Nova, el sello dedicado a la ciencia ficción de Ediciones B (ahora integrado en Penguin Random House), ha publicado muy recientemente El bosque oscuro, la segunda parte de la trilogía iniciada en El problema de los tres cuerpos, que ya tuvimos ocasión de reseñar aquí.
La obra de ciencia ficción que le ha valido a Cixin Liu un enorme reconocimiento internacional retoma la historia poco después de dónde quedó El problema de los tres cuerpos, por lo que recomendamos que si no se ha leído la primera parte, lean con cautela esta reseña, puesto que aunque no desvelaremos grandes spoilers sobre la novela, el hecho mismo de plantear su argumento o su punto de partida ya supone adelantar cierta información.
El bosque oscuro se sitúa cronológicamente poco después del final de la primera parte de la trilogía, partiendo de un prólogo sin referencias cronológicas precisas. En cualquier caso, esteprólogo permite retomar la historia y recordar, vagamente, cuál era la situación fundamental en la que arranca la novela.
Los trisolarianos se dirigen hacia la Tierra. Tienen por delante un larguísimo viaje espacial, que se extenderá durante aproximadamente cuatrocientos años antes de llegar al Sistema Solar. Por ello, la humanidad debe prepararse y debe hacer frente al desafío: con los avances en el campo de la física bloqueados por los sofones trisolarianos, las tecnologías deben desarrollarse todo lo posible para poder crear un sistema de defensa que proteja al planeta.
En este contexto, la Organización de Naciones Unidas propone un arriesgado plan, el denominado Proyecto Vallado, consistente en seleccionar a cuatro individuos que, por diversas causas, pueden idear un plan de defensa efectivo para la humanidad. El objetivo de este Proyecto Vallado es que cuatro mentes preclaras hagan frente a la amenaza, gozando de todos los recursos posibles, para engañar a los trisolarianos, diseñando estrategias que las peculiares mentes de esta raza alienígena no puedan desentrañar ni comprender.
La novela, que se estructura en tres partes (que por su entidad y contenido bien podrían ser, en sí mismas, novelas independientes), comienza con el Planteamiento del Proyecto Vallado, centrándose principalmente en uno de los cuatro seleccionados, el doctor Luo Ji, un profesor universitario chino, dedicado a la astronomía y a la sociología. No obstante, a lo largo del texto, el resto de vallados disfrutarán igualmente de su momento de gloria, especialmente durante la segunda parte, cuando las historias y los planes de Frederick Tyler, Manuel Rey Díaz, Bill Hines y su esposa, Keiko Yamasuki adquieran, momentáneamente, mayor protagonismo.
La tercera parte y final de la novela supone un cambio radical. Sin entrar en detalles, se plantea un contexto completamente nuevo, en el que se desarrollan una serie de acontecimientos a un ritmo trepidante para conducir al clímax final. En esta tercera parte, la historia se sitúa tras un gran salto cronológico, que da lugar a un entorno novedoso, generando una serie de contrastes que plantean, de manera sutil e indirecta, profundas reflexiones sobre la naturaleza humana.
Y, como cabría esperar, el final no es sino un gran cliffhanger que prepara el terreno para la tercera y última entrega de esta trilogía. Sin embargo, esto se plantea de una forma que permite la explicación fundamental de los conceptos básicos que articulan la novela, al tiempo que su desenlace abre una incógnita todavía mayor. Para ello, además, Liu se basa en una estructura circular, situando el desenlace en un punto muy similar al del inicio, a modo de cierre. Planteado así, resulta más evidente que únicamente es el cierre de una etapa, en la que Luo Ji ha sido el principal protagonista y artífice de algunos de los acontecimientos. En este sentido, el epílogo funcionaría, precisamente, como aparente despedida de Luo Ji, mientras que justo antes se han sembrado en la mente del lector nuevas incógnitas desligadas de lo ocurrido hasta ahora, una (nueva) alteración total del statu quo conservando la coherencia interna.
Al igual que ocurría en El problema de los tres cuerpos, El bosque oscuro ofrece un punto de vista chino, si bien en este caso las fronteras resultan mucho menos significativas que en la obra anterior. Buena parte de los personajes protagonistas proceden de China, así como algunos secundarios cuya función es aportar textura al mundo y ofrecer informaciones que, de otro modo, deberían aparecer de manera forzada en la trama. Además, aunque prácticamente todo el elenco de El bosque oscuro son personajes nuevos, también se recuperan algunos personajes de la primera parte, entre los que podemos destacar a Shi Qiang, el astuto y carismático policía chino, a quien se le encomienda al comienzo la protección de Luo Ji. No será el único personaje que se recupere de la obra anterior, ni el único en jugar un papel fundamental, aunque posiblemente sí el que aparece durante mayor tiempo.
Las casi seiscientas páginas de El bosque oscuro suponen un relato apasionante, que profundiza en la psicología del ser humano, al tiempo que teoriza con posibles desarrollos tecnológicos, con el aliciente de que, al vetar a la física de la ecuación, los resultados son de lo más diverso.
Si por algo destaca la obra de Cixin Liu (ya lo hacía El problema de los tres cuerpos) es por ser un derroche de imaginación, desde los aspectos más nimios hasta los más trascendentes. Los giros que experimenta la trama son sorprendentes, en algunos casos incluso imprevisibles. Y los que pueden intuirse, no por anticiparse son más aburridos o le restan interés al relato. Al contrario, la fantasía desbordante de la que Cixin Liu hace gala resulta adictiva, haciendo muy difícil despegar la vista de sus páginas.
Así pues, solo nos queda recomendar encarecidamente la lectura tanto de El problema de los tres cuerpos como de su continuación, El bosque oscuro. Al igual que en nuestra anterior reseña, lo único que lamentamos al respecto es tener que esperar todavía unos meses para disfrutar del final de la historia y conocer, finalmente, qué ocurre con la humanidad y los trisolarianos.