BDSM son un conjunto de siglas que vienen a significar respectivamente, Bondage, Disciplina/Dominación, Sumisión/Sadismo y Masoquismo. De esta manera, se podría decir que aluden tanto a un fetiche sexual al que se asocian una serie de prácticas (dolor controlado, humillación, incomodidad) como a una estética denominada fetish, haciendo referencia a su consideración primera.
A partir de lo que hemos comentado, se podría decir que existen dos vertientes dentro del BDSM propiamente dicho: Partimos del fetiche sexual que asociábamos a su primera definición, caracterizado por las prácticas comentadas con la finalidad de obtener placer o excitación, todo ello consentido y previamente acordado por ambas partes. Hay que decir que dentro de esta faceta se desarrolla lo que consideraríamos como un roleplaying sexual donde los participantes toman dos roles fundamentales en función de sus preferencias. Una de las personas actúa como alguien dominante, que es el que lleva el hilo conductor de las actividades que se desarrollen, siempre teniendo en cuenta la seguridad y preferencias de su acompañante. El otro rol se fundamenta en la sumisión, es el receptor de las prácticas enumeradas y el que “sufre” esa situación de vejación e incomodidad teniendo en su mano, siempre, la capacidad para detenerla a través de una palabra de seguridad previamente acordada que pone fin al roleplaying. Evidentemente, existen muchas formas de experimentar y vivir el BDSM, pero en el caso que nos ocupa, nos centraremos en esta definición concreta a la hora de llevar a cabo el análisis de las obras seleccionadas.
Por otro lado, ya hemos mencionado el fetish, una estética que podemos distinguir por el uso de atuendos y accesorios ligados a este fetiche, a grandes rasgos, se caracteriza por el uso de materiales como el látex o el cuero, colores rojos y negros y accesorios como hebillas, cadenas o, incluso, juguetes sexuales asociados a este tipo de prácticas con una función, sobre todo, decorativa. Igualmente, dentro de esta categoría estética, podemos hablar de los nudos y ataduras, donde entran en juego tres conceptos diferentes: bondage, shibari y kinbaku. Bondage es un término que se refiere, sobre todo, a la inmovilización o restricción de movimientos, lo que no sólo se puede llevar a cabo a través de cuerdas, sino que existen otros juguetes como esposas, tobilleras o cadenas que se emplean y se representan en el cómic. El shibari, por otro lado, tiene un matiz más artístico, a pesar de que en sus orígenes estuviera relacionado con la sumisión y atado de prisioneros y esclavos, no se busca tanto la restricción sino dar lugar a una visión estética y sensual que se desarrolla de tan manera que puede incluso provocar el placer del atado, sin llegar a ser una obligación. Por último, el kinbaku sí que tiene una finalidad placentera, llevando a cabo distintas presiones en puntos concretos a lo largo del cuerpo jugando con estas sensaciones.
Mediante el siguiente texto pretendemos explorar el reflejo de las dos caras del BDSM a través del yaoi o Boys’ Love, centrándonos en diversos ejemplos que, por su variedad y temática, aportan muy distintas visiones. Así, pretendemos establecer una diferenciación entre aquellos títulos que dan una visión cercana a la definición que aportamos, mientras que otros simplemente utilizan estos recursos para continuar y extender una consideración mucho más tóxica, en la que iremos profundizando.
En primer lugar, queremos mencionar una autora muy concreta, cuya obra, al menos la gran mayoría de los títulos publicados hasta la fecha, se caracteriza por mostrar, de forma clara y desenfadada, muy diversos fetiches. Nos referimos a la mangaka Scarlet Beriko, cuya obra conocemos en nuestro país gracias a Ediciones Tomodomo, que en 2018 licenció el título Jackass! ¡Se mira pero no se toca!, un volumen único que recoge las idas y venidas de un par de amigos cuya relación iba viento en popa hasta que uno de ellos desvela que es un apasionado de las medias y es precisamente el otro el que tiene las piernas más bonitas con las que se ha encontrado hasta la fecha.[1] Si bien, en este artículo queremos centrarnos en la otra parte de su producción, tres títulos que tienen bastante que ver entre sí, ya que en ellos nos vamos a encontrar al mismo elenco de personajes, en un ambiente donde la yakuza o mafia japonesa pasa a convertirse en un recurso narrativo que justifica los distintos giros de la trama. Nos referimos a Jealousy (2018), Minori no te (en inglés, Give me a hand, 2018) Yondaime Ooyamato Tatsuyuki (en inglés, Fourth Generation Head: Tatsuyuki Oyamato, 2019), ninguno de los tres se ha editado todavía en España pero están disponibles en francés.
No queremos desvelar demasiado acerca de las historias que estos volúmenes recogen con el fin de que a todos aquellos y aquellas que les apetezca puedan disfrutar de las ocurrencias de esta autora, no obstante, y atendiendo a la temática de estos artículos, daremos algunas pinceladas que lleven a justificar la introducción del BDSM. Partimos de Jelousy, donde resulta especialmente interesante la figura de Rogi Uichi, un personaje que desempeña el rol de sumiso y que, en más de una ocasión, vamos a encontrar atado con detallados shibari. En este caso, el BDSM no es algo que condicione la historia, pero tiene que ver mucho con las relaciones de este personaje así como el modo que tiene de desarrollarse en la sociedad. A grandes rasgos, podemos decir que se enamora de un joven miembro de la yakuza y esto le llevará a vagar de un clan a otro hasta encontrarse con él. Se muestran prácticas de forma explícita pero es algo anecdótico, como si se tratara de una licencia estética de la propia autora.
En el caso de Minori no te, podríamos considerarlo como una especie de introducción a los personajes de la tercera obra que nos ocupa. La portada es bastante explícita y alude a una de las escenas que nos vamos a encontrar en el interior de este manga, protagonizado por un masajista que mantiene relaciones sexuales con prácticamente todos sus clientes intentando no pensar en la persona que realmente le gusta. No obstante, cuando llega a su consulta asistiremos a la única escena en la que se muestra una privación de visión y restricción de movimiento. Es una mera preferencia por parte de Minori, que representa el rol dominante, no obstante, no hay un permiso o el establecimiento de una palabra de seguridad, algo bastante común que, a grandes rasgos, vendría a ser el aprovechamiento del BDSM como un mero recurso estético y morboso para el lector.
En última instancia, respecto a Yondaime Ooyamato Tatsuyuki, vamos a encontrarnos de nuevo a Rogi Uichi, esta vez más mayor y desempeñando el rol opuesto al que habíamos visto hasta el momento. Tatsuyuki, uno de los personajes que da título a esta obra pertenece a un clan de la mafia, y por una serie de casualidades comete una falta al clan de Rogi. Por ende y a modo de pago, el primero se someterá a los deseos del más mayor, lo que dará lugar a una serie de escenas con una fuerte carga de BDSM, mostrando prácticas, artilugios y poco más, ya que, de nuevo, estamos ante una visión muy limitada basada en lo mórbido y la sensación de sometimiento que va ligada al pago de la mencionada deuda.
Así, y teniendo en cuenta lo que hemos señalado a lo largo de la obra de Beriko, podemos distinguir una tónica que se repite en multitud de títulos dentro del yaoi (y de otros tantos propios de las historietas europeas y americanas) y es el hecho de que el BDSM se utiliza como una mera herramienta estética, ya sea morbosa o a modo de humillación y tortura propiamente dicha, no como algo consensuado o un mero roleplaying asociado a un momento erótico. Por ello, no es de extrañar que nos encontremos con personajes que son forzados a base de restricciones de movimientos a pesar de no pronunciarse positivamente al respecto.
Esto es algo que, en la mayoría de los casos, queda en algo anecdótico que juega con el erotismo de la escena justificado en mayor o menor medida por la situación y poco más. No obstante, y como hemos visto en uno de los ejemplos, en otros casos se propicia una visión negativa que convierte la situación en un abuso real y no consensuado, aquí viene a ser el pago de una deuda, pero existen otros títulos, como pudiera ser el caso de la reciente publicación Color Recipe por parte de Norma Editorial, donde se somete a uno de los personajes a toda una serie de vejaciones y escenas sexuales forzadas que no hacen otra cosa sino mezclar conceptos y aportar una imagen terrible de algo que, en su definición, es un fetiche asociado al placer.
Por suerte, existen otros mangas dentro del yaoi y del BL que intentan ir más allá, construyendo personajes más complejos cuyas preferencias sexuales vienen determinadas por su pasado o bien otras que sí que juegan con la consideración del BDSM como mero fetiche que comentaremos en entregas posteriores.
Notas:
[1] Esta obra ha sido reseñada con anterioridad en esta revista. Disponible aquí.