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Los vengadores de Tokio, ahora de carne y hueso – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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This article was written on 22 Jun 2022, and is filled under Cine y TV.

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Los vengadores de Tokio, ahora de carne y hueso

Vivimos tiempos extraños, en los que el manga y el anime, durante tanto tiempo vistos como aficiones minoritarias e incluso marginales, parecen haberse consolidado como un entretenimiento masivo, como mínimo, entre los sectores más jóvenes de la población. Adolescentes y veinteañeros incorporan cada vez más el manga y el anime a su ocio habitual incluso sin ser ni considerarse otakus, y aquellos que se definen como dentro de esta “tribu urbana” viven un momento dulce de amplísima oferta: cada vez más editoriales publican más manga y más variado (la última en sumarse a la fiesta en España ha sido Penguin Random House con su sello Distrito Manga), las grandes plataformas de streaming ofrecen en sus catálogos cada vez más títulos (y, en algunos casos de los más sonados, incorporando además la producción propia) y, en definitiva, el soft power japonés va cosechando sus frutos más inmediatos.

Aunque aquellos que hemos sentido interés por estos ámbitos culturales hemos presenciado este fenómeno como un proceso paulatino, con pequeñas victorias puntuales para la divulgación cultural y muchas barreras de prejuicios, ese gran público, a través de los medios generalistas, se ha encontrado de sopetón con una serie de artefactos culturales de los que no terminan de comprender sus códigos copando las listas de ventas, las conversaciones y las pantallas.

Uno de los casos más sonados de esta sorpresa general ha sido Tokyo Revengers. El último gran shônen de moda ha trascendido las fronteras niponas como una bola de nieve rodando a toda velocidad. El manga de Ken Wakui, que se comenzó a publicar en Japón allá por 2017, llegó a España (pandemia mediante) en noviembre de 2021, siguiendo unos tiempos habituales para la importación de licencias de manga que sin embargo a los aficionados les parecieron una eternidad, despertando una expectación inusitada. El runrún lo generó el estreno en primavera de 2021 de la primera temporada de la adaptación al anime, que pudo verse mundialmente a través de Crunchyroll y acercó la obra a numerosos públicos.

A finales de verano, en septiembre de 2021, Norma Editorial anunció que poseían la licencia y que estaban trabajando en una edición española, que presentaron extraoficialmente en el Manga Barcelona.[1] La fecha oficial de salida del manga fue el 12 de noviembre, un viernes, pero la noche anterior tuvo lugar un fenómeno que solo ha ocurrido de manera muy puntual con algunos de los hitos literarios más sonados de las últimas décadas (véanse, por ejemplo, las últimas entregas de la saga Harry Potter): tras unas concurridas colas durante la tarde-noche del jueves, algunas librerías como la madrileña Otaku Center levantaron la persiana cuando el reloj marcaba las doce para poner a la venta este pack de lanzamiento, llegando a colarse incluso en las listas de libros más vendidos de la semana y del mes. Los titulares de aquellos días iban desde el entusiasmo de los medios especializados hasta el estupor de la prensa generalista, que veía cómo en la lista de CEGAL (Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros) del 12 de noviembre un tebeo (¡japonés, para más señas!) se colocaba como obra más vendida, por encima de títulos como el sonadísimo (y no exento de polémica) Premio Planeta La bestia, fallado apenas un mes antes.

Desde entonces, han sido seis los tomos dobles que han visto la luz de la mano de Norma Editorial, lo que equivale a los doce primeros tomos japoneses. A finales de diciembre de 2021 se anunció por parte de la editorial japonesa que la serie entraba en su arco final, habiéndose publicado este mismo mes de abril de 2022 el volumen veintisiete; por lo que la publicación española se encuentra en un corto espacio de tiempo razonablemente cerca del ecuador del manga. Los ánimos se han calmado un poco, pero el interés por la serie no decae, ni en Japón ni en España. En Japón, de formas mucho más variadas, que abarcan hasta los escenarios teatrales en los que se representa una adaptación; en España, de manera mucho más humilde, con el estreno en cines de la película live-action.

La adaptación en imagen real de Tokyo Revengers se anunció como proyecto en marcha en febrero de 2020, aunque la pandemia retrasó la fecha de estreno prácticamente un año, desde otoño de 2020 a julio de 2021. La dirección del proyecto recayó en Tsutomu Hanabusa, un director habituado a lidiar con este tipo de retos. Procedente del ámbito de la televisión (tanto ficción como publicidad), Hanabusa debutó como director en 2008 con la película The Handsome Suit, y posteriormente se ocupó de varias adaptaciones de manga a imagen real,[2] con lo que la producción de un live action no solo no suponía un reto excesivamente complejo, sino que Hanabusa poseía la suficiente soltura en la traslación del lenguaje comicológico al cinematográfico como para aportar cierta seguridad a la producción.

Precisamente, esta comprensión de lenguajes es uno de los puntos más destacados de la película que nos ocupa, ya que Hanabusa logra captar el espíritu de la obra de Ken Wakui y convertirla en una cinta más que solvente, que funciona y transmite dentro del propio formato cinematográfico. Obviamente se toma algunas licencias, y la historia abarca únicamente el que sería el primer arco argumental, pero supone una excelente puerta de entrada para la franquicia. Así, su llegada a cines puede tener una doble utilidad social: no solamente deleitar a los fans, sino también permitir que una parte del público objetivo principal pueda acercar su afición e intereses a un entorno a priori menos receptivo. Así como otras producciones de este estilo suelen dirigirse específicamente al fan, en este caso Hanabusa orquesta una película con entidad (e identidad) propia.

A lo largo de sus dos horas de metraje, Tokyo Revengers plantea la historia de Takemichi, un joven en la veintena cuya vida es un fracaso que un buen día sufre un accidente (o una concatenación de ellos) que le traslada diez años atrás, apareciendo reencarnado en su yo adolescente, un chaval corriente que, junto a sus colegas, coquetea con el pandillerismo. Son un grupito de buen corazón que intentan buscar su lugar en el mundo, y ya desde el principio resulta evidente que, por estrambótica que sea su imagen y por chulesca que sea su actitud, no abrazan la violencia como forma de vida. Pero las circunstancias y la inconsciencia juvenil les llevan a una pelea con Kiyomasa, un matoncillo de instituto. Aquella pelea desbloquea algunos recuerdos adolescentes de Takemichi, ya que fue el punto de inflexión de los fracasos de su vida. A partir de ahí, Takemichi comienza a transitar dos caminos: el del misterio de sus viajes en el tiempo y la posibilidad de controlarlos, por un lado, y la corrección de sus errores del pasado para reencauzar su vida.

Envolviendo la historia particular de Takemichi, también se desarrolla la historia de la Tokyo Manji, o Toman, una organización que en el presente compite con la yakuza por el poder y la gestión de los bajos fondos, pero que en el pasado de Takemichi era simplemente un grupo de chavales que encontraban en las jerarquías del pandillerismo y en sus estéticas rompedoras un refugio frente a la hostilidad de la sociedad y a la uniformidad de los institutos.

La Tokyo Manji fue uno de los elementos más polémicos cuando la serie empezó a volverse popular en occidente, ya que su bandera y logotipo era una esvástica budista, un símbolo marcado de connotaciones negativas intolerables desde el eurocentrismo. A este respecto, aunque el live action es una producción japonesa, ha realizado un rediseño de manera que la Tokyo Manji porta una simbología que, manteniendo el mismo espíritu que en los diseños originales, elimina las connotaciones pensando en el público occidental, en lugar de recurrir a la censura (en ocasiones, bastante burda) en la que incurría el anime.

Además, el live action realiza una actualización cronológica: si los hechos en el manga tenían lugar en el presente del comienzo de la publicación (2017) y Takemichi se remontaba doce años en el tiempo, hasta 2005, en la película el presente es el año que se iba a estrenar originalmente, 2020, y el salto se reduce en dos años, ocurriendo los sucesos de instituto en 2010. Sin ser particularmente relevante este ajuste, contribuye a hacer hincapié en la modernidad de la historia, que quizás por sus códigos es fácil trasladar mentalmente algunas décadas más atrás. En cierto modo, la película invita un poco a ello, planteando lo que parece una contradicción anacrónica. En la película, Mickey, el líder de la Toman, tiene entre sus vestuarios uno casual, para momentos de ocio sin uniforme, en el que lleva sobre los hombros una chaqueta de cuadros. Aunque viste la camisa de la misma forma que la chaqueta del uniforme, el uso de esa prenda explicita visualmente una de las confrontaciones que recoge la cinta: el rockabilly, el pasado, las modas de los pandilleros de las últimas décadas del siglo XX, que se atisban en la banda rival (por ejemplo, en la manera que Moebius cuida su tupé y utiliza un peine como símbolo de estatus y amenaza), frente a la modernidad encarnada en lo grunge como contracultura, que, pese a vivir su punto álgido en lo que respecta a la música en los años noventa, perdura como elemento de rebelión adolescente.

Al final, todos estos detalles son reminiscencias que asoman en una estética que, en lo general, es hija de su tiempo. Así lo demuestra y lo refuerza la música de la película, una banda sonora de tintes rockeros compuesta por Yutaka Yamada, un compositor nacido en 1989 que comenzó su carrera profesional en 2011, una cronología que refuerza sus influencias.[3] Quizás en algunos puntos álgidos del metraje se echa en falta un poquito más de intensidad en lo musical, pero en líneas generales transmite muy bien la pulsión epocal.

En general, quizás la mayor virtud de Tokyo Revengers sea que es una buena película y un buen live action, capaz de funcionar en ambos ámbitos con solvencia. El mérito se encuentra sobre todo en Hanabusa y en Izumi Takahashi, encargado del guion, pero también en un elenco actoral que entiende perfectamente el tono de la película en general y los requisitos de cada secuencia en particular. En este sentido, incluso los secundarios que, debido a las limitaciones del metraje, apenas tienen unos minutos en pantalla derrochan carisma y permiten atisbar la complejidad de cada personaje.

Por último, antes de concluir con este repaso, cabría mencionar también el doblaje en castellano. La distribuidora, Maximus Entertainment,[4] ha puesto mucho cuidado en la traducción y particularmente en la localización de los diálogos. Teniendo en cuenta que durante buena parte del metraje los personajes son adolescentes que se mueven en ámbitos de pandillas y bandas y que el lenguaje es extremadamente coloquial, la fluidez con la que los personajes hablan y se desenvuelven en la versión doblada evidencia mucho mimo y cuidado en la producción.

Notas:

[1] Uno de los momentos más celebrados de la charla de presentación de Norma Editorial durante el evento fue cuando presentaron a los asistentes las primeras muestras de los dos primeros tomos dobles de la colección.

[2] La primera vez que Hanabusa realizó una película que adaptaba un manga fue en 2011 con su segunda película, High School Debut, basada en el manga de Kazune Kawahara que se publicó en la revista Bessatsu Margaret entre 2003 y 2008. Tras algunos títulos de historias originales (Go! Boys’ School Drama Club, 2011) y reimaginaciones (Sadako 3D y Sadako 3D 2 en 2012 y 2013), en 2015 volvió al terreno del live action con No Longer Heroine, de Momoko Kôda, que también se publicó en la Bessatsu Margaret entre 2010 y 2013; en 2017 Asahinagu, de Ai Kozaki, publicado en la Big Comic Spirits entre 2011 y 2020; en 2017 Miseinen Dakedo Kodomo Janai, de Kanan Minami, publicado en la Sho-Comi entre 2012 y 2016; en 2018 Real Girl, de Nanami Mao, publicada originalmente en Dessert entre 2011 y 2016. Más recientemente, en 2019 llevó a cabo el live action de Kakegurui, de Homura Kawamoto y Tôru Naomura (que en España publica ECC); y en 2020 llevó a cabo varios proyectos relacionados con el mundo del manga: la adaptación a imagen real de Eizôken ni wa Te wo Dasu na! (No te metas con el club de cine -Eizouken-, que en España publica Ivrea), mientras Masaaki Yuasa hacía lo propio convirtiéndola en serie de anime; el live action de Grand Blue de Kimitake Yoshioka; y Project Dream: How to build Mazinger Z’s Hangar, una película original sobre el equipo de marketing de una constructora que comienza a imaginar cómo sería construir el hangar de Mazinger Z.

[3] Yutaka Yamada es el autor de la banda sonora de Tokyo Ghoul, con la que alcanzó gran popularidad y despegó su carrera. Una de sus creaciones para este anime, el tema Glassy Sky, fue sampleado por Eminem en 2018 para la canción Good Guy de su álbum Kamikaze.

[4] Maximus Entertainment es una nueva distribuidora que se estrena con Tokyo Revengers como declaración de intenciones, ya que pretende traer a las pantallas españolas obras que tradicionalmente tienen más difícil acceder al circuito de las grandes salas de cine.

avatar Carolina Plou Anadón (272 Posts)

Historiadora del Arte, japonóloga, prepara una tesis doctoral sobre fotografía japonesa. Autora del libro “Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón”.


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