La editorial Gallo Nero ha incorporado a su colección Piccola un nuevo título, Tokio. Pinceladas del alba, de Michaël Ferrier. Ferrier tiene el honor de ser el primer novelista contemporáneo y en activo en unirse a esta colección,[1] integrada por distintos perfiles que resumen el espíritu de la línea editorial de Gallo Nero y que abarcan un amplio abanico de autores de los siglos XIX y XX de diversas procedencias (europeos y norteamericanos, fundamentalmente), con obras tanto de ficción como ensayísticas o entrevistas. La característica esencial de esta colección Piccola es su pequeño formato, tanto en lo que respecta a las dimensiones de los volúmenes (11×16 cm) como a su extensión en páginas (el más largo de la colección, La dulce visión de Federico Fellini, alcanza las 172 páginas, aunque lo habitual es que ronden las cien o ciento veinte), lo que convierte a esta colección en una selección de bocados literarios perfectos para degustar en cualquier momento.
Este pequeño librito recoge cinco relatos (uno de ellos dividido, a su vez, en cuatro partes) con un marcado carácter autobiográfico, en los que el autor esboza la vida nocturna tokiota de la que él mismo es espectador y, a la vez, participante activo de esta noche en la que todo parece posible. Las dimensiones de la gran urbe, una de las ciudades más grandes del mundo, convierten el escenario en un mundo diferente que, al caer la noche, se transforma a sí misma y a sus habitantes.
Sin embargo, el ambiente que Ferrier refleja es uno muy concreto, un underground de alto standing que no es sino la materialización de un estereotipo que lleva cobrando fuerza en las últimas décadas y que vivió uno de sus mayores impulsos con la película Lost in translation (Sofía Coppola, 2003). La diversión constante, con un punto de sofisticación chic, las fiestas privadas en lujosos y enormes apartamentos, la búsqueda de “lo auténtico” perdiéndose por los callejones alejados de las bulliciosas avenidas principales… Incluso la presencia constante del metro como medio de transporte y de articulación de la vida urbana encaja dentro de esta visión idealizada de la megápolis.
Igualmente presente está la dicotomía entre tradición y modernidad que supone uno de los tópicos más extendidos y más significativos de la cultura japonesa. Esa convivencia de lo tradicional, lo milenario, con la modernidad más puntera se hace patente en algunos pasajes, como el fragmento dedicado a un calígrafo, Tesoro Nacional Viviente. En cualquier caso, aunque Ferrier se deja llevar por la fascinación por el País del Sol Naciente (donde reside desde 1992, ejerciendo de profesor de Literatura en la Universidad Chuo de Tokio desde el 2000), no olvida sus raíces francesas, que invaden igualmente las páginas de sus relatos. Referencias al filósofo Gilles Deleuze,[2] a la editorial Gallimard[3] o al novelista Louis-Ferdinand Céline y su obra D’un château l’autre,[4] junto a algunas expresiones y cuestiones más técnicas de filología francesa (uno de sus campos de especialización) salpican la narración y la atan a Occidente.
Otro elemento fundamental es el alcohol, el sake que riega las noches tokiotas. Ya sea en reuniones privadas, en fiestas multitudinarias o en la exploración de la ciudad, el alcohol marca el ritmo de las relaciones humanas, define y propicia las personalidades auténticas de los personajes, articula, en definitiva, las noches en la ciudad.
En cualquier caso, aunque los cinco relatos tienen lugar al amparo de la oscuridad, en esa ciudad mutada que es el Tokio nocturno, realmente la clave se encuentra en los instantes previos al alba, ese momento en el que la noche se funde con el amanecer y que, al igual que el crepúsculo, posee connotaciones casi mágicas, cuando la proximidad de la luz diurna alcanza no solamente las calles, sino también las almas de estos noctámbulos irredentos que se pierden en la ciudad.
Tokio. Pinceladas del alba le valió a Ferrier el Premio Literario de Asia en 2005, un año después de su publicación.[5] Este reconocimiento resultaba, en su caso, especialmente significativo, puesto que se trataba de la primera publicación del autor en el ámbito de la ficción. Breve pero intenso, uno de los mayores logros de Ferrier es lograr transportarnos a ese Tokio que esboza, más que describe. Aunque el viaje sea corto, sumerge al lector en ese ambiente que no por idealizado resulta artificioso, sino todo lo contrario, se siente como el puro y auténtico Tokio.
Notas:
[1] Comparte este estatus con Werner Herzog (Del caminar sobre hielo) y con Marc Augé (Elogio del bistrot), aunque en estos casos, se trata de un cineasta y un antropólogo cuya presencia en la colección se encuentra más próxima al ensayo.
[2] Gilles Deleuze (1925-1995) fue uno de los filósofos franceses más relevantes del siglo XX.
[3] Ediciones Gallimard, fundada en 1911, es una editorial independiente francesa, en la que se han publicado algunos de los principales autores y obras de la lengua francesa del siglo XX, así como traducciones al francés de grandes escritores en otras lenguas. En su catálogo pueden encontrarse muchos escritores premiados con algunos de los máximos reconocimientos de la literatura francesa (Premio Goncourt) e internacional (Premio Nobel de Literatura). Su presencia en esta obra está sobradamente justificada, al tratarse de la editorial en la que se publicó originalmente este compendio de relatos en 2004, bajo el título Tokyo, petits portraits de l’aube. Posteriormente, se ha convertido en la editorial principal de Ferrier, donde han aparecido buena parte de sus novelas.
[4] Louis-Ferdinand Céline (1894-1961), también conocido únicamente como Céline, es el pseudónimo literario de Louis Ferdinand Auguste Destouches, una de las figuras más destacadas de las letras francesas del siglo XX, cuya trascendencia suele equipararse con la de Marcel Proust. Respecto a D’un château l’autre, se trata de una novela escrita en 1957 (y publicada, precisamente, por Ediciones Gallimard), que describe la Francia colaboracionista del gobierno de Vichy.
[5] El Premio Literario de Asia, o Prix Littéraire de l’Asie, es un reconocimiento llevado a cabo por la Asociación de escritores en lengua francesa, que desde 1971 reconoce anualmente las obras literarias (ya sean novela, teatro, poesía o cuentos) escritas en lengua francesa y relacionadas con el continente asiático en su sentido más global. Entre la nómina de autores galardonados, destaca la fuerte presencia de vietnamitas (debido al arraigo de la lengua francesa en la zona, al tratarse de una antigua colonia) y franceses, aunque también encontramos a autores de diversas procedencias cuyas obras han sido escritas en francés, como por ejemplo el camboyano Boum Sokha (premiado por La Massue de l’Angkor en 1980), el libanés Alexandre Najjar (por Les exilés du Caucase en 1996), el palestino Elias Sanbar (por Le Bien des absents en 2001), el argelino Yasmina Khadra (por Les Hirondelles de Kaboul en 2002), la iraní Sorour Kasmaï (por La Vallée des aigles en 2006), el laosiano Lam Duc Hien (por Le Mékong, en 2008), los japoneses Akira Mizubayashi (por Una langue venue d’ailleurs en 2011) y Aki Shimazaki (por Yamabuki en 2014) o el indio Arundhati Virmani (por Les Indiens. Voix multiples en 2015). El caso chino también es significativo, ya que son varios los escritores de esta procedencia que han recibido el galardón, sin llegar a ser un grupo tan numeroso como los vietnamitas: Tsien Tche Hao por La Chine en 1977, Da Ying por Le Sorgho rouge en 1988 (no confundir con el Sorgo Rojo de Mo Yan, que se publicó por partes entre 1985 y 1986 y recopilada en 1988), y Shan Sa por Porte de la paix céleste en 1998, a los que debe sumarse la mención especial a Wei-Wei por Une Fille Zhuang en 2006.