a resultar recargados. Debido precisamente a que los momentos elegidos son aquellos en los que sus trabajos, de carácter intimista, alcanzan sus cotas sentimentales más elevadas, la “sobrecarga” a la que es sometida la animación logra establecer una conexión empática singular con lo que el espectador experimenta en esos momentos. Podría afirmarse que dicho carácter intimista, representativo del cine de Shinkai, busca ese “desborde” del espectador a través de estímulos como el citado o mediante el uso en momentos muy precisos de la banda sonora compuesta por el grupo Radwimps.
Kimi no na wa reúne todas estas características generales pero además propone un nuevo paso en lo que a la maduración de sus propuestas se refiere.
君の名は(KIMI NO NA WA)
Las bases argumentales sobre las que se erige Kimi no na wa ya fueron exploradas por Shinkai en el comercial que dirigió para la empresa Z-Kai (Z会) en 2014. El anuncio muestra a dos jóvenes, un chico de una gran ciudad, quizá Tokio, y a una chica que vive en un pueblo pesquero de ámbito rural. A través del programa de ayuda para preparar los exámenes de ingreso a la Universidad desarrollado por Z会, ambos intercambian sus pruebas y controles con el fin de que el otro los corrija y anote las indicaciones o consejos que crea oportunos. A través de este intercambio poco a poco inician una relación mediante sus correcciones en las que se animan entre sí e instan al otro a conseguir su objetivo.
En Kimi no na wa el espectador asiste a un tipo de intercambio mediante mensajes de texto similar con la diferencia de que, en esta ocasión, ambos chicos (él de Tokio, ella de Itomori) intercambian además sus cuerpos cuando duermen. Al principio, al despertar, apenas recuerdan lo ocurrido, como si de un sueño difuminado se tratase, pero con el tiempo, alertados por los comentarios de sus familiares y amigos que les advierten de que en fechas señaladas han tenido un comportamiento extraño, empiezan a percatarse de que algo fuera de lo normal ocurre. Poco a poco empiezan a cobrar conciencia de los momentos en los que el intercambio se produce: “¿Quién eres?” aparece una mañana escrito en la agenda de Mitsuha Miyamizu. Escriben sus mensajes en su propio cuerpo, en sus cuadernos, en el móvil… Inician así una relación en la que concluyen que se contarán todo lo que hacen cuando el intercambio se produce para poder seguir viviendo sus vidas con normalidad y que los intercambios no interfieran con su trabajo, relaciones sociales, sentimentales, etc. Mitsuha Miyamizu pasa por unos instantes a ser Taki Tachibana, un chico de secundaria de la gran metrópolis que es Tokio, mientras el propio Taki Tachibana experimenta el sabor de la tradición de un pequeño pueblo oculto en las montañas.
Un día estos intercambios dejan de producirse y, de manera casi instantánea, ambos comienzan a olvidarse el uno del otro, primero su nombre (Kimi no na wa. ¿Tu nombre…?) y poco a poco todo lo demás. A pesar de ello el vacío que queda dentro de cada uno ocupa un hueco especial que ninguno de los jóvenes es capaz de llenar con la cotidianidad de sus vidas. Están seguros de haber olvidado algo importante. La ausencia del otro cobra una extraña presencia en su día a día. Una extraña melancolía los envuelve. En japonés melancolía o aflicción son escritas con el kanji 悲 (Hi). Dicho kanji conforma la raíz de palabras como 悲しみ (kanashimi – tristeza) o悲しむ(kanashimu – dolor). El kanji 悲está compuesto por dos ideogramas. El primero de ellos, situado en la parte superior, remite a “Ausencia” y el de la parte inferior a “corazón” o “ánima”, entre otros. Es decir, la pérdida o ausencia de kokoro (corazón). Es esta una de las claves que ayudan a definir esta última propuesta del director nipón. La película se inicia con una serie de reflexiones intercaladas entre los protagonistas sobre este tipo de tristeza, como prólogo de lo que va a ser la dinámica de la trama que acontecerá. Dicha pena, dicho dolor, con base de la melancolía que produce algo que, si bien no se recuerda nítidamente, al menos sí define sus contornos lo suficiente como para saber que no está, que falta, es introducida desde el minuto uno del filme:
Mitsuha: En ocasiones, cuando despierto en la mañana, estoy llorando.
Taki: Aquel sueño no lo puedo recordar. Pero…
Mitsuha: Esa sensación de que perdí algo no desaparece.
Taki: Hay algo que siempre estoy buscando o a alguien.
Mitsuha: Tengo ese sentimiento dentro de mí desde aquel día.
En numerosas ocasiones se ha comparado la obra de Shinkai con la del famoso director de animación Hayao Miyazaki, llegando a exponer al primero como sucesor del segundo. Sin ánimo de entrar a valorar dichas afirmaciones, y partiendo de la base de que son diferentes las formas de trabajar y de proponer las historias de cada uno (además de muchas otras divergencias que llevarían a este artículo por unos derroteros que lo sacarían de su intención primera), sí es interesante traer a colación una de las famosas citas de una de las películas más representativas de Miyazaki, El viaje de Chihiro, para poner frente a esta obra de Shinkai.
“Nada de lo que sucede se olvida jamás aunque tú no puedas recordarlo”