El complejo proceso de la Revolución Mexicana,[1] que redefiniría casi por completo las ideas de nacionalismo y nación tanto en México como en otros estados, modificaría igualmente las ideas asociadas a lo oriental. En este momento ganará importancia un cierto “orientalismo político”, manifestado en una fascinación ideológica por diferentes aspectos culturales o políticos del continente asiático. Es posible que la adaptación y adaptación de lo oriental por parte de México provenga asimismo de la negación de lo occidental (es decir, de lo europeo y, en última instancia, estadunidense) como reacción al antiguo régimen colonial y al “afrancesamiento” porfirista.[2] De hecho, autores como Julia Kushigian señalan que el orientalismo hispánico tiene un obligado componente ideológico que lo separa en cierta medida del europeo.[3]
La relación de la Revolución Mexicana y sus principales agentes con el Oriente resulta tan compleja como interesante. Por una parte, este fue el periodo más cruento para con la población asiático-mexicana, pero, por otro lado, se formularon políticas y reivindicaciones que integraban lo oriental dentro de una conciencia nacional.
En primer lugar, no podemos evitar recordar algunas de las contribuciones asiáticas a la Revolución, como el que parte de la lucha se llevase a cabo gracias a armas compradas a Japón, que muchos inmigrantes japoneses luchasen junto a mexicanos y que incluso uno de ellos enseñase judo a zapatistas, villistas y carrancistas.[4]
No obstante, peor suerte corrieron muchos de los chinos y sino-mexicanos del país, cuya población se concentraba en los actuales estados del norte del país –como Sinaloa, Coahuila, Chihuahua o Baja California–, quienes entre los vaivenes de las luchas revolucionarias se encontraron con la desgracia de no ser ni aquellos a quienes se arrebataba el poder ni aquellos que lo reclamaban. Así, durante el periodo de 1911-1932, la población sufrió los envites de numerosos políticos populistas y asociaciones anti-chinas, entre los que sobresale la conocida como matanza de Torreón, en la que parte del ejército maderista asesinó a más de 300 sino-mexicanos del lugar.[5]
Sin embargo, algunos de los protagonistas de las políticas revolucionarias, como Francisco I. Madero –primer presidente electo del México revolucionario– o José Vasconcelos[6] –primer y más influyente Secretario de Educación Pública del país–, profesaron una intensa admiración por diferentes aspectos del continente asiático, que no dudaron en integrar dentro de sus discursos políticos. Por otra parte, se debe a la presencia en México de del revolucionario indio Manabendra Nath Roy –que visitó el país entre 1911 y 1919–, destacado personaje de la lucha anticolonial, la fundación del Partido Comunista Mexicano en 1919.[7]
Por su parte, Francisco I. Madero, al tiempo que propagaba su prédica anti-reeleccionista, pero también desde la mesa presidencial –sería presidente de los Estados Unidos Mexicanos desde 1911 y hasta su asesinato en 1913–, publicaría una edición comentada de la Bhagavad Gita,[8] uno de los textos más importantes del Hinduismo; esta obra tuvo una gran prédica en Europa, y en menor medida, en América, desde su primera traducción al inglés en 1785. Su particular combinación de filosofía, literatura y religión caló en el Romanticismo y fue leído y alabado por Humboldt, Blake y Hegel, antes de ser rescatado y ensalzado por el naciente movimiento espiritista que, presentándose como una “religión científica”, vio cómo en sus círculos se propiciaban numerosas reformas sociales y educativas, como el feminismo político o la lucha por los derechos de los animales.
Es en este contexto espiritista en el que tenemos que situar a Madero, que produjo numerosos textos sobre el tema (tanto en calidad de espiritista como de “espiritólogo”); es de destacar, que para separar su personaje político del personaje espiritual, Madero utilizase como pseudónimos a personajes de la Bhagavad Gita.[9]
La versión de la Bhagavad Gita de Madero fue publicada por entregas (entre 1912 y 1913, quedando inconclusa al ser asesinado) en la revista espiritista Helios, bajo el pseudónimo de “un adepto”. Aunque apenas llegó a publicar el comentario de doce capítulos, la obra funcionaba para el presidente como una manera de proyectar sus ideas religiosas, filosóficas y políticas a través de la que considera como la más pura de las doctrinas de la India.[10] Esto queda muy claro en fragmentos como el siguiente:
(…) el hombre que por defender a su patria o a la sociedad va a la guerra, puede dar muerte a numerosos adversarios sin que esto constituya una mancha para él; “como la hoja de loto sale inmaculada del seno de las aguas”, así el guerrero saldrá inmaculado y glorioso después de la batalla a donde fue en cumplimiento de su deber.[11]
En términos de José Chaves,[12] Madero usaba el Bhagavad Gita como brújula ética y filosófica para guiar sus pasos, a modo de un gran espejo que le servía para proyectar su situación personal y dotar de sentido espiritual a sus actividades políticas.
Más adelante, el tópico de la India antigua sería retomado por otro de los personajes más importantes de la política mexicana, José Vasconcelos, quien recordaría a Madero como un mártir y abnegado Arjuna:
“Impresionante resulta imaginar los pensamientos de Madero cuando llegó a encontrarse en los campos mexicanos en la situación de Arjuna, dispuesto a combatir un ejército de enemigos que no odiaba, pero que era su deber destruir. Venció a esos enemigos, el Arjuna de México, en la noble lid de la fuerza, y después perdonóles con tierno espíritu cristiano, más para ser víctima de Judas, en la más negra y cruel de las traiciones”[13]
El caso de José Vasconcelos resulta mucho más interesante, pues opiniones sobre Oriente sufrieron importantes variaciones a lo largo de su vida, tal y como le sucedería con el resto de sus opiniones políticas.[14] Diferenciándose así de sus compañeros ateneístas que profesaban admiración hacia los modelos clásicos y europeos, el joven Vasconcelos se interesó especialmente por la India –y en menor medida, por Japón–, ensalzando a Buda, Tagore y Gandhi y obsesionándose con la que llegó a considerar como cuna de la civilización y ejemplo manifiesto de las maravillas del mestizaje que más tarde predicaría. Por este motivo, Vasconcelos fue considerado por algunos de sus contemporáneos, como Alfonso Reyes (que le calificaría de “zapoteca-asiático”), como representante de la filosofía anti-occidental.[15] El propio Vasconcelos recordaba así el nacimiento de esta inquietud:
El gusto por estos estudios, tan poco cultivados entre nosotros de manera ordenada, nació en nuestras juntas inolvidables de hace unos ocho años, cuando nos reuníamos Antonio Caso, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y yo, en nuestro México, para discurrir sobre todos los asuntos que afectan directamente al espíritu. (…). Disgustados de nuestro medio y decepcionados de Europa, que atravesaba por ese período de corrupción materialista que precedió a la guerra, nos deleitábamos algunas veces con las páginas indostánicas, que leíamos con mezcla de asombro y de curiosidad confusa.[16]
Aunque probablemente esta pasión se enfocase dentro del esfuerzo por diferenciarse que siempre le caracterizó, él mismo señaló que entre sus lecturas juveniles se encontraban relatos de Babilonia y Persia y el Mahabarata,[17] a lo que se habría sumado el ya mencionado ambiente teosófico y espiritista que ayudó a difundir la idea de la India como un noble y misterioso ente abstracto. En el ateneo optó por la temática budista para sus conferencias, mientras que la tónica principal era la temática griega.
Tras el golpe de Estado de Victoriano Huerta, Vasconcelos se vería obligado a exiliarse en Estados Unidos, periodo en el cual aumentaría su pasión por la India. Lee entonces a autores como Max Müller, Hermann Oldenberg o a su detestada Helena Blavatsky, y, durante su estancia en San Francisco dedica muchas horas al estudio de la cultura india en la biblioteca de la Universidad de Berkeley. Asimismo, durante su viaje a París se maravilló con las colecciones orientales del Museo del Louvre y del Museo Guimet,[18] profesando gran admiración por el arte de la India:
Prefería el arte profuso totalizante de la India al arte esquemático que el europeo adopta de modelo a causa de cierto primitivismo estético o bien por exceso de abstracción idealista.[19]
El año de 1920 fue singular para Vasconcelos y su desempeño laboral y académico: encargado del Departamento Universitario y de Bellas Artes, asumió la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1920 (hasta 1921). A continuación, y hasta 1924, se convirtió en el primer Secretario de Educación Pública de México, periodo en el cual llevó a cabo importantes programas artísticos y literarios.[20] A pesar de sus críticas a la teosofía, durante este periodo compartió con ella su particular relectura política de la India antigua para adecuarla a su discurso.
Publicó en 1920 sus Estudios Indostánicos,[21] que en 1938 ya habían alcanzado una exitosa tercera edición. En ellos desarrolla por primera vez tu famosa teoría de mestizaje, que popularizará más tarde en La raza cósmica (1925) y en Indología (1926), en las que planteaba una teoría básica de la civilización como asentada no sólo en la tradición europea sino también las grandes tradiciones mestizas de Asia y América, hacia las que había que volver los ojos.[22]
Fue también en estos momentos cuando, bajo su dirección, se construyó la primera sede de la Secretaría de Educación Pública, en cuyo patio un relieve Buda en posición de loto se convierte en representante de las cuatro civilizaciones que se erigen simbólicamente como pilares de la educación.[23] Asimismo, editó desde la Secretaría sus Lecturas clásicas para niños (1924), en las que los relatos asiáticos –esencialmente indios, aunque también hay chinos, japoneses y de Las Mil y una noches– tienen un importante protagonismo.
Sin embargo, su obsesión orientalista se convirtió en una decepción tras su visita al Viejo Mundo, especialmente en lo que refiere a la religión islámica, a la que tildó de bárbara y fanática;[24] únicamente la India, como concepto abstracto (aunque no ya sus mestizas “razas de color”), parece haberle impuesto cierto respeto hasta sus días finales.
Si bien durante la época de transición a la modernidad hemos visto cómo la India antigua se convirtió en el espejo del pasado no europeo en el que poder reflejarse, en las décadas del centro de siglo será un estado nuevo, la jove República Popular de China la protagonista de las atenciones de algunos de los artistas e intelectuales más importantes del México post-revolucionario, como Diego Rivera, Vicente Lombardo Toledano o Fernando Benítez. Pero de esto nos ocuparemos en la próxima entrega
Para saber más:
Notas:
[1] La Revolución Mexicana (aprox. 1910-1920) fue un movimiento popular anti-latifundista y pro-democrático responsable de tremendas transformaciones políticas, económicas, institucionales y culturales. Durante el largo periodo conocido como porfiriato (término con el que se conoce al gobierno continuado o dictadura de Porfirio Díaz, en el poder desde 1876), el gobierno se caracterizó por una serie de políticas liberales que, si bien modernizaron el país en términos industriales (la represiva estabilidad política de Díaz favorecía la inversión extranjera; fue en esta época cuando llegó a México el ferrocarril y luego el telégrafo, mucho antes que a muchos países de Europa), administraban el país mediante una burocracia burguesa que seguía modas europeas (algo que afectaba desde a las artes a la filosofía positivista) y que favorecía al ejército, la iglesia y a la población extranjera. Al proclamar Díaz en 1908 una posible alternancia en el poder, Francisco I. Madero se postuló como candidato, antes de ser apresado y ganar Díaz las elecciones.
A su liberación, Madero se exilia en Estados Unidos y con el Plan de San Luis, promulga un llamado al pueblo mexicano a levantarse en armas contra el opresor gobierno de Porfirio Díaz, lo que se traduce en levantamientos armados en diferentes regiones liderados por personajes como Pancho Villa y Emiliano Zapata. Sus victorias militares obligan al exilio a Díaz y sobreviene la proclamación de Madero como presidente de México.
Ya en ese momento comienzan las fricciones entre Zapata y Madero, pues si bien el nuevo presidente consideraba como objetivo principal el derrotar al porfiriato, para Zapata urgía la reforma agraria y la mejora de la vida de los campesinos. En febrero de 1913 un golpe de estado liderado por los generales Félix Díaz y Victoriano Huerta derroca a Madero, que es encarcelado y asesinado; Victoriano Huerta queda como presidente tras apartar a Díaz.
Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, no reconoce al traidor Huerta y comienza una movilización armada en su contra, con el objetivo de reimplantar el constitucionalismo maderista; a él se unen Pancho Villa, en el norte del país, y Emiliano Zapata, en el sur, con sus respectivos ejércitos, finalizando la movilización con las victorias constitucionalistas y la dimisión de Huerta. Muy pronto surgen asperezas entre las facciones carrancistas y obregonistas y las villistas y zapatistas, que canalizan en la Convención de Aguascalientes y en el Pacto de Xochimilco, y que se enfrentan resultando victorioso Carranza y su general Álvaro Obregón, quien sucedería a Carranza luego de su asesinato en 1920. En 1917, bajo el gobierno de Carranza, se proclama la Constitución mexicana, en la que se restringe el poder de la iglesia y se seculariza al clero y a la educación, se expropian tierras mediante la llamada Reforma Agraria y se establecen leyes sociales como la libertad de asociación, el derecho a huelga o la jornada de ocho horas y el salario mínimo.
Los gobiernos de Obregón y de Plutarco Elías Calles serían igualmente muy agitados, especialmente durante las “guerras cristeras” que tuvieron lugar durante el callismo. No obstante, la década de los 20 fue también en la que comenzaron a implantarse toda una serie de políticas culturales con base en el socialismo, el secularismo y el indigenismo –especialmente durante el ejercicio de Vasconcelos-, que derivarían en un periodo de esplendor para las artes y las letras mexicanas.
[2] No podemos olvidar que durante los siglos XIX y XX, la joven república mexicana sufrió diferentes ataques por parte de diferentes potencias extranjeras, como Estados Unidos, Francia y España.
[3]“el orientalismo hispánico es político en el sentido de que está comprometido a abrir un diálogo de intercambio con Oriente con el propósito de aprender de sí mismo a partir del Otro, revelando la verdad a través del diálogo y terminando la dominación cultural” kushigian, Julia Alexis. Orientalism in the Hispanic Literary Tradition: In Dialogue with Borges, Paz, and Sarduy, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1991, p. 3.
[4] Ota Mishima, María Elena, “El Japón en México”, en Bonfil Batalla, Guillermo (Comp.), Simbiosis de culturas: los inmigrantes y su cultura en México, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 2003, pp. 192-193.
[5] Para más información veáse Chao Romero, Robert, The Chinese in Mexico, 1882-1940, Tucson, University of Arizona Press, 2011, pp. 145-190.
[6] José Vasconcelos Calderón (Oaxaca, 1882-Ciudad de México, 1959) fue un abogado, político, abogado, escritor, educador, funcionario público, protagonista de la renovación cultural mexicana del periodo inmediatamente posterior a la Revolución, en el cual se dio forma a muchas de las propuestas ideológicas y culturales del México nuevo, especialmente en lo que atañe a la construcción de instituciones. Junto a otros jóvenes críticos con la educación y la cultura de porfiriato, fundó el Ateneo de la Juventud Mexicana, cuyos integrantes serían más adelante los más importantes miembros de la vida cultural del país. Con su apoyo a Madero y, más tarde, a Carranza, se involucraría en política; Carranza le nombraría director de la Escuela Nacional Preparatoria y, luego de aliarse con Obregón, sería nombrado rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. Tras reestructurar la universidad, será nombrado el primer Secretario de Educación pública e implantará toda una serie de políticas de glorificación de lo autóctono, indígena y mestizo; será este el gran momento de favorecimiento al movimiento muralista, pero también de la diáspora mexicana en Estados Unidos. Orador y escritor estrella, probará suerte en la política, sufriendo varios atentados. Más adelante, sus opiniones con respecto a lo secular y lo indígena y mestiza se revertirán, mostrando abiertamente sus simpatías hacia la Alemania nazi y a la Italia fascista, aunque más tarde renegaría de los excesos del autoritarismo.
[7] Durante su estancia en México, Roy publicó dos libros en español sobre la India: La India: su pasado, su presente y su porvenir y La voz de la India. Duque-Saberi, Isabel, “La India en México”, en Bonfil Batalla, Guillermo (Comp.), Simbiosis de culturas…op. cit. p. 236.
[8] Según Chaves, lo más probable es que Madero emplease a versión española de José Roviralta Borrell (1896), aunque pudo haberle leído en inglés o francés, pues hubo traducciones muy exitosas por parte de autores como Charles Wilkins o Edwin Arnold. Para un análisis más detallado de Madero y la Bhagavad Gita, véase Chaves, José Ricardo, “La Bhagavad Gita según San Madero.”, Literatura. Mexicana, 2012, v.23, n°1, p. 76. Disponible online.
[9] Ya en 1904 comienza a publicar artículos en La Cruz Astral bajo el nombre de Arjuna, mientras que en 1911 publica su Manual Espiritista como Bhima.
[10] “Queremos demostrar que el Bhagavad Gita, que puede considerarse como la fuente más pura de las doctrinas teosóficas, budistas y en general de las doctrinas filosóficas de la India.” Citado en CHAVES, José Ricardo. La Bhagavad Gita…op. cit., p. 78.
[11] Citado en Chaves, José Ricardo. La Bhagavad Gita…op. cit., p. 76.
[12] Citado en Chaves, José Ricardo. La Bhagavad Gita…op. cit., p. 76.
[13] Vasconcelos, José, Estudios Indostánicos, Madrid, Saturnino Calleja, 1920, p. 162.
[14] Para más información, véase Taboada, H. G. H., “Oriente y mundo clásico en José Vasconcelos”,enAcuyo. Anuario de Filosofía Argentina y Americana, v. 24, 2007, pp. 103-119. Disponible online.
[15] Taboada, Hernán G. H., Oriente y mundo clásico…op. cit., p. 105.
[16] Vasconcelos, José, Estudios Indostánicos, Madrid, Saturnino Calleja, 1920, p. 88.
[17] Vasconcelos, José. La raza cósmica: misión de la raza iberoamericana. Madrid, Aguilar, 1967, p. 91.
[18]Taboada, Hernán G. H., Oriente y mundo clásico…op. cit., p. 107.
[19] Vasconcelos, José, Ulises Criollo: La Vida Del Autor Escrita Por Él Mismo, Ciudad de México, Ediciones Botas, 1935.
[20] Un recomendable estudio pormenorizado de los mismos resulta Fell, Claude. José Vasconcelos: Los Años Del Águila: (1920-1925); Educación, cultura e iberoamericanismo en el México postrevolucionario. Ciudad de México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1989.
[21] Vasconcelos, José, Estudios Indostánicos, Madrid, Saturnino Calleja, 1920.
[22]Taboada, Hernán G. H., Oriente y mundo clásico…op. cit., p. 112.
[23] Esta aparece junto a esculturas de Platón, de las Casas y Quetzalcoatl, aunque Vasconcelos había planeado que fueran alegorías de Grecia, España, América e India. Taboada, Hernán G. H., Oriente y mundo clásico… op. cit., p. 114.
[24] Aunque esta idea ya se percibe en algunos relatos suyos de la década de los 1930, se incrementa más adelante con su manifiesta antipatía a personajes como Atatürk y Abd El-Krim, o a elementos como La Alhambra y hasta el propio café (“menjurje maldito inventado por los turcos para estarse imaginando, despiertos, a las huríes del profeta, así que el Sultán les ha robado a todas las mujeres bonitas”).Taboada, Hernán G. H., Oriente y mundo clásico… op. cit., p. 117, 119.