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Once mil leguas de México a Japón: el increíble viaje de Francisco Díaz Covarrubias y la Comisión Astronómica Mexicana I – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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Once mil leguas de México a Japón: el increíble viaje de Francisco Díaz Covarrubias y la Comisión Astronómica Mexicana I

Artículo escrito en colaboración con David Lacasta.

Como hemos venido señalando en anteriores entregas, las relaciones entre México y Extremo Oriente vivieron un auténtico periodo de esplendor entre los siglos XVI y XVIII, momento en que estuvo en funcionamiento el Galeón de Manila, pero tras la independencia mexicana los contactos se interrumpieron hasta finales del siglo XIX.

Aunque tradicionalmente se considera al poeta y escritor José Juan Tablada (1871-1945) el iniciador de las relaciones artísticas y estéticas entre Japón y México, el comienzo de las modernas relaciones diplomáticas y de apreciación mutua entre ambos países se debe al célebre viaje a Japón encabezado por el astrónomo Francisco Díaz Covarrubias, que tuvo el singular motivo de la observación astronómica del tránsito del planeta Venus a través del disco del Sol, y que llevaría a un grupo de intelectuales mexicanos al Japón Meiji.

Fotografía del grupo protagonista. De pie y de izquierda a derecha, Francisco Jiménez, Francisco Díaz Covarrubias, Francisco Bulnes. Sentados, Agustín Barroso y Manuel Fernández Leal.

Fotografía del grupo protagonista. De pie y de izquierda a derecha, Francisco Jiménez, Francisco Díaz Covarrubias, Francisco Bulnes. Sentados, Agustín Barroso y Manuel Fernández Leal.

En un principio, puede parecer extraño que un país como México, que atravesaba un periodo marcado por las dificultades económicas y los conflictos políticos se embarcara en una misión científica de este calibre. No obstante, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada encomendó en 1874 la organización y la dirección de la expedición a Francisco Díaz Covarrubias (1833-1889), un famosos ingeniero, geógrafo y diplomático mexicano que destacó por sus aportaciones a la geografía mexicana, así como por su implicación en la renovación del sistema de educación pública.

Como hemos adelantado, la expedición tenía como principal cometido el estudio del tránsito del planeta Venus a través del disco del Sol, un fenómeno que se daba una vez cada siglo, y que para su observación y estudio a finales del siglo XIX llevó a una gran cantidad de países (entre lo que se encontraba México) a enviar sus científicos al Extremo Oriente, zona que se consideró como la mejor para la observación del fenómeno, ya que éste no se pudo apreciar desde América, Europa y la mayor parte de Asia y África.

Grabado que reproduce el observatorio de la Comisión en Nogue-no-Yama.

Grabado que reproduce el observatorio de la Comisión en Nogue-no-Yama.

La expedición mexicana contaba con una serie de integrantes entre los que se encontraban Francisco Jiménez, Francisco Bulnes, Agustín Barroso y Manuel Fernández Leal, todos bajo la dirección de Díaz Covarrubias, que partiendo de Ciudad de México emprendieron un viaje que los llevó a La Habana, Filadelfia y Nueva York. Cruzaron entonces de Este a Oeste Estados Unidos, con el fin de embarcar en el puerto de San Francisco rumbo a Yokohama. La expedición científica, pionera de este campo en México, dejó como resultado dos libros que alcanzaron una gran popularidad en la época, en los que no solo se narraban los detalles técnicos de la hazaña, sino que también transmitían toda una serie de descripciones e ideas sobre las gentes del Japón y Asia, y que calaron entre los mexicanos que tuvieron la suerte de leerlos. El libro escrito por el propio Díaz Covarrubias,[1] en el que a parte de comentar los entresijos de la expedición, cuyos resultados fueron muy bien valorados por científicos coetáneos, relata sus impresiones del viaje con una prosa fluida y elegante, que demuestra sus cualidades como escritor además de su valor como científico.

En su libro, acompañado de toda una serie de reproducciones litográficas, Díaz Covarrubias nos describe sus impresiones de Japón, país al que consideraba ya toda una potencia, señalando los esfuerzos que éste estaba llevando a cabo para ponerse a la par de las naciones occidentales, resaltando el apoyo y el trato favorable que el ilustrado gobierno japonés dispensaba a los extranjeros que, como ellos, se encontraban allí con fines científicos. No debemos pasar por alto que durante su estancia en Japón la expedición fue ayudada por diplomáticos americanos que les facilitaron las gestiones con el gobierno japonés, ya que México no contaba con representación diplomática en el País del Sol Naciente. En su relato, Díaz Covarrubias describe los entresijos de las ciudades japonesas que visitó, contraponiendo las “modernas y occidentales” Yokohama y Tokio, en las que se podía observar toda una suerte de edificios y comodidades occidentales (como conducciones de electricidad y gas), a la tradicional Kanagawa, de la que describe con profusión sus construcciones tradicionales japonesas. Díaz Covarrubias era asimismo consciente de los cambios recientemente experimentados por Japón, describiéndonos la Restauración Meiji como una lucha entre los progresistas partidarios del Emperador, ávidos por llevar al país por las sendas del progreso, y los usurpadores feudalistas que apoyaban al sogún. En su obra también recoge con mirada crítica los comportamientos de los visitantes occidentales, así como sanciona el mal trato que muchos viajeros adinerados dispensaban a las clases bajas japonesas:

Pero sí causa profundo disgusto el espectáculo del hombre convertido en bestia de tiro (….), pasa a ser repugnante el que ofrecen algunos europeos ostentando el lujo ridículo e inhumano de hacer acompañar sus carruajes por japoneses a pie, llamados bet-to (palafreneros), que van corriendo al lado de las portezuelas al paso de los caballos. (…) Es probable que esa costumbre haga muchas víctimas de afecciones pulmonares entre los japoneses, sobre todo durante el invierno en que están expuestos a cambios muy bruscos de temperaturas… Juzgando por la desagradable impresión que siempre me causaba ver el contraste de la bella dama inglesa o del caballero cómodamente reclinado en su carretela, cubiertos de pieles para defenderse del frío, (…) con el infeliz bet-to respirando con dificultad en su furiosa carrera… Por lo que a mí toca, nunca pude evitar a la vista de una moda tan inhumana, que se presentasen en mi memoria los esfuerzos de estos mismos ingleses para establecer y propagar en su país las sociedades protectoras de los animales, y no alcanzaba a darme cuenta de la palpable inconsecuencia con que tan solícitos por el bienestar de un jumento (asno), se mostrasen tan indiferentes por el fatigoso  e innecesario trabajo de un ser humano.[2]

Una de las ilustraciones del libro de Covarrubias, en la que aparece uno de los rickshaw cuyo uso tanto desgradaba al científico.

Una de las ilustraciones del libro de Covarrubias, en la que aparece uno de los rickshaw cuyo uso tanto desgradaba al científico.

También hay lugar para las habituales comparaciones. Así pues, señala las diferencias en las formas de vestir de las gentes de Japón en contraposición a las de México, familiares a sus futuros lectores, señalando cómo el atuendo occidental se va imponiendo entre los funcionarios y todos aquellos japoneses que iban abrazando las modas occidentales. [3]

Díaz Covarrubias realiza también en su obra un repaso por las principales manifestaciones artísticas japonesas que causaban verdadero furor en Occidente. Así, describe los distintos talleres de seda, de talla de marfiles, porcelanas, esmaltes y bronces, además de realizar un profundo recorrido por la industria de la seda y sus principales productos:

básteme decir que la inmensa variedad de tejidos que se fabrican en el Japón con ese filamento (seda)… además de terciopelos, rasos de diversas clases, pañuelos de seda, pasamanerías, etc. Y aun tejidos de papel para vestido, que tienen bastante resistencia para soportar muy bien la operación de lavado. Una pieza de tela (chirimen) que me regaló el Ministro de la Marina, otras que adquirí en Yokohama, algunas piezas de ropa que allí me hicieron y un pedazo de tejido de papel que también traje, han llamado en México la atención de cuantas personas han visto estos objetos, tanto por su belleza como por su baratura… Indicaciones análogas podrían hacerse respecto de las porcelanas, de los muebles, de los utensilios metálicos para el servicio doméstico y de otros mil objetos…”[4]

Señala, de manera interesante, lo provechoso que sería para México el entrar a formar parte en el pujante comercio con Extremo Oriente y especialmente con Japón, expresando asombrado que la plata mexicana es la principal moneda empleada en las transacciones en Extremo Oriente -no habiendo sido suplantada todavía por el dólar-, así como lo beneficiosas que serían para México las importaciones de productos japoneses, que llegarían directamente sin depender de intermediarios europeos (uno de los principales problemas a los que se había visto abocado el país tras su independencia), además de todas las oportunidades de negocio que se desarrollarían en México gracias a la exportación de materiales agrícolas y mineros, de los cuales especialmente Japón estaba muy necesitado.

Igual de interesante es la crónica de viaje que realizó otros de los componentes de la misión astronómica, Francisco Bulnes (1847-1924), escritor y periodista que viajó con la expedición en virtud de cronista. El libro de Bulnes[5]  sería el primero en hablar del Extremo Oriente -pues se publicó un año antes que el de Díaz Covarrubias-, y serviría para revitalizar la temática del viaje  en la literatura mexicana. El libro, igual que el de Díaz Covarrubias, nos narra los entresijos de la expedición mexicana, presentando una estructura argumental dividida en capítulos según los destinos que visitaban los científicos. En él, destaca la importancia que se le da a la descripción de Asia, en especial a Japón (que ocupa una tercera parte del libro), pero también a China, Conchinchina, Saigón, Singapur y Ceilán. Así pues, el peso de la temática relacionada con Oriente es abrumador en la obra de Bulnes, estando los restantes capítulos del libro centrados en el viaje de México a Estados Unidos, y de Ceilán a Egipto, con unas ligeras impresiones de Nápoles, Pompeya y Roma, para acabar solamente mencionando París.

En sus escritos, Bulnes era consciente de que el viajero que se encaminaba a Oriente portaba consigo unas enormes expectativas y ansias de novedades, debiendo hacer un esfuerzo constante para no acostumbrarse a lo novedoso, ya que esto le llevaría a la indiferencia y pérdida de emoción.

Una temática recurrente en su texto es el interés por la situación de las mujeres en Oriente, especialmente en el caso de Japón, donde se interesará por temas como el divorcio, criticando la prostitución, prestando especial atención al barrio de Yoshiwara, que posteriormente tanto fascinará a otros modernistas como Gómez Carrillo o al ya mencionado Tablada.

La prostitución es fría y se amalgama con el candor. Las madres espían el momento en que sus hijas llegan a ser mujeres para venderlas. Los extranjeros las compran al precio de un toro en México, y su manutención no sobrepasa a la de un caballo de raza… No tienen gestos de amor que vender, ni conocen la coquetería; no hay movimientos y por consiguiente no hay provocaciones; la voluptuosidad es maciza y pesada, el atractivo puramente físico…[6]

Grabado del libro de Díaz Covarrubias que representa a unas jóvenes japonesas.

Grabado del libro de Díaz Covarrubias que representa a unas jóvenes japonesas.

Es de destacar, que durante el viaje y en su libro, Bulnes se sintió especialmente atraído por las religiones orientales. Manifestará simpatía por el Confucianismo, a cuyos practicantes calificaría de librepensadores, y dedicará un capítulo a la biografía de Buda (sirviéndose de unas fuentes cuanto menos rigurosas), además de exponer su doctrina, vagamente comprendida e interpretada desde sus nociones cristianas. Salvando alguna inexactitud, estos escritos sobre las religiones orientales son de gran importancia, ya que serán los primeros sobre el Budismo realizados en México y probablemente de toda América Latina, que no serían hasta los Estudios Indostánicos (1920) de José Vasconcelos.

El libro de Díaz Covarrubias también reproduce alguna de las principales atracciones turísticas de Japón, como el Daibutsu de Kamakura.

El libro de Díaz Covarrubias también reproduce alguna de las principales atracciones turísticas de Japón, como el Daibutsu de Kamakura.

Asimismo, Bulnes realiza una lectura política del ascenso de Asia, en un momento en el que el control europeo y estadounidense parecía innegable y se  creía, sería permanente, situación que no comenzaría a cambiar hasta 1905, tras la victoria japonesa sobre Rusia, en la que por primera vez una nación europea perdía ante un país asiático.

El Asia sorprendida por el progreso, comprende la complicidad momentánea del destino y entrega al despotismo de la filosofía sus misterios, sus granos de opium conteniendo años de sueños, sus bandas negras, sus momias perfumadas, sus mujeres, sus artes, sus virtudes y sus vicios. Capitula con la razón y acepta el honor de las demás naciones” [7]

Japón llamó en especial su atención debido a la manera en la que combinaba tradición y modernidad, buscando una fórmula similar extrapolable a México, país que también se encontraba en una compleja posición con respecto al despliegue militar de Estados Unidos. A pesar de sus muy particulares opiniones –tanto en ésta como en otras obras, Bulnes será considerado por la Academia posterior como un escritor reaccionario. En la figura de Bulnes encontramos a un perfecto cronista en el que se conjugan lo literario, lo historiográfico, lo escéptico y lo analítico.

No obstante, aunque el viaje de Bulnes y Díaz Covarrubias marcaría un hito en cuanto a la literatura hispanoamericana sobre Oriente, sería también verdaderamente significativo en los ámbitos económico, diplomático y demográfico, aspectos de los cuales nos ocuparemos en una próxima entrega.

Para saber más:

  • Díaz Covarrubias, Francisco. Viaje De La Comisión Astronómica Mexicana Al Japón: Para Observar El Transito Del Planeta Venus Por El Disco Del Sol El 8 De Diciembre De 1874. Ciudad de México, C. Ramiro y Ponce de León, 1876.
  • Bulnes, Francisco. Sobre el Hemisferio Norte, Once Mil Leguas: Impresiones de Viaje a Cuba, Los Estados-Unidos, El Japón, China, Cochinchina, Egipto y Europa. Ciudad de México, Rev. Universal, 1875.
  • Chávez Jiménez, Daniar. “Viajeros del siglo XIX: el linaje mexicano y las 11 mil leguas de Francisco Bulnes por el Hemisferio norte”, en  v. 12, primavera de 2014, pp. 53-72.

[1] Díaz Covarrubias, Francisco. Viaje De La Comisión Astronómica Mexicana Al Japón: Para Observar El Transito Del Planeta Venus Por El Disco Del Sol El 8 De Diciembre De 1874. Ciudad de México, C. Ramiro y Ponce de León, 1876. Edición consultada: Diego, Hugo.  Viaje al Japón. Francisco Díaz Covarrubias. México D.F., Educación y Cultura, 2008.

[2] Diego, Hugo.  Viaje al Japón. Francisco … op. cit. pp. 206-207.

[3] “El traje de las mujeres consiste en un serie de batas abiertas por delante y sobre puestas y de colores generalmente diversos, esto es, más vivos los de las interiores y más sombríos los de las exteriores. Todas estas batas tienen mangas muy anchas de una forma cuadrada, y que sirven a la vez de amplios bolsillos…El total del traje se ajusta con un ancho cinturón de varios metros de longitud, y que después de dar dos o tres vueltas al derredor del talle, se anuda por detrás formando un enorme lazo. Las japonesas cuidan muy poco de aparecer fina su cintura, de manera que no solamente desconocen el corsé, sino por el contrario dan a su talle inmenso volumen con la holgura de las batas acolchadas y con la larguísima faja que las sujeta… Los vestidos y otros usos varios europeos se van generalizando en el Japón de una manera notable, y que contrastan singularmente con la resistencia a adoptar las mismas costumbres que se advierten en el vecino Imperio de la China. En el Japón no solo la totalidad de los funcionarios y empleados públicos visten ya casi sin excepción el traje europeo, sino que muchos particulares y gentes del pueblo que pueden proporcionárselo, lo han adoptado también.” Diego Hugo.  Viaje al Japón. Francisco … op. cit. pp. 216-220.

[4] Diego, Hugo. Viaje al Japón. Francisco… op. cit. pp. 245-246.

[5] Bulnes, Francisco. Sobre el Hemisferio Norte, Once Mil Leguas: Impresiones de Viaje a Cuba, Los Estados-Unidos, El Japón, China, Cochinchina, Egipto y Europa. Ciudad de México, Rev. Universal, 1875. Para un estudio del relato, véase Chávez Jiménez, Daniar. “Viajeros del siglo XIX: el linaje mexicano y las 11 mil leguas de Francisco Bulnes por el Hemisferio norte”, en Estudios. v. 12,  primavera de 2014, pp. 53-72.

[6] Bulnes, Francisco. Sobre el Hemisferio Norte… op. cit. pp. 114-115.

[7] Bulnes, Francisco. Sobre el Hemisferio Norte… op. cit. pp. 176-177.

avatar Marisa Peiró Márquez (145 Posts)

Marisa Peiró Márquez (marisapeiro@ecosdeasia.com) es Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza. En esta misma universidad se licenció en Historia del Arte y realizó el Máster en Estudios Avanzados de Historia del Arte, así como el Diploma de Especialización en Estudios Japoneses. Se especializa en el Arte y la Cultura Audiovisual de la primera mitad del s. XX, y en las relaciones artísticas interculturales, especialmente entre Asia y América Latina (fue becaria del Gobierno de México), con especial interés en el Sudeste Asiático y en Oceanía.


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One Comment

  1. Staff ECOSdeAsia
    02/08/2017
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    Estimado Adán, ¿desde dónde nos escribes? La autora nos comenta que lo leyó físicamente, en una edición mexicana relativamente reciente.

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