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La arquitectura de la modernidad: construyendo un nuevo Japón. – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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This article was written on 06 Jun 2014, and is filled under Arte.

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La arquitectura de la modernidad: construyendo un nuevo Japón.

En 1852, la expedición americana del comodoro Matthew Perry alcanzó las costas de Japón, precipitando el final de una época de aislamiento que se había prolongado durante dos siglos y medio. Con la llegada de sus Barcos Negros, Perry vino a perturbar una paz aparente, forzando a un gobierno debilitado y en crisis a un aperturismo que terminaría acabando, unos años después, con el shogunato que había dejado el poder en manos de los Tokugawa desde comienzos del siglo XVII.

Después de firmar, por obligación, los acuerdos comerciales impuestos por los americanos, fueron muchas las naciones (en general, las grandes potencias europeas) las que siguieron el ejemplo y enviaron misiones diplomáticas a fin de establecer nuevas rutas comerciales. Esto ponía al gobierno Tokugawa en una situación crítica que desembocó en una guerra civil, en la que se enfrentaron los partidarios del shogunato contra aquellos que abogaban que el poder volviera a la figura imperial. Fueron estos últimos los que resultaron victoriosos, en 1868, otorgando el poder al emperador Mutsuhito, en adelante conocido como emperador Meiji.

Fotografía coloreada de época Meiji en la que se muestra la modernización de la calle Ginza, una de las zonas principales de la ciudad de Tokio.

Fotografía coloreada de época Meiji en la que se muestra la modernización de la calle Ginza, una de las zonas principales de la ciudad de Tokio.

Esta Restauración Meiji supuso un cambio radical en las políticas gubernamentales niponas. Volver al aislamiento era imposible, no solo por los lazos creados con los extranjeros bajo coacción, sino también porque el país salía de una situación viciada. Así, el emperador optó por fortalecer el país, considerando que si estaban tratando con potencias occidentales que veían el mundo con ojos colonizadores, la única forma de proteger a la nación japonesa era adoptar el mismo modelo y convertirse en una nación fuerte a ojos de estas potencias. De modo que se inició una modernización sin precedentes, que convertiría a Japón en pocas décadas en una potencia occidentalizada capaz de vencer a la principal potencia asiática, China (en la Primera Guerra Sino-japonesa, 1894-1895) y a una potencia occidental respetada y poderosa, Rusia (en la Guerra Ruso-japonesa, 1904-1905).

La modernización de Japón se produjo a gran velocidad y fue fruto de una cuidada planificación: el gobierno japonés designó comités y expertos que viajasen a Europa y Estados Unidos para formarse y aprender de las cuestiones más destacadas que pudiera ofrecer cada país, al tiempo que invitaba a reconocidos expertos occidentales a visitar el país nipón para trabajar y dedicarse a la enseñanza.

Entre los muchos aspectos que se renovaron, asimilaron e imitaron de la cultura occidental se encuentran, evidentemente, las manifestaciones artísticas, particularmente las Bellas Artes (con la incorporación de materiales, estilos y técnicas artísticas novedosas en Japón). De todas ellas, aquí nos centraremos en la arquitectura, cuya renovación era fundamental por varios motivos: en primer lugar, para proyectar una imagen de poder e igualar las grandes ciudades japonesas a las europeas y americanas, en segundo lugar, por funcionalidad: muchas de las innovaciones que se iban implantando en el país requerían de arquitecturas específicas, como es el caso, por ejemplo, de las estaciones de tren, y también de los hoteles de estilo occidental.

La renovación de la arquitectura japonesa está encabezada por una figura occidental, Josiah Conder (1852-1920). Conder, de origen inglés, trabajó con William Burges y mostró en su juventud una trayectoria prometedora, que le valió ser elegido, con tan solo veinticinco años, para el cargo de profesor de arquitectura en la Universidad Imperial de Tecnología entre 1877 y 1884, y posteriormente en la Universidad de Tokio entre 1886 y 1888. En Japón no solo se dedicó a la enseñanza, sino que también ejerció

Museo Imperial de Ueno, fachada principal realizada por Josiah Conder.

Museo Imperial de Ueno, fachada principal realizada por Josiah Conder.

como arquitecto. Suyo era, por ejemplo, el primer edificio del Museo Imperial de Ueno, nacido como estructura para albergar exposiciones para la promoción de la industria y el comercio. La fachada se articulaba en un estilo pseudo-sarraceno, con ornamentos inspirados en la arquitectura islámica y dos torreoncillos octogonales flanqueando la entrada principal. Lamentablemente, el edificio resultó muy dañado por el Gran Terremoto de Kanto de 1923, y fue remodelado sin atender al diseño original.[1] Junto a este, se calcula que fue el creador de cerca de cincuenta edificios de estilo occidental que dieron al Tokio de fin de siglo un aspecto moderno y europeo, entre los que destacan el Palacio Rokumeikan (fechado en 1883), donde se realizaban reuniones de la alta sociedad, vestida a la occidental, para bailar bailes de salón occidentales (y, como en todo evento de ocio de las altas esferas, se discutían los nuevos rumbos de la política estatal); la catedral ortodoxa de San Nicolás (1891) o el edificio del Ministerio de la Marina (1895).

A su vez, Josiah Conder fue maestro de los principales arquitectos de tendencia occidental del periodo Meiji: Tatsuno Kingo (1854-1911) y Katayama Tôkuma (1853-1919).

Edificio para el Banco de Japón. Actualmente conservado in situ por su valor arquitectónico.

Edificio para el Banco de Japón. Actualmente conservado in situ por su valor arquitectónico.

Tatsuno Kingo es el autor del Banco de Japón. Demuestra que aprendió rápidamente el repertorio de estilos y soluciones occidentales. El estilo occidental era lo adecuado para un banco nacional, de piedra, y serio a ojos de los inversores europeos y americanos. También realizó la estación Central de Tokio (1914). Está más próxima a las obras de Manchester o Liverpool que a obras japonesas, también en los materiales: ladrillo rojo, piedra blanca, pizarra en los tejados…

¿Versalles? No, el Palacio de Asakasa (fotografía de Transpassive).

¿Versalles? No, el Palacio de Asakasa (fotografía de Transpassive).

A Katayama Tôkuma pertenece el edificio Hyôkeikan, perteneciente al Museo Nacional de Tokio. También realizó los Museos Nacionales de Kioto y Nara, así como una de las obras más emblemáticas de la arquitectura occidentalizante de época Meiji: el Palacio de Asakasa, un edificio concebido para acoger a los grandes mandatarios extranjeros, inspirado de manera prácticamente literal en el Palacio de Versalles. Concluido en 1909, en la actualidad sigue siendo la residencia de los presidentes y más elevados cargos en visita oficial al país nipón.

Ministerio de Justicia (imagen de japonsimo.com).

Ministerio de Justicia (imagen de japonsimo.com).

Sin embargo, estos no fueron los únicos arquitectos que trabajaron en Japón el estilo occidental. Viendo que en las décadas del cambio de siglo Japón era un país próspero en el que se estaban llevando a cabo numerosas edificaciones, muchos arquitectos occidentales se lanzaron a la aventura. Tal fue el caso, por ejemplo, de los alemanes Hermann Ende y Wilhelm Bröckman, autores del Ministerio de Justicia.

Como se ha podido ver, en muchos casos estos edificios occidentales respondían a nuevas necesidades creadas por la asimilación occidental: museos, bancos, residencias diplomáticas, estaciones, ministerios y sedes gubernamentales… Más allá de las previamente citadas, surgieron nuevas tipologías arquitectónicas que daban respuesta a las nuevas necesidades: industrias, hoteles, comisarías, puestos de telégrafo, puentes de hierro, edificios de aduanas…

Entrada principal del Hotel Imperial, diseñado por Frank Lloyd Wright.

Entrada principal del Hotel Imperial, diseñado por Frank Lloyd Wright.

Con el paso de los años, muchos de estos edificios quedaron obsoletos. En algunos casos, simplemente, fueron reconstruidos o modernizados adecuándolos a los nuevos tiempos. Otros, como la torre Ryounkaku de Asakusa,[2] se perdieron por diversas causas. Sin embargo, algunos de los edificios “jubilados” corrieron mejor suerte, y fueron trasladados a un parque junto al lago Iruka, cerca de Nagoya. Este gran parque temático de la arquitectura, el museo Meiji Mura, alberga desde farolas hasta bibliotecas, pasando por puentes, faros, tiendas, iglesias… Incluyendo también rarezas y curiosidades como pueden ser locomotoras antiguas o edificios japoneses en otros países (centros de reunión de emigrantes en Brasil y Hawaii). Junto a todo esto, también se conservan en el Meiji Mura edificaciones tradicionales japonesas llevadas a cabo o con algún valor histórico durante el periodo Meiji: teatros, barberías, casas de baños o residencias particulares, como la casa en la que vivió el periodista y orientalista Lafcadio Hearn (1850-1904) durante su estancia en Japón. También en este particular museo se conserva el vestíbulo del Hotel Imperial diseñado por Frank Lloyd Wright.

Este particular museo condensa en sus cien hectáreas el proceso de modernización que vivió todo Japón (no solo Tokio, que habitualmente absorbe todo el protagonismo) y la complejidad de la convivencia de dos corrientes de pensamiento tan opuestas como son la tradición nipona y la emulación de Occidente. Aplicada a la arquitectura en este caso, el museo Meiji Mura cataliza esta dualidad que fue característica en todas las facetas culturales y sociales de la era Meiji. Y si bien es verdad que muchas de las obras de estilo occidental de las que hemos hablado en este artículo se encuentran todavía en uso o por lo menos en su emplazamiento original, debido a su importancia capital ya que se trata de las obras más destacadas de los arquitectos más importantes de esta época, debemos agradecer al Meiji Mura la conservación de algunas tipologías que, por ser más utilitarias, de otra manera se hubieran perdido por completo.

Notas:

[1] La reconstrucción del edificio principal del actual Museo Nacional de Tokio corrió a cargo de Watanabe Jin, se prolongó entre 1932 y 1938 y adoptó un estilo ligeramente más orientalizante.

[2] La torre Ryounkaku, obra del arquitecto K. Burton, fue el primer rascacielos de Japón, con doce pisos, de los cuales los diez primeros estaban construidos en ladrillo y destinados a comercios, y los dos superiores, en madera, eran observatorios desde los que contemplar la ciudad. Fue inaugurada en 1890, y unos años después se le incorporó un ascensor que facilitase el movimiento (proyecto que había sido originalmente rechazado por razones de seguridad). En 1923, el Gran Terremoto de Kanto dañó seriamente la estructura, hasta el punto que se optó por su demolición pocas semanas después.

avatar Carolina Plou Anadón (272 Posts)

Historiadora del Arte, japonóloga, prepara una tesis doctoral sobre fotografía japonesa. Autora del libro “Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón”.


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