El título de Aprendiendo Asia aglutina una serie de artículos publicados en la revista Ecos de Asia centrados en analizar, de forma amena, la imagen de Asia que se transmite en distintas producciones animadas occidentales. La idea de la que parte era comprobar de qué manera se tratan los estereotipos existentes o se crean estereotipos nuevos dentro de un medio que, tradicionalmente, se ha entendido como eminentemente infantil.
Para incluir el análisis de una producción audiovisual dentro de la serie Aprendiendo Asia, debe tener unas características definidas:
Mediante esta serie de acotaciones, delimitamos un espacio para estudiar qué mensajes y de qué manera se transmiten a un público infantil. A pesar de esa apariencia inocua de los dibujos animados, adquirida en su devaluación como productos “para niños” (y que, por tanto, se entienden solamente como “muñequitos moviéndose”, carentes de contenido), estos suponen una poderosísima herramienta de comunicación: tienen el poder de construir el armazón de conocimientos de cultura general que los niños podrán rellenar durante su desarrollo con lecciones escolares y con información adquirida por otras vías. Pero, en tanto que creadores de una primera impresión, los dibujos animados tienen la potestad de establecer opiniones de manera subrepticia, de plantear los conflictos desde puntos de vista que, lejos de resultar inocuos, pueden condicionar la forma en la que el niño afrontará determinados asuntos hasta su madurez.
Entendiendo, por tanto, el poder que poseen los dibujos animados a la hora de transmitir ideas, no necesariamente relacionadas con las tramas principales, surgió el interés particular en averiguar cuál era el tratamiento que recibía lo exótico en los dibujos animados. Por un lado, un interés particular, dirigido a cada serie o producto analizado, en el que se viese de manera concreta cómo plantea y resuelve situaciones relacionadas con Asia, para descubrir qué perspectiva se ha utilizado y qué ideas pueden desprenderse que calen en los niños y preestablezcan su acercamiento al conocimiento en determinadas áreas. Por otro lado, un interés general en comprobar, mediante comparaciones, si se habían producido cambios en la percepción y transmisión de ideas en relación con Asia y cuál había sido su evolución, de existir.
En definitiva, los objetivos de Aprendiendo Asia pueden resumirse en reflexionar sobre la imagen que se ofrece dentro de las producciones infantiles, analizar qué estereotipos se emplean en cada producción y con qué intención se han escogido, comprender las claves de la imagen que se construye y valorar las consecuencias que tienen en la composición estereotípica del mundo que nos rodea.
No obstante, tampoco pretendíamos hacer un estudio sistemático y pormenorizado de todos los casos, en orden cronológico. La selección de las obras a estudiar, tanto en los casos de los artículos ya publicados como en los posibles futuros textos, respondió a motivaciones particulares. Establecida la preocupación por esta problemática, fuimos seleccionando obras concretas buscando satisfacer una curiosidad personal.
Hasta el momento, las series analizadas han sido Las tres mellizas, La vuelta al mundo de Willy Fog, Phineas y Ferb, American Dragon: Jake Long y Jem y los Hologramas.[1] En algunos casos, el estudio se ha centrado en analizar pormenorizadamente capítulos concretos (sería el caso de Phineas y Ferb y Jem y los Hologramas), mientras que en los demás se ha contemplado el conjunto de la serie.
Las Tres Mellizas: voluntad integradora y educativa
Inauguró Aprendiendo Asia un artículo sobre la serie animada de Las Tres Mellizas. Estos personajes, creados por Roser Capdevila inspirándose en la infancia de sus propias hijas, protagonizaron originalmente una colección de cuentos infantiles, antes de dar el salto a la pequeña pantalla. Su éxito fue tal que, en uno de sus momentos de máximo esplendor, llegó a comercializarse un amplio repertorio de juguetes sobre el universo de la serie.
La premisa que articula cada uno de los episodios de Las Tres Mellizas responde siempre al mismo patrón: como castigo por sus travesuras, la malvada Bruja Aburrida envía a Ana, Elena y Teresa a un cuento popular, donde deben ayudar a los protagonistas a conseguir el final feliz, adquiriendo para ellas una importante lección vital.
La serie animada alcanzó los 104 capítulos, en los que las mellizas visitaron los principales cuentos tradicionales (Pulgarcito, Blancanieves y los siete enanitos, La Cenicienta, etc.), pero también fueron enviadas a otro tipo de historias, que no hunden sus raíces en los relatos de los Hermanos Grimm ni de Hans Christian Andersen, y que se alejan de ese corpus establecido de cuentos clásicos en la cultura occidental, pero que han alcanzado gran importancia dentro del imaginario colectivo occidental debido a otros factores: adaptaciones de obras literarias clásicas (como Romeo y Julieta, Oliver Twist, Moby Dick, etc.) o las vidas de personajes célebres de la historia de la cultura occidental en su más amplio sentido, desde Leonardo da Vinci o Velázquez hasta Agatha Christie.
En la selección de temas para los episodios quedan en evidencia los principios de la serie: una voluntad educativa cuyo éxito estriba en tratar a los niños sin condescendencia ni superioridad aleccionadora, comprendiendo su lenguaje y capacidades para darles una obra que puedan disfrutar y con la que el proceso de aprendizaje no resulte obvio y forzado, sino que pase desapercibido disfrazado de aventura. A ello ayuda el hecho de que algunas historias sean cuentos clásicos, con los que los niños pueden estar familiarizados de antemano, lo que además presenta el valor añadido de estimular la curiosidad hacia los capítulos que tratan historias desconocidas y novedosas.
Pero quizás lo más llamativo de la selección de historias que se adaptan en los distintos capítulos es su evidente superación del eurocentrismo. Aunque la tradición europea es protagonista indiscutible, por ser la más cercana y fácil de comprender para los niños, hubo un buen número de episodios que trataban historias ajenas a este marco, desde Buffalo Bill hasta el Hombre de Mayapán. Sin embargo, a pesar de que la cercanía cultural e idiomática podría, a priori, haber facilitado la inclusión de historias de la tradición americana, lo cierto es que Asia fue el sustrato predilecto para un buen número de historias fuera de los márgenes de la cultura europea.
Son numerosas las ocasiones en las que la Bruja Aburrida envía a las mellizas a lugares asiáticos, en episodios que beben de las fuentes más diversas y que no hacen sino confirmar que esa voluntad educativa de la serie no se limita a una educación en valores o moralista (enseñando a los niños a diferenciar entre el bien y el mal) ni se queda en enseñanzas básicas. Caben destacar, dentro de esta amplitud de miras, las alusiones a la literatura decimonónica (Kim de la India, de Rudyard Kipling; y Sandokán, de Emilio Salgari), así como al cine clásico, en la aventura japonesa que llevaba a las mellizas a la historia de Los siete samuráis.
Este último ejemplo es uno de los más llamativos, ya que, si bien muchas de las otras historias podrían entenderse desde la necesidad de incluir nuevas historias a modo de “relleno”, sustentándose en la diversidad cultural, el caso de Los siete samuráis es el decimosexto capítulo de la serie, respondiendo a la planificación inicial, y evidenciando por lo tanto la voluntad plenamente consciente de incluir historias pertenecientes a otras culturas. También resulta significativo que, para representar a Japón en el conjunto de la serie, se haya optado por adaptar la película más famosa de la cinematografía nipona, en lugar de alguna historia tradicional o algún episodio histórico. De nuevo, esta idea puede interpretarse como una declaración de principios de la serie, en la que se busca educar a los más pequeños en los referentes culturales de nuestra sociedad, donde es inequívoco que Los siete samuráis ha jugado un papel trascendental.
La vuelta al mundo de Willy Fog: fidelidad a la obra de Verne
Las décadas de los setenta y ochenta fueron los años dorados de las coproducciones animadas entre Japón y Occidente, produciéndose numerosos títulos en conjunto que se valían de la industria de la animación nipona, generalmente para realizar historias occidentales procedentes de la literatura (Heidi, la niña de los Alpes, Marco. De los Apeninos a los Andes, La abeja Maya…).
En este contexto, la sinergia entre BRB International y Nippon Animation dio lugar a algunas de las series infantiles que marcaron la infancia de varias generaciones de españoles y cosecharon gran éxito internacional. Entre ellas, y siguiendo la tendencia de adaptar clásicos de la literatura occidental (al menos en parte motivada por la idea de kokusaika, alusiva a la internacionalización cultural que se desarrolló a partir de la década de los sesenta), se encuentra La vuelta al mundo de Willy Fog, una de las más fidedignas adaptaciones realizadas de la novela de Julio Verne, tanto en el ámbito de la animación como en el de la imagen real.
La premisa argumental es archiconocida, de modo que no es necesario detenerse en desarrollarla. La principal novedad es que presenta a los personajes como animales antropomorfos, en una suerte de fabulación de la historia original. Cambian también los nombres de los protagonistas (Willy en lugar de Phineas, y Rigodón en lugar de Passepartout), en un afán de simplificación y de convertirlos en más accesibles para el público infantil al que iban destinados. Además, desde el primer momento, se valió de la transfiguración en animales (que, aunque no es el tema principal, crea una nueva idiosincrasia social mediante la jerarquización de especies) para introducir a Tico, un nuevo personaje con el mismo rol que Rigodón y que sirve como alivio cómico, al tiempo que, al formar pareja con el mayordomo, refuerza la importancia de éste en su definición mediante la relación entre personajes.
Algo parecido sucede con el detective perseguidor, Fix, quien en esta serie se ve acompañado de un ayudante, Bully, que actúa nuevamente como alivio cómico y a la vez permite dar una mayor entidad (y simplicidad) a las escenas protagonizadas por el detective: mientras que la novela bebe del fuero interno del personaje, en el audiovisual, especialmente destinado al público infantil, sus pensamientos no pueden trasponerse a modo de soliloquio, de modo que requiere de un compañero para que las escenas tengan dinamismo, diálogo y naturalidad. Un nuevo añadido, dentro del elenco de personajes, es Transfer, encarnación de la adversidad. Si bien en la novela, los avatares del destino eran suficientes para estimular la tensión del viaje y la intriga sobre si Fog conseguirá o no sus objetivos, en la serie animada la presencia de Transfer dota de equilibrio narrativo, al crear un antagonista que encarne los valores negativos (por tanto, aleccionador moral) y cuya presencia constante suponga para el espectador un motivo más de tensión e incertidumbre.
No solamente se producen modificaciones y añadidos en los personajes, también en los episodios del viaje, si bien estos son relativamente aislados y no perjudican demasiado el nivel de la adaptación. Estos nuevos sucesos tienen lugar en Europa (donde Transfer intenta hacerles perder un tren en un tramo del viaje que en la novela sucede con total normalidad), en el Pacífico y en América, donde se añade el episodio del globo que, ya desde el comienzo de la tradición audiovisual, se asocia erróneamente a la historia de La vuelta al mundo en ochenta días, pese a tratarse de un elemento tomado de otra novela de Verne, Cinco semanas en globo.[2]
En lo que se refiere a la representación de Asia, lo primero que debe matizarse es que se trata de una adaptación de época, con todo lo que ello implica. Es decir, no se trata únicamente de que la versión animada, realizada en 1983, se base y mantenga la estética y costumbres decimonónicas propias de la novela (desde el ferrocarril de vapor hasta la luz de gas que Rigodón/Passepartout olvida encendida con su apresurada partida de Londres), sino que también se adapta la perspectiva. Es por ello que goza de cierto paternalismo y presenta algunas ideas que quizás puedan parecer un tanto obsoletas si se analizan de manera aislada, pero no debe perderse de vista que estas ideas forman parte del conjunto de la producción.
Comprendido esto, la representación de los distintos enclaves asiáticos por los que tiene lugar el periplo de Fog y sus compañeros es notablemente acertada. Las distintas regiones y ciudades se muestran con personalidad propia, coherencia interna y con entidad independiente, es decir, en prácticamente todos los casos es fácilmente distinguible de qué lugar se trata y a qué tradición cultural pertenece. Todo ello evidencia un proceso de documentación exhaustivo, que se refuerza en algunos aspectos concretos que destacaremos a continuación.
Posiblemente, el primer rasgo llamativo del cuidado por la coherencia y el rigor histórico sea la comitiva fúnebre que encuentran a su paso por la India, donde finalmente rescatarán a Romy, la princesa que terminará uniéndose a su peculiar aventura. En cualquier caso, tratándose de una producción infantil, hubiera sido muy fácil obviar cualquier tipo de referencia histórica y simplemente haber dispuesto una procesión de personajes de aspecto exótico y tétrico, estableciendo una noción de peligro y llevando a cabo el suceso. Sin embargo, se opta por mostrar con bastante fidelidad el aspecto que podrían tener estos actos, empleando para ello elementos como los ramsinga, las trompetas que crean la melodía que anuncia su llegada (y que en la serie se emplea para crear un punto álgido de tensión en la espera a descubrir qué se aproxima exactamente hacia los protagonistas).
Otro de los casos que permiten comprobar que pocas cosas en esta producción se habían dejado al azar es la visita a Singapur. Allí, en un transbordo de varias horas, Romy iba a reunirse con sus parientes, quedando a salvo de sus perseguidores indios. No obstante, son informados de que la familia se había trasladado a Hong Kong, de modo que Romy proseguirá en compañía de Willy Fog hasta allí (donde descubrirá que han fallecido y se incorporará de manera definitiva al grupo protagonista). La pareja dedica el tiempo restante a visitar Singapur, paseando por un parque cuajado de flores. No se trata de plantas elegidas al azar, ni tampoco de flores genéricas dibujadas de cualquier manera, sino que se trata de una especie muy concreta, las orquídeas, en las que se ha puesto buen cuidado en representarlas de manera inequívoca. Esto se debe a que apenas dos años antes de la producción se había establecido la orquídea (en concreto, la variedad Vanda Miss Joaquim) como uno de los símbolos nacionales de Singapur.
El tercero de los ejemplos que queremos destacar a este respecto confirma la existencia de una férrea voluntad de mostrar de manera realista los lugares que aparecen en la serie. Se trata del episodio que anteriormente comentábamos que había sido añadido en la travesía pacífica. Con idea de dinamizar dicha travesía (que en la novela sucede en barco, sin excesivos sobresaltos), se introdujo una nueva crisis, ocasionada por el malvado Transfer. El General Grant, el barco en el que navegan los protagonistas, sufre un accidente en sus bodegas, perdiendo toda el agua potable y necesitando desviarse de su ruta para reabastecerse, lo que los lleva a las Islas Sándwich, en Hawái. Allí, deben hacer frente a una exótica aventura, si bien lo más destacado de este episodio es el aspecto del rey Pai-pai, una de las figuras que tendrán mayor protagonismo durante el capítulo. Pai-pai aparece caracterizado de manera prácticamente idéntica que el rey hawaiano Kamehameha I, imitando el vestuario que puede verse, por ejemplo, en la estatua conmemorativa que este monarca tiene en Honolulu.
Phineas y Ferb: educar en nuevos valores
La producción más reciente tratada en Aprendiendo Asia ha sido Phineas y Ferb (2007-2015). La serie parte de una doble (incluso triple) premisa. Por un lado, los protagonistas que le dan título, dos hermanos preadolescentes con mucha imaginación y más ganas de disfrutar al máximo las vacaciones de verano, que dedican los días a realizar los más disparatados inventos. Por otro lado, su hermana mayor, Candace, que vive en un permanente dilema entre pillar a sus hermanos llevando a cabo alguno de sus inventos y entablar (y posteriormente, mantener) una relación con Jeremy, el chico que le gusta. En tercer lugar, su mascota, un ornitorrinco verde llamado Perry, quien en realidad es un agente secreto que trabaja para una organización que protege la ciudad de malvados villanos como el Doctor Doofenshmirtz. Estas tres premisas dan lugar a una estructura de tramas entrelazadas que se desarrolla de manera similar en cada capítulo, siempre de manera autoconclusiva.
Lo reciente de su cronología hace que haya varios elementos potencialmente analizables, especialmente en lo que se refiere a la representación de comunidades inmigrantes. Phineas y Ferb gozan siempre de la compañía de un grupo de amigos, uno de los cuales, Baljeet, es de procedencia india. Por otro lado, la mejor amiga de Candace, Stacy, es de ascendencia japonesa. Sin embargo, en lugar de atender a estos rasgos menores, resultaba más interesante dirigir el análisis hacia la primera parte de un capítulo especial, titulado ¡El verano te pertenece!, ya que por su argumento ofrecía una perspectiva considerablemente más atractiva sobre la representación de Asia.
En este episodio especial, el día del solsticio de verano Phineas y Ferb construyen una nave que les permite viajar alrededor del mundo a la misma velocidad que la rotación de la tierra, de forma que pueden así disfrutar del día de verano más largo de la historia. En esta ocasión, al tratarse de un episodio especial, consiguen convencer a Candace de que se una a su aventura, ya que así podrá ver a Jeremy, que está de vacaciones en París.
En su viaje, hacen dos significativas paradas en enclaves asiáticos. La primera de ellas tiene lugar en Tokio, que se muestra de acuerdo a una serie de referencias y códigos visuales radicalmente diferentes a lo habitual. En el imaginario colectivo occidental, Japón destaca como un país eminentemente tradicional, y aunque en los últimos años se ha abierto camino una imagen igualmente poderosa alusiva a la modernidad y tecnologización de sus grandes ciudades, sigue siendo más habitual acudir a los tópicos tradicionales, ya que son los que producen una identificación inequívoca con la cultura japonesa (mientras que la modernización puede aludir, en los mismos códigos, a un buen número de grandes capitales y centros de negocios, tanto de Asia como de América, no tanto de Europa).
La primera imagen de Japón que se muestra en este episodio especial es la Torre de Tokio, un monumento a medio camino entre la tradición y la modernidad: por un lado, es eminentemente moderno, en tanto que se trata de una construcción de arquitectura del hierro, levantada a imagen y semejanza de la Torre Eiffel, y alejada de los usos constructivos tradicionales nipones; por otro lado, se trata de una edificación con una historia suficiente como para haberse convertido por derecho propio en un símbolo tanto de la ciudad como, en cierto modo, del país.
Inmediatamente después, la nave realiza un duro aterrizaje en el centro de la megápolis, deteniéndose frente a una casa (la única en los alrededores) de aspecto tradicional, amalgamando conceptos como la arquitectura tradicional (más palaciega que popular), los jardines secos o kare sansui o el humilde kimono de la mujer que les recibe, que resulta ser la abuela de Stacy. Todo parece apuntar a que el episodio recurrirá a los habituales tópicos basados en la tradición nipona, pero en ese momento da comienzo un número musical (muy frecuentes en la serie, suele haber del orden de uno o dos por capítulo, más en los episodios especiales).
Este número musical condensa la mayor parte de las referencias japonesas del capítulo, donde pueden verse uniformes colegiales de marinera, tribus urbanas de estética extravagante (ganguro), alusiones a personajes como Hatsune Miku, la cantante del grupo musical virtual Vocaloid… todo ello aderezado con una alteración del dibujo para adecuar a los personajes protagonistas al estilo visual del manga, con grandes ojos, y con una música claramente inspirada en el Caramell Dansen (una popular canción de música electrónica que se convirtió en uno de los primeros memes de internet) a la que se incorpora una letra que recoge varios datos curiosos sobre el clima de Tokio y los deportes predilectos del país.
El viaje prosigue y la nave sufre una avería, afortunadamente, en la cordillera del Himalaya, muy próxima a la fábrica que posee el tío de Baljeet. En un primer momento, este personaje se presenta como si de un sabio ermitaño se tratase, aunque enseguida deja asomar su socarronería y buen humor, invitando a los niños a ver su fábrica de goma en bandas y pelotas. Allí se introduce un nuevo número musical, en este caso, al más puro estilo Bollywood. Gran cantidad de figurantes ataviados con vistosos colores realizan coreografías prácticamente imposibles en perfecta sincronía, mientras que la canción alterna frases descriptivas del trabajo en la fábrica con algunos tópicos inofensivos.
Gracias a las gomas que les regala el tío de Baljeet, los chicos pueden proseguir el viaje. Se introduce aquí un segmento elíptico, con música extradiegética, que muestra a la nave rebotando por distintas localizaciones, tanto concretas como estereotípicas, del continente asiático: desde la Gran Muralla China o la Ciudad Prohibida de Pekín, pasando por una calle de una ciudad cualquiera invadida por bicicletas y carteles con caracteres chinos, hasta un oasis en una localización desértica de Oriente Medio. A partir de ahí, el viaje prosigue hacia Europa y cruzando el Atlántico de vuelta a casa.
Las claves que guían esta representación de las culturas asiáticas son dos. La primera, como ya adelantábamos, es la fecha reciente de la producción (el episodio data de 2010), que facilita la incursión de referencias propias de la cultura de internet. Por otro lado, resulta también muy importante el público objetivo de la serie, ya que esta se dirige a preadolescentes y no a niños pequeños, de modo que no tiene tanta responsabilidad formativa como otros títulos, lo que le permite tomarse licencias argumentales que persiguen la construcción de fantasías cotidianas que estimulen la imaginación del público. Al mismo tiempo, mantiene un cierto valor “educativo”, pero dirigido hacia iconos, nociones y detalles de la cultura popular estrictamente contemporánea, cuestiones todas alejadas de lo que se entiende por educativo en una serie infantil.
American Dragon: la construcción de una nueva mitología integradora
American Dragon: Jake Long supone un ejemplo inmediatamente anterior a Phineas y Ferb respecto a su fecha de emisión. Esta serie, producida por Disney Channel, comenzó a emitirse en 2005. A diferencia de las anteriores, no representaba de manera esporádica o continuada localizaciones asiáticas impregnadas de elementos culturales propios, sino que poseía un enfoque claramente diferenciado. Narraba las aventuras de Jake, un preadolescente de una familia sinoamericana (de padre americano y madre china), que había heredado por línea materna unos poderes mágicos extraordinarios: la capacidad de convertirse en un dragón. Este don suponía para Jake una pequeña maldición, ya que se ve obligado a compaginar la vida normal de un chico de su edad, el instituto, los amigos, el primer amor… con el entrenamiento de sus habilidades.
La serie posee varias características propias del modelo de éxito de los primeros años del siglo XXI, un patrón de éxito iniciado que tendría uno de sus máximos exponentes en Kim Possible: preadolescente con una vida normal y corriente tiene una identidad secreta como héroe de acción, y después de clase se dedica a salvar el mundo. No obstante, American Dragon daba un paso más allá, introduciendo una serie de rasgos en los que se aglutinan referencias a clásicos (que, según los estándares actuales, podrían medirse como “nostalgia ochentera”) con radicales novedades que, disfrazadas de ingenuas alteraciones en busca de ofrecer un producto más atractivo, permiten hacer una lectura subyacente cargada de significado.
Respecto a los referentes clásicos o apelación a la nostalgia, es evidente que la relación de Jake con su abuelo ha bebido de la tradición de maestros orientales en la que destaca Karate Kid. En este caso, el abuelo, como maestro, encarna además el ancla que une a Jake con sus raíces asiáticas, de modo que su educación no es tanto la nueva adquisición de un sistema de valores sino el camino hacia la comprensión de su propia esencia china.
A nivel estético, American Dragon recupera un leitmotiv muy frecuente en el cartoon clásico que, con el paso del tiempo, se había ido diluyendo en favor de una (siempre aparente) integración: el chinatown. Además, a través de elementos puntuales, presentes incluso en la propia cabecera de la serie, se busca establecer una frontera clara entre el mundo norteamericano, que supone la vida cotidiana de Jake (su entorno familiar, sus amistades, el instituto…) y el mundo chino, encarnado principalmente en la relación con su abuelo y la educación en sus poderes mágicos.
American Dragon tiene un tercer nivel de interpretación, una lectura simbólica en la que aglutina y jerarquiza una mitología moderna, basada en las tradiciones de las comunidades de inmigrantes que conforman el sustrato cultural de Estados Unidos, de las que toman las distintas criaturas que conforman el mundo mágico. La figura del dragón, animal en el que se transforma Jake, está presente en numerosas culturas, con unos rasgos diferentes en cada una de ellas, pero siempre ocupando una posición relevante, ya que independientemente de su aspecto, se trata de criaturas muy poderosas. En la serie, ejercen el rol de guardianes del mundo mágico, es decir, una posición hegemónica. Tanto Jake como su hermana, su madre o su propio abuelo, al transformarse en dragones, adquieren una apariencia más próxima al dragón occidental que al chino, lo cual dota a estos seres de un carácter universalizador y refuerza esta idea de la creación de una mitología común y aglutinadora.
A pesar de ello, es la cultura china la centralizadora, la que permite la cohesión de las distintas criaturas que conforman el mundo mágico, gracias a que la cultura china, más poderosa (y también más presente) despliega bondadosamente su poder para proteger a aquellas que son más débiles (debilidad procedente no de ser consideradas culturas inferiores, sino porque existe un menor sustrato mágico, es decir, las comunidades de inmigrantes de estas culturas son más pequeñas en número y, posiblemente, más desvinculadas de las creencias mágicas, un hilo que tradicionalmente ha reforzado la naturaleza mágica de los distintos seres).
Si bien no se trata de la única ocasión en la que una ficción ha tratado de aglutinar las diversas tradiciones existentes en Estados Unidos para dar a esta nación una suerte de cultura propia construida a través de los retazos culturales importados por los inmigrantes, este caso sí es uno de los más interesantes, a pesar de que solamente queda apuntado y no llega a desarrollarse.
Este interés recae en la productora detrás de la serie, la Disney. Al desarrollar una serie en la que tienen cabida todas las tradiciones culturales del mundo (obviamente, no se representan criaturas de todas las culturas, pero el valor radica en que podrían estar), Disney en cierto modo consolidaba un universo propio en el que tenían cabida todas sus producciones, pasadas y venideras. Por otro lado, también puede insertarse dentro de una búsqueda de apertura de un mercado asiático, interés que había quedado de manifiesto desde el estreno de Mulán en 1998.
Comparándola con Phineas y Ferb, que también fue producida por Disney, American Dragon presentaba unas aspiraciones mayores a la hora de reflejar un diálogo intercultural, buscando genuinamente convertirse en un punto de encuentro. No obstante, el éxito moderado que alcanzó, unido al devenir sociopolítico y a la evolución de los intereses en los mercados asiáticos de la productora, esta tendencia no se continuó y las inquietudes volcadas en los dibujos animados viraron hacia aspectos nuevamente más superficiales.
Jem y los Hologramas
La última producción que ha tenido cabida en Aprendiendo Asia hasta la fecha ha sido Jem y los Hologramas, una serie de 1985 centrada en un grupo de chicas que se convierten en estrellas del pop gracias a unos pendientes mágicos. En esta ocasión, nuevamente, el análisis se centró en un episodio concreto, el décimo, titulado Aventura en China.
Como su propio nombre indica, las peripecias del grupo musical Jem y los Hologramas se trasladaban a China. Habían sido invitadas por el gobierno chino para dar una serie de conciertos, acompañadas por las Misfits, el grupo rival, que ejercerán de teloneras durante la minigira.
El episodio supone una interesante novedad, ya que hasta ese momento la representación de China en los dibujos animados se había limitado a dos escenarios posibles: los chinatowns, que constituían algo cercano y propio, o fantasiosos viajes a la China milenaria. No obstante, en Jem y los Hologramas se escoge hacer una representación de la China contemporánea, en un momento además en el que todavía se trataba de un tema potencialmente peliagudo, con el empeño de la administración Reagan de mantener viva la amenaza comunista.
Pese a ello, el episodio comienza con las Jem, las Misfits y sus respectivos mánagers sobrevolando China y contemplando la Gran Muralla desde el avión. Al aterrizar (y ser recibidas por un considerable grupo de fans), en los controles del aeropuerto el grupo tiene contacto con las autoridades chinas, que se muestran con cierta dualidad: por un lado, el oficial que hace valer las normas a toda costa, de manera estricta e incluso agresiva; y por otro lado el superior amable y receptivo a las novedades y al contacto con Occidente.
Una vez en China, la forma de mostrar el país es bastante anodina, en el sentido de que se recurre a lugares comunes en el imaginario colectivo asociadas a China, tanto a la tradicional como a la moderna.
Uno de los aspectos más interesantes de esta representación es cómo durante todo el episodio se muestran localizaciones y monumentos de Pekín o relativamente cercanos, manteniendo un realismo y una coherencia interna a la hora de mostrar lugares de especial interés. En este sentido, por ejemplo, el primer concierto (frustrado) de las Jem tiene lugar en el Barco de Mármol de los jardines del Palacio de Verano. Poco después, en un segmento musical recorren la Ciudad Prohibida, las grutas de Yungang (que se encuentran relativamente cercanas a Pekín, la distancia es considerable y rompe ligeramente esa coherencia interna de desplazamientos asequibles, pero es disculpable por el afán de incluir algún aspecto novedoso del conjunto patrimonial chino), la Gran Muralla y terminan en el teleférico de Mutianyu.
Otra cuestión interesante es la inclusión, a nivel argumental, de dos aspectos de actualidad. En primer lugar, habla sobre la proliferación de fábricas de imitación de productos occidentales a través de una fábrica a la que ha llegado una de las copias de los pendientes mágicos de Jem y donde pretenden tomarlos como modelo para producirlos en serie. Por otro lado, otra de las copias de los pendientes aparece en una excavación arqueológica, que muy posiblemente aludiese a las campañas llevadas a cabo en el Mausoleo de Quin Shi Huang Di, la primera entre 1978 y 1984 y una segunda que iba a iniciarse el propio año 1985, aunque fue suspendida.
El episodio concluye con un número musical en el que Jem y los Hologramas logran por fin debutar en China. Las componentes del grupo visten para la ocasión prendas que, manteniendo el estilo fashion del grupo, recogen además numerosas influencias estéticas de la vestimenta tradicional china. El segmento musical, que se divide en escenas de la actuación en el escenario y otras en las que, a modo de viaje-videoclip, recorren distintos escenarios, aglutina todos los tópicos culturales relacionados con China: las grandes extensiones de arrozales, osos panda, gongs, fuegos artificiales y un largo etcétera.
A pesar de ello, resulta significativo comprobar cómo se ha pretendido, con bastante éxito, partir de conceptos ya instalados en el imaginario colectivo para construir una imagen de la China moderna y coetánea, en lugar de retrotraerse a un pasado milenario que posiblemente resultase más sencillo a nivel técnico.
Conclusiones
Como se ha podido comprobar a través de los ejemplos ya publicados, existen multitud de referencias a Asia en los dibujos animados, muchas de ellas de apariencia superficial pero escondiendo detrás mensajes y significados más profundos. Con la serie de Aprendiendo Asia pretendemos desentrañar algunos de estos casos, interpretar estas referencias y extraer de ellas los mensajes que, frecuentemente, pasan desapercibidos.
El futuro de esta serie está abierto a proseguir con esta labor. Desde luego, títulos no faltan, ni tampoco la voluntad de ofrecer una lectura crítica del uso que se hace de los estereotipos en las producciones infantiles, un terreno que, como hemos podido ver con estos ejemplos, no es ni tan inofensivo ni tan ingenuo como muchas veces se tiende a pensar.
Notas:
[1] Hasta la fecha de realización de la conferencia, se habían publicado los siguientes artículos:
Aprendiendo Asia I: un, dos, tres, la bruja nos envía a oriente
Un viaje a través de La vuelta al mundo en ochenta días V: Willy Fog (Aprendiendo Asia especial)
Aprendiendo Asia II: un largo día de verano
Aprendiendo Asia III: de dragones y mitologías compartidas
Aprendiendo Asia IV: de comunistas, turismo y rock’n’roll
[2] Un viaje a través de La vuelta al mundo en ochenta días II: adaptaciones cinematográficas.