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El Sandokai. La armonía entre lo diferente y lo igual. – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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El Sandokai. La armonía entre lo diferente y lo igual.

El Sandokai es un poema escrito por Sekito Kisen (700-790) y constituye uno de los textos fundamentales de la escuela Soto Zen. El autor nació a principios del siglo VIII en la provincia de Guangdong, al sur de China, convirtiéndose en discípulo de Huineng, sexto patriarca de la secta Zen, a la edad temprana de los doce años.

En esa época el Zen se afianzó en la idea de obtener una experiencia directa de la realidad, aunque se desarrollaron numerosas escuelas que se dividieron en dos líneas: unas se extendieron hacia el norte de China y otras hacia el Sur. Las primeras enfatizaban en alcanzar la iluminación por medio de una enseñanza gradual y paulatina, mientras que las segundas manifestaban que aquella se alcanzaba de una manera súbita y directa. Se debe tener en cuenta que dos siglos antes de la composición de El Sandokai había tenido lugar la llegada a China de Bodhidharma (527), vigésimo octavo patriarca del budismo y primero del linaje Zen, por lo que esta secta ya estaba consagrada como una de las más importantes formas budistas en China, extendiéndose posteriormente a Corea y Japón.

Estatua de meditación Zen

El Sandokai habla sobre la división que existía entre las escuelas que se expandieron hacia el norte de China y las que lo hicieron hacia el Sur (“en la Vía no hay patriarcas del Norte ni patriarcas del Sur”) para ahondar en los puntos comunes que caracterizaban a ambas como los relativos a la naturaleza de las cosas y los cambios, así como a las “cuatro nobles verdades”; primera: la existencia humana es dolor; segunda: la causa del dolor es el deseo; tercera: la extinción del deseo acaba con el dolor; y cuarta: el camino que lleva a la extinción del deseo constituye la “óctuple senda”, siendo estas afirmaciones las cuatro premisas de cualquier texto budista, pues fueron pronunciadas por Buda en el primer sermón de Benarés.

En otra estrofa se hace referencia a los cuatro elementos del budismo (fuego, viento, agua y tierra) para afirmar “los cuatro elementos vuelven a su naturaleza” por lo que se logra transmitir otra de las ideas fundamentales de la filosofía budista: la relación de los elementos naturales en el ciclo de la vida. Los manuales antiguos de medicina china contienen referencias a lo descrito con anterioridad para el tratamiento de enfermedades, aunque en lugar de cuatro elementos establecen cinco: agua, madera, fuego, tierra y metal.  Esta teoría se continúa aplicando actualmente junto a la acupuntura y la fitoterapia (tratamiento con plantas) por parte de médicos tradicionales de medicina china y se encuentra extendida por todo el mundo en diversas prácticas como el chi kung y las artes marciales.

Templo Shaolín en China

En El Sandokai se mencionan los tres factores que esclavizan al ser humano según Buda: el sufrimiento, la impermanencia y la impersonalidad.  En el budismo no se trata a los seres humanos como si fuesen una categoría especial, pues según esta doctrina todos los seres vivos poseen la naturaleza de Buda, y es precisamente este punto el que provoca el dolor con la mera existencia. Además de ser una visión ilusoria y egoísta considerarse diferentes por parte de las personas que conduce al sufrimiento, se debe llegar a un estado de consciencia donde la impermanencia sea asumida como una situación natural en la vida, pues de lo contrario se corre el riesgo de desarrollar el apego y con ello caer en el aferramiento a los fenómenos que son causa de ilusión. Esto queda reflejado en las siguientes líneas de El Sandokai, que termina con otro término clave del budismo como es la iluminación: “Apegarse a los fenómenos es una ilusión, aceptar la identidad no es la iluminación”.

Otra de las estrofas del poema alude a la teoría del Yin y del Yang, que aparece desarrollada en sus inicios en otro libro clásico del taoísmo como el I Ching (hacia el 1200 a.C.) En El Sandokai está escrito: “En la luz hay oscuridad…en la oscuridad hay luz…”. Aquí se hace mención a un criterio antiguo taoísta en el que se afirma que todo es interdependiente y, en este caso, la naturaleza Yin tiene una parte de Yang y viceversa. Ello puede enlazar con el concepto de la dependencia de una forma dual, pues en otras líneas está escrito: “ojos e imágenes, oídos y sonidos, nariz y olores, lengua y sabores”. Hay que señalar que el dualismo no es una premisa aceptada en la doctrina Zen, por lo que en este caso Sekito hace hincapié en la dependencia de los ojos hacia los objetos. Si se observa desde el punto de vista de la naturaleza de las cosas no habría nada que ver ni nadie que lo esté viendo, es únicamente al analizarlo como observador cuando aparece el objeto. El autor habla sobre la unidad de los sentidos y las formas percibidas, pues es así como el budismo siente las cosas. Por todo lo expuesto en este párrafo se puede apreciar la importante conexión entre las doctrinas taoísta y budista a partir de teorías y conceptos filosóficos comunes, que están presentes en textos antiguos escritos en diferentes etapas históricas.

El poema termina con unas líneas que suelen estar escritas en el han, la tabla de madera con la que se anuncia en los templos y en los monasterios Zen al batir sobre ella la sesión de meditación: “Vosotros que buscáis la Vía, os lo ruego, no dejéis pasar en vano los días y las noches”. Estas palabras escritas hace trece siglos recuerdan a los practicantes la búsqueda del camino de iluminación que lleva al Nirvana, que en el caso de los monjes Zen suele ser a través de la meditación en Zazen o mediante la resolución de koan, dependiendo de los métodos empleados por las diferentes escuelas. Para finalizar hay que señalar que el Zen fue introducido en Europa por el maestro japonés Taisen Deshimaru (1914-1982), fundador del templo La Gendronniére en Francia y a partir de ahí se extendió por todos los países, incluido España cuyo representante máximo es Dokusho Villalba, primer maestro Zen español.

Para saber más:

  • Shunryu Suzuki. Corrientes que fluyen en la oscuridad. El Sandokai a la luz del budismo Zen. Barcelona, Oniro, 2004.

 

avatar José Ángel García González (10 Posts)

José Ángel García González es Diplomado en turismo por la UNED, Diplomado en Shiatsu por la Escuela Mingmen de Madrid e instructor y practicante de diversas disciplinas (Karate, Kobudo, Chi Kung), además de miembro fundador, y actualmente Presidente, de la Asociación Española de Artes Zen japonesas. Se dedica en estos momentos a la investigación del shiatsu y sus aplicaciones en enfermedades desde el espacio shiatsu Kokoro, creado junto a Silvia Juárez Gallango.


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