Los años setenta del siglo pasado vieron nacer un nuevo arte al calor de la industria tecnológica. El abaratamiento de las cámaras de vídeo trajo de la mano la popularización del vídeo fuera de los estudios cinematográficos y televisivos con el lanzamiento de la Portapak SONY, una cámara portátil para la masa poblacional que permitía experimentar con el medio sin tener una fortuna. Con este avance aparece el Video Arte que ha practicado durante ya cuarenta años el artista Bill Viola (1951).
Actualmente Viola es reconocido internacionalmente como uno de los principales artistas vivos y se le considera el mayor representante del Video Arte. Pese a que el éxito le alcanzó relativamente tarde, hoy en día sus obras se han enseñado en museos y galerías de todo el mundo.
Viola se inició en el mundo del arte en el Centro de Estudios Experimentales de la Universidad de Siracusa donde investigó el medio audiovisual y buscó las claves del mismo. Esta búsqueda le llevó al encuentro con el sonido, en el que percibe un ser inmortal. Le fascinan fenómenos como el de la música, especialmente la hindú que refleja la idea de que el origen de todas las cosas es el sonido. Viola también nos habla de la profunda fuerza y recurrencia del sonido en distintas mitologías como la shivaísta – en la que Shiva crea y destruye el universo mediante el sonido Om. La vibración esencial Om, además de ser el mantra por excelencia de las religiones dhármicas, es siempre presente, no tiene ni principio ni fin, se encuentra en todo el universo y genera las formas del mundo fenoménico.
Como vemos, el poder del sonido está ampliamente recogido por estas doctrinas y Viola lo usará como puerta a otras dimensiones de la consciencia. En “Migration” (1976) a golpe de Gong se perfila la escena preparada y descubrimos una habitación que se termina por encerrar en una única gota de agua que conecta micro y macrocosmos. Su obra será como esta gota de agua, vínculo de unión y membrana entre planos únicos y planos universales, entre el hombre y el universo.
Siguiendo esta línea podríamos hablar de sus intenciones más como las de un humanista religioso, que como las de un artista plástico al uso. Pretende conectar las nuevas tecnologías con la esencia humana y re-descubrirla. Busca el resplandor de lo cotidiano del Zen, rompe la costra familiar de las cosas y sucesos diarios para extraer de ellos, a través de la percepción, el fenómeno religioso y que este reverbere por un momento en la pantalla. Su arte exige paciencia y esfuerzo cognoscitivo, como buen heredero del arte conceptual, para alcanzar estados meditativos que nos acerquen al conocimiento de la realidad humana.
Centrado en las experiencias universales del hombre del nacimiento, la muerte o el inconsciente, busca ayuda en las tradiciones religiosas. Él afirma que en su estudio de diversos pensadores religiosos ha encontrado un sustrato común a toda la humanidad y por ello a la esencia del espíritu humano. Leyendo a Coomaraswamy, Yämi, los Upanishad,… Todo le refiere a un mismo, un misterio más allá de la ciencia, algo desconocido, sin nombre ni causa.
Esas experiencias dejan huella en su hacer, reflejándose en el leitmotiv de algunas de sus obras:la rueda búdica de renacimiento y los ciclos de vida/ muerte que se traducen plásticamente en cortinas de agua (“The Crossing” en 1996) o de fuego (“Tristan und Isolde” en 2004). Especialmente después de la muerte de su madre que podemos ver en “The Passing” (1991).
Lo cierto es que si Viola esta atraído por el fenómeno religioso en sí, el budismo es la doctrina en la que más cómodamente podemos encajar su pensamiento. Ya que tanto el mensaje de Buda como el de Viola trabajan sobre un camino de salvación universal sin un Dios. Ha conocido en primera persona a varias personalidades de esta religión oriental, en una primera estancia en Japón trabajará con el sensei Daien Tanaka (maestro del artista surcoreano fluxus Nam June Paik) del que aprendió a trabajar con el Zen y la necesidad de eliminar la mente consciente de la acción del arte. A Tanaka dedicará su “Hatsu Yume” (1981). Así mismo conocerá los monasterios budistas del Himalaya y más adelante, en 2005, viajará al norte de la India para conocer al Dalai Lama.
Con todos estos elementos crea un arte que es un fenómeno espiritual por sí mismo intentando desvelar el misterio ancestral y conectarnos a él.Nos situamos ante un trabajo virtual que pretende comunicar, sin palabras, un mensaje a la manera de entrada hacia un lugar sin nombre válido tanto para orientales como occidentales.