El manga Kami-sama Hajimemashita, traducido como Kamisama Kiss, escrito e ilustrado por Suzuki Julietta con veinticinco volúmenes serializados en la prestigiosa revista Hana to Yume entre 2008 y 2016, es considerado uno de los shôjo clásicos de la última década. Sigue a Nanami, una chica de instituto que por culpa de las deudas de su padre se queda sin hogar, lo que acabará propiciando que se convierta en la Deidad de la Tierra patrona del santuario Mikage y maestra del irascible yôkai zorro Tomoe. Esta historia, repleta de aventuras, comedia y romance, gozó de un gran éxito en Japón, siendo parcialmente adaptada en dos temporadas de anime y seis OVAs desarrolladas por TMS Entertainment. De especial interés es su detallada representación de distintas criaturas fantásticas, lo que nos ha llevado a dedicarle una serie de artículos en los que analizaremos su relación con el folklore japonés. En esta primera entrega introduciremos a su autora y a su fascinante protagonista, Tomoe.
Suzuki Julietta, la modernidad del shôjo clásico
Nacida en Fukuoka, amante de los gatos, los koalas y los tiburones, Suzuki Julietta es una de las autoras estrella de la revista Hana to Yume, editada por Hakusensha. Asistente durante un tiempo de la mangaka especializada en shôjo Fukuyama Ryôko, autora de Nôsatsu Junkie (2004) y Fukumenkei Noise (2013) entre otros, debutó en 2004 con el oneshot Hoshi ni Naru Hi que constituyó el inicio de una prolífica carrera que abarca más de una docena de títulos. Destacan Asa ga Kuru, ganador del Premio al Esfuerzo en la 338º edición de los Premios HMC, Ura Antiiku, ganador en la 44º edición de los Premios Big Challenge, ambos organizados por Hakusensha, así como su obra más representativa, Kami-sama Hajimemashita, de la que nos ocupamos en esta serie de artículos. Si bien sus historias se clasifican como shôjo, las mujeres independientes que introducen sus relatos y el énfasis en lo sobrenatural le permiten trascender las limitaciones demográficas de este género al estilo de autoras como Takahashi Rumiko y su multifacética obra magna InuYasha (1996), con cuyo argumento comparte más de una similitud. De hecho, incluso dentro de su generación, su producción goza de una inusual variedad temática: en su primera serialización, Akuma to Dolce (2005) la solitaria Mayuri invoca a un poderoso demonio mientras hace repostería, Karakuri Odetto (2006) sigue a una androide enviada a estudiar a un instituto para que su creador el Dr. Yoshizawa descubra la diferencia entre los robots y las personas, y en Nin Koi, serializada desde 2018 hasta la actualidad, Anko es la joven heredera de un clan de ninjas en proceso de encontrar su lugar en el mundo.
Centrándonos en Kami-sama Hajimemashita, su origen se sitúa en el oneshot Tsubaki Ori, que sería publicado en 2012 en una recopilación de relatos cortos que comparte nombre con el título de su debut. La autora ha explicado que el diseño de la protagonista, Nanami, una chica vital y de fuerte personalidad, surgió como contraposición a la heroína de su anterior serie Karakuri Odetto, un robot inexpresivo. Kami-sama, además, constituyó un punto de inflexión en su carrera y en su forma de plantear historias. Aficionada a los mangas desde niña, como lectora solía buscar solo entretenimiento, mientras que como guionista e ilustradora priorizaba la expresión personal. Durante la serialización de Kami-sama, sin embargo, recibió una gran cantidad de mensajes de los fans contándole lo feliz que se sentían al leer su serie. Esto, unido a la adaptación animada que le permitió revisitar su obra desde una perspectiva más objetiva, propició que su faceta lectora y su faceta creadora se acercaran, motivando que empezara a escribir obras que, si bien no descuidaban sus inquietudes artísticas, buscaban alegrar a sus lectores. De hecho, ha comentado que la última parte del manga Kami-sama lo escribió priorizando que los fans lo disfrutaran.
Además de la mencionada adaptación animada, el manga de Kami-sama también sirvió como base para la producción por NHN Japan del juego para móviles Kami-sama Hajimemashita Doki Doki Ayakashi LOVE (2013, actualmente fuera de servicio), un otome que permite al jugador entablar una relación no sólo con Tomoe, el interés romántico oficial de la serie, sino también con el yôkai serpiente Mizuki y el tengu idol Kurama.
Destacar también que la serie ha formado parte de las políticas de revitalización de la ciudad de Kawagoe (pref. Saitama), lugar en el que se sitúa el santuario Mikage y se desarrolla gran parte de la aventura. Aprovechando la difusión en Japón de las estrategias turísticas asociadas al peregrinaje otaku, la ciudad diseñó un recorrido, plasmado en su correspondiente mapa,[1] que permitía visitar las localizaciones más relevantes de la serie en una hora y cuatro minutos.
Además, se elaboraron postales con escenas del anime, pósteres, una colaboración con el Co-Edo Bus, un autobús tradicional que permite visitar los principales lugares turísticos de Kawagoe, así como una aplicación móvil que superponía imágenes de los personajes a localizaciones reales de la ciudad.
Tomoe, la atracción de lo salvaje
Iniciamos nuestro recorrido por el folklore japonés con Tomoe, el espíritu guardián encargado de la protección del santuario Mikage y coprotagonista de la serie Kami-sama Hajimemashita. Gracias a la intervención del dios titular original del templo, Tomoe pasó de ser un feroz yôkai a un sirviente ejemplar de los dioses, si bien no ha perdido del todo su temperamento violento. En concreto se trata de un yako, término que puede traducirse como “zorro salvaje” y hace referencia a uno de los subtipos de yôkai que engloban los yôko o “yôkai zorro”, llamados vulgarmente bake–gitsune. Otros subtipos incluyen el tenko o “zorro celestial” surgido a partir de un zorro que ha vivido mil años, el kûko o “zorro del aire” que ha superado los tres mil años de edad, el kiko o “zorro espíritu” que es una evolución del yako, o el famoso kyûbiko o “zorro de nueve colas”.
En realidad, el término kitsune dentro del folklore japonés puede asociarse de manera simbólica a otros animales que no son el zorro: en textos budistas se identifica con caninos salvajes como los chacales, en otros contextos se asocia más a los roedores, y en cualquier caso suele ir acompañado de otros seres sobrenaturales de origen animal como los tanuki y los tengu, también presentes en esta serie tal y como se analizará en entregas posteriores. Centrándonos en los kitsune interpretados como espíritus de este vúlpido, sus historias parecen haberse introducido en Japón desde China en el siglo VIII, cuando se tiene constancia que llegaron hasta el archipiélago un género de cuentos maravillosos conocidos como zhiguai en el que era común la aparición de zorros capaces de transformarse en mujeres. Ya en Japón, la mención más antigua a zorros que cambian de forma se encuentra en el Nihon Ryôiki, una colección de cuentos compilada a principios del siglo IX por un monje budista del santuario Yakushi-ji de Nara. Se trata de una colección de setsuwa, relatos que mezclan elementos provenientes de la tradición oral, de otras compilaciones de cuentos y de fuentes dispersas como textos religiosos y leyendas. En este caso, si bien en su prefacio el autor hace numerosas referencias a la literatura clásica de la dinastía Tang, asegura que su obra se basa en creencias locales. Habría que esperar a finales del periodo Heian (794-1185/1192) para que se difundieran las historias protagonizadas por este yôkai gracias a la figura de Tamamo no mae, la amante preferida del emperador Toba (1103-1156) que, según se dice, resultó ser un zorro transformado. Durante el periodo Edo (1603-1868) se puede apreciar una evolución en la figura del yôko. Así, en la compilación de historias populares de esta época reunidas por el folklorista Keigo Seki titulada Bunbuku Chagama se recoge un relato breve sobre el espíritu de un zorro que, para devolver el favor al hombre que le ha salvado la vida, decide transformarse en distintos objetos permitiéndole a su salvador ganar una fortuna. Sería también en esta época cuando se extendería en la sociedad el culto a la diosa Inari, patrona de la agricultura y la industria entre otros atributos, cuyos mensajeros son zorros. Todo ello contribuiría a que los kitsune fueran protagonistas de distintas manifestaciones artísticas durante este periodo y los siguientes: la komen o “máscara de zorro” es habitual en el nôgaku y en la danza sagrada kagura, la historia de la concubina transformada que se ha mencionado fue adaptada al teatro de marionetas bunraku y al kabuki en una obra titulada Tamamo no mae Asahi no Tamoto (1751), y más tardíamente en 1913 Okakura Kakuzô escribiría un libreto de ópera en inglés titulado The White Fox.
En la actualidad, el kitsune sigue estando ampliamente representado en la cultura popular. En su faceta como mensajero de la diosa Inari tenemos Gingitsune (2013), Inari, Konkon, Koi Iroha (2014) o Sewayaki Kitsune no Senko-san (2019); el zorro de nueve colas aparece acompañando al protagonista de Naruto (1999), está encarnado en Hagoromo Gitsune, la madre del exorcista Abe no Seimei en Nurarihyon no Mago: Sennen Makyô (2011), es el agente del gobierno Miketsukami de Yôko x Boku SS (2009) y el ayudante de la posada Tenjin-ya Ginji de Kakuriyo no Yadomeshi (2018). Centrándonos en otras variedades de yôko tenemos a Kurama de Yû Yû Hakusho (1990), a Shippô de InuYasha (1996), la protagonista de Otome Yôkai Zakuro (2010), a Yahiko de Fukigen na Mononokean (2016), a Yûichi Komura del otome Hiiro no Kakera (2006) o a Kogitsunemaru del juego online Touken Ranbu (2015), por nombrar unos pocos ejemplos. Tal y como se puede apreciar en ellos, si bien originalmente los kitsune se asociaban principalmente a las mujeres, en la actualidad podemos encontrarlos asociados a ambos sexos.
Centrándonos en Tomoe, Julietta nos ofrece una representación que mezcla las características tradicionales con otras más actuales. Así, entre los poderes de los que hace gala durante la serie se encuentra la capacidad de transformarse, especialmente en mujer como demuestra al sustituir varias veces a Nanami en la escuela, así como la utilización del kitsune-bi o “fuego de zorro”, a veces traducido como “fuego fatuo”, que no sólo le permite hacer arder a sus enemigos, sino que también cumplen la función de informantes. Su exótica belleza, aparente en especial en su forma original como yako, también forma parte de los atributos heredados de los yôko tradicionales, que adquirieron la fama de expertos seductores en el contexto del “mundo flotante” del periodo Edo. Por otra parte, el pelo blanco, que alude a su origen sobrenatural, las garras en manos y pies, los colmillos, y la presencia de orejas y cola incluso en su forma humana parecen ser rasgos más influidos por la cultura popular en la que es común la presencia de personas con características animales que se relacionan con la estética moe. En cuanto a la falta de una forma completamente animal, suele ser una ausencia común especialmente en aquellos personajes que tienen como objetivo cautivar a su audiencia, siendo su forma primigenia más habitual en el género shônen. Por último, la dualidad que exhibe la personalidad de Tomoe, como humilde servidor del santuario Mikage pero a la vez airado yako de inmenso poder, concuerda con la naturaleza dual de los propios zorros quienes, aunque familiarizados con el espacio doméstico, nunca han sido domesticados.
En este artículo hemos presentado una introducción al anime Kami-sama Hajimemashita, empezando con una presentación general sobre su autora, seguida de un breve análisis del coprotagonista Tomoe y su relación con el yôko de la tradición popular nipona, de lo que hemos podido concluir que las leyendas tradicionales siguen compartiéndose en la actualidad, simplemente a través de medios diferentes. En las siguientes entregas seguiremos profundizando en esta relación entre modernidad y folklore a través del estudio de distintos personajes de esta fenomenal obra.
Para saber más:
Miki, M. “‘Nin Koi’ Tokushû Suzuki Jurietta Intabyû”, Komikku Natarii, 3 agosto 2018. Última visita (10/08/2020). Disponible aquí.
Blog personal de Suzuki Julietta. Disponible aquí.
Bathgate, M. R., The Fox’s Craft in Japanese Religion and Folklore – Shapeshifters, Transformations, and Duplicities. Nueva York, Routledge, 2004.
Fox spirits in Asia, and Asian fox spirits in the west. Disponible aquí.
[1] Anime “Kami-sama Hajimemashita” go-tôchi meguri. Disponible aquí.