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La China de los Han a través de la exposición Señores del Tiempo. – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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La China de los Han a través de la exposición Señores del Tiempo.

Desde hace ya varios años, el MARQ acostumbra a ofrecer al menos una propuesta cultural de visita obligada. En los últimos años, ha presentado muestras tan variopintas como interesantes, creadas con mimo, acercando piezas y obras de museos de primera categoría articulados en discursos concebidos con originalidad y, ante todo, un fuerte componente didáctico, más allá de la mera exhibición de obras de arte y objetos del pasado.

El señor de Sipán, misterio y esplendor de una cultura pre-inca (2006), Arte e Imperio. Tesoros asirios del British Museum (2007), La belleza del cuerpo (2009, con piezas procedentes del Museo Británico, entre ellas el célebre Discóbolo), El enigma de la momia (2010) o Ermitage. Tesoros de la arqueología rusa (2011), son algunos de los ejemplos más destacados de esta cuidada programación expositiva, que en la mayoría de los casos se plantea coincidiendo con las fechas veraniegas, para facilitar el flujo de público.

Flautista. Terracota. Dinastía Han del Oeste (206 a.C. – 8 d.C.). Altura: 58 cm.

Flautista.
Terracota.
Altura: 58 cm.[12]

La muestra de este año, además de ser, como siempre, del máximo interés y calidad, ha sido concebida no sólo como un evento estival, sino como una de las exposiciones del año. Hasta el 14 de enero pueden disfrutar de Señores del Cielo y de la Tierra. China en la dinastía Han (206 a.C. – 220 d.C.).

China viene consolidándose desde hace años como la nueva potencia económica mundial, creando cierta incertidumbre en Occidente, que todavía mira receloso a ese dragón que despierta cada día más rápido. Sin embargo, aunque haya recelo, la clave está en el gesto. Occidente mira, pone voluntad en conocer a este país que comienza a tener un mayor peso en la configuración del mundo globalizado. El primer acercamiento se ha producido en términos económicos y sociopolíticos, con mayor presencia en la prensa diaria de noticias relacionadas con el gigante asiático. El segundo paso ha sido el acercamiento idiomático: ver a China como el futuro económico mundial ha favorecido el incremento del aprendizaje del idioma chino, y si bien hasta hace unos años ésta era una enseñanza minoritaria, en la última década se ha convertido en una de las opciones más demandadas en escuelas y academias de idiomas.

El siguiente paso necesario era el conocimiento de la cultura china. El conocimiento medio sobre China consistía (y todavía, lamentablemente, persiste en una buena parte de la sociedad) en una serie de vagos conceptos: comunismo, Mao, los guerreros de terracota, la Gran Muralla, Bruce Lee y Jackie Chan, amén de una visión un tanto borrosa de la gastronomía. Dragones, barrios chinos infestados de mafiosos y fiestas de año nuevo en febrero. Sin embargo, al igual que ha ido pasando con el idioma, el interés por la cultura china ha ido creciendo, en base a una demanda por parte del público en general, que ha encontrado respuesta en la oferta de productos culturales de lo más diverso: espiritualidad, cine, literatura, exposiciones… Frecuentemente éstas tienen relación con el arte contemporáneo, atendiendo a artistas contestatarios con el Gobierno chino. Pero también las hay que dirigen la mirada a la tradición china, para ayudarnos a una comprensión más profunda de esta rica, compleja y milenaria cultura.

Bailarina. Terracota. Altura: 60 cm.

Bailarina.
Terracota.
Altura: 60 cm.

Tal es el caso de la exposición que nos ocupa, organizada por el MARQ. Gracias a la colaboración de dos importantes colecciones particulares se ha construido una muestra que, a través de diversos objetos artísticos y cotidianos, pretende acercar al espectador a uno de los momentos de esplendor de la historia china.

Señores del Cielo y de la Tierra nos traslada a la dinastía Han (206 a.C. – 220 d.C.), un periodo de esplendor dentro de la historia del país. Este periodo se divide tradicionalmente en dos partes: la Dinastía Han Occidental, desde el 206 a.C. hasta el año 9 d.C., y la Dinastía Han del Este, entre los años 23 y 220 d.C. El interludio responde a un momento de crisis en el que el poder estuvo en manos de la efímera dinastía Xin, fundada por el usurpador Wang Mang.

La caída de la efímera dinastía Qin (221-207 a.C.), que había unificado y sentado las bases del Imperio Chino,[1] se prolongó a lo largo de tres años de agonía desde la muerte de Qin Shi Huang, acaecida en 210 a.C.

Qin Shi Huang, autoproclamado Primer Emperador, había sido rey de Qin desde 247 a.C., y en 221 a.C. logró poner fin a los Reinos Combatientes[2] y unirlos a todos bajo su hegemonía. Desde entonces, gobernó sobre toda China, implantando un modelo imperial basado en la filosofía del legalismo y una centralización absoluta, con un especial afán en la estandarización de prácticamente todos los aspectos de la vida china,[3] abordando a su vez enormes proyectos de realización de infraestructuras: un amurallamiento de la frontera norte del Imperio Chino (una de las más tempranas fases de la Gran Muralla), carreteras, canales, puentes y un gran mausoleo para el Primer Emperador.[4]

Sirvienta. Terracota policromada. Altura: 49 cm.

Sirvienta.
Terracota policromada.
Altura: 49 cm.

Ya durante los últimos años de la vida de Qin Shi Huang comenzó a extenderse el descontento entre la población. Sin embargo, no fue hasta su muerte y la manipulación testamentaria llevada a cabo por sus ministros, en connivencia con uno de los hijos del emperador, cuando este descontento estalló en una revuelta y un periodo de conflictos, que concluiría con la victoria de Liu Bang[5] y el establecimiento de la dinastía Han.

El principal cambio que llevaron a cabo los Han respecto a la dinastía Qin fue el abandono del legalismo a favor de la doctrina de Confucio, aunque las estructuras políticas se mantuvieron con ligeros cambios. En el Gobierno central, bajo el emperador, se situaban las Tres Excelencias: el Gran Consejero, que desempeñaba el papel de Primer Ministro, el Gran Condestable y el Gran Oficial de la Censura, eran consejeros del soberano, y tenían la tarea de centralizar y controlar toda la maquinaria administrativa. Junto a ellos se encontraban los Nueve Ministros,[6] a un nivel inferior en el escalafón. Tras este núcleo que constituía la cabeza de la jerarquía imperial, se hallaba una vasta administración local, dividida, de mayor a menor, en provincias, comanderías y condados.[7] Para mantener toda esta estructura, era necesario un importante despliegue militar, que fue posible gracias a la obligación de los pueblos conquistados de integrarse en el ejército estatal.

El periodo de la dinastía Han trajo consigo un gran desarrollo de la cultura, el comercio, la ciencia y la tecnología. La adopción del confucianismo a nivel estatal propició que el concepto de individuo cobrase gran importancia, al tiempo que socialmente se implantaba un estricto respeto por las jerarquías, tanto públicas (la organización política) como a nivel privado (la familia, en la que existía una veneración de los antepasados, por un lado, y un respeto al patriarca y a los miembros superiores, así como la supeditación de la mujer al varón principal, fuera padre, esposo o hijo mayor).

Guerrero. Terracota policromada. Altura: 44 cm.

Guerrero.
Terracota policromada.
Altura: 44 cm.

La corte se convirtió en el centro de actividades literarias, filosóficas y científicas, y las artes vivieron un desarrollo sin parangón. La poesía y la escritura vivieron también un periodo de esplendor, con el nacimiento de un nuevo género poético, el fu o prosa rimada, y de una nueva clase social, los letrados.[8] También vivieron un momento dorado las artes escénicas, así como las artesanías.[9] Del mismo modo, todos aquellos objetos cotidianos de las clases altas adquirieron un lujo inusitado.[10]

El confucianismo también se deja sentir en la articulación de la exposición, que ha tomado dos preceptos del maestro chino para desarrollar la exhibición: por un lado, “Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro”, el análisis directo del legado material con la finalidad no de comprender el propio pasado, sino de entender a través de él el presente y por tanto, el futuro; por otro lado, la recreación virtual que sumerge al espectador en el contexto de la dinastía Han permite aprehender con mayor facilidad conceptos extraños o ajenos: “Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí”.

 Buena parte del conocimiento que tenemos sobre el periodo de la dinastía Han ha partido de los ajuares funerarios, y estos suponen la base material para la exposición. Las distintas piezas se disponen por las salas buscando, ante todo, causar un impacto visual al espectador, y evocar un traslado a la época en que fueron realizadas. Para ello, se ha empleado un diseño minimalista, sencillo y limpio, y una cuidadísima iluminación, que convierten a las obras en las únicas protagonistas de este viaje temporal. De manera complementaria, los dispositivos museográficos asépticos, con líneas puras y sencillas, las cartelas ilustrativas y los montajes audiovisuales facilitan el acercamiento a la cultura inmaterial y la mayor comprensión de las piezas exhibidas.

Recipiente con tapa (hu). Bronce con decoración incrustada. Altura: 55 cm.

Recipiente con tapa (hu).
Bronce con decoración incrustada.
Altura: 55 cm.

El recorrido plantea una inmersión cultural muy completa en el mundo de la dinastía Han, a través de cuatro bloques. En primer lugar, una instalación didáctica en la que el visitante recibe las primeras nociones del periodo histórico que protagoniza la muestra: cronología, política, geografía y un apartado dedicado a la importancia de la escritura china y sus diferentes estilos.

Una vez que el espectador está familiarizado con los conceptos básicos del contexto histórico, puede adentrarse en la segunda sección, Señores del Cielo, donde se explican aspectos fundamentales de la cultura inmaterial: espiritualidad, filosofía, música, danza, poesía y mitología tienen cabida, a través de objetos de jade, piezas rituales, piezas ligadas a la inmortalidad (incensarios, zun),[11] figurillas de terracota de músicos y bailarinas y un largo etcétera de las más variadas piezas, que arrojan luz sobre conceptos abstractos, coronadas con una curiosa vídeo-instalación con imágenes cenitales del Imperio Chino Han.

Si Señores del Cielo habla de la cultura inmaterial y más elevada, Señores de la Tierra acerca diversas facetas de la vida cotidiana: el ejército, sirvientes, el mundo femenino, caballos y otros animales domésticos, objetos cotidianos, dinero, máscaras… De nuevo se construye un muestrario de la sociedad, los distintos ámbitos y las variadas costumbres de la época Han a través de figuras de terracota, vasijas, monedas, armas y otras muchas piezas extraídas de ajuares funerarios. Este espacio finaliza con un audiovisual en el que se proyectan narraciones de cuentos e historias Han de tradición popular.

Disco Bi. Jade tallado y calado. Altura: 26 cm.

Disco Bi.
Jade tallado y calado.
Altura: 26 cm.

El último de los apartados de la muestra es El ingenio Han, quizás el más curioso o llamativo, y en el que se recogen algunos de los inventos y avances científicos llevados a cabo durante este periodo. Algunos de ellos están tan asimilados en la vida moderna que resulta sorprendente verlos recogidos como inventos; por ejemplo, la manivela para accionar tornos, molinos y demás utensilios, el papel o la brújula; mientras que otros resultan sorprendentes por la aparente modernidad de los inventos, como puede ser el caso del sismógrafo, la linterna mágica o el paracaídas.

Tanto por la variedad y calidad de las piezas, como por el cuidado discurso y el notable afán didáctico, Señores del Cielo y de la Tierra. China en la dinastía Han (206 a.C. – 220 d.C.) supone, sin duda alguna, una de las exposiciones del año en lo que a cultura asiática se refiere. Si a ello unimos su temática, que rehúye de las modas imperantes respecto al arte asiático para adentrarse en el milenario pasado de China, no podemos sino concluir recomendando encarecidamente que busquen un hueco en sus agendas y se desplacen hasta Alicante, puesto que será verdaderamente difícil que salgan decepcionados.

Para saber más:

 

Notas:

[1] Aunque fue efímera como dinastía, la familia Qin había reinado en uno de los territorios que finalmente se unificaron bajo el Imperio Chino con anterioridad al 221 a.C., fecha en la que, al constituirse como un único núcleo administrativo centralizado en la figura del emperador, comienza a considerarse como dinastía, perdurando para la posteridad no tanto en sentido de linaje, sino como  división cronológica de la historia del Imperio Chino.

[2] Un periodo de la historia china, comprendido entre el siglo V a.C. y el año 221 a.C., en el que el territorio chino estaba dividido en siete grandes reinos en conflicto: Qin, Zhao, Wei, Han, Chu, Yan y Qi.

[3] Desde cuestiones tan obvias como la legislación, la burocracia o la moneda, pasando por otras como el sistema de escritura o la educación, hasta cosas a priori tan extravagantes como la longitud del eje de las ruedas de los carros, la estandarización (tomando como modelo el reino de Qin o los designios del propio emperador) trataba de homogeneizar los más diversos aspectos de los otrora rivales reinos conquistados.

[4] El Mausoleo de Qin Shi Huang fue uno de los magnos proyectos del emperador, tal y como corroboran las cifras: su construcción se prolongó durante 38 años, abarca una superficie de más de dos kilómetros cuadrados (que ascienden a sesenta si se cuenta todo el complejo funerario, compuesto de más de ciento ochenta enterramientos), alberga más de ocho mil estatuas de guerreros realizadas en terracota y correspondientemente armados (aunque muchas armas fueron saqueadas tiempo después de la caída de la dinastía Qin), caballos de terracota y carros realizados en metales preciosos y profusamente ornamentados.

[5] Liu Bang fue, junto con Zhu Yuanzhang en el siglo XIV, el único fundador de una dinastía china que tenía orígenes humildes. Liu Bang consiguió en primer lugar los títulos de Duque de Pei (en referencia a su lugar natal) y Príncipe de Han, título con el que alcanzaría el poder absoluto sobre toda China y que daría nombre a su dinastía.

[6] El Gran Rector, encargado de la astrología, la medicina y las escuelas; el Gran Maestro de Ceremonias, del que dependían los rituales religiosos, el mantenimiento de los templos y las relaciones con los príncipes feudales; el Condestable de la Corte, a cargo de la justicia y las prisiones; el Gran Director de la Agricultura, responsable del presupuesto, la gestión de los registros provinciales de la tierra y de la población; el Pequeño Tesorero, encargado de las finanzas privadas y de la correspondencia del soberano, del personal de palacio, la biblioteca y los talleres imperiales; el Condestable de la Guardia, encargado de la seguridad del palacio y de las patrullas de las murallas; el Guanglujun, responsable de la guardia personal del emperador y de los nobles; el Ministro de Carruajes, que dirigía las yeguadas y carruajes de palacio y, por último, el Director del Clan Imperial, que supervisaba las relaciones de la corte y administraba su patrimonio.

[7] Divididos a su vez en distritos, aldeas y familias.

[8] Los letrados tenían un conocimiento muy avanzado de los caracteres chinos, tanto de las grafías y los significados, como respecto a la capacidad de escribirlos en los diversos estilos existentes. De esta forma, los eruditos adquirieron un gran reconocimiento y prestigio social.

[9] Se perfeccionaron las técnicas de fabricación de cerámica; surgieron los primeros artesanos especializados, tanto alfareros como dedicados a la laca o a la producción de sedas. Tal fue el dominio que se alcanzó en esta última técnica que se han llegado a encontrar ejemplos de piezas como la de las tumbas de Mawangdui, una tela de seda ricamente decorada, que medía 160 cm de largo y sólo pesaba 49 gramos.

[10] Aunque en muchos casos no se han conservado ejemplos, por diversos factores, el mundo de los ajuares funerarios ha permitido conocer la vida cotidiana y el gusto por el lujo de estas clases altas. A través de pinturas funerarias y réplicas en barro cocido, podemos conocer las edificaciones (no conservadas, ya que se construía en madera) y saber que poseían gran superficie, repartida en varios pisos y varias dependencias, y que algunas de ellas contaban incluso con terrazas. También nos dan testimonio de ese lujo los múltiples objetos de seda, laca, jade y bronce, particularmente los espejos, profusamente decorados.

[11] Recipientes que evocan la montaña mágica donde habitan los inmortales.

[12] Imágenes cedidas por el MARQ y el servicio de prensa de la Diputación de Alicante.

avatar Carolina Plou Anadón (272 Posts)

Historiadora del Arte, japonóloga, prepara una tesis doctoral sobre fotografía japonesa. Autora del libro “Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón”.


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