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La Ruta de la Seda I. Los comienzos: desde la Antigüedad al siglo III d.C. – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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La Ruta de la Seda I. Los comienzos: desde la Antigüedad al siglo III d.C.

Ya tuvimos ocasión de recordar a través de un artículo introductorio la trascendencia que la Ruta de la Seda tuvo tanto para Oriente como para Occidente. En esta ocasión, queremos ocuparnos con más detenimiento de las distintas etapas que experimentó este itinerario.

Para remontarnos a la primera época de esta ruta, debemos detenernos primero en la procedencia de su producto estrella: la seda. Los orígenes de la seda en China se vinculan, de manera un tanto legendaria, con una mujer, Lei-tsu, concubina del emperador Huang-di,[1] que quedó prendada del tacto del capullo en el que se había refugiado un gusano, y quiso confeccionarse un vestido. Independientemente de esta leyenda, la fabricación de la seda fue durante mucho tiempo un secreto cuidadosamente guardado por el enorme valor comercial que alcanzó este tejido, hasta tal punto que estaba prohibido desvelarlo bajo pena de muerte.[2]

Desde el primer momento, la seda estuvo reservada para la corte imperial, y era muy valorada por su textura y voluptuosidad, así como por su valor térmico (la capacidad para resultar refrescante en verano y cálida en invierno). Con el paso del tiempo, su uso fue ampliándose y calando en la sociedad. Al parecer, salió de China por primera vez en forma de regalo, durante la dinastía de los Han, entre los años 202 a.C. y 220 d.C., como parte de las embajadas para establecer y mantener relaciones diplomáticas con pueblos como los xiongnu,[3] los yuezghi[4] o los wusun,[5] que amenazaban el mantenimiento de la dinastía Han.

También se tienen noticias de obsequios diplomáticos de seda enviados hacia el año 115 a.C. al Imperio Parto.[6] Esta delegación, enviada por el emperador chino Wu de Han (más conocido como Liu Che, el guerrero) se considera la apertura de la Ruta de la Seda, aunque hubo caminos precursores desde el Paleolítico.[7]

La primera etapa de la historia de la Ruta de la Seda tiene como protagonistas, además de a China y a los pueblos de Asia Central, a los imperios Parto y Romano. La batalla de Carras,[8] que enfrentó a ambos en el año 53 a.C. (cuando Roma todavía era una República), fue el primer conocimiento que Occidente tuvo de la seda: tras la derrota, los romanos supervivientes describieron unas brillantes banderas que sus perseguidores partos enarbolaban. Este conocimiento simbólico inauguraría la relación y el interés de Occidente por este producto.

Mapa en latín con los principales recorridos de la Ruta de la Seda en época antigua (fuente: wikipedia).

Mapa en latín con los principales recorridos de la Ruta de la Seda en época antigua (fuente: wikipedia).

La estabilidad política existente entre los distintos núcleos políticos a lo largo del recorrido (desde la China Han hasta Roma –especialmente desde su constitución en Imperio–, pasando por el Imperio Khusan al norte del subcontinente indio) favoreció el desarrollo de contactos a lo largo del continente euroasiático. Se comerciaba, fundamentalmente, con seda,[9] pieles, especias, perfumes, metales, tintes, muselina de algodón, productos medicinales, piedras y metales preciosos.

Pero no fueron únicamente contactos comerciales los que se entablaron a lo largo de la Ruta de la Seda entre los siglos I a.C. y III d.C., sino que las relaciones diplomáticas fueron especialmente fluidas: se tiene constancia de una embajada india en Roma en torno al año 20 a.C., del envío de un embajador a China por parte de Antonino Pío (138 – 161), de la presencia de acróbatas romanos en China en torno al año 120…

Este ambiente resultaba especialmente propicio para el intercambio de ideas, ámbito en el que las religiones tuvieron un gran protagonismo. En tiempos de Marco Aurelio (161 – 180) llegó a Roma un filósofo indio, que dio a conocer el brahmanismo.[10] Del mismo modo, en dirección contraria, el budismo se expandió hasta penetrar en China. El budismo había surgido en el siglo V a.C. en la región de Gandhara, al norte de la India. Esta zona estaba, en el periodo que nos ocupa, dominada por la Dinastía Kusana.[11] A través de la Ruta de la Seda, llegaron a China religiosos kusanos, que transmitieron las dos ramas del budismo (hinayana y mahayana).

Más allá de todo esto, puede percibirse durante esta etapa una primera oleada de influencia real de Occidente hacia Oriente. Precisamente, es la región de Gandhara donde se percibe esta influencia, a través del desarrollo de una corriente cultural con unas manifestaciones artísticas muy características, estrechamente vinculadas a las formas del arte grecolatino.

La iconografía de Buda (después de su fase anicónica)[12] parte de las representaciones de los dioses y emperadores romanos. Son obras financiadas y encargadas por comerciantes, banqueros, mercaderes y funcionarios menores de la administración. Esto es debido a que el budismo mahayana era accesible a todas las castas, ya que predicaba que el Nirvana se podía alcanzar a través del esfuerzo. Nos han llegado representaciones escultóricas realizadas en todo tipo de materiales: piedras duras (pórfido, esquisto), y estucos, a veces a mano y otras con moldes; en arcilla… Estaban policromadas, a imagen de las esculturas griegas y romanas. Utilizaron incluso materiales incrustados para dar viveza a las imágenes. Se representa a Buda como un ser apolíneo, idealizado, un hombre joven dentro del canon policlético,[13] figuras potentes, amplias, de porte atlético y juvenil, con muchos otros elementos que conectan con la escultura grecolatina (pelo rizado, pliegues de las ropas, el realismo idealizado del arte helenístico, la frontalidad y escaso movimiento…). Incluso hay algún elemento cuya vinculación es aparentemente más profunda: el moño o doble cráneo, que algunos estudiosos vinculan con Apolo, como ser iluminador. Las disposiciones y caídas de las ropas también recuerdan a las esculturas imperiales romanas.

Otra figura occidental que tuvo un gran calado fue la de Heracles o Hércules, que se asimiló iconográficamente a Vajrapani (de vajra, rayo o diamante, y pani, en la mano), uno de los más tempranos bodhisattvas del budismo mahayana.[14] La iconografía es idéntica: semidesnudo, muy fornido, con un paño, armado. Esta imagen se trasladó posteriormente a otras zonas geográficas, concretamente a China y Japón, ya no como bodhisattva, sino convertido en uno de los reyes guardianes.[15]

Los putti o angelitos también llegan en la Antigüedad a Oriente, convertidos en personajes celestiales que acompañan a los Budas y bodhisattvas. Conservan sus elementos característicos: roleos, cornucopias… Harían lo propio otras figuras mitológicas, como centauros, e incluso las figuras de Atlas  y de Boreas.[16]

A partir del siglo III d.C. aproximadamente, se producen una serie de cambios en el panorama sociopolítico de la Ruta de la Seda que condicionan la naturaleza de las relaciones que se establecen a lo largo de este camino. Las sucesivas etapas protagonizarán el siguiente artículo de esta serie.

Notas:

[1]Emperador legendario de la tradición china, uno de los Cinco Emperadores mitológicos que precedieron a la dinastía Xia, la primera dinastía de la historia de China. Se considera que Huang-di reinó entre los años 2698 a.C. y 2598 a.C.

[2] En la actualidad ya no es ningún secreto: se trata de un proceso muy complejo, que se inicia con un correcto cuidado de los huevos, a una temperatura uniforme y muy suave. A las orugas se las alimenta con hojas de morera de características particulares, finamente picadas, cada media hora. Durante el crecimiento de los gusanos debe evitarse cualquier brusquedad: corrientes de aire, ruidos intensos u olores fuertes podrían arruinar el lote. Una vez crecidos los gusanos, se seleccionan los buenos hilanderos, a los que se coloca en lugares especialmente diseñados, estimulando la formación del capullo. Justo en el momento en el que el capullo ha terminado de formarse, antes de que la crisálida lo rompa, se procede al escaldado. Con esto se consigue, por un lado, ahogar las crisálidas, y por otro, que se deshaga la sericina, la sustancia que mantiene el hilo pegado. Llegados a este punto, solo queda deshilachar el hilo de cada capullo para crear hilos más gruesos.

[3] Los xiongu son un pueblo nómada de Asia Central, cuyo origen étnico constituye todavía hoy un misterio. Aunque existe una cantidad relativamente importante de información sobre este pueblo, toda ella procede de fuentes chinas de la época, con escasos vestigios de otro tipo. Durante la época de la Dinastía Han, mantuvieron un contacto tenso y hostil con China, que pasó en primer lugar por un sistema de matrimonios concertados (durante el cual se produjeron los obsequios de seda china), que no logró apagar las tensiones entre ambos estados, con lo que se llegó a una guerra abierta en el año 134 a.C., con el que China consiguió una fragmentación de los pueblos unificados bajo la bandera xiongu. En el año 53 a.C., éstos pasaron de ser un estado en igualdad de condiciones con China a ser un pueblo vasallo. Su desarrollo posterior se pierde en el tiempo; sin embargo, en la actualidad existen voces expertas que consideran a los xiongu los antepasados del pueblo huno.

[4] Los yuezhi constituyen un misterio para los investigadores, que no terminan de ponerse de acuerdo sobre el pueblo al que hacen referencia. Hay teorías que los relacionan con los kushán, mientras que otros los emparentan con los tocarios. Existen también la hipótesis de que yuezhi fuese otra denominación para los wusun, y ambas denominaciones chinas equivaldrían a la denominación occidental de tocario.

[5] Respecto a los wusun, se desconoce si fueron un pueblo independiente en convivencia con los yuezhi o si en realidad ambos eran uno solo. También existe muy escasa información sobre sus orígenes, usos y costumbres. Se cree (a través de las descripciones chinas) que podía tratarse de un pueblo caucásico, y que su modo de vida se fundamentaría en la ganadería y la cría de caballos.

[6] El Imperio Parto, también conocido como Partia, tenía su núcleo central en el territorio actual de Irán, aunque en su expansión llegó a controlar regiones adyacentes entre las que destaca Mesopotamia, poco antes del momento de recepción de esta delegación. Desde mediados del siglo I a.C. los enfrentamientos con Roma supusieron un fuerte debilitamiento del imperio y el principio de su decadencia, que se prolongó hasta que a comienzos del siglo III d.C. los arsácidas, dinastía reinante en el Imperio Parto, fueron derrocados por los sasánidas encabezados por Ardacher I.

[7] Se tiene conocimiento de comercio de piedras semipreciosas, como el jade (concretamente, nefrita) y el lapislázuli, desde el II milenio a.C. El Imperio Persa, en tiempos de Darío I (siglo V a.C.) contaba con un Camino Real con numerosas ramificaciones, que recorría casi tres mil kilómetros, desde la antigua ciudad de Susa (ubicada 240 kilómetros al este del Tigris) hasta Sardes, en Asia Menor, próxima a la costa mediterránea. Una red de comunicaciones de magnitud parecida estableció Alejandro Magno en su imperio, llegando hasta Alejandría Escate, ciudad que él mismo fundó, cercana a la actual frontera de Tayikistán, que posteriormente se convertiría en un enclave fundamental de la Ruta de la Seda.

[8] La batalla de Carras, que se saldó con una derrota para Roma, fue causada por la ambición del general Marco Licinio Craso, uno de los componentes del triunvirato que regía la República junto con Cneo Pompeyo Magno y Cayo Julio César. Craso invadió Partia sin consentimiento del Senado, protagonizando uno de los peores desastres militares de la República.

[9] Diversas fuentes romanas hicieron referencia a estos contactos y al producto estrella que se adquiría: tanto Virgilio en las Geórgicas como Plinio en su Historia Natural hablan del país de los seres (denominación que recibían los chinos en el Imperio Romano), explicando que eran célebres por la “lana de sus bosques”, unos finos vellones que retiraban de determinados árboles después de haber regado previamente las hojas.

[10] El brahmanismo es un estadio intermedio entre la religión védica (cuyo fin se establece en torno al siglo VI a.C.) y el hinduismo histórico.

[11] Dinastía fundadora de un imperio entre los años 20 y 250 d.C., se cree que pudiera tener origen en una tribu yuezhi.

[12] En un principio, de la esencia de Buda no se derivaba la necesidad de hacer imágenes. En el momento en que el Buda histórico muere, se produce una mitificación, que genera la necesidad de tener un objeto concreto que concentre la veneración. Durante una larga época (desde el siglo III a.C. hasta el II d.C., aproximadamente) era tabú representar a Buda como hombre, y todos los símbolos que se utilizaban en escultura búdica aludían al Buda Sakyamuni, el Buda histórico.

[13] El canon de Policleto es un sistema de proporciones de la figura humana que busca el equilibrio ideal. La base de este canon es que el cuerpo sea siete veces la cabeza.

[14] Vajrapani es el protector y guía del Buda y simboliza su energía. Fue utilizado extensivamente en iconografía budista como una de las tres figuras protectoras que rodeaban a Buda. Cada una de ellas simboliza una de las virtudes del Buda: Manjusri (la manifestación de la sabiduría), Avalokitesvara (la compasión de Buda, Kanon en Japón), y Vajrapani, la energía de Buda.

[15] Reyes guardianes, Guardianes del Mundo, Deva-raja, T’ien-wang, Shi-tenno… son múltiples las denominaciones alusivas a los cuatro dioses que viven en el Monte Axial o Monte Meru. Son los guardianes de los cuatro cuadrantes del mundo y de la doctrina búdica (las Cuatro Nobles Verdades de Buda: existe el dolor y el sufrimiento, existe una causa del dolor, que es el deseo; el dolor puede cesar, se puede alcanzar el Nirvana, suprimiendo el deseo, y existe una vía o camino para liberarse del deseo: el Camino Santo de los Ocho Miembros). Reprimen a los malvados y protegen todos los lugares donde se enseña el Bien, y para ello ofrecen aspecto demoníaco, con sus cuerpos protegidos con armaduras y yelmos y coronas en sus cabezas.

[16] Boreas es el dios del viento romano, y su iconografía se extiende hasta Japón, donde el kami o dios del viento sintoísta se representa con el mismo aspecto y atributos que la deidad occidental.

avatar Carolina Plou Anadón (272 Posts)

Historiadora del Arte, japonóloga, prepara una tesis doctoral sobre fotografía japonesa. Autora del libro “Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón”.


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