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Normalización y expansión del fenómeno kawaii I – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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Normalización y expansión del fenómeno kawaii I

Diseños de personajes kawaii de la marca Tokidoki

Diseños de personajes kawaii de la marca Tokidoki

El término kawaii se usa para denominar un fenómeno social, cultural y artístico de origen nipón[1] que, con precedentes anteriores y gran vigencia en el Japón actual, comenzó a generarse en los años setenta del siglo XX. Su rasgo característico es el gusto por todo aquello que puede calificarse como kawaii, adjetivo que se traduce habitualmente  al español como “bonito”, “tierno”, “adorable”, “encantador” o “mono”. Esta tendencia estética se manifiesta en múltiples aspectos de la vida japonesa y se ha integrado como parte de su cultura popular y de su identidad nacional, apreciándose en la moda, las costumbres sociales, la gastronomía, el ámbito del arte y del diseño gráfico y de producto, el manga, el anime y los videojuegos, la publicidad y hasta en la imagen corporativa y mascotas de pequeñas y grandes compañías e instituciones gubernamentales.

Su presencia en el actual mundo del arte y diseño japonés es muy importante. De hecho, encontramos números artistas y creadores nipones que se vinculan con esta tendencia. Es el caso del famoso Takashi Murakami (1962) un verdadero icono de la posmodernidad que ha tenido un gran impacto y cuya prolífica producción es gestionada por su empresa Kaikai Kiki. Las obras de Mariko Mori (1967), Aya Takano (1976) y Chiho Aoshima (1974), por citar algunos artistas más conocidos, también se inscriben en la esfera kawaii. Esta tendencia, a partir de mediados de los años noventa del siglo XX, se ha expandido hasta Occidente, y un considerable número de creadores europeos y americanos han encontrado su inspiración en esta singular faceta de la cultura popular y del Japón actual.

Diseño de la gatita icono comercial del kawaii: Hello Kitty

Diseño de la gatita icono comercial del kawaii: Hello Kitty

Este gusto por lo “tierno” de los japoneses ya estaba presente en el pasado de Japón. Sus orígenes se pueden remontar muy atrás en la historia del país, tal y como demuestran ciertas ilustraciones del Japón feudal como en el emakimono atribuido a Toba Sôjô (1053-1140), conocido como Chôjû giga o Chôjûjinbutsu giga. Este tipo de representaciones se mantuvieron en épocas posteriores, como se puede ver en obras de los períodos Edo (1603-1868) y Meiji (1868-1912), y alcanzaron su plenitud en la primera mitad del siglo XX, momento en el que las manifestaciones del fenómeno kawaii se empezaron a hacer más significativas. Tal es el caso de la marca Hello Kitty con su gatita representativa, o su presencia cada vez más constante en la profusión del cómic (manga) y anime japonés gracias a autores como Osamu Tezuka.

Y es que ya a lo largo de la década de los noventa, lo kawaii en el país nipón se había extendido por todos los terrenos, pudiéndose apreciar en diversos ámbitos (moda, música, movimientos urbanos…) y en el diseño de múltiples objetos cotidianos. No es extraño que la publicidad viera esta estética como un elemento de potente atracción, cuya utilización garantizaba el éxito comercial o la eficaz difusión de una marca. De hecho, todo tipo de compañías niponas vieron que la clave del éxito para incentivar el consumo se encontraba en una publicidad basada en lo mono, lo adorable, y comenzaron a explotar la tendencia kawaii que se manifiesta en sus enternecedoras mascotas. También acudieron a este recurso algunas instituciones como la policía (apareciendo la mascota Pipo-kun en los carteles de las comisarías), y las instituciones gubernamentales, siendo muy común que apareciesen este tipo de representaciones en las señales urbanas. Este fenómeno, además, se intensificó con la continua presencia del dibujo manga y el anime en Japón, consumido por cualquier posible sector del público.

Incluso, el propio gobierno nipón ha utilizado, en la última década, la estética kawaii como seña de identidad para fomentar una imagen más atractiva del archipiélago, con el fin de potenciar su proyección al exterior y promover su economía. Sus avances tecnológicos, el manga, el anime, el videojuego, y la estética kawaii han sido esenciales en lo que se denomina Cool Japan, es decir, la renovada imagen que el país quiere dar de sí mismo de cara al extranjero en la que el Japón tradicional de los samuráis convive con el tecnologizado Japón kawaii;[2] una sugestiva imagen (recurrente en la publicidad corporativa del propio Japón) que el gobierno sigue fomentando en la actualidad para su propio beneficio. Como señala Anne Allison, “lo tierno puede ser la clave de Japón para el trabajo de capital extranjero en el siglo XXI”.[3]

El que numerosas empresas hayan utilizado esta estética en publicidad ha hecho que, en algunos casos, lo kawaii fuera considerado erróneamente como una simple tendencia fruto de una sociedad consumista. Sin embargo, también es cierto que lo kawaii puede definir el estilo de vida de una cultura.[4] De hecho, Okazaki y Johnson señalan que lo kawaii también “refleja los cambios en las estructuras sociales y el rol de la mujer, la ascensión y caída de la economía y un sentido de identidad nacional”.[5]

La estética kawaii también ha calado en la producción artística nipona. La diferencia esencial con respecto al fenómeno general es que los artistas que han adoptado esta tendencia no la utilizan simplemente para evocar sensaciones agradables de ternura que pueden atraer al consumidor, sino también para transmitir mensajes más complejos, subversivos o críticos. Y es que las obras de estos creadores no son tan simples como su aspecto aparenta; al contrario, a través de estas producciones de formas con aspecto infantil, se pueden tratar temas truculentos y hacer una aguda labor crítica. De hecho, esta capacidad otorga a las obras un cierto carácter siniestro o inquietante, rasgo que se ha convertido en una de sus características más destacables. Por ello, es preciso diferenciar entre los productos derivados del fenómeno social kawaii, en buen número de casos frutos de una moda consumista, y las propiamente “obras de arte Kawaii”, dotadas de un significado mucho más profundo, un mensaje oculto, generalmente crítico.

La penetración del kawaii en las artes debe ser estudiada tomando como primer referente la obra de Takashi Murakami, “el padre del kawaii”, que comenzó sus trabajos más personales en la década de 1990. Partiendo de esta estética, Murakami ha desarrollado el concepto Superflat, el cual le ha llevado a ser considerado un icono de la posmodernidad, y uno de los artistas más cotizados e influyentes actualmente.  El término Superflat alude a la planitud tanto de sus superficies como de sus colores,[6] lo que recuerda a la pintura tradicional nihonga[7]o al grabado ukiyo-e,[8] el cual, como el manga, reflejaba el mundo de la subcultura de su momento.

Diseños de Kiki y Kaikai de Takashi Murakami

Diseños de Kiki y Kaikai de Takashi Murakami

Un rasgo de la producción de Murakami, es que consigue convertir el arte en mercancía para el consumo de masas. Entre los múltiples productos que ofrece se encuentran tanto pinturas y esculturas (diseñadas y/o ejecutadas por medios tradicionales o mediante el uso del ordenador) como numerosos objetos cotidianos de factura industrial, por lo que tiene un mercado de consumo muy amplio. Este hecho ha sido muy criticado por ciertos sectores del mundo académico o la crítica artística que ven en su arte un simple afán de enriquecimiento. En este sentido, se interpreta la creación, en 1996, de Hiropon Factory, que en 2001 pasó a ser la compañía llamada Kaikai Kiki, que se encarga de gestionar y comercializar (con más de 100 empleados) todos los proyectos y productos del artista.

No obstante, el hecho de que el autor sea a la vez empresario y que sepa vender su arte, no debe empañar la visión crítica y analítica que aporta. Porque si bien la obra de Murakami puede resultar a un simple golpe de vista superficial, su producción esconde un proyecto artístico más complejo que transmite otros mensajes. Así, por ejemplo, centra sus críticas en el consumismo, como muestran algunas imágenes de su alter ego DOB, o hace una feroz reprobación de la utilización de la bomba atómica mediante personajes divertidos pero con deformaciones o mediante el icono de un hongo, una especie de seta atómica que es una de sus iconografías más recurrentes en la que, según los críticos, representa el trauma japonés tras el desastre nuclear.

Desde finales del siglo pasado, la popularidad de Murakami no ha hecho más que crecer a nivel mundial, alcanzando un éxito inusitado. Ha conseguido llevar su obra al ámbito museístico y a las más afamadas salas de exposiciones, y expandirla a la sociedad de masas y, a la creciente subcultura otaku. Esto incentivó que otros artistas como Mariko Mori (1967), Makoto Aida (1965), Aya Takano (1976) Chiho Aoshima (1974) Chinatsu Ban (1973), Rei Sato (1984), Akane Koide (1991), o Yoshitomo Nara (1959), entre los más afamados, se adhirieran a la estética kawaii.

Personajes kawaii del anime Pretty Cure

Personajes kawaii del anime Pretty Cure

Si en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX las artes del Japón tradicional cautivaron a Occidente y se convirtieron en fuente de inspiración de nuestras manifestaciones artísticas (fenómeno del Japonismo), desde la década de los noventa, hasta el momento presente, la cultura popular del Japón actual (el manga, el anime, los videojuegos y los productos kawaii) vuelve a suscitar fuera del archipiélago una fascinación e impacto similar. Puede decirse que estamos viviendo un Neojaponismo.[9] Lo japonés vuelve a estar presente en nuestro arte y cultura, siendo fundamental en la eclosión de este fenómeno el enorme desarrollo de la tecnología y del mercado nipón a nivel internacional, y la imparable difusión de su cultura actual (música, moda, anime, manga, gastronomía…) que se ha producido través  distintos cauces, destacando las nuevas tecnologías de la comunicación.

Las últimas generaciones de europeos y americanos han crecido viendo series de dibujos animados japoneses, leyendo manga, jugando a videojuegos de las empresas Nintendo o Sony y comprando objetos (peluches y otros complementos) a ellos vinculados. En todos estos productos la estética kawaii está presente, siendo aceptada con éxito, en cierta medida por su poder de ser comprendida por todos, independientemente de su cultura. Mientras que el concepto de lo bello es mucho más subjetivo y depende del bagaje cultural de cada pueblo, la expresión tierna del kawaii, que suscita cariño, empatía y un efecto de necesidad de protección, es capaz de conmover a todos.[10] Esta propiedad es la que lo hace tan entendible y permite una mayor difusión intercultural ya que, al contrario de cualquier modelo de belleza, no es variable según la época o cultura. Si a ello sumamos el éxito y expansión de la obra de Murakami y otros creadores nipones, no es extraño que muchos artistas occidentales hayan adoptado en sus propias obras los rasgos de la vertiente artística de la estética kawaii. Entre otros creadores hemos de resaltar, por su impacto internacional, Meghan Murphy (1970), Catalina Estrada (1974), Samuel Borkson (1979), Arturo Sandoval (1976), Sheena Aw (1979), Charuca Vargas (1974) y el creador de la marca Tokidoki, Simone Legno (1977).

Para saber más:

  • Almazán, David. “Del japonismo al neojaponismo: evolución de la influencia japonesa en la cultura occidental”, en Barlés, Elena, Almazán, David. (eds.), Japón y el Mundo Actual,  Zaragoza, Prensas Universitarias de la Universidad de Zaragoza, 2010. P. 871-912.
  • Okazaki, Manami., y Johnson, Geoff., Kawaii! Japan’s culture of cute, Munich, Prestel, 2013.
  • Roach, Mary, “Cute Inc”, Wiredissue, n º 7, 1999. (13/04/2016). Disponible aquí.
  • Testa, Valentina., Kawaii Art, Roma, Tunué, 2011.

Notas:

[1] Ver artículo de Ecos de Asia sobre la introducción al fenómeno kawaii aquí.

[2] Lozano, Artur. “Corrientes contemporáneas y diversificación del tecno-orientalismo”, Inter Asia Papers, nº8, 2009. P. 17-19.

[3] Traducción del inglés: “cuteness may be Japan’s key to working foreign capital in the twenty-first century”.  Allison, Anne. “Portable monsters and commodity cuteness: Pokémon as Japan’s new global power”, Postcolonial Studies, vol. 6, nº 3, pp. 381-391, 2003. (11/05/2016). Disponible aquí.

[4] Testa, Valentina. Kawaii Art. Roma, Tunué, 2011. P. 16.

[5] Okazaki, Manami,  Johnson, Geoff. Kawaii! Japan’s culture of cute, Munich, Prestel. 2013. P. 8.

[6] Trujillo, Ana. La identidad como estrategia en la obra de Murakami Takashi. Un discurso de ida y vuelta, Madrid, Universidad Complutense, 2015. P. 429.

[7] Estilo pictórico de finales del siglo XIX caracterizado por fundir elementos de la tradición pictórica japonesa con otros occidentales más realistas.

[8] El ukiyo-e (Literalmente “pintura del mudo flotante”), es un género pictórico y gráfico desarrollado en Japón durante los periodos Edo (1603-1868) y Meiji (1868-1912).

[9] Almazán, David. “Del japonismo al neojaponismo: evolución de la influencia japonesa en la cultura occidental”, Japón y el Mundo Actual. Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 2010. P. 876.

[10] Bogarín, Mario Javier. “Kawaii. Apropiación de objetos en el fanático de manga y anime”, Culturales, vol. VIII, nº13. P.70.

avatar Julia Rigual Mur (8 Posts)

Graduada en Historia del Arte, actualmente cursando el Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte y el título de Postgrado en Estudios Japoneses, con nivel del idioma nipón N4.


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