Cabe suponer que todos somos únicos en tanto en cuanto nuestra experiencia vital es sentida y creada de forma individual. Las circunstancias son el cauce y nuestras pulsiones y perspectivas de futuro el río por el que navegamos. Desde una visión tradicional, individualista y occidental, es en la confrontación dialéctica con los demás entes sociales donde prolifera y se desarrolla nuestra parte “egoica”.
Cierto es que mi vida nunca estuvo exenta de la influencia de un potente gregarismo, ya que me crie en un pequeño pueblo donde todo el mundo tiene contacto, pero aun así siempre intente separarme de aquello que creía convencional o consuetudinariamente poco enriquecedor. Así pues, en la búsqueda de mi individualidad, me encontré con Japón a la edad de 14 años. Afortunadamente hallé un atlas con dos tomos elaborado con intención didáctica y cuya base era una explicación histórica basada en la parte más factual y descriptiva de la historia japonesa. Escrito en 1994 por Isao Kumakura, Martin Colcut y Marius Jansen, profesores en Tôdai y Princetown respectivamente, me abrió la puerta al menos a un conocimiento superficial de la Historia de Japón. Abarcando una cronología desde el 縄文時代 o periodo Jômon hasta los últimos años de 昭和時代 o era Showa, aprendí sobre cultura material, sobre influencias continentales, procesos de aculturación, sincretismo religioso, creación, aislación y apertura etc[1]. Tras este punto de inflexión acabé decidiendo que en lo sucesivo estudiaría sobre Japón, lo que a su vez me llevó a estudiar Corea y China, ya que no entendemos la conformación cultural del mundo nipón sin la influencia de estos dos países.
Optaría más tarde por elaborar un proyecto vital que me llevase a Japón, cursando la Licenciatura de Historia en la Universidad de Zaragoza con el objetivo de hacer un primer ciclo general para conseguir adquirir los conocimientos metodológicos inherentes a todo aquel que pretenda ser un científico social y después continuar con un segundo ciclo sobre estudios japoneses en la Universidad autónoma de Madrid. Gracias al cambio de planes que trajo consigo el plan Bolonia, no pude continuar en Madrid el 4º y 5º año de Licenciatura. Como a pesar de poder paliarlo con los efectos del trabajo propio, el sendero que traza la contingencia es inescrutable, dedique esos dos años a estudiar japonés con el profesor Francisco Barberán, a continuar con mis prácticas de 古流武道(Koryû Budô o artes marciales antiguas), 現代武( Gendai Budô o artes marciales posteriores a la segunda guerra mundial) y a conocer a aquellos expertos que venían a las jornadas culturales japonesas organizadas por David Almazán, Elena Barlés y sus alumnos. Tanto Etsuro Sotô como Federico Lanzaco influyeron en aquella época de forma considerable en la conformación de algunos puntos sobre mi percepción de lo que era Japón.
Posteriormente en el ámbito académico optaría por cursar los master de Japón y Corea, de la Universidad de Salamanca (dado que siendo intelectualmente sincero, el estudio de China se me quedaba grande por la idiosincrasia histórica del país) y es aquí donde se inicia un camino que básicamente se sustenta tanto en un intento de dar legitimidad a los conocimientos adquiridos durante años como a la búsqueda de ciertas formas de concebir las relaciones sociales que (sin ser reaccionario) poco a poco se difuminan en occidente.
Con el citado bagaje cultural decidí que realizaría los cursos internacionales de intercambio con la Universidad de Takushoku gracias a una beca que me otorgó el gobierno japonés. Dicha Universidad cuenta con más de 30 años de relación con la Universidad de Salamanca, por lo que me recibieron con gran amabilidad.
Así pues llegué a Tokio el 10 de septiembre de 2014 e inicie mi vida en Japón de una forma no excesivamente traumática, a pesar de mis carencias idiomáticas en el ámbito del japonés. Dado que tenía muchos buenos amigos en Tokio, pude lidiar con los problemas burocráticos, la búsqueda de alojamiento (ya que mi residencia cerraba en marzo), hacer las tarjetas de transporte diario, etc… en conclusión enfrentarme a la cotidianeidad.
Gran parte de mi visión sobre Japón se fraguó en mi juventud no del todo exenta de las teorías 日本人論 (nihonjinron o teorías sobre las características endémicas del mundo nipón) y de la especificidad de 島国根性 (mentalidades de isla), así como esa imagen de homogeneidad que se propugnaba desde la escuela de Kyoto. Por ello y consciente de la contaminación, decidí que era necesario confeccionar mi propio análisis con las herramientas mentales que ya había adquirido. El elaborado softpower japonés ha sido capaz de transmitir a nivel internacional un tipo de imagen que remarca unas peculiaridades no tan originales o únicas como pudieran parecer y que es posible desarticular con un sistema argumentativo sólido.
La perspectiva que me brinda el tiempo pasado aquí me hace pensar en que a pesar de ciertas curiosidades culturales, la tendencia a la homogeneidad a nivel mundial es muy palpable. Dado que Tokio es una metrópoli que ha hecho de foco financiero en Asia desde los 70 siendo el cauce de expresión del capital americano también, los valores occidentales inherentes al sistema neoliberal han penetrado con gran fuerza en el seno urbano dando lugar a que la diferencia entre las generaciones pre y postnucleares sea notable. A pesar de que la persistencia de ciertos atavismos culturales sigue siendo fuerte, hoy en día vemos como la influencia y el control de los más viejos sobre los más jóvenes empieza a perder fuerza. Poco a poco las dinámicas de relación social basadas lo que los principios que los sociólogos y psicólogos han denominado 本音(honne o pulsión/deseo personal), 義理 (giri o autosacrificio en el servicio de un superior o la sociedad) y 建前 (tatemae o conducta asociada a los convencionalismos/lo que la sociedad espera del individuo) está pasando por un proceso de reinterpretación en cierto en los diferentes estratos sociales que podemos dividir tanto generacionalmente como por ubicuidad.
Si hablamos de los niños observamos cómo son educados en los valores de grupo y en la seguridad en sí mismos. Cada día observo tanto grupos de niños pequeños, como infantes que solitariamente vuelven del colegio a casa en el metro sin necesidad de la ayuda de nadie.
En cuanto a los adolescentes y jóvenes entre la franja de los 16 a los 25 años observamos como tienen contacto físico entre sí, las parejas van de la mano, los amigos hablan bulliciosamente y ya no tienen esa sobriedad tan rígida y ese pudor tan característico, al menos en lo que concierne al ámbito estudiantil. Aunque por otro lado no es razonable negar que entre lo que se considera社会人(kaishain o salary man) a partir de 30 años y la gente más mayor se sigue perpetuando de una forma efectiva un tipo de jerarquía que se lleva al exterior en las relaciones con los individuos de un mismo colectivo.
También es importante mencionar la ubicuidad ya que no creo razonable hablar de un solo Japón, la homogeneidad es una imagen falaz, y a pesar de que es necesario mucho más tiempo para elaborar un juicio más razonable y de que no puedo hablar de todo Japón dado que no lo he recorrido y no me he relacionado con sus gentes durante los quehaceres cotidianos, sí que puedo elaborar ciertas conclusiones de mi experiencia en la zona rurales y en algunas ciudades de Kanto, Tohoku y la propia capital, siendo esta última un buen lugar para realizar el análisis social pertinente ya que confluyen muchos japoneses de todas las prefecturas del país. Por mi experiencia, en la gente del entorno rural, sí que observamos pautas de conducta más tradicional, más societaria y menos basada en el individualismo y el interés. Aunque culturalmente diferente, guarda ciertos paralelismos con lo que sucede en varios nuestros pueblos de España. Aquí las pautas de solidaridad y el famoso gregarismo japonés no se ha desestructurado y las relaciones parecen ser menos líquidas e utilitarias.
A parte de la esfera académica del análisis socioeconómico y cultural del país, fue la necesidad y la perspectiva de experimentar relaciones sociales y espirituales más profundas lo que me trajo aquí. A pesar de que en otros lugares de Asia y del mundo también podría haber encontrado esto, mi unión con Japón es muy temprana, y si entendemos el viaje como 道o camino personalmente partiría de las prácticas de 合気道(Aikidô) y 天真正伝香取神道流 (Tenshin Shôden Katori Shintô- Ryû), continuando con el estudio de varias disciplinas académicas como日本の歴史( Nihon no Rekishi o historia de Japón)、哲学 (Tetsugaku o filosofía) y社会学 (Shakaigaku o sociología) para finalizar por último con la relación que mantengo con sus gentes desde mis tiempos de estudiante en Zaragoza pasando por los 2 años en el centro cultural hispano japonés de la Universidad de Salamanca y llegando hasta la actualidad en Tokio.
En conclusión a pesar de lo dicho anteriormente es cierto que aquí todavía es posible andar un camino elaborado en base al concepto de 和 (Wa o armonía) en muchos lugares, las relaciones sociales todavía no son lo suficientemente líquidas como para romper estos atavismos del todo y se sigue funcionando así en diferentes ámbitos y lugares, simplemente hay que saber encontrar el propio 道 (Dô o camino).
[1] Collcut, Martin, Japón. El Imperio del Sol Naciente. Madrid, Ediciones del Prado ,1994.