Introducción
En anteriores artículos hemos estado evaluando cómo se representa al pueblo japonés en el cine, y sobre todo en el cine norteamericano. En la película Lost in Translation de Sofia Coppola notamos una caracterización y representación irónica y ligeramente despectiva hacia la gente y las costumbres del País del Sol Naciente que se debe más a la ignorancia que a la voluntad de ridiculizar. En el presente artículo se plantea la pregunta de si es posible retratar al pueblo y a la cultura japonesa con buenos ojos incluso en uno de los momentos más sombríos de su historia: de la Segunda Guerra Mundial, en el equivalente japonés de los juicios de Nuremberg. La presente obra, un drama bélico, es del cineasta británico Peter Weber, más conocido por sus obras Girl with a Pearl Earring, (traducida como La joven de la perla en España) de 2003, y Hannibal Rising (Hannibal, el origen del mal) de 2007. Resaltamos una posible influencia de la pintura barroca[1] en su estilo cinematográfico y su interés por evaluar culturas ajenas a la suya.
El contenido manifiesto del filme
En este filme se percibe una evidente fascinación por los acontecimientos inmediatamente posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial que condujeron a la ejecución de los dirigentes políticos y militantes nipones, con la notable excepción del Emperador Hirohito que fue exonerado gracias a la intervención de los generales Douglas MacArthur y Bonner Fellers. La película nos ofrece una mirada objetiva. Esta se representa por el hecho de que la primera vez que vemos a ambos generales, son retratados sentados en un avión, evitando así tanto los planos contrapicados que podrían glorificar excesivamente su intervención, como los picados o cenitales que podrían ridiculizarla o menospreciarla. Sin embargo, aunque el contenido se pone del lado de las representaciones simbólicas del poder y la justicia, la película no quita la palabra a dirigentes nipones que salen inocentes de toda culpa en la contienda. En este sentido, hay un diálogo muy llamativo, escenificado en una casa con vistas a un jardín panorámico que pone en duda la justificación de la creencia en una especie de superioridad moral histórica y la auto exaltación adoptada por el bando norteamericano en el filme.
Asumiendo la posición del estado de derecho del poder ocupante, el general Bonner Feller tiene la cortesía suficiente de dejar a un alto cargo político defender las actuaciones de su pueblo. Sin embargo, considera insolente la audacia de explicar el hecho de que, si Japón había sido un país imperialista en la historia reciente del drama, también lo habían sido Gran Bretaña, y todos los poderes militares más importantes del mundo, incluyendo a Estados Unidos. La observación irónica de que Japón sólo había seguido el “buen ejemplo” de países como los Estados Unidos hace enfadar al general. Según el interlocutor japonés, como se ha dicho, el Japón imperialista invadió otros países en parte porque seguía el “buen ejemplo” de otros poderes militares como los Estados Unidos, en claro tono irónico. Frente a la acusación de que Japón había cometido atrocidades y era un país de asesinos, el cineasta utiliza una poderosa metáfora visual. Justo después de esta acusación hay un cambio dramático de plano para dar una vista panorámica del jardín. Para los que conocen mejor Japón y su cultura, pone de relieve el argumento opuesto. Esta antítesis surge de las asociaciones de la escena con la tranquilidad.
Observamos, por lo tanto, que mientras el cineasta se posiciona del lado del poder y la justicia, a través de una cuidada puesta en escena deja al espectador decidir por sí mismo. También sin juzgar, retrata la pulsión hacia la venganza por parte del aparato político y militar estadounidense. Un poder vengativo que es representado metonímicamente a través de un personaje secundario – el general Richter. Si los generales Douglas MacArthur y el protagonista de la película, el general Bonner Fellers, un experto en lengua y cultura japonesa, abogan por una clemencia razonada (en palabras del protagonista Bonner Fellers: “la venganza no es justicia”), el general Richter se convierte en una fuerza maquiavélica opuesta. Su presencia se siente casi de continuo en la cinta. Es como el Gran Hermano de la novela 1984 de George Orwell (1949), o un Superyó freudiano que intimida con su presencia y pone exigencias irrazonables en el nombre de poder, del “fallo”.[2] Es la idea de que goza de la aprobación divina. Es llamativo, por lo tanto, que cuando le extraña que no vayan a detener, juzgar y ejecutar al emperador, el general MacArthur le responda dándole las gracias por su opinión pero diciéndole que puede retirarse. Una indirecta que nos recuerda el papel histórico del general MacArthur y que en los sistemas democráticos existen órganos que controlan el poder para que no llegue a ser despótico.
La historia de amor como mensaje subliminal
Ahora bien, como obra de arte, lo que más llama la atención es que el filme tiene muchas contradicciones e incongruencias, sobre todo en la caracterización del personaje principal. En la vida real, el general Bonner Fellers se casó con la norteamericana Dorothy Dysart de Cincinnati en 1925 con la que tuvo una hija.[3] Después de estudiar la carrera militar se interesó por la cultura y costumbres japoneses, por el deseo de conocer a un enemigo potencial más que por una inquietud intelectual. A pesar de que el filme le retrata como un hombre culto y sensible resaltando su papel en la reconstrucción de Japón después de la guerra, hay una tendencia en la actualidad hacía la desmitificación. De hecho, Haruo Iguchi, un profesor de política internacional de la Universidad de Nagoya está escribiendo un libro que desmonta el mito. En él lo retrata como un “experto manipulador” y no como un “amigo de Japón”.[4] Lo que es cierto es que en la vida real Bonner Fellers tuvo una conocida que era una mujer japonesa pero no tenemos constancia de que tuviera, como en el filme, una amante japonesa.
Esto nos conduce al primer problema de representación en la película: si fuera verdad que el general utilizó su influencia para impedir que se bombardeara una ciudad nipona porque ahí vivía su novia japonesa, y que esto era conocido por las autoridades – como indica la película, habría sido juzgado seguramente por traición. Además, si examinamos la dramatización de la relación amorosa entre Bonner Fellers y su amante nos acompaña una sensación extraña de que ella tiene una personalidad polifacética, como si fuese cuatro personas condensadas en una. Representa un tipo de elaboración onírica que Freud constata en su libro sobre la interpretación de los sueños.[5] Por ejemplo, notamos que cuando la relación amorosa empieza, ella desde el principio se nos presenta como una mujer japonesa atípica por su atrevimiento. Sin embargo, en realidad nos da la impresión de que lo que tenemos delante es más bien una chica norteamericana, que sólo se parece a una japonesa por sus rasgos físicos. Su timidez parece un rasgo de su juventud y su forma de actuar, mirar y vestirse podrían pasar perfectamente por los de una mujer norteamericana.
Una vez devuelta a su país en anticipación de los acontecimientos bélicos, se transforma en otra versión de la misma persona. Cuando vuelve a ver a Bonner Fellers, por ejemplo, se comporta de una manera fría y distante. En contraste, cuando él está herido por una piedra de una banda de adolescentes racistas, ella le cura la herida en la frente. Esto responde a una convención en el cine hollywoodiense clásico de representar al héroe masculino como alguien que viene a rescatar a la doncella en peligro, y herido en batalla es curado por la heroína que asume el papel de enfermera. En otro punto del relato, aparece como la mujer tradicional japonesa obediente a sus padres, y por último se presenta como una aparición casi fantasmal que recuerda al cine de terror japonés.[6]
Viendo el romance en su conjunto, refleja una historia de amor fracasada. Rompiendo con el modelo del cine clásico, el “héroe” fracasa en su misión para proteger y rescatar a la doncella. Por otra parte, el espectador contempla la relación amorosa con sus altibajos emocionales con cierto desasosiego. Se intuye que la relación estaba condenada al fracaso desde el principio. Por otra parte, entra la duda de si los flashbacks son algo que el protagonista ha vivido o si es el recuerdo de algo que ha soñado, tanta es la falta de credibilidad que provocan las escenas idealizadas. La película recuerda en este sentido al Realismo Mágico al retratar un mundo poético de imágenes difuminadas e idealizadas. Por ejemplo, al final de una escena especialmente cargada emocionalmente, el protagonista se aleja en un coche con su amada corriendo detrás para que no se vaya. Lo llamativo es que ella aparece difuminada detrás del coche y en varios fotogramas él tiene los ojos cerrados como si estuviera durmiendo o soñando.
Esta idea de una falta de contacto con la realidad se sugiere también en el uso del claroscuro que recuerda al cine negro y en el empleo de una luz unidireccional para iluminar algunos personajes que parece haber sido tomada prestada del tenebrismo de Caravaggio.
Conclusiones
La película ha sido criticada por no explorar lo suficiente el contenido dramático del tema bélico y por tener una historia romántica de poco interés.[7] Sin embargo, el presente autor plantea la hipótesis de que la historia amorosa tiene una función importante en el drama bélico. A un nivel subliminal funciona como la expresión de un amor reprimido hacía la cultura japonesa que resurge de nuevo como un “síntoma”[8] que revela las verdaderas simpatías detrás de la obra artística. Es la idea de que un sentimiento de admiración y reverencia hacía el pueblo japonés prevalece sobre el deseo de juzgarles por un momento histórico.
A un nivel superficial, la cinta se pone del lado de los representantes del poder y de la justicia. Rompe con las convenciones del cine clásico y deja al espectador sacar sus propias conclusiones sobre el revisionismo histórico. Como experiencia cinematográfica se disfruta de la cualidad estética de la película que se nota sobre todo en el uso de la luz, el claroscuro y las difuminaciones. La película tiene una calidad surrealista, tanto que al final de la cinta nos planteamos la cuestión de si todo lo que vemos en el mundo del filme es real o si personajes como el general Richter solo existen en la mente del protagonista. Si se quiere ver un drama bélico atípico con una calidad onírica excepcional se recomienda esta película.
Para saber más:
Notas:
[1] Esto se nota principalmente en el uso del claroscuro, reminiscente del cine negro; y el uso de un foco de luz incidente, tomado del tenebrismo de Caravaggio, cuya influencia también se ve en Vermeer, el artista en que se basa el filme La joven de la perla.
[2] En Freud el “fallo” es sinónimo del poder.
[3] Página web de la familia Bonner Fellers dedicada al General Bonner Fellers. Disponible aquí.
[4] Shimbun, Chunichi, “¿Fue Fellers un amigo de Japón o un experto manipulador?”, (Was Fellers friend of Japan or master manipulator?), en The Japan Times (periódico japonés en línea en inglés). Disponible aquí.
[5] Freud cita tres maneras de elaborar la condensación de personajes: en este caso, en apariencia, la representación puede ser idéntica a una única persona real, pero su comportamiento indica que es la mezcla de varias personalidades. Freud, Sigmund, La interpretación de los sueños (2), Colección El libro de bolsillo, [traducción Luis López-Ballesteros y de Torres] Madrid, Alianza, 1996, pp. 134-5.
[6] Es una impresión que se da porque la escena de despedida está tan cargada emocionalmente y el grado de angustia que provoca el duelo crea una sensación inquietante – sobre todo cuando ponemos en relieve que es el recuerdo de una mujer que ya está muerta.
[7] Fuente: Rotten Tomatoes. Disponible aquí.
[8] Según Lacan: “el síntoma es un mensaje, opaco para el sujeto que no lo reconoce como propio sino como un cuerpo extraño, ajeno a él. Para Lacan el síntoma, además es una metáfora, es decir una condensación de deseos en conflicto…” (Daneri, Cristina, “¿Qué es el síntoma en psicoanálisis?”, en Freud, Lacan. Disponible aquí.)