En entregas anteriores, hemos podido aproximarnos a lo que podríamos denominar como la anatomía física y mental de los personajes masculinos en el manganime; destacando, entre otras cosas, su apariencia estilizada, y en bastantes casos andrógina, así como algunos modelos de personalidad construidos y repetidos a lo largo de diversas series.
Mediante este segundo artículo queremos desarrollar un fenómeno estrechamente relacionado con el tratamiento físico de los personajes: nos referimos, en primer lugar, a la androginia y cómo esta, en no pocas ocasiones, facilita que estos personajes se travistan o adopten roles y comportamientos asociados a la feminidad.
Esta andróginia está presente, sobre todo, en obras destinadas al público femenino, que podemos enmarcar en la categoría de shôjo.[1] Muchas de estas historias se ambientan en institutos de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato (atendiendo, por supuesto, al sistema educativo nipón, donde la ESO supone tres cursos y el Bachillerato otros tres), por ello, nos encontramos con personajes masculinos jóvenes y en plena pubertad. Este es uno de los factores que vienen a apoyar y justificar el aspecto más andrógino de los mismos, representados como chicos con una figura esbelta y estilizada, con hombros un poco más anchos que sus compañeras femeninas e, igualmente, de mayor altura.
Evidentemente, también destacan chicos con un tratamiento más robusto, que suelen tener un carácter cómico o incluso una estética más simplificada, rozando la caricatura. Lo mismo se podría decir de otros infantilizados cuya anatomía no deja de ser un reflejo de su personalidad y actitud. Por ello, salvando algunas excepciones, el papel que desempeñan estos personajes es el de secundarios, fundamentalmente amigos del protagonista con cierto matiz cómico, ya que en no pocas ocasiones, serán rechazados o puestos en situaciones de ridículo.
Si bien, y como comentaremos más adelante, actualmente podemos citar todo un conjunto de títulos que intentan romper con este aspecto, ofreciendo una mayor variedad en cuanto al tratamiento físico de sus personajes. No obstante, y retomando la androginia, esta, muchas veces, posibilita que un personaje sea capaz de travestirse y pasar por alguien del sexo opuesto, como ya hemos comentado.
Bien es verdad que existe cierta tradición en cuanto a historias protagonizadas por chicos, y sobre todo chicas, que optan por tomar el aspecto y actitud del género opuesto. A este respecto, no podemos dejar de comentar los casos femeninos, que nos remiten a obras como La rosa de Versalles (1972), La ventana de Orfeo (ambas de la mangaka Riyoko Ikeda) y a otras con situaciones mucho más sencillas y cotidianas como Ouran High School Host Club. Refiriéndonos a las primeras menciones, y considerando la mayor antigüedad de las mismas, podemos definir una tónica similar, destacando el hecho de que estas protagonistas femeninas deciden hacerse pasar por hombres a causa de situaciones familiares dramáticas (herencias, ausencia de un primogénito, acceso a determinadas formaciones) que acaban condicionando sus formas de vida. Quizá, y atendiendo a los argumentos mencionados, podemos ver una cierta crítica que pone de relieve el sacrificio que ha de hacer una mujer convirtiéndose en algo que no es o con lo que no se siente identificada debido a las limitaciones a las que ha de enfrentarse su sexo.[2] Por supuesto, con el avance de este tipo de historias, el secreto será descubierto y se deberán tomar decisiones en torno a la situación que se plantee (a favor o en contra de nuestra protagonista). Evidentemente, con el paso del tiempo, este tipo de situaciones van a tomar un matiz más baladí, de modo que chicas van a mostrar un aspecto típicamente masculino por decisión propia o por querer, simplemente, pasar desapercibidas en un entorno que no les resulta del todo favorable.
En el caso masculino, vamos a encontrarnos todo lo contrario, puesto que el hecho de actuar, vestirse y maquillarse suele tener o bien un matiz cómico o bien algo que se elige por decisión personal y pasión por ámbitos como la cosmética y la moda. Nos centraremos sobre todo en el segundo caso, dado que el primero suele consistir en situaciones puntuales de los personajes disfrazados formando parte de algún tipo de festival escolar, obra de teatro, con un carácter lúdico; por ejemplo, el hecho de travestirse para trabajar en un club de onee[3]. Como decíamos, es el segundo ejemplo el que nos llama la atención, por la cantidad de mensajes e ideas que puede llegar a transmitir: desde la mera pasión por la moda femenina que ya comentábamos, a situaciones eróticas pasando, por supuesto, por no sentirse representados por su sexo, por lo que hablaríamos de un personaje transexual.
A este respecto, podríamos establecer una reflexión final que nos lleve a cerrar este apartado, y es la normalización, por un lado, de este tipo de sentimientos y sensaciones personales utilizando como vehículo el manganime con el fin de dar visibilidad sin una carga crítica; y por otro la ruptura de un pensamiento tradicional que limita determinadas prácticas estéticas como el maquillaje o la joyería, intrínsecamente asociadas al género femenino. De esta manera es normal encontrar personajes con todo tipo de accesorios y preocupados por su imagen, maquillados, con las uñas pintadas o incluso luciendo prendas tanto calificadas como femeninas como unisex. Esto es algo en lo que quizá ahora se esté haciendo un mayor hincapié, pero no podemos dejar de mencionar ejemplos como los afamados villanos del Team Rocket, Jessie y James que en multitud de capítulos han puesto de relieve el hecho de que estos aspectos (ropa, maquillaje) no tienen género, intercambiándose entre ellos aquello que, por tradición e imagen, debería lucir el otro.
Por supuesto, esto no es algo novedoso, puesto que en la escena popular japonesa, en ámbitos como la moda y la música, este tipo de elementos han estado reflejados. A título de ejemplo podemos citar a Novala Takemoto, vinculado con el lolita, o bandas como Versailles entre otros muchos ejemplos de J-rock y Visual Kei.
En otro orden de cosas, comentábamos que, en la mayoría de los casos, nos encontramos con personajes masculinos que reflejan una apariencia muy concreta. No obstante, de un tiempo a esta parte, hemos podido observar variaciones en este arquetipo, sobre todo en obras que van dedicadas a un público femenino. Nos referimos al caso de Ore monogatari!!, con un personaje tan carismático como Takeo Gouda. Llama la atención el hecho de que sí, su dibujo tiene un tratamiento más simple que puede rozar la caricatura (salvando algunos momentos en los que el detallismo de sus músculos resulta apabullante), así como su actitud también puede rozar lo absurdo, pero no deja de ser tanto el protagonista como el interés amoroso principal. Takeo, a pesar de su matiz cómico, es protagonista de multitud de escenas donde se resalta su dulzura y el cariño que siente por su novia Yamato, subrayado también por las constantes declaraciones de amor que repite mentalmente. Es interesante el hecho de que, a pesar de esa apariencia que en un primer momento puede despertar el rechazo, Takeo pasa a ser una imagen de chico ideal y deseable, ya no sólo por su pareja sino también por el resto de personas que lo rodean, a pesar de que en un primer momento su relación se ve con cierta incredulidad.
Evidentemente, este es un caso muy concreto y exagerado, pero bien es verdad que hemos visto reflejados distintos tipos de anatomías en series de mayor actualidad, como puede ser el caso de My Hero Academia (Boku no Hero Academia) donde los personajes masculinos varían en cuanto a diversos factores: nos encontramos tanto adultos como adolescentes, con distintos tipos de personalidad (algunos similares a los citados en la entrega anterior mientras que otros obedecen sus propias reglas dadas las circunstancias de los personajes), y diversos tratamientos anatómicos que van desde cuerpos musculados, estilizados y caricaturizados. Igualmente, estas mismas características se pueden aplicar a los personajes femeninos. De esta manera se consigue mostrar un espectro bastante amplio que viene a romper con esos lenguajes fijos y establecidos que comentábamos.
Con una breve reflexión queremos cerrar esta segunda entrega, y es que podemos ver como a través del manganime vemos un escaparate que nos habla de cuestiones presentes en la actualidad, algunas de ellas necesitadas de visibilidad o, simplemente, de un tratamiento normalizado que nos lleve a la terminar de comprender que es algo presente, ya no sólo en la sociedad nipona, sino también en la más próxima a nosotros.
Notas:
[1] Obras destinadas a un público femenino joven que, en la mayoría de los casos, narran imposibles historias de amor donde las interacciones de carácter romántico entre los personajes suelen ser bastante limitadas.
[2] No hemos de olvidar que muchas de estas obras se realizaron durante la década de los sesenta y setenta, un momento de revolución social y cierto empoderamiento por parte de las mujeres, que buscaban dejar de lado los roles de esposa perfecta y madre amantísima que les eran asignados.
[3] Onee es el término que se utiliza para aludir a hombres que se travisten.