Artículo realizado en colaboración con Marisa Peiró.
En un artículo anterior de Ecos de Asia abordamos el fenómeno de las relaciones entre México y Extremo Oriente acaecidas durante la época en que estuvo vigente el Galeón de Manila, y fuimos testigos de cómo estos navíos habían acercado los dos extremos del Océano Pacífico. En esta ocasión nos centraremos en analizar el tipo de piezas que estas naves transportaban, así como la influencia oriental que podemos observar en estas realizaciones del Virreinato.
Durante el periodo que los galeones atravesaron la ruta entre Manila y Acapulco (1565-1815), en sus bodegas transportaron una completa gama de productos orientales como biombos y lacas japonesas, marfiles, abanicos, porcelanas de China, tejidos de seda chinos, muebles (sillas, arcones y arquetas), así como toda una serie de especias, como canela y pimienta. Estas piezas, desembarcadas en Acapulco, tuvieron una vital influencia en el desarrollo de las artes decorativas del Virreinato, tal y como se aprecia en multitud de manifestaciones novohispanas.
Este gusto por lo asiático se extendió entre las élites, en parte, debido a la disponibilidad de este tipo de productos, así como gracias al interés que los jesuitas demostraron por Oriente, y específicamente por Japón, país en el que durante largo tiempo mantuvieron la exclusiva sobre la cristianización de sus gentes.[1] De ahí que los padres jesuitas tuvieran gran estima por todo lo oriental y transmitieran una imagen idealizada a las élites novohispanas, quienes eran educadas en los colegios de la Compañía. La afinidad que los jesuitas sentían por Japón, considerado el ejemplo paradigmático de civilidad existente fuera del mundo europeo, les llevó a transmitir su gusto y empatía por lo asiático a sus educandos.[2] Del mismo modo, las teorías en las que se relacionaba al Nuevo Mundo con el continente asiático comenzaron a cobrar auge en la época, con lo que la idea de un lazo entre la cultura prehispánica y el continente asiático no hizo sino encender aún más el sentimiento nacionalista que comenzaba a gestarse entre las élites criollas, quienes estrechaban este lazo con Asia, no solo incorporando las mercancías que provenían de Oriente a su vida cotidiana, sino dándoles una nueva utilidad y apropiándose de estos objetos conforme a sus necesidades.[3]
La sociedad virreinal, como ocurría con las clases altas de las distintas naciones europeas, se encontraba fascinada por los productos provenientes de Asia. Este desmesurado interés queda manifiesto a través de las piezas artísticas que los distintos grupos sociales consumían. El surgimiento de este gusto por lo exótico ha de entenderse como una plusvalía cultural o una forma de avance en el estatus social de la época. Por ejemplo, se volvió común el ofrecer especias y porcelanas como elementos de la dote conventual o grandes fardos de sedas y textiles como parte de los ajuares de novia. En un primer momento, la escasez y el alto precio de los productos orientales llegados en los galeones provocó el surgimiento de piezas que “copiaban” o imitaban modelos orientales, como es el caso de las lacas, mobiliario o la cerámica poblana de Talavera.
La porcelana oriental,[4] en su mayoría procedente de China y Japón, desempeñó un papel destacado en la vida cotidiana del México virreinal. Durante la época, los objetos de porcelana se destinaban a distintos aspectos de la vida diaria y funciones sociales.[5] Así las tazas para chocolate y café, diferentes tipos de jarrones, macetas, tibores y escupideras, además de una gran variedad de objetos formaban parte del ajuar doméstico de las casas adineradas. De igual forma se volvió común para aquellas familias que se lo podía permitir el encargar la manufactura de vajillas con escudos de armas, en las que en la decoración de platos y tazas se incluía la heráldica familiar.[6] De la misma forma, los hogares más modestos, también poseían, aunque en menor cantidad, piezas de porcelana o cerámica traída por los galeones.
Al hablar de la influencia de Asia en las artes novohispanas y los diversos casos de hibridación que se dieron entre las formas asiáticas y el arte mexicano, la cerámica de Talavera realizada en Puebla representa uno de los mejores ejemplos,[7] ya que en un primer momento reinterpretaba la porcelana oriental traída a México. En muchas piezas poblanas puede apreciarse la influencia oriental, ya sea en la decoración basada en los colores azul y blanco, así como el empleo recurrente de motivos orientales. Es bien sabido cómo en las principales factorías europeas, ante la llegada de piezas de porcelana procedente de Oriente, se quedaron asombrados con el empleo de la gama de colores, los cuales resaltaban determinados motivos como flores y paisajes, por lo que muy tempranamente se lanzaron a la búsqueda para intentar desentrañar su técnica de elaboración.[8] De esta forma, una parte de esta influencia oriental existente en la talavera poblana llegó de Europa, ya que las factorías portuguesas primero, y después los holandeses de la cuidad de Delft ejercieron una influencia notable en realizaciones de Talavera de la Reina. Por otro lado, esta influencia llego de una forma más directa a México en el momento que los artesanos novohispanos pudieron contemplar de forma física la belleza y calidad de las piezas de porcelana oriental que llegaban en las bodegas de los galeones procedentes de Manila.
La abundancia de estas cerámicas talaveras en lugares como Puebla de los Ángeles –hoy, Puebla de Zaragoza-[9] y Ciudad de México fue tal que, tanto museos como particulares han logrado hacerse con colecciones de importancia, convirtiéndose así en una de las piezas características de la iconografía mexicana, en la que los motivos orientales dan muestra de la presencia asiática en América.[10]
Los artesanos de las talaveras no fueron los únicos en recibir la influencia de las mercancías orientales, pues los productos orientales que llegaron a través de las naos generaron un importante impacto en diversas manifestaciones artísticas como la pintura o el mobiliario. Es igualmente notable el parecido que las lacas japonesas y chinas[11] tienen con su contrapunto, el maque michoacano.[12] En estas realizaciones mexicanas la presencia oriental se dejó sentir a través de dos vertientes: una más directa, proveniente de los objetos de laca que procedentes de China y Japón llegaban a Manila para ser embarcados rumbo a Nueva España, y otra, desde aquellos que llegaban desde Europa.[13]
Tanto las lacas chinas como las japonesas fueron del agrado de las élites de la sociedad novohispana, conllevando una introducción de elementos, formas y diseños ornamentales. Así, vemos cómo los artesanos que mantenían la tradición prehispánica, muy pronto comienzan a enriquecer su repertorio con paisajes, flores y personajes de clara inspiración oriental. También se popularizó la aplicación de pan de oro a modo de imitación de las piezas provenientes de Oriente. La realización de estos objetos entró en cierta decadencia a lo largo del siglo XIX, hasta el grado de perderse la técnica, encontrándose recuperada en la actualidad.
Además de las ya citadas porcelanas y lacas, todo un repertorio de muebles se embarcaba en Manila con destino a Acapulco. Los distintos objetos, entre los que destacan arcones, arquetas y cofres, en su mayoría adaptados a los usos y tradiciones europeas u occidentales, pero en cuya realización se recurría al uso de maderas o técnicas orientales, como sucede en el caso de los muebles laqueados o con incrustaciones.[14] La influencia de este tipo de piezas produjo una conjugación de distintos estilos, los cuales se pueden seguir apreciando en la actualidad en talleres de zonas como Oaxaca y Michoacán. Una de las más destacables es la técnica del enconchado, tradicional de Uruapan, similar a la técnica japonesa raden de incrustación de nácar en piezas lacadas, y consistente en el recubrimiento de ciertas partes de los diseños con nácar procedente de conchas de moluscos. Sobre la madera o el lino de la superficie de la pieza, en puntos estratégicos, se disponían las piezas de nácar en busca de un mayor atractivo y efectismo, configurando así las zonas de carnaciones, vestimentas o motivos decorativos provistos de un gran atractivo visual.[15]
La importancia que tuvo la línea marítima del Galeón de Manila en el intercambio cultural, gracias al trasvase estilístico que se llevó a cabo, se reflejó en objetos de formas adaptadas al gusto occidental, pero con motivos ornamentales y técnicas artísticas orientales, principalmente originarias de China y Japón.[16] Filipinas, América y España fueron los principales receptores de estas manifestaciones estéticas, pero afortunadamente esta influencia no se mantuvo estática e inalterable, sino que se conjugó de manera creativa, ya que se realizarían producciones autóctonas basadas en la estética oriental y enriquecidas con la tradición artesanal autóctona.
En posteriores artículos seguiremos con nuestro recorrido a través de la presencia de Extremo Oriente en México, adentrándonos en el siglo XIX, donde nos ocuparemos en casos concretos de viajeros, así como la influencia que tuvo Oriente en las letras y panorama artístico mexicano.
Para saber más:
Romero de Terreros, Manuel. Las artes industriales de Nueva España, Ciudad de México, Banco Nacional de México, 1982.
Ruiz Gutiérrez, Ana. “Influencias artísticas en las artes decorativas novohispanas”, en Cruce de miradas, Zaragoza, Pedro Ginés Aguilar (Editor), 2010.
Notas:
[1] Los franciscanos y los dominicos también mantuvieron misiones en Extremo Oriente, caso de Japón, aunque por poco tiempo. Recordemos que durante un prolongado periodo de tiempo se negó la entrada a otras órdenes que buscaban establecer misiones. Para la Compañía la conquista espiritual de Asia, y en particular la de Japón representaba el alcance último de los esfuerzos misioneros, así como el triunfo de la lucha contrarreformista. Sobre la presencia de las órdenes religiosas en Japón en los siglos XVI y XVII véase: Cabezas, Antonio.El siglo Ibérico en Japón. La presencia Hispano-portuguesa en Japón (1543-1643), Valladolid, Universidad de Valladolid, 1995.
[2] Castro Rodríguez, Fátima. Porcelana japonesa en México Virreinal, Cuidad de México, Editorial Tierra Firme, 2012, pp. 68-69.
[3] En este sentido, debemos recordar como una de las figuras más importantes de la mitología novohispana, todavía muy presente en el folclore popular, es la llamada “china poblana”, una joven india que habría sido traída como esclava a la ciudad de Puebla de los Ángeles.
[4] Desde sus inicios, la porcelana realizada en China había fascinado a los distintos pueblos que tuvieron acceso a estos objetos. Su extrema dureza, inalterabilidad e innegable belleza, la hacían muy diferente a otras cerámicas, lo que hizo que fueran extremadamente valoradas y coleccionadas. Sobre la influencia de la cerámica oriental remitimos al lector a los siguientes artículos de Ecos de Asiasobre su coleccionismo en la Edad Moderna y por parte de los Otomanos, así como un análisis más profundo en: Beurdeley, Cecile.La céramique chinoise: le guide du connaisseur, Friburgo, Office du libre, 1982, y Klein, Adalbert.La céramique japonaise: le guide du connaisseur, Friburgo, Office du Livre, 1984.
[5] Un ejemplo característico de la adecuación de unos determinados modelos orientales a las necesidades de la sociedad novohispana son los tibores conocidos como chocolateras. Las piezas de porcelana china corresponden a unos determinados modelos destinados al transporte y almacenajes de ciertos productos como especias o algodón. En Nueva España, los tibores, tanto de importación oriental como los de talavera, se destinaron para guardar en su interior el chocolate, ya que se solían adaptar con una serie de tapas metálicas con cerradura. Esto debe verse como una supervivencia de la tradición prehispánica en la que el cacao era aceptado como un bien muy preciado, destinándose su uso a servir como moneda.
[6] Sobre la cuestión de piezas porcelana china decoradas con escudos familiares de familias novohispanas, véase Rudolph, Richard.C. “Chinese Armorial Porcelain in Mexico”, en Archives of the Chinese art Society of America, vol. 15, 1961, pp. 13-20.
[7] En localidades como Puebla y Guanajuato existía una producción cerámica desde el siglo XVI. Esta industria cerámica se conoce con el nombre de “talavera poblana”, ya que en la producción de este tipo de piezas se seguían las mismas técnicas de la cerámica hispanomusulmana importadas desde España. Esta toma caracteres estilísticos de la cerámica de Talavera de la Reina, Toledo, desde donde partieron alfareros como Loaysa, Orellana y Meneses. Esta industria se dedicaba a la producción de objetos destinados a la vida cotidiana tanto de conventos como residencias particulares. Así, además de elaborarse toda una serie de recipientes destinados a comedores, cocinas, despensas y azulejos para la decoración arquitectónica. En Ruiz Gutiérrez, Ana. “Influencias artísticas en las artes decorativas novohispanas”, en Cruce de miradas, Zaragoza, Pedro Ginés Aguilar (Editor), 2010, p. 336. y Romero de Terreros, Manuel Las artes industriales de Nueva España, Ciudad de México, Banco Nacional de México, 1982, p. 186.
[8] Klein, Adalbert. La céramique japonaise… op. cit., p. 259.
[9] No debemos olvidar cómo Puebla de los Ángeles fue una ciudad fundada por y para españoles, en la que el mestizaje se dio en mucha menor medida que en otros lugares (caso de la cercana Cholula, con un estilo decorativo híbrido muy particular y reconocible), por lo que los procesos de emulación de las clases altas europeas fueron especialmente destacados.
[10] En este sentido, uno de los más destacados es el Museo Nacional del Virreinato, ubicado en Tepoptzotlán (Estado de México), que albergan más de 33.000 piezas del periodo virreinal, muchas de las cuales son de origen y/o influencia oriental. Actualmente, algunas de ellas –como porcelanas y marfiles- se encuentran expuestas en la exposición permanente “Oriente en Nueva España”.
[11] El arte de la laca es una serie de técnicas tradicionales de Extremo Oriente, desarrollado sobre todo en China y Japón, mediante el cual se recubría toda una serie de pequeños objetos destinados al uso cotidiano (como cajas, cofres y útiles, muebles y un largo etcétera) de un barniz obtenido a partir del refinamiento de la resina de un árbol rush vernicifera.
[12] Se cree que la palabra “maque” proviene de “maki-e”, un tipo de laca japonesa que hace uso de delgadas láminas de oro y plata. Castro Rodríguez, Fátima., Porcelana japonesa en… op. cit., p. 74.
[13] Ruiz Gutiérrez, Ana., “Influencias artísticas en…, op. cit.,p. 33p.
[14] Para más información, véase Loyzaga, Jorge. “Taracea en México.”, en V.V. A.A., El mueble mexicano: Historia, evolución e influencias, Ciudad de México, Fomento Cultural Banamex, A.C., 1985, pp. 71-90.
[15] Para un completo estudio acerca del enconchado y su influencia asiática véase Ocaña Ruiz, Sonia. Irene., “Marcos “enconchados”: autonomía y apropiación de formas japonesas en la pintura novohispana” en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, v. 30, n. 92, 2008, pp. 107-153.
[16] Ruiz Gutiérrez, Ana., “Influencias artísticas en…, op. cit., p. 343.