Hace unas semanas, fue editada en DVD y BluRay en España la película Miss Hokusai, de Keiichi Hara, una de las más destacadas producciones japonesas de animación del pasado 2015 (compartiendo relevancia con títulos como El niño y la bestia o El recuerdo de Marnie).
Aunque Keiichi Hara provenía de un ámbito de la animación relativamente alejado de lo que podríamos considerar “cine de autor”, ya nos había sorprendido previamente con Colorful y El verano de Coo, dos películas alejadas de los trabajos que venían siendo habituales en el director (durante la década de los ochenta, trabajó en varias películas de Doraemon, en los noventa y hasta 2005 llegó a realizar trece películas de Shin Chan).
El título original de la película es Sarusuberi: Miss Hokusai, si bien fuera de las fronteras de Japón se la conoce únicamente por Miss Hokusai. La primera parte del título, Sarusuberi, hace referencia al título de un manga de los años ochenta (1983 – 1988), obra que sirve de inspiración a la película, sin llegar a ser una adaptación propiamente dicha.
En oposición al manga, la protagonista de la cinta es O-Ei, hija del archiconocido maestro ukiyo-e Katsushika Hokusai. La película se centra en la relación de O-Ei con su padre, con el que convive y al que ayuda habitualmente en su trabajo; con su madre y con su hermana pequeña, ciega de nacimiento. A pesar del marco histórico en el que se sitúa, la cinta deja cabida a un componente sobrenatural, mediante una serie de sueños y apariciones, que enriquece enormemente el ámbito estético. Las secuencias más interesantes se encuentran, por lo general, ligadas a estos episodios sobrenaturales, donde la fantasía impregna no solo los pasajes sino también por la forma que el equipo creativo escogió para desarrollar estas escenas, dando rienda suelta a la creación pictórica como vehículo comunicativo.
La cinta peca, quizás, de un cierto exceso de cotidianidad. Posee un ritmo pausado y lento (que entronca con esa vertiente japonesa de cine más tradicional), creando un ambiente reflexivo y de disfrute ante los pequeños detalles, no obstante, no termina de hilar las distintas historias (muchas de ellas, anecdóticas) que se suceden a lo largo del filme. En ocasiones, estas escenas resultan un tanto inconexas, o bien ofrecen la impresión de ser más trascendentes para la narración de lo que terminarán siendo.
En cualquier caso, esto no afecta en absoluto al punto fuerte de la película, que es el aspecto visual y estético de la misma. Miss Hokusai gira en torno a uno de los artistas más famosos de la historia de Japón, así como uno de los más internacionales e influyentes en Occidente. En este sentido, se construye en torno a la concatenación de referencias, tanto del ukiyo-e en general como de Hokusai en particular. Por supuesto, muchas de ellas aparecen de manera muy superficial, en forma de borradores desperdigados por la casa del maestro o de obras en las que está trabajando o ha trabajado, sin embargo, otras son más elaboradas y sutiles. Un ejemplo destacado es el de La Gran Ola de Kanagawa: aunque su aparición no podría calificarse de sutil, incluirla como parte de la historia, insertada en un episodio semionírico, subraya la importancia de la obra como icono y le otorga la posición privilegiada que merece.
Más allá del aspecto estético más puramente artístico, el otro gran logro de la película es la ambientación. Obviamente, la constante alusión al ukiyo-e facilita la recreación imaginaria de un espacio tan frecuentemente evocado e idealizado como es la vida en la ciudad de Edo durante el shogunato Tokugawa, pero en esta ocasión la recreación no se apoya únicamente en factores artísticos, sino que construye visualmente un entorno muy solvente y con entidad propia. Tanto es así, que se permite la inclusión de una banda sonora atípica, a ritmo de rock y guitarras eléctricas (en contraposición al koto y al shamisen sobre los que suelen pivotar las bandas sonoras de otras películas jidaigeki o dramas de época nipones), en lo que se descubre como una interesante sinergia.
En definitiva, se trata de una película más que correcta, que propone al espectador un deleitoso viaje por uno de los periodos que mayor fascinación ejercen de la historia japonesa, propuesta que cumple a la perfección. Sirve también como homenaje a uno de los artistas capitales de la historia del arte nipón, que hace una nueva incursión en la gran pantalla, esta vez como secundario, para perfilar el dibujo de una época.