Un año antes de su fallecimiento, el pintor japonés Utagawa Hiroshige (1797-1858) llevó a cabo tres xilografías sobre el paisaje de su nación en forma de trípticos: Las Montañas Kiso nevadas, La bahía de Kanazawa a la luz de la luna y La vista de los remolinos de Awa.
Los remolinos de la provincia de Awa son un espectacular sistema de torbellinos acuáticos que se repiten en el estrecho de Naruto (Japón) hasta cuatro veces al día, un canal que separa la isla de Shikoku (una de las más importantes del archipiélago) de la pequeña isla de Awaji. Se producen debido a variaciones en el nivel de las aguas que provocan las mareas entre el Mar Interior de Japón y el Océano Pacífico. Estos flujos pueden alcanzar grandes velocidades y crear vórtices espirales de hasta veinte metros de diámetro, que se desplazan con la corriente antes de disiparse.
En respuesta al fenómeno, la estampa de Hiroshige plantea una composición asimétrica que representa el medio acuático en un estado dual. Por una parte contrasta las aguas del Mar Interior, serenas como un espejo, con las aguas embravecidas de trazado espiral en el estrecho, separándolas con una diagonal. Por otra, la presencia humana es tímidamente sugerida por las embarcaciones al fondo, reflejo de lo efímero de nuestro paso frente a este paisaje eterno. De hecho, los remolinos de Naruto son conocidos en el país desde la antigüedad y se alude a ellos en muchos poemas.[1] En este caso, el conjunto de tres trípticos se entiende como una serie que rinde homenaje respectivamente a la nieve, a la luna y a las flores, éstas últimas representadas por los remolinos.
Es curioso el hecho de que en 1990 el arquitecto japonés Tadao Ando (1941) diseñara al noreste de la isla de Awaji el Templo del Agua, rematado con una cubierta ovalada resuelta como un gran cuenco que contiene un estanque en calma, plagado de flores de loto. Una escalinata de acceso sirve como un espacio intermedio entre el paisaje circundante y el templo, dividiendo el estanque en dos al adentrarse gradualmente en el recinto sagrado subterráneo, en busca de una progresiva intimidad.
En el extremo opuesto, el arquitecto japonés Toyo Ito (1941) se ha interesado por la hidrodinámica y las formas capaces de acompañar a fluidos en movimiento, tales como el agua, el viento o los vórtices espirales, al interrelacionarse con el medio donde se producen.
En el ámbito arquitectónico, los lugares donde las personas se reúnen se asemejan a los centros de los remolinos. Antiguamente esos centros eran los árboles (en Japón serían los cerezos en flor) o las hogueras. Hoy en día son los puntos donde uno obtiene la información, por ejemplo los televisores y otros dispositivos audiovisuales. Ito interpreta el espacio urbano contemporáneo como una acumulación de muchos de esos torbellinos, unos junto a otros, y entiende su arquitectura como la introducción de un nuevo remolino informativo, que viene a alterar la configuración anterior a través del estímulo y la novedad.[2]
Toyo Ito ha usado muchos óvalos en sus proyectos, ya que asocia esta forma a la de un torbellino simplificado y, por tanto, a los lugares donde las personas se reúnen para comunicarse. Para él, el óvalo también contrasta con la configuración clásica del patio cuadrado que forman las caras de los muros de una construcción. En este sentido ha declarado: “Estoy creando un nuevo tipo de cuadrado para expresar la diseminación de la información en áreas de mayor o menor densidad. Es el óvalo, antes que el círculo, el elemento capaz de transmitir esa noción de fluidez”.[3]
El primer proyecto residencial en América Latina de Tadao Ando ha sido la Casa en Monterrey (2006-10), emplazada en una ladera del parque nacional del mismo nombre, en México. Aquí una caja estrecha, que cobija una biblioteca a doble altura y es el centro de la actividad de la vivienda, corta por la diagonal a un patio cuadrado, que a su vez toma como referencia el de la hacienda mexicana tradicional.
Como esa caja de escalera del Templo del Agua que se adentraba en el estanque de flores de loto, también este nuevo paralelepípedo funciona como un espacio de transición entre las habitaciones para invitados a la entrada de la vivienda y las estancias de la familia. Éstas últimas se ordenan en los niveles inferiores alrededor de los dos patios interiores triangulares resultantes (resueltos como estanques) en busca de privacidad. Y es que con esta vivienda Ando también rinde homenaje a su admirado arquitecto mexicano Luis Barragán (1902-1988) a través del uso expresivo del agua, que es capaz de reflejar los cambios en los fenómenos naturales, haciendo que el espacio construido participe así del entorno circundante y del paso del tiempo.
En el extremo opuesto, la estrategia del patio central se ha interpretado de forma muy distinta por parte de Toyo Ito en la vivienda de vacaciones que ha diseñado a las afueras de la ciudad de Marbella (Chile), que también ha supuesto su primer proyecto en Latinoamérica.
Para la O Blanca en Maitencillo (2004-09) ha trazado un gesto en espiral entre la pendiente del emplazamiento y los límites de la vivienda. Este movimiento se traslada directamente al interior, de forma que cada estancia queda en relación con el relieve del lugar.
La entrada a la vivienda se produce bajo el ala de dormitorios, caminando por una rampa que sigue la inclinación natural del terreno y nos coloca en el ojo del torbellino, que crea un patio a cielo abierto de líneas ovales. Las estancias se van arremolinando en torno a él, desde la sala de estar y el comedor, derramados en plena vorágine para disfrutar de las vistas de los alrededores, hasta las estancias más privadas, más protegidas de ese movimiento tras la subida de la pendiente que acompaña al hueco central, en busca de protección y de la apertura a las montañas.
Para sus primeros proyectos residenciales en América Latina, ambos arquitectos parecen haber trasladado la imaginería nipona en lo relativo a las manifestaciones duales del medio acuático con idea de hacerse eco del paisaje, tanto al norte como al sur, de esta mitad del continente.
La Casa en Monterrey traslada a México los prolongados recorridos de la arquitectura japonesa tradicional, que ahora permiten la sosegada experimentación de las soberbias montañas del parque en compañía de aguas en calma, como las de un estanque en reposo. En franco contraste, en la O Blanca en Maitencillo son los espacios “arremolinados” alrededor de un patio ovalado abierto los que constantemente se encuentran en relación con el entorno circundante de esta región de Chile y nos ponen en todo momento en relación con él.
Notas:
[1] Adams, Arthur, Travels of a naturalist in Japan and Manchuria. Londres, Hurst and Blackett, 1870. P. 300.
[2] Ito, Toyo. Escritos. Murcia, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Murcia, 2000. P. 76.
[3] Ito, Toyo y Taki, Koji, Una conversación con Toyo Ito. Toyo Ito 1986-1995. El croquis, nº 71. Madrid, El Croquis, 1994. P. 29.